JW Broadcasting: Abril de 2017

¡Bienvenidos, hermanos y hermanas!

Como seguidores de Cristo, valoramos mucho nuestra fe.

Y el programa de este mes está lleno de ejemplos de fe y de maneras en las que todos podemos obrar con fe para lograr cosas increíbles.

Visitaremos a las hermanas Lachmuth, de la sucursal de Canadá.

¿De qué manera les ayudó su fe a adaptarse cuando dejaron su hogar en Canadá para ser misioneras en la India?

Durante décadas, las leyes del apartheid en Sudáfrica amenazaron la unidad entre nuestros hermanos.

¿Cómo se puso a prueba su neutralidad, el amor entre ellos y su fe en Jehová?

Además, en el video musical veremos cómo crece la fe de alguien desde que empieza a estudiar la Biblia hasta que se enfrenta a pruebas ya como siervo dedicado a Jehová.

¡Esta es la edición de abril del 2017 de JW Broadcasting!

¿Lo ha frenado el miedo al fracaso de hacer algo bueno, aunque sea para Jehová?

Algunos no se atreven a dedicarse a Dios y a bautizarse porque les asusta no poder cumplir lo que él espera.

Otros quizás no queremos participar en alguna faceta del servicio porque nos creemos incapaces de hacer un buen trabajo.

En esta escenificación, un estudiante de la Biblia enfrenta el miedo al fracaso.

Está basada en las lecciones que aparecen en el capítulo 1 del libro “Manténganse en el amor de Dios”.

Fíjense en qué lo ayuda a superar el miedo y a actuar con fe.

¿Y tú para cuándo, papá?

Los testigos de Jehová le hablaron a mi familia hace algunos años.

Rachel empezó a estudiar primero.

Y poco después, todos los demás.

Por primera vez estábamos aprendiendo lo que de verdad enseña la Biblia.

En poco tiempo ya les estábamos enseñando las verdades bíblicas a otros.

Bueno... mi familia lo estaba haciendo.

No es que dudara de que esta es la verdad, pero me daba miedo fallarle a Jehová.

¡Largo de aquí!

¿Y si los decepciono a todos?

¿Y si decepciono a Jehová?

¿Puedes darme un momento, por favor?

Sí, claro.

―No hay problema.

―Muy bien.

Ben, un anciano amoroso, notó que algo me pasaba.

―¿Estás bien?

Él me ayudó sin que se lo pidiera.

Me preguntó: “¿Qué fue lo primero que te atrajo de Jehová?”.

Creo que fue saber que Jehová no nos juzga con dureza, sino que es un Padre amoroso.

Ben pensó igual, y dijo: “Si hacemos nuestro mayor esfuerzo por servirle a Jehová, él se encargará de lo demás”.

Me explicó que Jehová conoce nuestras limitaciones y que no espera que seamos perfectos.

Siempre está dispuesto a ayudarnos porque quiere vernos triunfar.

Entonces me leyó Isaías 41:10: “No tengas miedo, porque estoy contigo.

No mires por todos lados, porque soy tu Dios.

Yo ciertamente te fortificaré.

Yo cierta y verdaderamente te ayudaré.

Sí, yo verdaderamente ―¡Ayuda!

te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia”.

No tengo que ser perfecto para servir a Jehová; solo debo amarlo y confiar en él.

De lo demás, él se encargará.

Nuestro hermano comprendió lo que dice 1 Juan 5:3: “El amor de Dios significa que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos”.

Jehová es un Padre amoroso que desea que nos vaya bien en la vida.

Como dijo el hermano, mientras nosotros confiemos en Jehová, él hará el resto.

Esta idea está muy relacionada con el discurso de este mes, que se titula: “La fe puede hacer que las cosas sucedan”.

Cuando estuvo en la Tierra, Jesús curó milagrosamente a muchos enfermos y discapacitados.

A veces, cuando ayudaba a alguien, usaba la expresión que encontramos en Mateo 9:29: “Según su fe, sucédales”.

La esencia de sus palabras tiene que ver con todo aspecto de nuestra vida y ministerio cristianos.

Hoy hablaremos de cómo el poder que tiene la fe puede beneficiarnos en tres campos.

Veremos: 1) cómo la fe puede contribuir a que sucedan cosas buenas en nuestra vida, 2) cómo podemos lograr cosas aparentemente imposibles en el servicio a Dios si tenemos fe y 3) cómo nos impulsa la fe a hacer a un lado una vida cómoda a fin de darle más a Jehová.

El principio de que la fe en Jehová hace que algo sea posible se ilustra muy bien en uno de los milagros de Jesús.

Por favor, abran sus Biblias en el capítulo 5 de Marcos y leamos los versículos 25 a 29: En los siguientes versículos,

vemos que Jesús pregunta quién lo había tocado.

La mujer confiesa ante todos lo que ha hecho y cómo ha sido curada.

Fíjense en lo que le contesta Jesús en el 34: ¡Qué palabras tan consoladoras para una mujer asustada: “Tu fe te ha devuelto la salud”!

¿Qué quiso decir con eso?

Veamos el relato más de cerca.

Se dice que la mujer “oyó las cosas acerca de Jesús”.

Mucha gente oyó las mismas cosas, pero no todos pusieron fe en él.

Y pensemos en lo que podría haberle impedido a la mujer siquiera acercarse a Jesús.

Se había llevado muchas decepciones en los pasados 12 años.

Podría haber pensado: “¿Para qué voy?

Me siento débil y cansada y no tengo dinero.

Mejor me quedo en casa”.

O: “Quisiera que Jesús me viera, pero hay tanta gente.

¿Cómo voy a poder llegar hasta donde está él?

Además, me consideran contaminada, y si me ven en la calle, me pueden castigar”.

No. Ella no permitió que los pensamientos negativos y las dudas echaran raíces en su mente.

Salió de su casa y, en medio de aquella multitud, encontró a Jesús.

¿Y qué pensaba ella?

¿Acaso se decía: “Si toco nada más que sus prendas de vestir exteriores, quizás recobre la salud”?

No, decía: “Recobraré la salud”.

Su fe no la curó de manera milagrosa.

Más bien, la impulsó a buscar a Jesús; y fue el poder de Jehová, a través de su Hijo, lo que la sanó.

Porque tuvo fe se acercó a Jesús y entonces le sucedieron cosas buenas.

Si usted es un cristiano dedicado y bautizado, ¿verdad que su fe ya ha contribuido a que le sucedan cosas buenas en la vida?

No, no ha sido sanado milagrosamente de alguna enfermedad física.

Aún esperamos con anhelo la cura, que llegará durante el Reinado de Mil Años de Cristo.

Pero actualmente Jesucristo dirige un programa de curación espiritual.

Cuando éramos parte de este mundo alejado de Dios, muchos estábamos enfermos espiritual, moral y emocionalmente.

Y nadie nos podía curar.

En nuestra desesperación, buscábamos llenar aquel vacío con cosas o placeres, pero la situación solo empeoraba.

Nos sentíamos impotentes sin esperanza.

Pero entonces oímos algo: ¡las buenas noticias del Reino de Dios!

Así que comenzamos a estudiar la Biblia, y la fe nos motivó a hacer cambios positivos en nuestra vida y a reunirnos con la congregación cristiana.

Hoy estamos sanos espiritualmente y somos felices.

Nuestra fe lo hizo posible.

Además, la fe nos ha permitido hacer cosas en el servicio a Dios de las que quizás no nos hubiéramos considerado capaces.

Por favor abran sus Biblias en Hebreos capítulo 11.

En esta sección de su carta, Pablo se centra en la fe.

Y empieza definiéndola.

Después, a partir del versículo 4, Pablo se convierte en algo así como un guía y nos lleva en un recorrido a través de miles de años de historia bíblica.

A lo largo de la visita, se detiene a indicar las cosas impresionantes

que hicieron hombres y mujeres del pasado gracias a su fe en Jehová Dios.

Echen un vistazo al capítulo y notarán que Pablo empieza muchos versículos con la expresión: “Por fe”.

De hecho, estas palabras aparecen 19 veces a lo largo del capítulo.

Ahora bien, cuando vemos de qué personajes habla Pablo, podríamos llegar a pensar: “¡Son puros gigantes en sentido espiritual!”.

Pero la realidad es que todos eran seres humanos comunes y corrientes, con debilidades como las nuestras.

Lo que sí tenían en común era la fe, y por esa fe Jehová permitió que lograran cosas aparentemente imposibles.

Veamos qué hicieron algunos de estos ejemplos de fe y comparémoslo con lo que muchos de ustedes están haciendo hoy por su fe.

Leamos el versículo 5: Y en Judas 14 y 15 se nos indica que Enoc anunció con valor que Jehová destruiría el mundo perverso de su día.

Al parecer, hombres malvados y violentos iban a matar a Enoc por lo que valientemente predicaba.

Así que Dios lo tomó, es decir, interrumpió con delicadeza su vida, librándolo de una muerte violenta.

En tiempos modernos, al igual que Enoc, muchos hermanos han declarado con valor los juicios de Dios, aun ante la muerte.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un hermano que fue sentenciado a muerte por los nazis escribió estas palabras poco antes de ser ejecutado: Por su fe fue muy valiente y mantuvo la calma.

Es muy probable que ustedes hayan demostrado de muchas maneras una fe igual a la de Enoc.

Por fe han permanecido firmes y no han imitado la conducta de este mundo malvado.

Por fe han proclamado con valor la Palabra de Dios de casa en casa y en lugares públicos.

¡Antes de ser Testigos, quizá pensaron que jamás predicarían!

Ahora lo hacen, aun cuando a veces los maltratan verbalmente y los persiguen.

La fe lo ha hecho posible.

Leamos el versículo 7:

En ningún lugar de la Biblia leemos que Jehová escogiera a Noé para construir el arca porque tuviera experiencia en la materia.

Desde luego que nunca había construido una embarcación

tan descomunal como la que Jehová le pidió.

Es probable que Noé se preguntara: “¿Cómo conseguiré los materiales de construcción?

¿Tengo las herramientas adecuadas?

¿Cómo reuniré a los animales?

¿Qué alimento necesitan y cuánto?

¿Cuándo, exactamente, empezará el Diluvio?

¿Cuánto durará?

¿Dónde se detendrá el arca cuando bajen las aguas?”.

Nada indica que Jehová le diera a Noé todos los detalles por adelantado.

Pero Noé tenía fe.

Esa fe lo impulsó a empezar a construir.

Y por su fe se salvaron él y su familia.

La fe en Jehová lo hizo posible.

Al igual que Noé, el pueblo de Jehová ha emprendido colosales proyectos de construcción durante este tiempo del fin.

Definitivamente, la construcción de la nueva sede mundial, en Warwick (Nueva York), fue un proyecto para el que se necesitó mucha fe.

Se asignó a un comité de hermanos para que se encargara de que todo quedara listo en menos de 4 años.

Para lograrlo, sabían que debían empezar en julio de 2013.

Empezaron a trabajar con fe.

Incluso cuando las autoridades locales aún no habían dado los permisos, empezaron a reclutar voluntarios con esa fecha en mente.

El tiempo corría; los voluntarios estaban comprando pasajes de avión; Betel estaba organizando el alojamiento y otros detalles.

Y todavía no contaban con los permisos.

¿Cancelarían las invitaciones?

Un hermano del comité dijo: “Oramos muchísimo y nos dimos cuenta de que debíamos tener fe.

Estábamos seguros de que Jehová lo haría posible”.

Se acercaba la fecha y los hermanos habían hecho todo lo posible por obtener los permisos.

La junta municipal tenía programada una audiencia pública.

Para sorpresa de los hermanos, en tan solo quince minutos, la junta aprobó el proyecto.

Otro miembro del comité agregó: “Sabíamos que todo había sido gracias al espíritu santo”.

Eso es cierto, pero también fue gracias a la fe que los motivó a seguir adelante con los planes.

Pueden ver más detalles en el video Se está haciendo historia.

La nueva sede mundial,

que encontrarán en la sección “Qué hacemos”, bajo “Obras de construcción”.

Ahora leamos Hebreos 11:8:

¡Qué fe debieron tener Abrahán y su sumisa esposa, Sara, para salir de la próspera ciudad de Ur e ir adonde Jehová los guiara!

Hacerlo implicó dejar la seguridad de un cómodo hogar para ir hacia un mundo desconocido —y tal vez hostil— ubicado a 1.600 kilómetros (1.000 millas) de distancia.

¿Existe hoy una fe como esa?

¡Por supuesto!

Desde el 2014, miles de hermanos han asistido a la Escuela para Evangelizadores del Reino, y aceptan ir adonde la organización considere que mejor pueden ayudar.

Por fe hacen ese sacrificio.

Y siempre que se anuncia que se va a construir o ampliar alguna sucursal y que se necesitan voluntarios, es la fe lo que motiva a muchos hermanos a simplificar su vida, a dejar atrás las comodidades, a fin de dar una mano.

Por ejemplo, en 2009 se les informó a las congregaciones de Estados Unidos que se estaba planificando ampliar las instalaciones de Wallkill (Nueva York).

Con eso en mente, una pareja se salió de la casa de sus sueños, de 200 metros cuadrados (2.200 pies cuadrados), que acababan de construir, para alojarse en un apartamento de tan solo 25 metros cuadrados (270 pies cuadrados).

¿Qué sucedió después?

Ellos cuentan:

Su fe hizo de su deseo una realidad.

Entonces, ¿qué hemos aprendido hoy?

La fe en Jehová Dios es una fuerza poderosa que nos motiva a actuar de acuerdo con su voluntad.

Jehová recompensa la fe de esa clase.

Recuerden que el significado del mismísimo nombre de nuestro Dios, Jehová, es “Él Hace que Llegue a Ser”.

¡Él es un Dios que hace que las cosas sucedan!

Así que, hermanos, sigamos obrando con fe.

Jehová seguirá haciendo que sucedan cosas maravillosas en nuestras vidas.

Lograremos hacer cosas que, por nuestros propios medios, serían imposibles.

Sí, y también podremos darle más a Jehová.

¡Que a todos ustedes les suceda “según su fe”!

Hace poco conocimos a dos hermanas de enorme fe en la sucursal de Canadá —Tillie y Leona Lachmuth—, quienes mostraron una fe como la de Abrahán al dejar la comodidad de su hogar para predicar en un país distante.

Pero ese no sería el único gran cambio que harían en su larga carrera teocrática.

Traten de identificar el desafío al que se enfrentaron después de haber pasado casi 50 años en su asignación.

Crecimos en un pequeño pueblo de Saskatchewan.

Era muy agradable.

Creo que nadie quería mudarse.

La gente se quedaba a vivir ahí.

En una ocasión, papá nos preguntó: “¿Por qué tienen que irse a la India?

¿No pueden quedarse a predicar en Canadá?”.

―Él era muy estricto.

―Muy estricto.

Cuando salíamos a jugar y él nos llamaba, ―debíamos entrar de inmediato.

―Padres estrictos.

Nunca los cuestionábamos.

―Simplemente obedecíamos.

―Así es.

“Haz lo que te digo”, decían.

Estrictos.

A mi papá le interesó la verdad, pero nunca se resolvió a servir a Jehová.

A él le gustaba recibir a los hermanos en casa, pero jamás se vio a sí mismo como un testigo de Jehová.

Creo que conocer la verdad le dio rumbo a nuestras vidas,

un propósito.

Por eso, decidimos emprender el precursorado.

Después de servir de precursoras por dos años, nos invitaron a asistir a la Escuela de Galaad.

Nos graduamos en 1953.

En la solicitud para Galaad te preguntan si estás dispuesto a ir a cualquier parte del mundo.

El hermano Knorr siempre decía: “El boleto solo es de ida”.

Eso se nos quedó bien grabado en la mente.

Nos moríamos de ganas por servir en otro lugar aunque no pudiéramos volver.

Trece de los graduados viajamos en barco durante un mes para llegar a la India.

Estábamos un poco nerviosas porque no teníamos idea de la clase de personas que encontraríamos o de cómo sería la vida en ese lugar.

Cuando llegamos a Bombay, nos quedamos boquiabiertas.

Solo veíamos personas y más personas.

Hacia donde miráramos, había gente y mucho ruido.

Además, nos ofrecían comida muy picante.

Sentíamos que nos salía fuego por las orejas.

Cuando llegamos, la casa misional no estaba amueblada, así que tuvimos que dormir en el suelo por unos meses mientras nos hacían nuestros muebles.

Hervíamos y filtrábamos el agua.

Debíamos lavar con una solución desinfectante la fruta y las verduras que comprábamos en el mercado.

Teníamos mucho cuidado con todo eso.

¡Fue un cambio total en muchos sentidos!

Sí. Entendimos que la vida no iba a ser como en Canadá.

Pero eso no nos preocupaba porque la predicación nos hacía muy felices.

La organización quería que dejáramos en manos de las personas el folleto El gozo de todos los pueblos.

Así que salíamos a la calle, nos quedábamos paradas con una caja de publicaciones y simplemente empezábamos a hablar.

Todos los que nos escuchaban querían tener un folleto.

Les gustaba escuchar.

¡Les encantaba!

Es cierto.

En esa época, los misioneros predicábamos 150 horas al mes.

En el sur de la India, las mujeres no debían estar fuera de casa después de las cuatro de la tarde, así que empezábamos a predicar muy temprano y terminábamos justo a las cuatro.

¡Así lo hacíamos!

Hablábamos malayalam, y los niños repetían lo que nosotras decíamos.

Ellos corrían y le decían a la gente de qué estábamos hablando.

―Y gritaban: “Ma’damma, ma’damma” ―“Mujer blanca, mujer blanca”.

Dábamos muchos cursos bíblicos.

Disfrutábamos de la predicación y de la hospitalidad de la gente.

Nos encantaba estar con los hermanos, ir a sus hogares, probar su comida y hacer lo que ellos hacían.

La India llegó a ser nuestro hogar.

Vivimos allá unos 50 años.

Pero nos informaron que nos teníamos que mudar.

El Cuerpo Gobernante nos dijo: “Ahora irán a la sucursal de Canadá”.

Después de tantos años en la India, este fue otro cambio muy drástico.

Sí que lo fue.

Aquí hemos tenido que adaptarnos a muchas cosas.

Ahora trabajo en la lavandería doblando ropa.

Yo también.

Doblamos y doblamos, a más no poder.

Siempre animamos a los más jóvenes a servir a Jehová de tiempo completo.

Sabemos que así tendrán la mejor vida.

La juventud es la mejor época para aprender de Jehová.

Y eso, sin duda, les ayudará a ser mejores siervos suyos.

Nos alegra haber escogido el precursorado.

Sí. Nunca nos faltó nada...

¡ni cambiaríamos nada!

No fue fácil, pero, en la India, Tillie y Leona se tuvieron que adaptar a una cultura muy distinta a la suya.

Es curioso que cuando regresaron a su natal Canadá, una vez más se sintieron como extranjeras.

Pero Jehová siempre las ha recompensado por su fe.

Tras más de 67 años de servicio de tiempo completo, ellas pueden atestiguar que nunca les ha faltado nada.

Jóvenes, ¿por qué no se proponen hacer lo mismo que Tillie y Leona y se ponen la meta de servir de alguna forma nueva para ustedes?

Y, hermanos mayores, si una asignación que atesoraron durante años llega a su fin, sepan que Jehová no olvida el amor que han mostrado por su nombre y que desea que sean felices en su nueva asignación.

Estemos donde estemos, Jehová espera que hagamos lo que se mencionó hace un tiempo en el programa de la adoración matutina, en Betel: buscar primero el Reino.

El texto para el día de hoy, Mateo 6:33, consta de dos partes.

La primera indica lo que tenemos que hacer: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios”.

La segunda menciona lo que Jehová hará: “Y todas estas otras cosas les serán añadidas”.

Analicemos cuidadosamente estas palabras.

Con ellas, Jesús deseaba enseñarles a sus discípulos que debían hacer cambios drásticos en su estilo de vida.

¿Qué clase de cambios?

Veamos el versículo 31.

Allí, Jesús dice: “Por eso, nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’”.

¿De verdad dijo “nunca”?

¡Sí!

Sin embargo, lo normal es que nos preocupemos por tener lo necesario.

Y Jesús reconoció que eso mismo inquieta a la mayoría de las personas.

En el versículo 32, él dijo: “Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones van con empeño”.

Pero luego también dijo: “Su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas”.

Aquí en el capítulo 6, Jesús resaltó varios principios muy importantes que nos ayudan a modificar nuestro punto de vista para darle a Jehová Dios, a nuestra vida y a las necesidades básicas la importancia que les corresponde.

Jesús dejó claro que el servicio a Jehová debe ser lo más importante, sean cuales sean nuestras circunstancias.

Echémosle un vistazo a dos de dichos principios.

Uno de ellos está en Mateo 6:24.

Allí, Jesús dice: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro.

No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas”.

Es simplemente imposible.

Algunos lo han intentado, pero han fallado.

Satanás le dijo a Jesús “Te daré riquezas.

Te daré todos los reinos del mundo y su gloria”.

Jesús, desde luego, lo rechazó.

¿Por qué?

Porque sabía cuál era el precio de recibir todo aquello: dejar de adorar con corazón completo...

¡imposible!

Jesús sabía que es imposible adorar a Jehová y a las riquezas.

En el versículo 21, Jesús dijo: “Porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón”.

El segundo principio está en el versículo 25:

“Por esto les digo: Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán”.

Y he aquí el principio: “¿No significa más el alma que el alimento, y el cuerpo que la ropa?”.

Pudiéramos tener un granero lleno de alimento, pero si no estuviéramos vivos, de nada nos serviría.

Y si tuviéramos un almacén lleno de ropa, pero no un cuerpo, no podríamos ponérnosla.

Jesús ilustró muy bien este principio.

Veamos lo que dice Lucas capítulo 12, del versículo 16 en adelante: “Con eso les habló una ilustración, y dijo: ‘El terreno de cierto hombre rico produjo bien.

Por consiguiente, él razonaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré, ya que no tengo dónde recoger mis cosechas?”.

De modo que dijo: “Haré esto: demoleré mis graneros y edificaré otros mayores

y allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi alma: ‘Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza’”.

Pero Dios le dijo: “Irrazonable, esta noche exigen de ti tu alma.

Entonces, ¿quién ha de tener las cosas que almacenaste?”.

Así pasa con el hombre que atesora para sí, pero no es rico para con Dios’”.

Jesús no dijo que el hombre fuera alguien deshonesto o que nunca pensara en Dios.

El error que aquel hombre cometió fue fijar mal sus prioridades.

Él se centró principalmente en acumular riquezas.

Como dice el versículo 21, él acumuló tesoros para sí mismo, pero no en los cielos.

No se esforzó por ser “rico para con Dios”.

Y eso es lo más importante, ¿no es verdad?

Servir a Jehová Dios, dedicar nuestra vida a él: eso es lo que realmente importa.

Porque, como dijo Jesús en la segunda parte del versículo 15, “hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee”.

Así que, hemos hablado de dos principios muy importantes.

El primero es que nuestro servicio a Dios —y no atesorar riquezas— debe ser lo más importante en nuestra vida.

Y el segundo lo encontramos en Mateo 6:33: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas”.

Aunque no sabemos con exactitud cuándo vendrá el fin, queremos seguir siempre buscando primero el Reino.

Y, en vez de confiar en los bienes materiales que ofrece este mundo, debemos confiar en nuestro Padre celestial.

Jehová nos da todo lo que necesitamos y hasta más que eso.

Este principio se resume en Eclesiastés 5:19.

Allí se dice la verdad, la realidad de las cosas.

Eclesiastés 5:19 dice: “También, a todo hombre a quien el Dios verdadero ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro trabajo.

Este es el don de Dios”.

¿Recuerda las dos cosas que, según ha dicho el hermano Marais, podrían impedirnos buscar primero el Reino?

Una es estar divididos, o tratar de servir a Jehová y a la vez buscar las riquezas u otras cosas del mundo.

La segunda es la inquietud por el sustento, lo que necesitamos para vivir.

Podemos evitar ambas distracciones si fortalecemos nuestra fe en que Jehová se interesa por nosotros.

Él nos asegura que en este sistema nos dará lo necesario.

Y en el nuevo mundo satisfará cualquier deseo legítimo que, por ahora, hemos sacrificado.

Recordar lo que Jehová ya ha hecho por nosotros podría ayudarnos.

¿Se acuerda de cómo fue creciendo su fe cuando empezó a estudiar la Biblia o cuando comenzó a predicar las buenas noticias del Reino?

¿Qué hay de cuando dedicó su vida a Dios?

¿O de cuando Jehová le ayudó en una prueba difícil?

De seguro puede decir con toda certeza que, con fe, las cosas son posibles.

El animador video musical de este mes refuerza esta idea.

♪♪ Un día cualquiera mi vida cambió: un bello mensaje me sorprendió y mi rostro se iluminó.

En ese día, recuerdo muy bien, de dudas y temores me liberé.

Te empezaba a conocer.

(Estribillo) Paso a paso caminaré y nunca me rendiré.

Una y otra vez comprobaré cuánto logra mi fe en ti, Jehová.

Aquel día guardo en mi corazón.

Recuerdo los nervios y la emoción: ¡primer día de predicación!

La fuerza de mi fe dependerá de mí, por eso cada día la haré vivir como un fuego dentro de mí.

(Estribillo) Paso a paso caminaré y nunca me rendiré.

Una y otra vez comprobaré cuánto logra mi fe en ti, Jehová.

Días grises, tristes, también llegarán.

Te oraré sin descanso.

Sé que no me dejarás.

De tu espíritu me vas a dar; mi mano nunca soltarás.

¡No tengo por qué temer si estás tú conmigo!

(Estribillo) Paso a paso caminaré y nunca me rendiré.

Una y otra vez comprobaré cuánto logra mi fe.

(Estribillo) Hoy y siempre te lo diré: ¡gracias, gracias, Jehová!

Sé que vez tras vez comprobaré cuánto logra mi fe en ti, Jehová. ♪♪ No hay problema demasiado complicado para Jehová.

Esto es fácil de recordar cuando todo marcha bien.

Pero cuando tenemos problemas o inquietudes, ¿nos acordamos de confiar en Jehová?

La hermana hizo una sola cosa para fortalecer su fe: ¡oró!

Hasta los apóstoles le rogaron a Jesús: “Danos más fe”.

Así que podemos pedirle a Jehová que nos dé más fe, y con el ánimo y la fuerza que él da, actuar.

Jehová nos da espíritu santo individualmente y como grupo.

Para hallar muestras de ello, solo tenemos que ir a una parte del mundo donde el pueblo de Jehová fue puesto bajo mucha presión.

En Sudáfrica, por ejemplo, el gobierno impuso un régimen de segregación racial, llamado apartheid, que duró 46 años, hasta 1994.

Se presionó a nuestros hermanos para que tomaran partido en conflictos armados.

Se restringió su libertad de adorar a Jehová en grupo.

Y las actitudes racistas que dominaban la época amenazaban la unidad de los hermanos.

En este informe descubriremos cómo nuestros hermanos sudafricanos se mantuvieron unidos y neutrales, apoyando el Reino de Dios.

Cierta tarde fuimos a la estación del tren y vimos que unos hombres estaban dando órdenes a los pasajeros.

A nosotros nos enviaron a un vagón exclusivo para gente blanca.

Era la primera vez que veía los efectos de la ley del apartheid.

Quienes vivíamos en comunidades de personas negras teníamos que solicitar un permiso para salir de ellas.

Incluso nos entregaban un permiso que especificaba dónde podíamos predicar.

La gente siempre nos preguntaba: “¿Qué hacen ustedes para oponerse al apartheid?”.

Teníamos que armarnos de valor para decir esto: “El Reino de Dios es la única solución.

Dios hará que el mundo entero viva en paz en el futuro, así que no podemos involucrarnos en la política”.

En nuestra ciudad, Soweto, oímos a los niños correr por las calles.

Hubo disparos.

Y había gas lacrimógeno por todas partes.

Cuando mi esposo regresó a casa ese día, nos sentamos con nuestros hijos y tomamos el libro Tu juventud...

aprovechándola de la mejor manera.

Estudiamos el capítulo “¿Qué piensas de tus padres?”.

Fue muy oportuno, ya que no era extraño que los hijos se rebelaran contra sus propios padres.

Incluso quemaron vivas a algunas personas.

Unos jóvenes le gritaron a mi hijo: “¡Aquila, Mathiba, ven con nosotros!”.

Pero uno de ellos lo defendió y les dijo: “¡No, no, no, Aquila no!

Aquila nunca se unirá a las protestas”.

Ah, pude ver la mano de Jehová.

Aun en esos momentos, Jehová ayudó a nuestros hijos a no recrearse con la maldad que había en las calles, sino a concentrarse en asuntos espirituales.

En 1968, después de cumplir 19 años, me enviaron a prisión por negarme a hacer el servicio militar.

En un período de 20 años, unos 1.000 Testigos jóvenes de raza blanca adoptaron la misma postura neutral en este país.

Siempre orábamos por nuestros hermanos blancos que estaban presos.

A causa de su neutralidad, gente de las comunidades negras empezó a respetarnos.

En 1974, más de 30.000 hermanos —blancos y negros— se reunieron para la sesión del domingo por la tarde de la asamblea “Victoria Divina”.

Cuando llegamos, había policías por todas partes.

Pero media hora después, al ver que reinaba la paz, se retiraron.

La segregación racial en medio de la que vivíamos era terrible, pero durante aquella asamblea adoramos juntos a Jehová y disfrutamos del cariño de nuestra hermandad.

Un grupo de personas que se dirigía a una manifestación le pidió al hermano Moses Nyamussua que soldara sus armas, pero él no quiso hacerlo.

Al volver de la manifestación, le dijeron: “Como no quisiste soldar nuestras armas, algunos de nuestros compañeros perdieron la vida mientras peleaban.

Ahora tú morirás”.

El hermano Nyamussua se mantuvo neutral hasta la muerte, y Jehová sin duda lo guarda en su memoria.

En 1993 me quedé boquiabierto cuando un hermano blanco me predicó.

Su compañero era otro hermano blanco que hablaba muy bien el idioma vendal.

Me emocioné mucho, y conforme pasaba el tiempo, me di cuenta de que su amistad era genuina y me convencí de que esta es la religión verdadera.

Ellos me trataron como si fuera parte de su familia.

Al final de la década de los 80, el gobierno nos dio permiso para construir Salones del Reino en las comunidades negras.

Los vecinos estaban sorprendidos de ver a tantos blancos trabajando al lado de sus hermanos negros para construir estos bellos salones.

Disfrutamos mucho de conocer a otros jóvenes de diferentes razas.

Todos en la congregación somos una familia que sirve unidamente a Jehová.

Ahora hay en Sudáfrica más de 100.000 Testigos, que adoran juntos a Jehová con espíritu y con verdad.

Sudáfrica tiene 11 idiomas oficiales.

Pero, en medio de dicha diversidad lingüística, nuestros hermanos hablan el “lenguaje puro”: la verdad acerca de Jehová Dios y de su propósito.

Si cultivamos una fe fuerte en tiempos de paz, podremos ser valientes en tiempos de persecución y prueba.

El hermano Rocky Webb, de Estados Unidos, aprendió a pelear cuando era joven.

Pero cuando su fe creció, entendió que Jehová está allí “para ayudarnos y para pelear nuestras batallas”.

De una u otra forma, mientras no llegue el nuevo mundo, de las pruebas nadie se libra.

Pero si aguantamos fielmente y no nos rendimos, lograremos estar ahí.

Mis padres me enseñaron la verdad.

Me nació el deseo de bautizarme cuando, en una asamblea celebrada en la ciudad de Washington, el hermano Rutherford habló sobre los mansos que heredarán la Tierra.

Lo que dijo se me quedó grabado y llegó a lo más hondo de mi corazón.

Fortaleció mi fe para servir a Jehová por el resto de mi vida.

Algunas personas abusivas empezaron a atacarme.

Regresaba a casa muy golpeado.

Así que empecé a practicar el boxeo.

Alguien me ofreció 40.000 dólares por una pelea, ganara o perdiera.

Pero si ganaba dos peleas, recibiría el doble de esa cantidad.

El hermano Macmillan fue como un segundo padre para mi hermano y para mí.

Él me dijo: “Quiero pedirte un favor: no vuelvas a ponerte esos guantes”.

Así que nunca más lo hice.

Creo que él ya sabía que muy pronto saldría un artículo que explicaba que el boxeo no era apropiado para los cristianos.

En esa misma época, me reclutaron para servir en el ejército.

Como no quise hacerlo, me enviaron a prisión.

Durante todo ese tiempo, nunca aflojé el paso en sentido espiritual, nunca.

Siempre me mantuve activo.

Una vez, el guardia de la cárcel me escuchó predicarle a otro preso.

Me dijo: “No lo vuelvas a hacer.

Aquí no está permitido”.

Tres días después, nos encontró hablando de nuevo.

Me pusieron en un auto con ventanas oscuras por las que no se veía nada.

No sabía adónde iba.

Me llevaron a una vieja prisión.

La celda estaba completamente oscura y medía 1 metro cuadrado.

Hacía tanto calor ahí dentro que la llamaban la cueva del sudor.

Allí sudaba y sudaba y no paraba de sudar.

Al llegar, pesaba 97 kilogramos y, al salir, 60.

El Salmo 144 dice: Yo estaba dispuesto a sacrificar mi vida con tal de permanecer leal a Jehová.

Viví en la ciudad de Wewoka (Oklahoma).

En una ocasión, hermanos de varias congregaciones estábamos predicando juntos cuando fuimos atacados por una turba.

Muchos hermanos resultaron heridos.

Tuvieron que darme 80 puntadas en la cabeza y otras 13 en el costado.

Me dejaron muy malherido.

Solo pude levantarme con la ayuda de Jehová.

Siempre supe que él estaba conmigo.

Presentamos una demanda contra la ciudad y ganamos 20.000 dólares.

Pero nos llamaron de las oficinas centrales y nos dijeron: “Han hecho un buen trabajo, sin embargo, recuerden que no estamos interesados en ganar dinero.

Asegúrense de que la gente del pueblo lo sepa”.

Así que, cuando fuimos a ver a las autoridades, nos dieron los documentos y nos pidieron que los firmáramos.

Pero no lo hicimos, y simplemente se los devolvimos.

La noticia salió en los periódicos.

Decía: “Díganles que pueden regresar y realizar su obra de predicación.

No vamos a molestarlos”.

Con lo que hicimos nos ganamos su respeto, y eso nos abrió las puertas para predicar libremente.

Con el tiempo se formó una bonita congregación en la zona.

Mi primera esposa fue una bendición para mí,

y cuando ella murió, Jehová me bendijo con otra buena esposa.

Cortamos juntos el césped.

En realidad, hacemos casi todo juntos.

Nuestro estudio de la Biblia nos llega al corazón.

Cuando ejercemos fe en Jehová, le entregamos nuestra vida.

Yo sé que Jehová ha permitido que me sucedan estas cosas, pero nunca me ha desamparado.

El hermano Webb tiene 94 años.

Pero como vimos, él y su esposa, Charlene, se mantienen activos en sentido espiritual.

¿Qué lecciones logró captar del ejemplo de Rocky?

Escuchamos que aprendió a boxear para protegerse de quienes lo golpeaban; pero, por su fe, hizo caso cuando se le aconsejó con amor que dejara de pelear, aun antes de que los siervos de Dios comprendieran bien el asunto de los deportes violentos.

Hacer ese cambio le permitió seguir cultivando una personalidad cristiana.

Eso lo preparó para aguantar cuando fue encarcelado por su fe y para no devolver mal por mal al ser perseguido.

Tenía fe en que, aunque Jehová permitía que aquellas cosas sucedieran, también estaba allí para protegerlo.

Los ejemplos que hemos visto —el de Rocky y el de otros— nos fortalecen; y son prueba de que nunca estamos solos en la pelea de la fe.

Al igual que ustedes, hermanos de todo el mundo siguen firmes en la fe, esforzándose por encontrar a personas a quienes mostrarles lo que la Biblia enseña.

Más tarde este mes, de seguro disfrutarán de un informe de la sucursal de Centroamérica, la cual organiza campañas de predicación para que se llegue a lugares donde rara vez se predica, en países como México, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Nicaragua y Guatemala.

Podrán encontrar el video cuando esté disponible en la sección “Videos”, bajo “Nuestras reuniones y predicación”.

Quisiéramos finalizar el programa visitando a la congregación de habla inglesa Catania Fleming, de la hermosa isla de Sicilia.

Es una congregación pequeña de 46 publicadores y 16 precursores, pero dirigen más de 60 cursos bíblicos al mes.

A causa de los tiempos difíciles que se viven, han surgido nuevas oportunidades para predicar.

Dentro de su territorio se encuentra uno de los campos de refugiados más grandes de Europa.

Este acoge a personas de varios países, tales como Nigeria, Gambia, Ghana, Eritrea y Somalia.

Cada semana, un grupo de publicadores viaja una hora hasta el campo para predicar e impartir cursos bíblicos.

Algunos residentes del campo toman un autobús para asistir a la reunión del fin de semana.

Los hermanos de la congregación Catania Fleming les envían su amor y saludos.

Le damos gracias a Jehová por el espíritu dispuesto que manifiestan al llevar al prójimo el mensaje del Reino.

Gracias por acompañarnos.

¡Desde nuestra sede mundial, este ha sido un programa más de JW Broadcasting!



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