Gerrit Lösch: ¡Defienda la verdad como un campeón!

El título que he escogido para este discurso es “¡Defienda la verdad como un campeón!”.

Es probable que la palabra campeón lo haga recordar las competencias deportivas.

Pero ¿qué es un campeón?

Esta palabra puede significar muchas cosas.

Viene del latín campus y, en algunos idiomas, como el español, se relaciona con las expresiones “campo” o “campo de batalla”.

De hecho, en la Biblia se habla de un campeón.

Primero de Samuel 17:4 dice: Goliat defendía una causa que no era correcta, pues luchaba para derrotar a los israelitas.

Hablando de lo que es un campeón, un diccionario define esta palabra como “persona que defiende esforzadamente una causa o doctrina”.

En este sentido, los cristianos ponemos todo nuestro empeño en defender la verdad.

La Atalaya del 15 de enero de 2012, en la página 8, señaló: “En siglos posteriores surgieron otros defensores de la Biblia”.

Y varios años antes, también dijo: “¡Esta revista jamás se encogerá de temor de modo que deje de defender la verdad!”.

Y añadió: “La Atalaya ha defendido ‘la causa de la verdad del Reino’”.

Entonces, ¿es usted un campeón, o defensor, de la verdad?

En las competencias deportivas suele haber un solo campeón.

Pero eso no sucede con los cristianos verdaderos, pues cada uno de nosotros puede y debe defender la verdad como un campeón.

Hoy día necesitamos defender la verdad debido a que muchos la atacan y la distorsionan.

El mundo que nos rodea está inundado de mentiras y engaños.

¿Cómo llegó a ser así?

Todo empezó en el jardín de Edén cuando Satanás le mintió a Eva.

Al recurrir al engaño, Satanás se convirtió en “el padre de la mentira”.

Todas las calamidades que hay en el mundo —nuestros problemas personales, los desastres, las guerras, las epidemias, los delitos, la tristeza, el sufrimiento y la muerte— comenzaron en el jardín de Edén.

Satanás es “el padre de la mentira”, y hoy existen muchos “hijos” de la mentira.

Todos padecemos las consecuencias de que haya tantas mentiras.

Mentir es dar información incorrecta deliberadamente con el fin de engañar.

La mentira es lo contrario de la verdad.

Mentir también significa decir algo falso a alguien que tiene derecho a saber la verdad sobre un asunto.

Pero también existen las verdades a medias.

La Biblia insta a los cristianos a hablar con la verdad.

El apóstol Pablo escribió en Efesios 4:25: “Ahora que han desechado la falsedad, hable verdad cada uno de ustedes”.

Las mentiras y las verdades a medias arruinan la confianza.

Según un proverbio alemán, a alguien que miente una vez, aunque luego diga la verdad, no se le vuelve a creer.

Así que es importante ser francos y honestos al hablar, y no omitir detalles con la intención de confundir a los demás o hacerles creer algo que no es.

Existen diferentes clases de mentiras.

Por ejemplo, hay políticos que mienten sobre lo que quieren mantener en secreto.

Algunas empresas mienten a la hora de promocionar sus productos.

¿Y qué se puede decir de los noticieros?

Muchos tratan de decir la verdad.

Pero no debemos creer ciegamente todo lo que se dice en los periódicos, la radio o la televisión.

También existen las mentiras religiosas.

Si Satanás es “el padre de la mentira”, entonces Babilonia la Grande —el imperio mundial de la religión falsa— es la madre de la mentira.

Y cada una de las religiones que la conforman es una hija de la mentira.

Algunos mienten al decir que los pecadores serán atormentados en un infierno por la eternidad; otros, al decir que una vez salvos, siempre salvos.

Mienten también quienes afirman que la Tierra será destruida en el día del juicio y que todos los buenos irán al cielo.

Y otros más adoran ídolos.

Pablo escribió en Romanos 1:25: Por otro lado, muchos acostumbran decir mentiras todos los días.

Por ejemplo, un hombre de negocios quizás le pida a su secretaria que conteste el teléfono y diga que él no está.

Pudiera decirse que esa es una mentira pequeña.

Hay mentiras pequeñas, grandes y, también, maliciosas.

Es posible que un niño rompa algo y luego, por temor a que lo castiguen, diga que no lo hizo.

Eso no convierte al niño en alguien que miente con malicia.

En cambio, ¿qué pasa si un empresario le pide a su contador que falsifique los registros para evadir impuestos?

Mentir sobre los impuestos que debemos pagar sería grave.

Se trataría de un intento deliberado de engañar a alguien que tiene derecho a saber la verdad, e implicaría robar al gobierno algo que legalmente le pertenece.

Así que no todas las mentiras son iguales: las hay pequeñas, grandes y maliciosas.

Satanás engaña con malicia y promueve la mentira.

Jehová odia a los mentirosos, y por eso debemos evitar todas las mentiras, no solo las grandes o las maliciosas.

Pero ¿es posible conocer la verdad?

Algunos piensan que la verdad es relativa; dicen: “Lo que es verdad para uno puede no serlo para otro”.

Esta declaración no tiene sentido cuando hablamos de religión.

Dios es parte de una Trinidad o no.

El alma es mortal o no.

En el futuro habrá un paraíso o no lo habrá.

Dios aprueba la homosexualidad o no la aprueba.

Participar en las guerras es correcto o no lo es.

Estas verdades son absolutas, no relativas, porque Jehová les ha comunicado a sus siervos lo que piensa al respecto.

Salmo 43:3 dice: “Envía tu luz y tu verdad”.

Y Jehová es aquel que revela la verdad.

Uno de los muchos motivos por los que Jesús vino a la Tierra fue para dar testimonio de la verdad.

Por eso expresó lo que encontramos en Juan 18:37: Por lo tanto, si leemos en la Biblia lo que Jesús enseñó, podemos aprender la verdad.

Jesús fue la personificación de la verdad.

Él dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”.

Encontraremos la verdad si estudiamos la Biblia cuidadosamente.

La verdad es todo aquello que se puede dar por hecho.

Para los cristianos verdaderos, todas las Escrituras —tanto las Hebreas como las Griegas Cristianas— constituyen la verdad.

Salmo 119:160 dice: “La sustancia de tu palabra es verdad”.

Por ello es importante leer la Biblia a diario, meditar en ella y celebrar nuestra adoración en familia cada semana.

En Mateo 24:45-47 se dice que, en el tiempo del fin, Jesús nombraría a un “esclavo fiel y discreto”, o Cuerpo Gobernante, que explicaría las enseñanzas bíblicas a los discípulos de Cristo para que aumentara su comprensión de la verdad.

Lo que enseñó Jesús y lo que está escrito en la Biblia fue inspirado por Dios; lo que dice “el esclavo fiel y discreto” no lo es.

Sin embargo, este esclavo fiel sí defiende la verdad suministrando alimento espiritual.

En el siglo primero, recibieron conocimiento de formas milagrosas los apóstoles y los escritores de la Biblia.

En el tiempo del fin, Jehová ya no otorga esa clase de dones, como lo aclara 1 Corintios 13:8.

Aunque el esclavo fiel hoy no está bajo inspiración divina, Jesús lo utiliza para dirigir a su pueblo.

De modo que Jesús confía en que este esclavo imperfecto pero fiel hará su mejor esfuerzo por suministrar alimento espiritual.

¿Confía usted, al igual que Jesús, en este esclavo?

La verdad de la Palabra de Dios nunca cambia, pero como todavía no somos perfectos, nuestra comprensión de ella sí.

Entendemos más cosas nosotros hoy que los cristianos del siglo primero.

¿Estamos al día con las nuevas explicaciones de la verdad?

A Daniel se le dijo que muchos discurrirían y que el verdadero conocimiento se haría abundante.

Este ha sido un proceso gradual, y todavía seguimos aprendiendo.

Durante los mil años, Jehová revelará más verdades a la humanidad.

Revelación 20:12 dice que se abrirán nuevos rollos.

El apóstol Juan dijo que los muertos serían “juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los rollos según sus hechos”.

Está claro que estos rollos contendrán más información que la humanidad necesitará durante ese tiempo.

Es razonable pensar que, después de los mil años, habrá más verdades nuevas que aprender.

De hecho, Eclesiastés 3:11 dice: ¿Y cómo sabemos que tenemos la verdad?

En el Pentecostés del año 33 de nuestra era, tan solo había unos 3.000 cristianos verdaderos.

Actualmente somos millones.

En promedio, cada semana se bautizan más de 5.000 personas.

Pero eso en sí no da prueba de que tengamos la verdad, pues esta no se puede medir en cantidades.

Entonces, ¿cómo sabemos que tenemos la verdad?

Primero, porque nos apegamos a las enseñanzas de Jesús (Juan 8:31).

Segundo, sabemos que tenemos la verdad porque nos une un fuerte lazo de amor (Juan 13:35).

Tercero, porque nuestra conducta se apega a las elevadas normas morales de la Biblia (Juan 15:10).

Cuarto, porque nos mantenemos neutrales en los conflictos del mundo, tal como mandó Jesús en Juan 17:14.

Quinto, porque se nos identifica por usar el nombre de Jehová, y Hechos 15:14 habla de un pueblo para el nombre de Dios.

Jesús dijo: “La verdad los libertará”.

En efecto, la verdad nos libera de temores.

Por ejemplo: el temor a la muerte, al futuro o al hombre.

También nos libera de las enseñanzas religiosas falsas, del espiritismo y de la astrología y la magia.

Además, nos libra de la inmoralidad y sus consecuencias.

No hay otro pueblo en toda la Tierra que disfrute de esta libertad espiritual.

¿Realmente la valoramos?

La verdad conduce a la libertad, pues 2 Corintios 3:17 dice: “Donde está el espíritu de Jehová, hay libertad”.

La verdad se abre paso en las escuelas.

¿Cómo?

A través de nuestros niños y jóvenes, quienes predican a sus compañeros y maestros.

¿Vas a la escuela?

¿Defiendes allí la verdad?

¿Cómo puedes hacerlo?

Defenderás la verdad si, además de predicar, cuidas tu conducta, tu forma de vestir y arreglarte, y eres fiel a Jehová cuando los demás te presionan para participar en cosas que no debes.

Otra forma de defender la verdad es ser honrado y no copiar en tus exámenes escolares.

Jehová te amará por ser así.

La verdad también ha llegado a las prisiones.

Hemos recibido informes de muchos países sobre la excelente labor de muchos hermanos que visitan a los reclusos de varias prisiones y que han ayudado a algunos de ellos a rehacer su vida.

En varias de estas instituciones se celebran reuniones semanales.

Además, muchos reclusos han llegado a dedicarse y bautizarse.

La verdad también ha atravesado los muros de monasterios.

En México, en 2009, se bautizó como testigo de Jehová una monja que abandonó su monasterio por causa de la verdad, a pesar de que ella era la madre superiora.

El mundo está sumergido en confusión.

¡Qué dicha es conocer la verdad!

¡Y cuánta alegría nos da!

Tenemos la verdad en los labios y ceñida a las caderas.

Como dice Efesios, capítulo 6, tenemos “los lomos ceñidos con la verdad”, es decir, siempre estamos listos para enseñarla a otros.

Hablamos de la verdad, andamos en la verdad y podremos seguir andando en ella por toda la eternidad.

Ayude a sus estudiantes a amar la verdad, a vivirla y, si es necesario, a estar dispuestos a morir por la verdad y por Jehová.

La verdad es invencible y triunfará sobre este malvado mundo.

En algunos países tenemos enemigos que desean silenciarnos.

Pero el apóstol Pablo dijo en 2 Corintios, capítulo 13, versículo 8: Y nuestros enemigos tampoco pueden hacer nada para ocultarla.

¿Valoramos el hecho de que tenemos la única verdad?

¿Es arrogante esa afirmación?

¡Al contrario!

Sería un pecado no decirlo.

Jesús no fue arrogante al decir que él era la verdad.

Conocer la verdad no es suficiente.

Debemos defenderla.

Todavía tenemos que buscar a muchos que aman la verdad.

¿Quién nos ayudará a encontrarlos?

En Juan 4:23, Jesús dijo que Jehová está buscando a aquellos que desean adorarlo con la verdad.

Sin embargo, la mayoría de la gente hace oídos sordos porque ama la oscuridad más bien que la luz.

Puede ser que la verdad ponga al descubierto su mala conducta y que no tengan la humildad necesaria para arrepentirse y cambiar.

Aun así, debemos predicarles y advertirles.

Jehová le dijo a Ezequiel: “Tienes que advertirles de mi parte”.

Y esas palabras también nos aplican a nosotros.

Pablo asemejó la Palabra de Dios a una espada.

¡Úsela hábilmente para defender la verdad!

Y también enseñe a sus estudiantes a ser buenos defensores de ella.

Llegará el momento, en el Paraíso, después de la prueba final, en el que ya no será necesario defender la verdad porque nadie volverá a atacarla.

Pero hoy —seamos adultos, jóvenes o niños— imitemos a Jesús: el mayor defensor de la verdad.

Para lograr ese objetivo, debemos seguir estudiando y proclamando la verdad.

Sigamos amándola y amando a Jehová, el Dios de la verdad.

Aferrémonos a la verdad porque nuestra vida depende de ello.

Si usted se mantiene fiel, sea que sobreviva al Armagedón o resucite en el Paraíso, ¡se convertirá en un victorioso defensor de la verdad!



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