Hola, soy Marcelo, y esto es “El hierro afila el hierro”.
Bueno, tuvimos una muy buena primera conversación con alguien, pudimos leer un texto de la Biblia, la conversación fue muy agradable y hasta pudimos dejar una pregunta pendiente.
Pero ahora tenemos que hacer lo que a algunos de nosotros nos da mucho miedo: la revisita.
¿Pero por qué a algunos nos cuesta hacer revisitas?
Bueno, quizás nos ponemos nerviosos porque pensamos: “Intenté volver pronto, pero la persona no estaba en casa.
¿Y si ahora ya no se acuerda de mí?
¿Y si ya no tiene interés?
¿Y si me hace una pregunta que no sé responder?”.
Es normal que nos preocupemos por estas cosas, pero no nos olvidemos de algo: nuestro objetivo en este momento es simplemente seguir con la primera conversación.
Es mejor concentrarnos en lo que ya sabemos: que esta persona mostró interés.
Recordar esto puede que nos ayude a estar más tranquilos.
Pero veamos ahora tres sugerencias que nos ayudarán a tener más posibilidades de hacer buenas revisitas.
Primer paso: sea amigable.
Relájese.
Eso lo ayudará a ser simpático y amable cuando salude a la persona.
Es normal que algunos de nosotros nos pongamos un poco nerviosos cuando hablamos con alguien a quien no conocemos mucho.
Pero, si vamos bien preparados, ahora podemos respirar hondo, centrarnos en la importancia de nuestro mensaje y sonreír.
Cuando estamos tranquilos y sonreímos es más fácil que la persona responda igual.
Soy Laura.
La última vez que vine, hablamos sobre quién es el que controla el mundo.
Sí, me acuerdo.
Me enseñaste que es el Diablo, ¿no?
Eso, muy bien.
Si tienes unos minutitos, me gustaría responderte a la pregunta que te dije la última vez: ¿Por qué permite Dios el sufrimiento?
¿Vieron que la publicadora no hizo preguntas incómodas?
Ella misma le recordó a la persona su nombre y también el tema del que habían hablado la primera vez.
Ahora la publicadora puede seguir la conversación justo donde la dejó.
¿Por qué permite Dios el sufrimiento?
Ahora no tengo mucho tiempo, pero la verdad es que tengo una pregunta.
¿Te importa si te la hago?
Ahí está.
Ha llegado uno de los momentos más temidos.
Nos habíamos preparado para seguir la conversación, y ahora la persona nos hace una pregunta que no esperábamos.
Bueno, fíjense ahora en algo que podemos hacer si queremos tener tiempo para preparar una buena respuesta.
Es que quería saber si la Biblia dice algo sobre el matrimonio gay.
Pues mira, esa es una muy buena pregunta.
Y sí, bueno, podría decirse que la Biblia habla de eso.
Pero, ¿qué tal si te respondo la otra pregunta primero?
Así puedo buscar información y encontrar textos de la Biblia que me permitan responder de la mejor manera tu pregunta la próxima vez.
¿Qué te parece?
Sí, está bien.
¿Vieron qué respuesta tan sincera dio nuestra hermana?
Preguntemos si podemos terminar de hablar del primer tema, y así volver otro día con una respuesta bien preparada para la nueva pregunta.
A la mayoría de la gente le parecerá buena idea.
Pero, claro, si la pregunta no es muy difícil y si nos sentimos cómodos respondiendo en ese momento, hagámoslo.
Podemos adaptarnos.
La idea es tratar de seguir con la conversación, pero si hace falta podemos ser flexibles.
Y esta es la última sugerencia: deje a la persona con ganas de saber más.
No se quede mucho rato y deje a la persona queriendo saber más.
Y ¿cómo podemos hacer eso?
Dejemos una pregunta pendiente para la siguiente visita.
¡Qué interesante!
Ya vimos por qué Dios permite el sufrimiento, pero entonces surge otra pregunta: ¿Cuándo va a acabar con él?
Es una buena pregunta.
Pero, como te dije que iba a ser breve, ¿qué tal si vuelvo el sábado?
Ahí podemos responder esta pregunta y también la que me hiciste tú.
Sí, me parece bien.
¡Ahí los tienen!
Tres pasos sencillos que nos ayudarán a sentirnos más cómodos y que nos ayudarán también a hacer buenas revisitas: sea amigable con la persona, continúe con la conversación y déjela con ganas de saber más.
Estas sugerencias me han ayudado mucho, y por eso quería compartirlas con ustedes, porque, como saben, “el hierro afila el hierro”.