En el video anterior de esta serie, fuimos al pasado para conocer la historia de nuestros cancioneros.
Pero al final nos quedamos en suspenso.
Y es que, en la mayoría de nuestras reuniones, se dejó de cantar a finales de los años treinta.
Pero ¿y por cuánto tiempo?
Al consultar nuestras publicaciones de aquella época, podemos ver que se dejó de cantar de 1938 a 1944.
Y, aunque los hermanos y hermanas sí cantaban en las asambleas, extrañaban muchísimo cantar en las reuniones.
¿Qué pasó durante esos años?
Aquella fue una época de muchos cambios y mejoras.
La forma de hacer nuestras reuniones también cambió.
Y en el año 1944 se celebró en la ciudad de Búfalo (Nueva York) la asamblea “Anunciadores Unidos”.
Imaginemos que estamos allí.
Cuando el reloj marca las 4:30 de la tarde, el hermano Frederick Franz sube a la plataforma para presentar el discurso titulado “La canción del servicio del Reino”.
Y, en cierto momento, dice: “Es apropiado y le agrada a Dios que sus siervos terrestres alcen sus voces para cantar”.
Mientras está dando su discurso, el hermano Nathan Knorr sube a la plataforma y le entrega un librito rojo.
Entonces, el hermano Franz anuncia la publicación del Kingdom Service Song Book, o “Cancionero del servicio del Reino”.
Y explica que este libro se usará para cantar en nuestras reuniones.
El público aplaude muy emocionado y contento.
¡Por fin podrán volver a cantar en sus reuniones!
Desde ese entonces, se han publicado diferentes cancioneros; cada uno de ellos, un regalo de Jehová.
A partir de 1950, hubo cambios en las letras de las canciones.
En ese año, se publicó la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas, así que se actualizó el contenido de los cancioneros para incluir expresiones de la nueva traducción, temas nuevos, y quitar cualquier idea religiosa equivocada.
Del “Cancionero del servicio del Reino” en adelante, dejaron de publicarse los nombres de los autores y los compositores; todo el mérito ahora se le daba a Jehová.
En 1984, se simplificaron los arreglos musicales.
Es más, se agregaron acordes a las partituras para que fuera más fácil tocar las canciones en guitarra y en piano.
Con el tiempo hemos producido discos de vinilo, cassettes, discos compactos y archivos digitales para que pudiéramos cantar las canciones en el Salón del Reino, en casa e incluso en el auto.
Gracias a que tenemos estas grabaciones y un cancionero, podemos alabar a Jehová fácilmente con canciones.
Pero eso no siempre fue así en todas partes.
¿Recuerdan lo que hablamos en la primera parte sobre una grabación que se hizo en secreto en Siberia?
Durante la Segunda Guerra Mundial, nuestros hermanos de la antigua Unión Soviética fueron cruelmente perseguidos.
Pongámonos en su lugar por un momento.
Casi no tenían publicaciones; las que conseguían eran copias a mano.
Y si los descubrían con una copia de La Atalaya, podían enviarlos a campos de trabajo forzado o deportarlos.
El único cancionero que tenían en ruso era el de 1928.
No recibieron ni el de 1984 ni el de 1966 ni el de 1950 ni el de 1944.
¿Qué hicieron ellos?
¿Qué hubiera hecho usted?
¿Hubiera dejado de cantar?
Pues los hermanos en Rusia siguieron cantando con lo que tenían en sus corazones y en sus mentes.
Lograron hacer copias del cancionero de 1928, como esta.
No dejaron de cantar ni siquiera en los momentos más oscuros.
Y cantaron a escondidas por décadas, hasta que finalmente pudieron elevar nuevamente sus voces para cantar a Jehová públicamente.
En 1992, se celebró la primera asamblea internacional en la antigua Unión Soviética.
Y allí, por fin, miles de nuestros hermanos pudieron cantar todos juntos a Jehová.
Pero ¿qué cantarían si no tenían el cancionero más reciente?
Los hermanos recibieron un folleto especial con canciones nuevas para que todos pudieran cantar.
¿Por qué, entonces, es tan importante para los testigos de Jehová cantarle alabanzas a nuestro Dios?
Porque, cuando lo hacemos, nos sentimos más cerca de él; porque, al cantar sobre las verdades de la Biblia, nos las grabamos en el corazón, y porque, al cantarle a Jehová —el creador de la música—, le demostramos que agradecemos este maravilloso regalo.