Este mes me gustaría hablar de los esfuerzos que hace la organización de Jehová para que nuestras publicaciones y artículos sean lo más exactos posible.
Vamos a hablar de la exactitud, la exactitud de lo que publicamos.
Para empezar, ¿qué responsabilidad tiene el redactor de un artículo?
Cuando envía un texto para ser publicado, se espera que también mande referencias de fuentes respetables que respalden lo que dice en su artículo.
Entonces los investigadores del Departamento de Redacción usarán esas referencias para comprobar que todo es exacto.
Fuentes respetadas o confiables...
¿A qué nos referimos con una fuente confiable?
Bueno, lo primero que hacemos es acudir a enciclopedias, libros, revistas y periódicos, básicamente en ese orden.
Preferimos enciclopedias a libros, libros a revistas y revistas a periódicos, pues generalmente a los editores de los periódicos les resulta más complicado comprobar los hechos porque tienen muy poco tiempo para hacerlo.
Por otra parte, las enciclopedias y los libros se van actualizando, así que consultamos la edición más reciente.
De esa forma nos aseguramos de que nuestras fuentes son confiables.
Si un redactor cita a un experto, nuestros investigadores se preguntarán: “¿Quién es este experto?
¿Qué reputación tiene?
¿Trabaja para alguna organización?
¿Qué objetivo tiene esta?
¿Promueve ciertas ideas en particular?” Si tenemos dudas de las intenciones de esa organización, no usaremos esa cita, aunque sea muy buena.
Ahora, supongamos que un redactor desea citar de un libro.
Con la documentación que entrega, pondrá una fotocopia de la página del libro donde está la cita.
Pero, muy a menudo, también nos copiará dos o tres páginas anteriores y otras dos o tres posteriores a la cita.
De esa forma, nuestros investigadores pueden examinar el contexto de la cita para comprobar que realmente estamos diciendo lo que el autor tenía en mente.
Por ejemplo, podría ser que un evolucionista afirme algo que parezca que está apoyando la creación.
O que un ateo diga algo que parezca indicar que cree en Dios.
Pero al examinar las citas en su contexto, nos damos cuenta de que eso no es lo que querían decir en realidad.
Jamás distorsionaríamos una cita a propósito; más bien, nos esforzamos al máximo para que nunca esté fuera de contexto.
Claro, es importante estar al día con las últimas investigaciones.
Puede que algo que se presentaba como un hecho hace años se haya desmentido.
Y la razón es obvia.
Alguien puede pasarse la vida entera investigando un hecho concreto de la historia, algo muy específico, y, claro, si pasa tanto tiempo investigando, descubrirá nuevas cosas.
Así que no sorprende que tengamos que modificar nuestra visión de algunos acontecimientos históricos de vez en cuando.
Tenemos que comprobar, comprobar y comprobar.
Más tarde vamos a ver algunos ejemplos de esto.
Será divertido, les va a encantar.
Pero alguien pudiera preguntar: “¿Por qué hay que ser tan detallista, tan exigente con la exactitud?”.
Bueno, para contestar a eso me gustaría contarles una experiencia que oí hace algunos años.
Un hombre que vivía en el norte de Europa aceptó estudiar la Biblia con los testigos de Jehová.
Cuando le preguntaron qué lo había motivado a estudiar, dijo: “Leí un artículo sobre árboles en su revista ¡Despertad!
Resulta que soy experto en árboles y, después de leer el artículo, me dije: ‘Qué información tan bien documentada, qué exacta.
Una organización que pone tanto cuidado al escribir sobre árboles tiene que ser igual de cuidadosa cuando me enseñe sobre la Biblia’”.
Y por eso aceptó el curso de la Biblia.
Otro aspecto en el que tenemos que tener cuidado es al usar estadísticas.
Un periódico pudiera decir que en cierto país han muerto 10.000 personas por un desastre.
Inmediatamente, nuestros investigadores se van a preguntar: “¿De dónde sacaron esa cifra?”.
Quizás llamen al periódico y pregunten de qué fuente la obtuvieron.
Pero si el periodista no puede confirmar la estadística, nuestros investigadores buscarán otra fuente más confiable para obtener la cifra correcta.
También debemos tener cuidado cuando citamos a personajes históricos.
Por ejemplo, supongamos que queremos citar algo que dijo el general francés Napoleón Bonaparte.
Como era francés, Napoleón hablaba francés.
Así que, si estamos utilizando como fuente un texto en inglés, es porque alguien lo tradujo del francés.
Pero ¿es correcta esa traducción?
Nuestros investigadores seguramente se fijarán en el idioma original e investigarán la cita, ya sea en francés o en cualquier otro idioma.
Y, muy a menudo, se descubre que la cita en inglés no transmite con exactitud lo que dijo esa persona.
Además, con el paso de los años, la memoria puede fallarnos, y nuestros investigadores lo saben.
Supongamos que un hermano mayor escribe en su biografía que se bautizó en una asamblea de circuito en una determinada fecha.
Los investigadores se fijarán en la fecha y la comprobarán.
Supongamos que el día que dijo el hermano cae en martes.
¿Cuántas posibilidades hay de que hubiera una asamblea de circuito en martes?
No es probable, pero hay que asegurarse.
¿Le estará fallando la memoria?
Si no se puede confirmar cuándo fue, los investigadores quizás le pidan a alguien que ayude al hermano a recordar correctamente la fecha.
Puede que alguien se bautizara en la misma asamblea que él y quizás tenga anotada la fecha con exactitud.
Nuestros traductores también hacen un gran esfuerzo para que la información que reciben los hermanos sea exacta.
Hace tiempo, la revista ¡Despertad!
publicó un artículo sobre una especie muy rara de mariposas.
Cuando hablamos de animales, les damos a los traductores el nombre en latín, y así los traductores tienen el nombre científico.
Pero en un país grande, no pudieron encontrar el nombre equivalente en su idioma.
¿Qué hicieron?
Llamaron a la universidad más importante del país y hablaron con el Departamento de Biología, donde un experto les dijo cómo se llamaba aquella mariposa en su idioma.
Pero entonces preguntó: “¿Por qué se toman tantas molestias para saber el nombre exacto de esta mariposa?
Si se hubieran equivocado, solo dos personas en todo el país se habrían dado cuenta”.
Claro, aquello dio pie a que le predicaran al experto.
Bueno, ¿qué tal si fueran ustedes los que tuvieran que comprobar afirmaciones que no son del todo correctas y hacerlas más exactas?
¿Les gustaría probar?
Seguro que sí, les va a gustar.
Juguemos a un juego al que llamaremos ¿Dónde está el error?
Pondremos algunas frases en la pantalla.
En cada una hay algo que no es exacto.
El juego consiste en que ustedes se den cuenta de qué está mal, por qué, y que piensen en una solución.
Será divertido.
Aquí tenemos la primera frase: “La Gran Esfinge de Egipto se construyó alrededor del 2550 antes de nuestra era”.
Bueno, el problema es la fecha, el año 2550.
El diluvio universal ocurrió unos doscientos años después.
¿Qué posibilidades hay de que el Diluvio no destruyera la esfinge?
A menos que piensen que por eso le falta la nariz.
Así que, si eres joven y todavía vas a la escuela, es bueno que tengas esto en cuenta al hacer tus proyectos.
Cuando copies cierta fecha de una enciclopedia, ten en cuenta que el Diluvio ocurrió en el 2370 antes de nuestra era.
Así, lo que escribas será lo más exacto posible.
Pasemos a la siguiente: Bien, el año 29 parece correcto.
Y sabemos que a Jesús lo bautizó Juan.
Así que el problema debe ser la expresión “pariente cercano”.
De hecho, ahí está el problema.
Los padres de Jesús eran de la tribu de Judá y sus abuelos también.
Pero ¿y los padres de Juan?
Zacarías y Elisabet eran de la tribu de Leví, así que Elisabet y María no podían ser hermanas.
¿Serían primas, quizás?
Puede ser, pero ni siquiera podemos confirmarlo.
Si lo hubieran sido, entonces Jesús y Juan eran primos segundos.
Bien, ¿es un primo segundo un pariente cercano?
Algunos dirían que sí y otros que no.
Así que es más seguro decir solamente: “En el año 29, Jesús fue bautizado por un pariente, Juan el Bautista”.
Ahí va otra.
Veamos si encuentran el error.
Fijémonos en la palabra “respetado”.
Hoy en día, los médicos reciben una educación de alta calidad y son muy respetados.
¿Podemos decir lo mismo de los médicos del siglo primero?
Una obra menciona lo siguiente sobre ellos: “Muchos doctores eran griegos que habían sido esclavos, así que su estatus social no era muy alto.
Como existían pocas posibilidades de que un enfermo se curara, muchos no creían en los médicos e incluso se burlaban de ellos”.
Fíjense en este dicho del siglo primero: “No hace mucho, Diaulus era médico, ahora es enterrador.
Lo que ahora hace como enterrador, antes lo hacía como médico”.
Eso no es precisamente un cumplido.
Por lo tanto, en este caso probablemente deberíamos usar otro ejemplo.
Otra más: El año 325 parece correcto.
Y Constantino, también.
Pero ¿y la palabra “oficial”?
¿“Religión oficial”?
Constantino nunca estableció el cristianismo como la religión oficial del Imperio romano.
En el año 313 declaró que ser cristiano era legal, pero el paganismo todavía era una de las religiones oficiales.
El cristianismo apóstata no se convirtió en la religión oficial hasta el año 391.
Esta tiene trampa.
Veamos si la resuelven.
Bueno, si miran al final de la Traducción del Nuevo Mundo, verán que cuando Pablo escribió esa carta estaba en Roma, y sabemos que estaba encarcelado.
Entonces, ¿cuál es el problema?
La expresión “celda oscura”.
¿Dónde estuvo encarcelado Pablo por primera vez?
En la casa que había alquilado.
Por eso, aunque la expresión “celda oscura” es muy impactante, no es correcta.
La siguiente es un clásico: Algunos expertos solían hacer esta afirmación hace 60 años: “Pedro nunca estuvo en Roma”.
¿De verdad podemos decir eso?
¿Podemos ser tan tajantes?
¿Podemos asegurar que Pedro nunca pasó unos días en Roma, ni siquiera de vacaciones?
No, claro que no.
Así que sería más exacto decir: “No hay registro de que Pedro haya vivido en Roma”.
Ahí va una más: “El libro más antiguo de la humanidad”.
Hace años, algunos estudiosos afirmaban que ciertos textos escritos por Adán, Noé y otros sobrevivieron al Diluvio y llegaron a formar parte de la Biblia.
Si eso fuera cierto, entonces podríamos afirmar que la Biblia es el libro más antiguo de la humanidad.
Ahora bien, nuestra enciclopedia bíblica Perspicacia para comprender las Escrituras dice: “No se puede precisar si algunos de los relatos del libro de Génesis se escribieron antes del Diluvio”.
Por lo tanto, hoy podríamos decir que la Biblia es uno de los libros más antiguos de la humanidad o, tal como explicamos en uno de nuestros videos, es el más actual y práctico de los libros antiguos.
Y esta es la última: Hemos destacado “95”, pero en realidad hay que poner en duda toda la frase.
Algunos eruditos modernos han hecho un minucioso estudio de la vida de Martín Lutero y han llegado a la conclusión de que es imposible que sus 95 tesis estuvieran listas para el año 1517.
Otros van más allá y afirman que eso nunca ocurrió, que Lutero nunca las clavó en la puerta de la iglesia.
Pero algunos expertos siguen insistiendo en que esto sí sucedió.
Así que no se ponen de acuerdo.
Por eso, para que la frase sea más exacta, tendríamos que modificarla y decir “algunos creen” o “según se cree”, para mostrar que hay diferencias de opinión.
Bueno, ¿cómo les fue?
Es posible que, igual que yo, hayan hecho algunas de estas afirmaciones en alguna ocasión.
Estas frases estaban basadas en los datos que teníamos en ese momento.
Pero sirven para ilustrar que los tiempos cambian y la investigación avanza.
Los expertos investigan cada vez mejor los acontecimientos históricos y descubren nuevas cosas.
Así que hay que mantenerse al día.
Comprobar, comprobar y comprobar.
Y cuando una investigación confiable nos demuestra que debemos modificar o retocar alguna afirmación que hicimos en el pasado, lo hacemos sin dudar.
Nuestro objetivo es proporcionar la información más exacta posible porque sabemos que ustedes usan esa información.
La citan cuando salen a predicar o cuando dan discursos públicos.
Por eso queremos asegurarnos de que nuestros hermanos tienen a su alcance el alimento espiritual más exacto posible.
Somos imperfectos, claro, y cometemos errores.
Pero cuando eso sucede, debemos corregirlos.
Nuestra intención es hacerlo lo mejor que podamos a pesar de nuestra imperfección.
Bueno, ¿qué les pareció?
Yo, personalmente, estoy agradecido de que la organización de Jehová se tome tan en serio la exactitud.
Me inspira confianza.
Y me recuerda las palabras de otro investigador, que se encuentran en Eclesiastés 12:9, 10.
Ya saben a quién me refiero.
Eclesiastés 12:9, 10: