David H. Splane: Disfrutemos al máximo nuestra lectura de la Biblia

¿Han disfrutado tanto como yo de estudiar el libro Ejemplos de fe?

¿Verdad que es una publicación maravillosa?

Su introducción me fascinó de manera particular.

En uno de los párrafos se nos animaba a usar la imaginación cuando leemos la Biblia: a ver los paisajes, percibir los aromas, oír lo que ocurre alrededor y tratar de comprender lo que sienten y piensan los personajes.

Claro, no se trata de que nuestra imaginación vuele demasiado.

Pero sí queremos formarnos una imagen clara de lo que estemos leyendo.

Y de eso me gustaría hablarles hoy: cuando lean la Biblia, esfuércense por imaginar toda la escena.

Vamos a ilustrar este punto con dos relatos que conocemos bien.

¿Alguno de ustedes creció en una familia ensamblada o tuvo medio hermanos?

Si fue así, usted tiene algo en común con José, el hijo de Jacob.

Él creció con 10 medio hermanos en una gran familia ensamblada.

Así que tratemos de imaginar qué clase de familia era y si se llevaban bien unos con otros o todo lo contrario.

¿Cómo lo sabremos?

Bueno, para empezar, podemos identificar las características de cada uno de los miembros de esta familia.

¿Cómo era José?

¿Cómo eran sus medio hermanos?

¿Qué sabemos de cada uno?

¿Qué sabemos de Judá, Simeón, Leví, Dan o Neftalí?

¿Qué tal si anotan las características de cada uno para descubrir cómo se llevaban entre sí?

En ocasiones, la Biblia relata alguna situación en la que estuvo involucrado un solo individuo.

Pero no hay que olvidar que las acciones de una persona pueden influir en los demás.

De modo que al leer sobre cierta situación, tratemos de imaginar cómo influyó en otros.

Por ejemplo, en el libro de Génesis leemos que Rubén, el hijo de Jacob, cometió inmoralidad sexual con Bilhá.

Sin duda, las consecuencias de ese hecho afectaron a otros.

¿Quién era Rubén?

El hijo mayor de Lea.

¿Quién era Bilhá?

La sierva de Raquel.

¿Habrá sido un poco tensa en ocasiones la relación de Lea y Raquel, en especial si tomamos en cuenta la manera en que iniciaron sus matrimonios?

Sí, es probable.

Y también es probable que la actitud de esas dos mujeres influyera en la actitud de sus hijos.

Debemos tomar en cuenta todos estos detalles.

Ahora bien, Bilhá tenía dos hijos: Dan y Neftalí.

¿Cómo se habrán sentido ellos al enterarse de que su hermano mayor, su medio hermano, había cometido fornicación con su propia madre?

Seguramente se respiraba un ambiente tenso.

Considerar todos estos detalles nos ayuda a imaginar cómo era la familia.

¿Imagina a José de 17 años con 10 medio hermanos bastante mayores, algunos de treinta y tantos, y con edad suficiente como para ser sus padres?

Pues no.

Lo cierto es que la diferencia de edades entre José y su hermano mayor, Rubén, era de solo 7 años.

De hecho, 11 de los hijos de Jacob nacieron durante el período de 7 años en el que este trabajó para Labán.

¿Once hijos en 7 años?

¿Cómo es eso posible?

Fácil: recordemos que Jacob tenía dos esposas y dos concubinas, o esposas secundarias.

No hacía falta un intervalo de 9 meses entre los nacimientos de sus hijos.

De hecho, puede ser que algunos nacieran casi al mismo tiempo y tuvieran la misma edad.

De modo que, cuando vendieron a José como esclavo a sus 17 años de edad, su hermano mayor no pasaba de los 24.

Y algunos de sus otros hermanos eran, si acaso, 1 o 2 años mayores que él.

Entonces, si estamos hablando de un grupo de jóvenes de entre 18 y 24 años, podemos entender por qué las reacciones de algunos de ellos fueron tan impulsivas.

Pero hablemos ahora sobre su padre, Jacob.

¿Qué lecciones aprendemos de él?

Muchas.

Para empezar, que era un hombre espiritual.

Esto es algo que debe poner a pensar a los hermanos y las hermanas jóvenes que desean casarse.

Jacob estuvo dispuesto a hacer lo que fuera necesario con tal de mantener intacta su amistad con Jehová.

Veamos un ejemplo: Génesis 29:18.

Pueden seguir la lectura en la pantalla.

Estamos hablando del matrimonio.

Génesis 29:18 dice: ¿Qué lección aprendemos?

Bueno, Jacob no se casó con la primera mujer que tuvo enfrente, la cual podría haber sido pagana.

Tampoco pensó: “Siete años es mucho tiempo.

Mejor busco a una filistea y me caso con ella”.

Más bien, estuvo dispuesto a esperar y, así, poder casarse con alguien que sirviera a Jehová junto con él.

Ustedes, jóvenes, estén seguros de que Jehová los bendecirá si están dispuestos a esperar.

También vemos que Jacob tenía su lado romántico.

Miren el versículo 20.

Dice: y noten: Parece un poema, ¿no?

Es probable que Jacob aprendiera a valorar a su esposa al observar a sus padres, Isaac y Rebeca.

Todo indica que su matrimonio era muy sólido.

Miren lo que encontramos en Génesis 26 versículo 8...

Génesis capítulo 26, versículo 8.

Dice: Parece que Isaac y Rebeca se tenían mucho cariño: eran un matrimonio feliz.

¿Y qué más podemos aprender de Jacob?

Hay un detalle interesante en el versículo 27 del capítulo 25.

Dice: Jacob prefería estar más tiempo en casa, y eso nos ayuda a entender por qué eran tan fuertes los lazos entre él y José, quien por varios años fue su hijo menor.

Ahora bien, aunque Jacob era más hogareño, no era un hombre débil.

Era un hombre fuerte, pero también espiritual.

Hermanos jóvenes, ustedes pueden sacar de esto una valiosa lección: sabemos que quieren volverse muy fuertes, pero su espiritualidad es lo primero.

Un día, Jacob les dio una lección a sus hijos de cómo hacer las paces con un familiar.

El relato está en Génesis, capítulo 32.

Y creo que todos podemos beneficiarnos del ejemplo que puso.

El capítulo 32 de Génesis nos cuenta que Esaú, el hermano de Jacob, iba caminando a su encuentro.

No se habían visto en 20 años, y decir que no se despidieron en buenos términos se queda corto.

Lo cierto es que al momento de separarse, 20 años antes, Esaú juró que un día asesinaría a su hermano.

Y ahora estaba de camino a encontrarlo.

¿Y por qué estaba tan furioso con Jacob?

Porque Jacob había recibido una bendición de su padre, y eso no le gustó nada a Esaú.

Ahora bien, Esaú llegó con 400 hombres.

¿Por qué tantos?

La Biblia no da la razón.

Pero quizás deseaba mostrar lo fuerte e importante que se había vuelto.

¿Y cómo reaccionó Jacob?

¿Respondió igual?

¿Hizo gala de lo importante y prominente que se había vuelto y de todas las bendiciones que había recibido?

¿Se puso a abrir viejas heridas?

¿Discutió con su hermano?

¿Acaso le dijo que él había tenido la razón todo este tiempo y que Esaú había estado equivocado?

¿Exigió una disculpa?

No.

Jacob tenía mucho de qué alardear; no cabe la menor duda de eso.

Estaba muy claro que él contaba con la bendición de Jehová.

Unos capítulos atrás se nos habla de que un ángel se le apareció y dijo: “Yo soy Jehová el Dios de Abrahán tu padre y el Dios de Isaac.

La tierra sobre la cual estás acostado, a ti te la voy a dar, y a tu descendencia.

Y aquí estoy yo contigo y ciertamente te guardaré en todo el camino […;] no voy a dejarte”.

Eso sí que era una bendición, ¿no creen?

Pero hay más.

La noche anterior —justo antes de que Jacob y Esaú se encontraran— Jacob estuvo luchando con un ángel por un buen rato y, como resultado, recibió una bendición más.

Pero Jacob no presumió sus bendiciones, sino que se humilló a sí mismo.

Es más, ¡se inclinó 7 veces frente a su hermano y a la vista de sus esposas y de sus 11 hijos!

Jacob resolvió sus diferencias con Esaú, no con los puños, ni con alardes, ni con armas, sino con humildad, como un hombre de verdad, uno verdaderamente espiritual.

En cambio, ¿cómo resolvieron sus diferencias con José los 10 hijos de Jacob?

Como un montón de cobardes.

Eran 10 contra 1.

Primero, habían decidido matar a su hermano, y luego lo vendieron como esclavo.

Esos jóvenes envidiosos no aprendieron nada del excelente ejemplo de su padre.

Si alguno de ustedes tuviera un problema con un familiar o una seria dificultad con alguien más, ¿trataría de resolverlo de una manera pacífica como Jacob?

Si la persona trata de disculparse, hágaselo fácil.

No lo torture.

No desentierre detalles del pasado que no sea necesario mencionar.

Puede que usted tenga toda la razón, tal como Jacob, pero ¿no es hacer las paces lo más importante?

Jehová ama a quienes buscan la paz.

¿Qué más podemos aprender de Jacob?

Que no era el hijo favorito de su padre.

Veamos Génesis capítulo 25, versículo 28.

Es probable que esto les resulte familiar a muchos de ustedes, en especial si crecieron en una familia numerosa, con muchos hermanos y hermanas.

Sabemos que los padres siempre dicen que tratan a todos igual y que no tienen favoritos.

Pero preguntémosles a sus hijos: “¿Había en tu familia un hijo favorito?”.

Todos dirán: “¡Sí, era él, o ella!”.

¡Lo saben!

Sin darse cuenta, los padres tratan de manera especial a alguno de sus hijos.

Así sucede, y para algunos es muy desconcertante.

Imaginen esta escena: una pareja tiene dos hijos varones.

Uno de ellos es precursor regular.

Él nunca les ha dado el menor problema a sus padres.

El otro nunca ha aceptado la verdad, pero tiene un negocio exitoso y, como resultado, es generoso con sus padres; y sus padres lo aprecian, y mucho.

Con frecuencia, al precursor le toca escuchar que sus padres hacen alarde del gran éxito económico de su otro hijo.

El precursor no puede apoyar mucho a sus padres en sentido material y siente que están siendo parciales.

¿Le duele?

Sí.

Y así es la vida: hay cosas que nunca cambian.

Pero es importante que el precursor entienda que Jehová Dios valora mucho su esfuerzo.

Su Padre celestial lo ama por todo lo que hace a favor de su nombre.

Seguramente, Jacob estaba al tanto de que Isaac amaba a su hermano más que a él.

Quizás llegó a jurar que, cuando tuviera hijos, los trataría a todos por igual.

Pero si ese fue el caso, Jacob no lo cumplió, ¿o sí?

Todos sabían que José era su favorito.

¿Notaron lo que hemos hecho para crearnos una imagen completa de la familia de Jacob?

Fue necesario que leyéramos varios capítulos de la Biblia: Génesis 25, 26, 28, 29 y 32.

Y es que no siempre basta con leer un capítulo para entender todo lo que está implicado en una historia.

En ocasiones, es necesario extraer detalles de otros capítulos también.

Ahora veamos otro ejemplo de cómo crear una buena imagen mental que nos ayude a entender mejor.

Este será más breve.

Vamos a hablar de la historia de Naamán.

Ustedes la recuerdan bien.

En 2 Reyes 5:1 leemos que Naamán era el jefe del ejército de Ben-hadad II, el rey de Siria, y que era leproso.

Ben-hadad se enteró de que había un profeta en Israel —Eliseo—, quien podía curar la lepra de Naamán.

Y le dijo a este que fuera a Israel y buscara al profeta para que lo sanara.

Así es que, mediante una carta, se le mandó decir al rey de Israel que enviara a Naamán con Eliseo.

Ahora bien, si lo pensamos un poco, veremos que aquella petición era extraña porque a menudo había una mala relación entre Israel y Siria.

De hecho, habían estado en guerra más de una vez.

Y, ahora, el rey de Siria estaba enviando a su general, al mismo que comandaría a su ejército contra Israel, y diciendo: “Quiero que mi general esté mejor preparado.

¿Podrías asegurarte de que se cure?”.

Bueno, de alguna manera, el rey sí lo envía con Eliseo, quien bondadosamente lo cura; entonces Naamán se convierte en un adorador de Jehová.

Ahora bien, podríamos imaginar —porque estamos hablando de usar la imaginación— que cuando Naamán regresó a Siria, Ben-hadad dijo muchas cosas buenas sobre Eliseo.

Y, entonces, todos vivieron felices para siempre, ¿verdad?

Podríamos pensar eso, si no leemos un poco más.

Pero la historia no terminó allí.

En el siguiente capítulo, el 6, leemos que Ben-hadad le declaró la guerra a Israel.

Y si entonces Naamán seguía siendo el jefe de su ejército, ¡qué incómodo sería para él!

¿Dirigiría al ejército y pelearía contra sus hermanos, los siervos de Jehová?

Pero se pone peor.

Cuando Ben-hadad se entera de que Eliseo le está revelando las estrategias de combate sirias al rey de Israel, envía a un ejército a capturarlo, ¡al mismo hombre que sanó a su general!

¡Qué desagradecido!

Pero es interesante que no se diga que Naamán estuviera al mando de ese ejército.

¿Se libró, de algún modo, de estarlo?

No lo sé.

Pero si resucita, se lo podrán preguntar directamente.

¿Qué lección aprendemos?

La gratitud, en este mundo, es fugaz.

Tal vez nos emocionemos al leer un artículo del periódico que hable bien de los testigos de Jehová o al enterarnos de que alguna celebridad ha dicho algo bueno sobre nosotros.

Pero ¿qué dijo Jehová?

En Génesis 3:15, él dijo: “Pondré enemistad entre ti y la mujer”.

De modo que la organización de Jehová y la del Diablo siempre serán enemigas.

Leer la Biblia no es una obligación, sino todo un placer.

Y si logran formarse una imagen completa de lo que leen, lo disfrutarán aún más.

Que Jehová bendiga en gran manera sus esfuerzos por aumentar el aprecio que sienten por este libro sagrado.



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