Bueno, seguro que a todos nos anima saber que servimos a un Dios que nos consuela, ¿verdad que sí?
Y él nos recuerda muchas veces que todos tenemos la necesidad de fortalecernos, animarnos y consolarnos unos a otros, sobre todo ahora, en estos momentos.
Porque nadie puede saber exactamente los problemas por los que pasan nuestros hermanos aquí en Betel o en las congregaciones.
Así que es muy importante que todos demostremos empatía unos por otros.
Quizás un buen ejemplo de lo que no es consolar ni mostrar empatía es lo que hicieron los tres supuestos amigos de Job.
Puede que recuerden que estaban tan ocupados juzgándolo y sermoneándolo, que no se tomaron tiempo para tratar de entenderlo o mostrarle empatía.
De hecho, aunque hablaron con él durante mucho tiempo, ni una sola vez se dirigieron a él por su nombre.
La Atalaya hizo un comentario sobre estos tres hombres que fueron a consolar a Job.
Dijo: “Es obvio que lo consideraban más un problema que una persona”.
¿Cómo creen que se sintió Job?
Busquemos, por favor, Job 19.
Leamos lo que el propio Job dijo.
Job 19:2: “¿Hasta cuándo seguirán ustedes irritando mi alma, aplastándome con palabras?”.
¡Qué triste!
En lugar de animarlo y consolarlo, aquellos amigos hicieron que Job se sintiera irritado, aplastado y frustrado.
Con esto queda claro que, si no pensamos antes de hablar o de actuar, si vemos a un hermano como un problema en vez de como una persona, no vamos a poder darle el consuelo y el apoyo que quizás necesite.
Quizás un hermano de nuestra congregación o con el que trabajamos tenga defectos o haga cosas que nos molestan.
E incluso puede que tengamos razones válidas para estar preocupados por algunas de las cosas que hace.
Pero, si cuando estamos con él solo nos centramos o nos fijamos en las cosas que hace mal, en sus faltas, nos va a resultar muy difícil verlo como un colaborador fiel de Jehová.
Probablemente veamos a este hermano como un obstáculo o un impedimento en nuestro trabajo, y pensemos que nos impide ser tan productivos y alegres como nos gustaría.
Y, claro, seguramente tampoco nos sintamos bien, porque empezamos a tener sentimientos negativos hacia nuestro hermano.
Y seguro que el hermano también se dará cuenta de lo que sentimos hacia él.
¿Cómo le afectará esto al hermano?
Pues, como Job, quizás se sienta frustrado, irritado…, y eso le va a crear más ansiedad.
Es obvio que ninguno de nosotros queremos que nuestros hermanos se sientan así.
Y por eso haremos bien en imitar el buen ejemplo de Pablo cuando les escribió a los hermanos de Tesalónica.
Pensemos en cómo era esta congregación.
Desde que se había creado la congregación en Tesalónica, los hermanos habían sufrido mucha persecución.
En Hechos 17 se explica que unos judíos fanáticos formaron una chusma, y eso obligó a los hermanos a enviar a Pablo y a Silas a otro lugar para salvarlos.
Otro asunto que estaba afectando mucho a los tesalonicenses era que estaban muy tristes porque algunos hermanos de la congregación habían fallecido.
Así que ahora entendemos mucho mejor la situación.
Era una congregación muy nueva, y los hermanos estaban sufriendo ataques desde fuera, la persecución.
Por otra parte, dentro de la congregación, los hermanos estaban afligidos por la muerte de algunos de ellos.
¿Necesitaban ánimo y consuelo los tesalonicenses?
Sin lugar a dudas.
Es interesante que, además de la persecución y de la tristeza, nos damos cuenta de que estos cristianos también estaban luchando contra debilidades personales.
En 1 Tesalonicenses 4, se les dijo que se abstuvieran de la inmoralidad sexual, que se amaran más, que se ocuparan de sus propios asuntos y que trabajaran con sus manos.
Y luego en el 5, que estuvieran despiertos en sentido espiritual, que evitaran todo tipo de maldad y algunos asuntos más que tenían que corregir.
Todas estas eran razones válidas para que Pablo estuviera preocupado por los hermanos.
Por eso, Pablo se sintió impulsado a escribirles una segunda carta poco después de la primera.
¿Pero en qué se iba a centrar Pablo?
¿Se iba a centrar en los problemas o en las personas?
Por favor, busquemos juntos 2 Tesalonicenses 1 y veamos cómo comienza Pablo este capítulo.
Comencemos a leer desde el versículo 3.
“Siempre nos sentimos obligados a darle gracias a Dios por ustedes, hermanos.
Es apropiado hacerlo, porque su fe está creciendo muchísimo y el amor que todos y cada uno de ustedes sienten unos por otros está aumentando.
Por eso, nosotros mismos hablamos con orgullo de ustedes en las congregaciones de Dios debido al aguante y la fe que demuestran en medio de toda la persecución y las dificultades que están soportando”.
Pablo los felicitó por cosas específicas.
¡Qué bonito!
¿Verdad?
Es cierto que había problemas que solucionar, pero comenzó alabando sus cualidades, las cosas que hacían bien.
¿Podemos nosotros hacer lo mismo, tratar así a nuestros hermanos?
En lugar de pensar en lo que hacen mal, ¿nos fijamos en lo que hacen bien?
¿Los valoramos por ello?
¿Verdad que es mejor centrarse en sus buenas cualidades?
Lo bueno de hacer esto es que nos ayuda a desarrollar interés personal sincero por nuestros hermanos.
Si los hermanos perciben que de verdad nos preocupamos por ellos, será mucho más fácil que los podamos ayudar en cualquier asunto en el que necesiten consejo.
Y ese interés personal puede comenzar con algo tan simple como un saludo.
Recordemos que los tres amigos de Job ni siquiera se dirigieron a él por nombre.
En cambio, el joven Elihú, cuando tuvo la oportunidad de hablarle a Job, le mostró respeto y se dirigió a él usando su nombre.
En Job 33:1, Elihú empezó diciendo: “Job, oye mis palabras, por favor”.
Y hay muchos otros versículos en los que también utilizó el nombre personal de Job.
Seguro que estarán de acuerdo conmigo en que muchas veces —y en especial nosotros, los hermanos— estamos en modo trabajo, en modo oficina.
Estamos muy centrados en nuestro trabajo, ya sea aquí en Betel o en la congregación.
Y por eso podríamos olvidarnos incluso hasta de saludar.
¿Les ha pasado eso?
¿No les parece que Elihú nos enseña una gran lección?
Veamos ahora qué dijo Pablo después de felicitar a los hermanos en el capítulo 1.
2 Tesalonicenses 2 comienza con la expresión sin embargo. Como ven, hay un contraste.
Pablo cambia de tema y comienza a hablar acerca del punto de vista equivocado que tenían algunos sobre la presencia de Cristo.
De esto aprendemos que Pablo no pasó por alto los problemas que había.
No los minimizó en ningún momento.
Los atendió.
Pero lo hizo de tal forma que los hermanos todavía podían sentir que Pablo se preocupaba por ellos, que los quería.
Si se fijan ahora en el versículo 13, verán que Pablo utiliza de nuevo la expresión sin embargo. Otro cambio de tema.
Pero esta vez les dirige palabras de amor, de ánimo…, les demuestra empatía a sus hermanos.
Pablo estaba convencido, estaba totalmente seguro, de que sus hermanos harían lo correcto.
En resumen, si queremos ser una fuente de consuelo y de ánimo para nuestros hermanos, es muy importante que los veamos, no como un problema ni un obstáculo en nuestro trabajo, sino como colaboradores.
En lugar de juzgarlos, los felicitamos.
Les demostramos interés personal y los tomamos en cuenta.
Y, si hay alguna razón válida para estar preocupados, podemos ayudarlos de manera cariñosa.
Queremos que se nos recuerde más por ser personas animadoras que por dar consejo.
Si hacemos eso, nuestros hermanos nos tendrán cariño por la forma en la que los tratamos.
Y, aún más importante, nuestro Padre celestial, el Dios de todo consuelo, también nos amará.