Seth Hyatt: Veamos el matrimonio como lo ve Jehová (Mat. 19:9)

A lo largo de los años, ha habido muchas canciones que han idealizado el divorcio.

Pero quienes se han divorciado saben muy bien que es una experiencia traumática y que causa dolor, y tal vez han pensado que no era la intención de Dios que hubiera divorcios.

Y tienen razón, de hecho.

Así lo muestra la Biblia.

Cuando Jehová instituyó el matrimonio —cuando casó a Adán y Eva—, quería que aquella fuera una unión permanente.

Al fin y al cabo, ellos eran la pareja perfecta, por así decirlo.

Jehová hizo un hombre perfecto, y después creó un complemento perfecto para él, Eva.

De hecho, si no hubieran desobedecido, hoy en día seguirían juntos, ¿verdad?

Pero al desobedecer desencadenaron una larga lista de problemas que afectó el matrimonio.

Y no solo el suyo, sino todos.

Lo digo porque junto a la imperfección llegó el pecado, el pecado trajo la muerte, y la muerte es el fin del matrimonio.

Claro, eso no era lo que Jehová tenía en mente.

El hecho de que en Deuteronomio 24:1 se hable acerca de la posibilidad de divorciarse nos indica algo significativo.

Nos deja ver hasta qué grado la imperfección afecta el matrimonio.

Pero surge una pregunta: si Jehová permitió que bajo la Ley de Moisés hubiera divorcios, ¿debemos pensar que Jehová había cambiado de parecer, que ya el matrimonio no sería permanente, para siempre?

Bueno, pensemos en las palabras de Malaquías 2:16, escritas 1.000 años después de las palabras de Deuteronomio, capítulo 24.

Ahí se nos muestra que Jehová no había cambiado de parecer.

Él dice claramente: “Yo odio el divorcio”.

¿Por qué dijo eso Jehová?

¿Qué estaba pasando?

Los hombres de Israel se estaban aprovechando de esta disposición de la Ley para divorciarse de sus esposas “por cualquier motivo”.

Esa era una dolorosa traición que, además, manchaba el nombre de Jehová.

¡Con razón Jehová dijo mediante Malaquías que odiaba el divorcio!

¿Y dirían que las cosas habían mejorado para cuando Jesús vino a la Tierra?

La Biblia nos muestra que no.

E incluso el famoso historiador Josefo confirmó este hecho.

Él dijo que los hombres podían divorciarse de sus esposas por cualquier razón, no importaba cuál.

Y eso hacían.

Como era de esperar, Jesús corrigió con valor este punto de vista equivocado y, según las Escrituras, lo hizo al menos en dos ocasiones.

La primera vez fue en el año 31 de nuestra era, poco después de la celebración de la Pascua.

Lo que dijo quedó registrado en el Sermón del Monte.

Dijo que, “a menos que sea por inmoralidad sexual”, todo el que se divorcia de su esposa la pone en peligro de cometer adulterio.

Jesús estaba elevando la norma.

Si lo piensan bien, bajo la Ley mosaica, el cónyuge que cometiera inmoralidad sexual —él o ella— era castigado con la pena capital, es decir, la muerte.

El hecho de que Jesús dijera que la inmoralidad sexual era la única razón para divorciarse deja patente que tanto Jehová como Jesús se tomaban muy en serio la institución del matrimonio.

Veamos la segunda vez.

Jesús volvió a hablar sobre el divorcio más de un año después, a finales del año 32.

Esta es la ocasión de la que habla el texto para hoy.

El relato paralelo en Marcos, capítulo 10, nos da un poco más de información.

Y me gustaría que esta mañana dedicáramos un ratito a analizar el pasaje de Marcos 10.

Acompáñenme al capítulo 10 de Marcos, y comencemos a leer en el versículo 2.

El versículo 2 dice así: “Entonces se dirigieron a él unos fariseos que querían ponerlo a prueba y le preguntaron si estaba permitido que un hombre se divorciara de su esposa”.

Ellos estaban haciendo referencia a la Ley.

Y Marcos nos revela que Jesús ahora dirige la atención específicamente a la Ley mosaica: “¿Qué les mandó Moisés?”.

Los fariseos dijeron: “Moisés permitió que se escribiera un certificado de divorcio y se despidiera a la esposa”.

Se acordaban perfectamente de esa parte sobre el “certificado de divorcio”, pero se olvidaban de que el divorcio solo se permitía por razones muy serias.

Y, por lo que se percibe en el relato de Mateo, parece que en el tiempo de Jesús se divorciaban “por cualquier motivo”.

Veamos qué les respondió Jesús.

En el versículo 5 él sigue diciendo: “Moisés les puso por escrito ese mandamiento por la terquedad de ustedes.

Pero, en el principio de la creación, [notarán que en el versículo aparecen unas comillas, y esto es porque Jesús está citando del relato de Génesis] Dios ‘los hizo hombre y mujer’ [de Génesis 1:27] y ‘por esa razón el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne’ [de Génesis 2:24] ”.

Entonces Jesús explica: “Así que ya no son dos, sino una sola carne.

Por lo tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre”.

Los discípulos se quedaron impactados con esta norma tan elevada, así que, “cuando volvieron a estar en la casa, los discípulos se pusieron a preguntarle sobre este asunto”.

Entonces Jesús, una vez más, lo deja claro: “Todo el que se divorcie de su esposa y se case con otra comete adulterio contra la primera.

Y, si alguna vez una mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro, también ella comete adulterio”.

¿Por qué creen que Jesús quería que los fariseos se centraran en las palabras registradas en la Ley de Moisés?

Porque así podía aclarar este asunto sobre el divorcio y subrayar el hecho de que para Jehová el matrimonio es algo sagrado.

De hecho, esa había sido la conclusión de Jesús: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre”.

Así que Jehová está personalmente implicado en cada matrimonio.

Y eso también nos ayuda a ver lo importante que es esa unión.

Ahora bien, ¿qué podemos aprender nosotros de las palabras de Jesús, sea que estemos casados o que estemos pensando en contraer matrimonio?

Bueno, hay dos cosas.

Jesús dejó muy claro que todos sus discípulos tenían que seguir ahora la elevada norma sobre el matrimonio que Jehová había establecido, no aquellas normas corrompidas que tenían los líderes religiosos.

Y, al destacar que es Jehová quien une a los matrimonios, nos hace ver la seriedad que tiene esta relación.

En su carta a los efesios, Pablo también confirma que los cristianos deben seguir la misma norma sobre el matrimonio que Jehová había establecido.

Por tanto, la única razón válida para divorciarse es la inmoralidad sexual.

¿Qué más aprendemos?

De las palabras de Jesús aprendemos que él esperaba lo mismo tanto del hombre como de la mujer.

Tanto el esposo como la esposa debían proteger su matrimonio.

Ambos eran responsables.

Ambos tenían que ver el matrimonio como algo sagrado.

Notemos qué interesantes las palabras de Jesús en Marcos 10:12: “Si alguna vez una mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro”...

Jesús destacó que una fiel sierva de Dios también se puede divorciar.

Se puede divorciar si su esposo ha sido infiel.

Seguro que eso sorprendió mucho a los hombres y mujeres de aquel tiempo.

Tanto aquí en Betel como en las congregaciones por todo el mundo hay siervos y siervas fieles de Jehová que respetan la santidad del matrimonio tanto como Jehová y como Jesús.

Está claro que valoramos esta institución divina.

Y como la valoramos tanto, hermanos, estamos decididos —seamos solteros o casados— a tener el mismo punto de vista que tiene Dios sobre el matrimonio.



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