“No estás pensando como piensa Dios, sino como piensa el hombre”.
¿Hemos cometido ese error?
¿Cuándo podría ser más peligroso hacerlo?
Las palabras del texto para el día de hoy están tomadas del relato de Mateo 16:21-23.
Les invito a leerlo: “A partir de ese momento, Jesús comenzó a explicarles a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, los sacerdotes principales y los escribas, y que también tenía que ser ejecutado y al tercer día ser resucitado.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: ‘¡Señor, no seas tan duro contigo mismo!
Eso jamás te va a pasar a ti’.
Pero él le dio la espalda a Pedro y le dijo: ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás!
Eres un estorbo en mi camino, porque no estás pensando como piensa Dios, sino como piensa el hombre’ ”.
Cuando Jesús le dijo esto a Pedro, acababa de hablarles a sus discípulos de cosas que estaban por suceder.
En este relato, y en los relatos paralelos, vemos que, a partir de este momento, Jesús les explica a sus discípulos qué sucedería, adónde iría con ellos, qué le pasaría a él y, quizás, a ellos.
¿Pero qué dijo Pedro?
Dijo: “No, no, Señor.
Estás equivocado.
No estás pensando con claridad.
No exageres.
No va a pasar nada malo”.
El regaño le cayó a Pedro, pero el relato paralelo, de Marcos 8, da a entender que los demás apóstoles probablemente pensaban igual que él.
Les costaba creer lo que Jesús les acababa de decir.
¿Qué les pasó?
Ellos no tenían malos motivos.
Amaban a Jehová.
El problema fue que, en ese momento, se estaban dejando llevar por su propia forma de pensar.
Habían perdido de vista que Jesús tenía la forma de pensar de Dios.
Jesús no se demora en corregirlos.
En aquel difícil momento, no esperaba que Pedro y los apóstoles fueran un obstáculo, sino que lo siguieran, que lo apoyaran.
Sí, lo que Jesús necesitaba era apoyo, no estorbos.
Los apóstoles captaron el mensaje.
La Biblia no dice que Jesús tuviera que darles el mismo consejo otra vez.
De hecho, según Lucas 22:28, Jesús les expresó su reconocimiento y les dijo: “Ustedes son los que en mis pruebas se han mantenido a mi lado”.
Sin duda, aprendieron una valiosa lección.
¿Y cuál fue?
Que debían confiar en Jehová y en el medio que él había dispuesto para cumplir su propósito.
Si lo hacían, demostrarían que estaban tratando de pensar como Dios lo hace.
Era fundamental que siguieran demostrando confianza.
La situación sería cada vez más difícil al acercarse el final del ministerio de Jesús.
¿Qué hay de nosotros?
¿Nos estamos esforzando por pensar como piensa Dios, y no como piensa el hombre?
Bueno, a todos nos cuesta hacerlo.
¡A mí me cuesta!
Estoy seguro de que a veces a Jesucristo le gustaría decirme, o me dice: “Rob, no estás pensando como Dios, sino como los hombres, por la forma en que reacciono a algunas situaciones”.
Y nos ocurre a todos.
Pero tengamos cuidado.
Nuestros problemas y lo que ocurre a nuestro alrededor pudieran ocasionar que viéramos las cosas desde un punto de vista puramente humano.
¿Cuándo es esto particularmente peligroso?
Cuando todo va bien, es relativamente fácil confiar en Jehová y en sus representantes.
También es fácil cuando uno entiende perfectamente las razones por las que hay que hacer las cosas, cuando es obvio.
Pero ya no es tan sencillo cuando las cosas no están tan claras o incluso comienzan a complicarse.
Pensemos en los israelitas, cuando estaban a punto de salir de Egipto.
Leamos el capítulo 11 de Éxodo.
Éxodo 11:3: “Jehová hizo que el pueblo tuviera el favor de los egipcios.
Es más, el propio Moisés se había convertido en un hombre muy respetado en toda la tierra de Egipto, tanto por los siervos del faraón como por el pueblo”.
Para este momento, los israelitas y los egipcios ya habían visto nueve plagas.
La situación era obvia, por eso muchos habían decidido seguir a Moisés y obedecerlo al pie de la letra.
En el capítulo 12, Moisés les dice que se queden en casa, qué deben comer, cómo prepararlo y cómo celebrar la cena.
Y en el versículo 50 leemos que ellos “hicieron tal como él había dicho”.
Para entonces estaban seguros de que habría una décima plaga.
Nadie dudaba de Moisés, nadie discutía.
Todos fueron sumisos, todos obedecieron.
¿Y cuando todo se complicó y dejó de estar tan claro?
¿Qué dijeron cuando se vieron entre los egipcios y el mar Rojo?
Leamos Éxodo 14:11, 12: “Le dijeron a Moisés: ‘¿Es que no hay lugares donde enterrarnos en Egipto y por eso nos has traído a morir aquí, en el desierto?
¿Qué nos has hecho?
¿Por qué nos sacaste de Egipto?
¿No te dijimos precisamente eso en Egipto?
¿No te dijimos: “Déjanos en paz, déjanos seguir sirviéndoles a los egipcios”?
Es mejor servirles a los egipcios que morir en el desierto’ ”.
¡Qué cambio!
“¡Este Moisés no sabe lo que hace!
¡Nos va a matar a todos!”.
Empezaron a ver las cosas desde el punto de vista humano.
¿Qué aprendemos?
Que, cuando las cosas se tornan difíciles, debemos asegurarnos de que seguimos pensando como Dios lo hace.
Debemos seguir confiando en el medio que Jehová usa para guiarnos.
Lo que ha estado ocurriendo en los últimos meses nos ha dejado claro que el mundo puede cambiar en un instante.
Un día, todo es color de rosa; al siguiente día, cunde el pánico.
Nuestras propias vidas han dado un vuelco.
Hace poco, estábamos muy ocupados en la congregación, atendiendo asignaciones, trabajando, de vacaciones...
y, de golpe, el mundo se detuvo.
¿Cómo nos va?
¡Cuánto nos anima ver la forma en que todos han respondido!
El apoyo ha sido incondicional.
Todos han estado dispuestos a adaptarse a lo que nos ha pedido la organización.
Sigamos así.
Sigamos confiando en Jehová y en el medio que usa para guiarnos.
Pero, como ya hemos dicho, es relativamente fácil hacerlo cuando la situación es obvia, como lo es ahora.
¿Qué haremos si la situación se vuelve aún más confusa, más difícil?
Las profecías de la Biblia indican que tarde o temprano eso es exactamente lo que va a pasar.
Y, en ese momento, tendremos que cuidarnos más que nunca para no ver las cosas como las ve el hombre.
¿Por qué?
Porque las ideas humanas terminan llevando al fracaso; por eso, debemos confiar en Jehová.
Para ilustrar este hecho, vienen a mi mente dos ocasiones en las que la ciudad de Jerusalén estuvo bajo ataque.
En ambos casos, había confusión, la situación era muy difícil, estaban atrapados, parecía que morirían.
Primero el ejército asirio vino contra Jerusalén en tiempos de Ezequías.
El profeta Isaías dio instrucciones muy muy claras.
Él dijo: “No vayan a Egipto a pedir ayuda, pero tampoco se rindan ante los asirios”.
Como recordarán, aquellas instrucciones iban en contra de la lógica humana.
Algunos estaban convencidos de que debían buscar a los egipcios; otros creían que era buena idea rendirse ante los asirios.
Pero las instrucciones de Jehová eran muy claras.
¿Y qué hicieron?
Obedecieron y sobrevivieron.
Tiempo después vinieron los babilonios contra Jerusalén, y Jehová dio instrucciones claras mediante Jeremías.
Dijo: “No vayan a Egipto a buscar ayuda, pero esta vez ríndanse ante los babilonios”.
Una vez más, aquello sonaba absurdo.
¡Estaban tan enojados que querían matar a Jeremías!
Terminaron pidiendo ayuda a Egipto, porque esa era su idea, y definitivamente no quisieron rendirse ante los babilonios.
Probablemente recordaban lo que había pasado en el tiempo de Ezequías cuando se les dijo que no se rindieran.
¿Y qué sucedió?
Decidieron no obedecer...
y todo fue un desastre.
¿Cuál es la lección?
En ambos casos, para sobrevivir había que confiar en el medio que Jehová estaba usando para dar instrucciones y obedecer esas instrucciones, aunque parecieran ilógicas desde el punto de vista humano. ¿Y nosotros?
Seamos sinceros: no sabemos en qué va a acabar esta situación.
Quizás sea un acontecimiento más de nuestros tiempos, o quizás no.
Lo que sí nos han dejado bien claro estos sucesos es lo rápido que el mundo puede desbaratarse y sucumbir ante el temor.
Y también tenemos claro que, así como se esperaba que los apóstoles le dieran su apoyo a Jesús hacia el final de su vida, se espera que nosotros demos nuestro apoyo hoy, a medida que se acerca el fin.
El Cuerpo Gobernante, los Comités de Sucursal y otros hermanos que nos dirigen necesitan nuestro apoyo.
No queremos ser un obstáculo ni una distracción, sino un verdadero apoyo.
Así que, queridos hermanos, sigamos haciendo lo que hemos estado haciendo.
Mantengamos la calma.
Sigamos unidos.
Continuemos confiando en Jehová y en el medio que él usa para dirigirnos.
Así, demostraremos que nos estamos esforzando por pensar como piensa Dios.