En muchas ocasiones hablamos del aguante.
Pero, una pregunta: ¿somos los testigos de Jehová los únicos que tenemos que aguantar?
No, todo el mundo tiene que aguantar el sufrimiento causado por la muerte, las enfermedades, los desastres, la violencia, las pandemias, la falta de alimento y otras cosas.
De hecho, no somos los únicos que aguantamos persecución; a otros también los persiguen a causa de sus creencias.
La verdad es que, si lo piensan, a algunas personas las persiguen por ser de cierta religión, por ser de cierta etnia o por tener un color de piel diferente.
Así es que, debido a que somos imperfectos y a que vivimos en un mundo malvado, todas las personas tienen que aguantar algo.
Pero Jesús destacó algo que hace que nuestro aguante sea diferente del de los demás, y lo encontramos en el texto de hoy.
Por favor, vamos a leer qué es en Lucas 8:15.
Dice: “Las que cayeron en la tierra buena son los que, después de oír la palabra con un corazón sincero y bueno, la retienen y dan fruto con aguante”.
¿Se dieron cuenta de por qué nuestro aguante es diferente al de las personas de este mundo?
Oímos la Palabra de Dios, la retenemos y aguantamos, pero damos fruto mientras aguantamos.
¿Y cuál es ese fruto que damos mientras estamos aguantando?
Como mencionaron los hermanos en sus comentarios, el contexto de este versículo habla de la predicación.
No importa las circunstancias por las que estén pasando nuestros hermanos y hermanas, ellos siguen hablando de Jehová a las personas, siguen predicando las buenas noticias del Reino.
Además, damos otro fruto.
¿Cuál es?
Leamos Colosenses 1:10: “Para que se porten de una manera digna de Jehová y así le agraden en todo mientras dan fruto en toda buena obra y aumentan en el conocimiento exacto de Dios”.
Aunque pasen por momentos muy difíciles, momentos terribles, ¿qué hacen nuestros queridos hermanos?
Ellos siguen dando “fruto en toda buena obra”.
Siguen buscando formas de ayudar a los demás, de apoyar el Reino, de apoyar a la organización, de apoyar a sus hermanos y hermanas.
También recordemos lo que dice Gálatas 5:22, 23, que nos enseña que, no importa lo que estemos pasando, podemos seguir cultivando el fruto del espíritu de Dios, que incluye cualidades tan bonitas como amor, felicidad, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, apacibilidad y autocontrol.
Mientras aguantamos, seguimos demostrando estas cualidades.
Y, en realidad, esa es una de las cosas que diferencia al pueblo de Dios en conjunto del resto de las personas de este mundo: que no solo aguantamos, sino que damos fruto mientras aguantamos.
¿Y verdad que esta es una de las razones por las que nos sentimos orgullosos de pertenecer a esta organización?
Cuando vemos a nuestros hermanos dando fruto, nos sentimos tan orgullosos de ellos, tan orgullosos unos de otros… Como sabemos, nuestros hermanos de Rusia están aguantando persecución debido a su fe, pero aun así siguen dando fruto.
Les cuento algunos ejemplos.
Hablemos de un hermano al que llamaremos Iván.
Cuando recibimos su experiencia, él ya había estado en cinco celdas diferentes en el centro de detención en el que está encarcelado.
Cuando le ora a Jehová, una de las cosas que pide es que le dé la oportunidad de predicar siempre que sea posible.
¿Y él qué hace?
Aprovecha para predicar siempre que es posible.
En uno de esos cambios de celda, pusieron a Iván en un sector de la prisión en el que había condiciones muy duras porque era una zona especial en la que se metía a los criminales más peligrosos.
Y a Iván lo pusieron en la misma celda que a un hombre al que habían acusado de terrorismo.
¿Y qué hizo Iván?
Aprovechó la oportunidad y también le predicó.
Iván cuenta que resulta que este hombre estaba muy interesado en la verdad y que hablaba mucho de la Biblia.
Ahora a Iván lo han cambiado a otra celda, y ya les está predicando a sus nuevos compañeros.
Pero, antes del cambio, él hizo planes para que algunos hermanos siguieran en contacto con este hombre.
Así que Iván espera que este hombre siga estudiando la Biblia por carta y que progrese espiritualmente.
A una hermana, a la que llamaremos Nadia y a la que encarcelaron, los oficiales de la prisión le dijeron que su condena podría cambiarse a arresto domiciliario.
Pero la verdad es que Nadia no se puso tan contenta como uno se imaginaría.
¿Y por qué?
Porque a ella le parecía que todavía tenía mucho trabajo que hacer en la prisión.
Durante los seis meses que estuvo allí, en la prisión, los oficiales hicieron que 22 mujeres diferentes pasaran por la celda de Nadia.
Claro, Nadia les predicó a todas y les daba clases de la Biblia a cinco de ellas.
Así que ella no tiene mucha prisa por salir de la cárcel.
Entonces, ¿qué diferencia hay entre Iván y Nadia y el resto de los prisioneros?
Todos ellos tienen que aguantar una condena, pero Nadia e Iván dan fruto mientras aguantan.
Ellos les predican a otros y hacen buenas obras.
Ellos no han perdido su felicidad y siguen mostrando otros aspectos del “fruto del espíritu”.
Está claro que Jehová está ayudando por medio de su espíritu santo a nuestros hermanos y hermanas allá en Rusia.
Un hermano se puso muy muy nervioso cuando unos agentes entraron a su casa para registrarla de arriba abajo.
Él le hizo enseguida una oración a Jehová y le dijo: “Jehová, por favor, ¡ayúdame!
No sé lo que tengo que hacer”.
Justo en ese momento el agente que dirigía el registro estaba mirando directamente al refrigerador del hermano.
En uno de los imanes del refrigerador había escritas unas palabras que el agente leyó con voz fuerte y expresiva: “No te angusties, porque yo soy tu Dios”.
El hermano se dio cuenta de que eso era una respuesta a su oración.
Otros hermanos y hermanas están sufriendo por causa de la violencia que hay en el mundo, pero aun así siguen dando fruto.
Por ejemplo, Yamilet es una hermana que vive en Venezuela y tiene 44 años.
Tiene dos hijas: una de 17 años y la otra de 20.
La zona donde ella vive es muy muy peligrosa.
De hecho, quienes pueden irse a otro lugar lo hacen.
Ella dice que a veces le cuesta mucho tener una actitud positiva porque está muy preocupada por la seguridad de sus dos hijas.
Yamilet dice que ha visto cómo gente amenaza a otras personas con un arma delante de sus propios hijos.
También ha visto cómo asesinaban a gente en la calle y ha quedado atrapada en medio de tiroteos mientras estaba predicando.
Y dice que lo peor es escuchar por las noches los gritos desesperados de la gente suplicando por su vida.
A veces en la mañana, después de haber pasado una noche aterradora, se siente tan angustiada y tan asustada que la sola idea de salir de casa, incluso para predicar, es demasiado para ella.
Pero ¿qué hace Yamilet?
Ella cuenta: “Me digo a mí misma con firmeza: ‘Yamilet, eres precursora regular.
Tienes que salir a predicar las buenas noticias’”.
Así que ella sale, y siempre vuelve a casa más animada.
Hace poco Yamilet visitó a una mujer que no dejaba de llorar por todas las cosas tan terribles que estaban ocurriendo.
Yamilet dijo que, mientras le estaba predicando a la mujer, ella pensó: “Gracias, Jehová.
Así estaría yo si no te conociera”.
Hablemos de Abner e Isamar.
Ellos son un matrimonio joven.
Estos hermanos también son de Venezuela.
Pero, debido a la crisis que había en su país, se fueron a vivir a Perú hace unos dos años.
Lamentablemente, su situación se volvió mucho más difícil debido a la pandemia del coronavirus y también al confinamiento.
Y, aunque se cuidaron mucho y tomaron precauciones, los dos cayeron enfermos: se contagiaron de COVID-19.
Ellos comentan que, cuando se contagiaron con el coronavirus, solamente se lo dijeron a Jehová y a su familia en Venezuela.
Solo una hora después, una hermana de la zona llamó a la puerta y les dejó una bolsa con comida y una tarjetita para animarlos.
Y no había pasado ni media hora, cuando otra hermana les trajo otra bolsa de comida y un poco de dinero.
Cuando ya estaban un poco mejor, se dieron cuenta de que alguien les había robado dinero de su cuenta bancaria.
Era justo lo que habían ahorrado para algo relacionado con el servicio a Jehová.
De nuevo, le oraron a Jehová sobre el tema.
Pero no se lo dijeron a nadie más.
Ese mismo día, un poco más tarde, una hermana les dio la misma cantidad de dinero que les habían robado.
A pesar de todas las dificultades por las que están pasando, ellos siguen poniendo el Reino en primer lugar, siguen enviándoles dinero a sus familiares en Venezuela, siguen sirviendo como precursores regulares y, además, colaboran con la traducción a la lengua de señas peruana.
¿Cuál es la lección?
Que por todo el mundo nuestros hermanos y hermanas están aguantando muchas muchas dificultades.
¿Y qué los hace diferentes a ellos y a nosotros del resto de las personas que están aguantando dificultades similares?
Damos “fruto con aguante”.
Y es cierto, ¿verdad?, podríamos estar hablando todo el día de las experiencias que tienen nuestros hermanos por todo el mundo.
Y de las que tienen ustedes, que sirven aquí en Betel, y que demuestran que siguen dando fruto mientras aguantan.