Malaquías 2:15 dice: “No traicionen a la esposa de su juventud”.
En los días de Malaquías, parece que algunos esposos judíos traicionaban a sus esposas.
Se divorciaban de ellas por asuntos de poca importancia y quizá para casarse con una mujer más joven.
El verbo traicionar es muy apropiado.
La palabra que se usó en hebreo significa “engañar”, “obrar infielmente”, y puede usarse también para hablar de un traidor.
¿Y qué piensa Jehová de todo esto?
Bueno, él lo explica en el versículo 16.
Ahí dice: “Porque yo odio el divorcio”.
Jehová odia la traición y el engaño.
Jehová odia a los traidores.
Proverbios 2:22 dice que “los traidores serán arrancados” de la Tierra.
Bueno, la mayoría de los matrimonios dentro del pueblo de Jehová no pasan por esta situación.
Pero hay que tener cuidado.
Un matrimonio podría empezar teniendo una relación preciosa y luego tener problemas.
Esto no pasa solo en el matrimonio, sino en cualquier relación.
Puede ser entre dos amigos íntimos o entre nosotros y la organización o incluso entre nosotros y Jehová.
Por eso, en Malaquías 2, Jehová nos da una fórmula para que nunca lleguemos a ese punto.
Veamos la última parte del versículo 15.
Él dice: “Estén atentos a su actitud y no traicionen”.
Y la última parte del versículo 16 repite: “Estén atentos a su actitud”.
Así que pensemos: ¿qué sucede para que alguien llegue al punto de traicionar a su querido esposo o a su esposa?
¿Cómo es posible que dos buenos amigos lleguen al punto de dejar de hablarse?
¿Qué sucede para que un hermano se ponga en contra de la organización de Jehová?
Bueno, mucho antes de llegar a ese punto, algo ya se estaba cocinando internamente.
Por eso la Biblia dice: “Estén atentos a su actitud”.
¿Por qué es un buen consejo?
Porque el rencor, las palabras hirientes, los malentendidos o cuestionar decisiones… todo esto puede ir creando una herida que termine dañando la relación desde dentro si no se hace algo.
Podemos entender esto mejor pensando en dos traidores de los que habla la Biblia.
Se trata por un lado de Abiatar y, por el otro, de Judas.
Abiatar era un sumo sacerdote que apoyó a David desde el principio, desde que Saúl intentó matarlo y durante todo su reinado.
Incluso cuando Absalón se volvió un traidor y quiso usurpar el trono, Abiatar siempre fue leal a David.
Pero más adelante este mismo hombre se volvió un traidor.
Se puso del lado de otro hijo de David, Adonías, que quiso quedarse también con el trono.
¿Por qué pasó esto?
¿Hizo David algo que molestara a Abiatar, y él se quedó con eso dentro?
En 1 Samuel 22 se nos cuenta que el rey Saúl le pidió a Doeg que matara al padre de Abiatar, el sumo sacerdote, y a otros 84 sacerdotes porque David había acudido al padre de Abiatar para pedirle algo de pan y una espada.
Solo escapó Abiatar, y se unió al campamento de David.
¿Sería esto un asunto sin resolver para Abiatar?
¿Seguiría dándole vueltas al tema?
“Si David no hubiera acudido a mi padre, él quizá estaría vivo”.
Y también podría ser que hubiera una especie de rivalidad o competencia entre Abiatar y Sadoc.
Este hombre también era sacerdote y profeta.
En 1 Crónicas 12:28 se dice que era “un joven fuerte y valiente”.
Y sabemos que él sirvió a Saúl hasta que murió y, después de su muerte, se unió al campamento de David.
Desde entonces, Abiatar y Sadoc trabajaron para David, y lo hicieron juntos.
De hecho, es así como se les nombra, juntos.
Pero es interesante que a Sadoc siempre se le nombra primero, aunque Abiatar era el sumo sacerdote.
¿Será que Abiatar se sentía resentido internamente con Sadoc?
¿O le tendría celos?
Aunque Sadoc era sacerdote, no fue asesinado cuando Saúl los exterminó.
Sadoc estuvo con Saúl, y ahora era el favorito en el campamento de David junto a Abiatar, que había sido fiel a David desde el principio.
Entonces, ¿qué pasó?
¿Será que creció la rivalidad entre estos dos hombres?
Sea lo que sea, está claro que Abiatar descuidó su actitud, y finalmente se convirtió en un traidor, traicionó a David.
Hablemos ahora de Judas, él fue uno de los mayores traidores que han existido.
Pero no fue siempre así.
Judas amaba a Jesús.
Ellos tenían una amistad muy cercana.
Prueba de ello es que Jesús lo eligió como apóstol.
Judas también estaba a cargo de la caja del dinero de Jesús y de los 12 apóstoles.
Y esto habla muy bien de él, especialmente si tenemos en cuenta que eso no se le encargó a Mateo, que tenía más experiencia con el tema.
Nos podemos imaginar a Judas al principio escuchando a Jesús, comiendo con él, riéndose con él y con los demás… Pero en algún momento algo empezó a cambiar dentro de él, en su actitud.
Si vamos al capítulo 6 de Juan, allí es donde se cuenta que muchos discípulos se escandalizaron por lo que contaba Jesús de su carne y su sangre, y dejaron de seguirlo.
En Juan 6:61 se dice que los discípulos estaban murmurando, y en el versículo 67 Jesús les dice a los 12: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”.
Y a menudo nos centramos en la respuesta tan leal de Pedro.
Pero parece que, para aquel entonces, Jesús ya había empezado a ver algo de amargura en el corazón de Judas.
Miren lo que dice en Juan 6:70, 71: “ ‘Yo los elegí a ustedes, a los 12, ¿no es cierto?
Sin embargo, uno de ustedes es un calumniador’.
Estaba hablando de Judas hijo de Simón Iscariote”.
Entonces, ¿empezaría Judas a escuchar a aquellos que murmuraban contra Jesús?
En Juan 12:6 se nos dice que “era un ladrón”, porque estaba robando dinero de la caja.
Pero ¿cuándo empezó a hacer esto?
¿Sería después de que se tomaran algunas decisiones sobre el dinero que a él no le gustaron?
Según dicen Mateo y Marcos, cuando Judas vio a María derramando aceite perfumado sobre Jesús, eso fue la gota que colmó el vaso.
Judas protestó, se quejó, y en esa ocasión Jesús lo reprendió severamente, delante de todos, y eso le dolió, así que se fue.
Y, unos días después, Judas habló con los sacerdotes y lo traicionó.
Bueno, ¿qué aprendemos?
Siempre pasan cosas: una injusticia, un malentendido, un consejo firme, ser avergonzado en público, quizá algunos celos por una responsabilidad que tiene otra persona… Y estas cosas nos pasan a todos en un momento u otro o a lo largo de nuestra vida.
Y cada vez que esto pasa es como si se plantara una pequeña semilla en nuestro corazón.
Y, si no la quitamos de ahí, puede que empiece a crecer una raíz venenosa que finalmente nos convierta en un traidor, y traicionemos a nuestro cónyuge, a un amigo, a la organización, o incluso a Jehová.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Malaquías 2:15: “Estén atentos a su actitud”.
Y fíjense en lo que dice Hebreos 12:15: “Estén muy atentos para que nadie se quede sin recibir la bondad inmerecida de Dios y no brote ninguna raíz venenosa que cause problemas y que contamine a muchos”.
Bueno, ¿cómo podemos desarraigar esta raíz venenosa?
Pues, obedeciendo valiosos principios bíblicos, como el de Mateo 5:23, 24 o Mateo 18:15.
Cuando hay problemas, cuando surgen malentendidos, háblelo, resuélvalo, no lo deje ahí enterrado.
Trate de recuperar al hermano.
Mateo 18:35: perdonemos a nuestros hermanos de corazón.
Perdone, olvídelo y siga adelante.
Juan 13:34: ámense unos a otros.
Piense en cuando estaba conociendo a su esposo o su esposa.
¿Qué hizo que se enamorara?
¿O qué hizo que estuvieran tan unidos su mejor amigo y usted?
¿O qué lo convenció de que esta era la verdad?
Piense en todo eso.
Y es que cada vez que hagamos eso estaremos quitando una de esas raíces venenosas e impidiendo que crezca.
Es un proceso continuo, lo tenemos que hacer una y otra vez.
Por lo tanto, resolvámonos a estar atentos a nuestra actitud.
Ahora no es el momento de dejar que crezca cualquier raíz venenosa dentro de nosotros.
Mantengamos viva nuestra relación con nuestro cónyuge, si estamos casados, y también con nuestros amigos, con la organización y con Jehová.
Esto nos ayudará a ser siempre leales a nuestros seres queridos y a Jehová, ahora y en el futuro.