El mundo está en caos.
Este sistema se está desintegrando: la economía, los sistemas de salud, la seguridad, los gobiernos… Y sabemos adónde irá a parar todo esto.
Nos llevará a la gran tribulación.
¿Alguna vez te has preguntado “¿Tengo la fe suficiente para enfrentarme a todo eso sin perder la felicidad que viene de Jehová?”?
Podemos aprender mucho del ejemplo de Habacuc.
Vivió en un tiempo parecido al nuestro.
Jehová lo inspiró para que profetizara unos 20 años antes de la destrucción de Jerusalén, en el 607 antes de nuestra era.
El comentario del texto de hoy destaca tres lecciones que podemos aprender del libro de Habacuc.
Menciona que no dejemos de orar, que escuchemos lo que Jehová nos dice mediante su Palabra y su organización, y que esperemos con paciencia a que él actúe.
Así que hablemos un poco de cada uno de estos tres puntos.
El primero: no dejemos de orar.
Habacuc, en los capítulos 1 y 2, está teniendo una conversación con Jehová.
Y, si nos fijamos en el capítulo 1, los versículos 1 a 4, él le está preguntando a Jehová con mucha inquietud “¿Por qué?, ¿por qué permites la violencia, la maldad, la opresión, la injusticia?”.
Él estaba muy preocupado.
Y Jehová le responde a Habacuc en los versículos 5 a 11.
Le dice algo muy interesante en el versículo 5: “En sus días ocurrirá algo que ustedes no podrán creer aunque se lo cuenten.
Porque voy a poner en pie a los caldeos”, a los babilonios.
Así que Jehová iba a usar a Babilonia para ejecutar su sentencia y castigar a la gente malvada.
Jehová contestó la oración de Habacuc.
A nosotros también nos afectan las injusticias, ¿verdad?
Un betelita me contó hace poco que estaba viendo las noticias en la televisión, y el presentador estaba hablando de todas las injusticias terribles que sabemos que están ocurriendo.
Y me dijo: “Me afectó tanto que tuve que apagar el televisor”.
¿Y qué hizo después?
Dice: “Le oré a Jehová.
Enseguida me calmé y empecé a sentirme más tranquilo y seguro”.
Así que la oración es muy importante.
Nos ayuda a ver el cuadro completo.
Pero eso no es suficiente.
Tenemos que dar el siguiente paso.
Además de orar, tenemos que escuchar lo que Jehová nos dice mediante su Palabra y su organización.
Pues, volvamos al ejemplo de Habacuc, aquí, en el capítulo 2.
Vamos a fijarnos en cuáles fueron los pasos que él dio, cuál fue su plan de acción.
Leamos Habacuc 2:1.
Dice: “Me mantendré de pie en mi puesto de guardia y me colocaré sobre la fortificación”.
Y luego dice: “Me mantendré vigilante para ver lo que él dirá por medio de mí y lo que responderé cuando se me reprenda”.
¿Se fijaron en las dos cosas que hizo?
Habacuc se mantuvo de pie y además se mantuvo vigilante.
Cuando habla sobre mantenerse de pie, dice que lo haría “sobre la fortificación”.
Probablemente, esta fortificación era una muralla que rodeaba la ciudad, un inmenso muro.
En otras palabras, lo primero que hizo fue ponerse en un lugar seguro, a salvo.
Y lo segundo que hizo fue mantenerse vigilante para escuchar lo que Jehová le iba a decir.
Y sabemos que escuchar tiene dos facetas.
La primera es oír, entender.
Y la segunda es actuar en consecuencia.
Ahora Jehová le habla a Habacuc.
A continuación, en el versículo 2, le contesta.
Le dice: “Escribe la visión, grábala de forma clara sobre tablillas, para que el que la lea en voz alta pueda hacerlo fácilmente”.
Es interesante que Jehová le pida a Habacuc que escriba esto.
Y es que Jehová tenía en mente que después alguien leyera esto en voz alta, para que el mensaje llegara a otras personas.
Nosotros podemos seguir el ejemplo de Habacuc.
Primero, refugiémonos bajo la poderosa mano de Jehová, busquemos su protección.
Él es nuestra fortificación.
No nos salgamos de ahí.
Y, en segundo lugar, escuchemos.
Estemos listos para actuar de acuerdo con lo que él nos diga.
¿Y cómo podemos hacer esto?
Concentrándonos en lo que tenemos que hacer, en nuestro trabajo.
Tenemos que predicar, enseñar y colaborar en la congregación.
Y escuchamos cuando estamos muy pendientes de lo que nos dicen los hermanos que nos dirigen, de la guía de la organización.
No sabemos con antelación lo que va a pasar.
Por ejemplo, ¿quién se iba a esperar que sucediera la pandemia?
Pero qué bien nos ha guiado la organización de Jehová en estos tiempos tan complicados.
Y esto nos lleva al tercer punto: esperar con paciencia.
La realidad es que las cosas se van a poner mucho peor de lo que están ahora.
Y no debería sorprendernos si reaccionamos igual que Habacuc, cuando se puso a pensar en todo lo que iba a pasar.
Vamos a leer Habacuc 3:16.
Ahí dice: “Oí el mensaje y me estremecí por dentro; mis labios temblaron al oírlo. […] Mis piernas se pusieron a temblar”.
Pero en la segunda parte del versículo 16 dice: “Espero el día de angustia con calma”.
No reaccionó así por falta de fe.
Al esperar con calma, demostró que tenía mucha fe.
Y Habacuc no era ingenuo, él sabía lo que iba a ocurrir.
Lo describe en el versículo 17: “Aunque la higuera no florezca”, “las vides no den fruto”, “no haya cosecha de aceitunas y los campos no produzcan alimento”.
Así que puede que nos falte comida, que perdamos las posesiones, que no tengamos las mismas comodidades… Pero la cuestión es ¿cómo responderemos?, ¿cuál será nuestra reacción?, ¿esperaremos con paciencia?, ¿esperaremos con calma?, ¿y aceptaremos lo que ocurra aunque las cosas no sucedan exactamente como nosotros esperábamos?
Entonces, ¿cuál es la lección?
La lección está en Habacuc 2:3.
Jehová ya ha decidido cuándo actuará.
Él dice que llegará “el tiempo fijado”.
Y añade: “¡Mantente a la expectativa!
[…] ¡No llegará tarde!”.
Por eso, lo importante no es cuándo vendrá el fin o cómo vendrá el fin, sino que sirvamos a Dios con fe y hagamos su voluntad.
Así que volvamos a preguntarnos: “¿Tengo la fe suficiente para enfrentarme a lo que va a venir sin perder la alegría?”.
¡Claro que sí!
En Habacuc 3:18, al final del capítulo, el profeta dice: “Estaré muy alegre gracias a Jehová, estaré feliz gracias al Dios de mi salvación”.
Entonces, ¿qué haremos?
Orar, escuchar y esperar con paciencia.