Busquemos juntos el capítulo 17 de Proverbios.
Mientras encontramos esta parte de la Biblia, pensemos en dos corredores.
Uno es rico, y el otro, pobre.
El rico dispone de un gimnasio, una piscina olímpica, diferentes máquinas para hacer ejercicio, un nutricionista, un fisioterapeuta, un médico y un entrenador personal.
También tiene acceso a los alimentos más nutritivos.
Pero, hace algún tiempo, se aburrió un poco del tema de las carreras.
Todavía entrena, pero ya no le pone corazón.
Ahora, al momento de la carrera, a su lado está el corredor pobre.
Este también tiene cosas a su favor.
Tiene unos buenos zapatos y comida saludable, aunque no mucha.
Come verduras, sobre todo.
¡Pero le encanta correr!
Tiene en el corazón el deseo de correr.
Por eso entrena siempre, sin importar el clima.
¿Quién creen ustedes que ganará?
¿El que tiene más ventajas, o el que de verdad tiene el deseo de correr?
Con esta imagen en mente, noten lo que dice Proverbios 17:16: “¿De qué sirve que el insensato tenga los recursos para conseguir sabiduría si no tiene el deseo de conseguirla?”.
Igual que para ganar una carrera, para conseguir sabiduría, hay que estar dispuesto a sacrificarse.
Y hay que tener los recursos para lograr el objetivo.
Ahora bien, ¿no es cierto que Jehová nos da todo lo necesario para que nos hagamos sabios?
Sí, todos tenemos, a mayor o menor grado, capacidad de pensar, información, pruebas convincentes y oportunidades de aprender; es cuestión de aprovechar todo eso.
Sin embargo, como dice Proverbios 17:16, ¿de qué le sirve todo eso a una persona que no desea de corazón hacerse sabia?
Lo que realmente importa no son las ventajas ni las circunstancias que tengamos, sino lo que hay en el corazón, lo que somos por dentro.
Hablando de hacernos realmente sabios y de tomar buenas decisiones aunque no haya mucha información disponible, nuestras publicaciones han destacado el ejemplo de José.
Mucho antes de que Moisés pusiera por escrito la ley de Jehová contra el adulterio, José entendía que se trataba de un pecado contra Dios.
Recordemos sus palabras, en Génesis 39:9: “No hay nadie con más autoridad que yo en esta casa.
Y él ha puesto todo a mi disposición excepto a ti, porque eres su esposa.
Así que ¿cómo podría yo hacer algo tan malo y de hecho pecar contra Dios?”.
¡Qué bien le funcionaba la conciencia!
Pero la pregunta es ¿cómo sabía José que aquello era un pecado?
Repasemos en Génesis lo que pudo haber influido en su modo de pensar.
José disponía de un principio y de al menos cuatro ejemplos de la vida real en los que meditar.
Dicho principio es el que nosotros encontramos en Génesis 2:24: “Por esa razón, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y ellos serán una sola carne”.
Esto lo dijo el propio Jehová en la primera boda de la historia.
La norma es que un esposo y una esposa formen una sola carne.
José meditó en aquellas palabras.
Puede que también pensara en lo que le pasó a su bisabuelo Abrán cuando viajó con Sarái a Egipto.
Como Abrán no le dijo al faraón que Sarái era su esposa, el faraón quiso casarse con ella.
Y por eso el capítulo 12 de Génesis, versículo 17, dice: “Pero Jehová les mandó severos castigos al faraón y a los de su casa debido a Sarái, la esposa de Abrán”.
Más adelante, en el capítulo 20, leemos que Abrahán y Sara estaban en Guerar y emplearon la misma estrategia: no dijeron que estaban casados.
Y al rey de Guerar, Abimélec, le pasó lo que leemos en Génesis 20:3: “Posteriormente, Dios se le apareció a Abimélec de noche en un sueño y le dijo: ‘Puedes darte por muerto debido a la mujer que has mandado traer, pues ella está casada y le pertenece a otro hombre’”.
Abimélec le dijo a Jehová: “¡Es que no lo sabía!”.
Y Jehová le respondió: “Yo sé que no lo sabías”.
De hecho, en el versículo 6 le dijo: “Por eso impedí que pecaras contra mí”.
Notemos: “Que pecaras contra mí”.
Sin duda, José había meditado en aquella historia.
Más adelante, en Génesis 26:10, vemos que sus abuelos Isaac y Rebeca también viajaron a Guerar.
Allí se encontraron con otro Abimélec, tal vez un descendiente del Abimélec mencionado en el capítulo 20.
Ellos tampoco le dijeron a Abimélec que estaban casados, pero el rey lo descubrió.
Por eso leemos en Génesis 26:10: “Y Abimélec le dijo: ‘¿Pero qué nos has hecho?
¡Cualquiera del pueblo podría haberse acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho culpables!’”.
Sí, culpables.
No hay duda de que José meditó en eso.
O piensen en lo que se relata en Génesis 34.
Ese capítulo nos hace pensar de nuevo en la norma de un esposo, una esposa, una sola carne.
Siquem no estaba casado con Dina.
Y la violó.
Génesis 34:7 dice que aquello era “algo que no debía hacerse”, algo que estaba mal.
Aunque es cierto que José no disponía de la Ley mosaica ni de recursos como “Los jóvenes preguntan”, “Aprendamos del Gran Maestro” ni JW Library®, sí contaba con un principio, y con eso le bastó.
También sabía de al menos cuatro situaciones que recalcaban dicho principio.
¡Si tan solo Rubén y Judá hubieran mostrado el mismo respeto que José!
Él meditó en la información y la dejó entrar en su corazón.
Ahora bien, en Génesis 39:21 hay otro factor que no debemos perder de vista.
Lo que hizo José fue más que un ejercicio intelectual.
Leamos el capítulo 39, versículo 21: “Jehová continuó con José.
Siguió mostrándole amor leal”.
Incluso antes de que la esposa de Potifar lo pusiera a prueba, Jehová ya le había mostrado amor leal, como menciona Génesis 39:3.
Y, después de aquella situación, Dios continuó mostrándole amor leal.
Ahora, ¿a quiénes muestra Jehová amor leal?
A quienes son leales a él.
¿Verdad que había una estrecha amistad entre Jehová y José?
Es cierto que a él le interesaban mucho las normas de Dios, las amaba.
¡Pero, además, amaba a Jehová mismo!
Y esa fue la clave.
Vayamos, por favor, al Salmo 119, versículo 9.
José contaba con lo que en Proverbios se llama “los recursos para conseguir sabiduría”.
No disponía de nuestras bibliotecas o sitios web ni de JW Broadcasting®, pero tenía lo suficiente.
Noten la similitud entre lo que hizo José y lo que leemos a partir del versículo 9: “¿Cómo puede un joven mantener limpio su camino?
Estando en guardia y actuando de acuerdo con tu palabra.
Te busco con todo mi corazón.
No dejes que me desvíe de tus mandamientos.
Atesoro tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti”.
José hizo lo que dicen estos versículos: buscó a Jehová con todo el corazón y atesoró en él sus palabras.
Así pudo mantenerse leal a Jehová, a quien amaba.
Bueno, nosotros podemos hacer lo mismo.
Tenemos muchísima más información que José.
Hay excelentes herramientas para estudiar.
Y Jehová no ha cambiado.
Así que es fundamental que siempre nos preguntemos: “¿Cómo está mi corazón?”.
Pensemos: “¿Aún busco a Jehová con todo el corazón?
¿O dejo que el miedo, la codicia, los deseos inmorales u otros sentimientos negativos me impidan servir a Jehová con corazón completo?”.
Si servimos a Jehová con corazón completo, evitaremos que la propaganda inmoral que ha inundado este mundo nos arrastre junto con él.