A veces hay cambios en la organización de Jehová.
¿Te ha costado trabajo aceptar alguno de ellos?
Es posible que incluso hayas sufrido cuando ha habido algunos de estos ajustes.
Bueno, ¿por qué se hacen esos cambios?
¿Y cuál debería ser nuestra actitud cuando esto pasa?
Aunque parezca que el cambio nos perjudica, ¿qué deberíamos hacer?
Algo que nos puede ayudar a responder a estas preguntas es el relato que se encuentra en Números 27.
Búsquenlo en sus biblias.
En este relato se describe lo que ocurre cuando Jehová le dice a Moisés que va a morir muy pronto.
Ahí le indica que hace falta un hombre que lo reemplace como líder.
Números 27, y empecemos a leer por el versículo 15: “Entonces Moisés le dijo a Jehová: ‘Que Jehová, el Dios del espíritu de todas las personas, ponga a cargo del pueblo a un hombre que salga y entre delante de ellos y que los haga salir y entrar, para que el pueblo de Jehová no sea como ovejas sin pastor’ ”.
Dejémoslo aquí.
Una pregunta: ¿por qué Moisés llama aquí a Jehová “el Dios del espíritu de todas las personas”?
Es porque todas las personas dependen de Jehová para vivir.
Y Moisés lo sabe.
Moisés sabe que, cuando un siervo de Dios muere, Jehová, “el Dios del espíritu de todas las personas”, hará que otro de sus siervos fieles ocupe ese lugar dentro de la estructura teocrática, según él lo considere oportuno.
¿Y qué es lo que hace Jehová ahora?
Veámoslo en el versículo 18: “Por eso Jehová le dijo a Moisés: ‘Toma a Josué hijo de Nun, un hombre que tiene un buen espíritu, y pon tu mano sobre él’ ”.
Así que Jehová elige a Josué.
Josué era un hombre espiritual.
Había demostrado su lealtad y su obediencia durante años.
Ahora bien, la intención de Jehová al elegirlo no era que fuera una copia de Moisés.
Ya no habría un solo protagonista que dirigiera la nación.
Jehová cambió el sistema.
Josué recibió un puesto único en la organización.
Era un puesto nuevo.
¿Qué asignación sería?
Veámoslo en los versículos 19 y 20: “Luego llévalo ante el sacerdote Eleazar y ante todo el pueblo, y tienes que nombrarlo su líder ante los ojos de ellos [se refiere a Josué].
Tienes que darle parte de tu autoridad [noten, no toda la autoridad, sino una parte] para que todo el pueblo de Israel lo escuche”.
Aquí vemos que la posición que recibió Josué era diferente.
Él no iba a conocer a Jehová “cara a cara” o “tan estrechamente” como Moisés.
Josué no iba a recibir toda la autoridad sobre el pueblo que tenía Moisés, solo la que hiciera falta, la necesaria para tener el respeto de la nación.
Y ahora fíjense en el versículo 21: “Él se presentará ante el sacerdote Eleazar, y este tiene que consultar a Jehová por él mediante el Urim para conocer su decisión [la de Jehová] ”.
¿Vemos la diferencia?
Ahora Josué tenía que colaborar con el sumo sacerdote para saber la voluntad de Jehová.
Es cierto que Josué era un hombre capaz, pero era mucho más que un hombre capaz y devoto.
Josué era un hombre modesto y humilde.
Y aceptó con gusto esta nueva disposición.
Josué ya se había dejado moldear por Jehová, el Gran Alfarero, durante los 40 años que los israelitas habían vagado por el desierto.
Y, en realidad, él no había hecho nada para merecer aquella disciplina.
Pero al aceptar aquella nueva asignación, Josué permitió que Jehová siguiera moldeándolo.
¿Cómo lo moldearía?
A partir de ahora, Jehová usaría a dos hombres imperfectos, un sumo sacerdote y un líder, que se complementarían para que se hiciera la perfecta voluntad de Jehová.
Así que estableció una nueva estructura.
Dos hombres imperfectos trabajarían juntos y juntos harían cumplir la voluntad de Jehová.
Por ejemplo, en la época en la que gobernaban los reyes en Israel, cuando el rey Uzías pasó por alto el orden teocrático, fue el sumo sacerdote Azarías quien lo corrigió por su pecado.
O cuando el sumo sacerdote Abiatar se volvió desleal, fue el rey Salomón quien lo obligó a dejar de ser sacerdote.
¿Ven la ventaja de que hubiera dos hombres imperfectos?
Cuando uno era débil, el otro era fuerte.
¿Qué aprendemos?
Bueno, aprendemos que Jehová, “el Dios del espíritu de todas las personas”, no depende de ninguna persona o, en nuestro caso, no depende de ningún departamento de Betel.
Es por eso que trabajamos juntos.
Queremos que haya cariño y amistad entre los departamentos, que todos trabajemos unidos.
Nos necesitamos unos a otros.
Así que todos debemos ser humildes para pedir ayuda cuando la necesitamos, pero también debemos ser generosos con los demás y darles lo que necesitan para cumplir con su asignación.
Y esto lo vemos muy claramente.
Hoy vemos cómo Jehová hace que su obra siga adelante, vemos lo que está logrando.
Jehová sigue nombrando hermanos capacitados para pastorear y para dirigir a su pueblo, según lo vea oportuno.
Cuando vemos a los superintendentes de los departamentos de Betel, a los superintendentes de construcción o a los miembros de los Comités de Sucursal, estos hermanos son como Josué.
Están dispuestos a colaborar, a seguir en las manos del Alfarero, a dejar que Jehová los moldee.
¿Por qué?
Para que, como dice el versículo 17, no nos convirtamos en “ovejas sin pastor”.
Pero en realidad todos, seamos superintendentes o no lo seamos, queremos que Jehová, el Gran Alfarero, nos moldee, nos siga moldeando.
Pero, francamente, a veces puede ser difícil permanecer en las manos del Alfarero y no permitir que las imperfecciones de los demás o los cambios en la organización nos hagan alejarnos de Jehová.
Sinceramente, estas cosas podrían hacernos caer y desanimarnos.
Por ejemplo, a medida que Jehová va refinando su organización, se hacen cambios, se hacen ajustes, y quizás en ese proceso se nos cambia de asignación, y eso hace que nos sintamos mal.
O tal vez nos sentimos mal por la forma en la que se hizo ese cambio.
Si sientes un dolor muy intenso, como si tu mano hubiera quedado atrapada en los engranajes de la organización, o si sientes que el Gran Alfarero, Jehová, te está moldeando en sus manos, pero aplicando mucha fuerza, muy fuerte, ese es el momento de orarle a Jehová, de rogarle que nos ayude a ser moldeables.
Pidámosle a Jehová que nos ayude a ser barro, barro blandito en sus manos.
Cuéntale a Jehová cómo te sientes: “Jehová, por favor, ayúdame.
Me está costando mucho, pero no dejes de moldearme”.
Y entonces seamos pacientes.
Tratemos de ver el cuadro completo.
¿Y cuál es ese cuadro completo que hay que ver?
Que Jehová utiliza a personas imperfectas para que trabajen con personas imperfectas.
Eso es todo lo que tiene en este momento.
Y que Jehová nos está enseñando, nos está enseñando a vivir en paz a pesar de la imperfección.
El cuadro completo es ver todo lo que logra Jehová con tan poquito.
Cuando meditamos en esto, vemos la importancia de colaborar.
Y cuando colaboramos unos con otros es cuando Jehová consigue resultados, los mejores.
Eso es así.
Las personas a las que Jehová usa en su organización van cambiando.
Y seguirán cambiando.
Ya sea porque alguien fallezca o por otras circunstancias, la organización cambia.
Aun así, los cambios no la detienen.
¿Por qué?
Porque esta obra es de Jehová y no del hombre.
Por lo tanto, confiemos en que Jehová, de nuevo “Jehová, el Dios del espíritu de todas las personas”, seguirá usando a hombres humildes, —imperfectos, claro, pero humildes— que pastorearán o guiarán a su pueblo según él considere oportuno.
Y podemos estar seguros de que Jehová seguirá dirigiendo su organización, su organización mundial, para que siempre se haga su voluntad.