Un buen cabeza de familia es un cabeza de familia humilde.
Un buen superintendente es un superintendente humilde.
La manera en que vemos nuestro lugar en la organización puede afectar nuestra humildad para bien o para mal.
Analicemos dos ejemplos que demuestran que esto es así.
Se trata de dos hombres que trabajaron juntos, pero que se portaron de manera muy diferente.
El primero es el rey Saúl.
Cuando pensamos en Saúl, pensamos en un hombre que fue muy humilde y luego dejó de serlo.
¿Qué fue lo que pasó?
¿Podría ser que fuera humilde, pero al mismo tiempo sus motivos no fueran los correctos?
¿Recuerdan el día en que Samuel lo conoció y le dio un trato especial que él no esperaba?
¿Qué dijo Saúl en aquella ocasión?
“Pero ¿no soy yo de Benjamín, la más pequeña de las tribus de Israel?
¿Y no es mi familia la más insignificante de todas las familias […]?”.
Sus palabras muestran que él sentía que ocupaba una posición humilde, que venía de una tribu muy pequeña en comparación con otras, que su familia era insignificante.
Pero ¿qué pasaría si todo eso cambiaba?
Pues todo cambió, y Saúl se convirtió en el miembro más importante de la familia más prominente de Israel.
¿Qué efecto tuvo en él tanta autoridad?
Saúl estaba convencido de que lo que Israel necesitaba era un líder fuerte, tanto en el campo de batalla como fuera de él.
Por eso, se convirtió en un gobernante muy autoritario.
Consiguió muchas victorias, y la gente lo respetaba.
Cuando se enteró de que David, el joven que tocaba el arpa para él, también era un buen soldado, se puso muy contento.
Pero un día todo cambió.
Fue al escuchar a las mujeres cantar canciones para alabar a David.
Por favor, busquen 1 Samuel, capítulo 18, y para ver cómo reaccionó Saúl leamos el versículo 8: “Saúl acabó enojándose muchísimo.
La canción no le gustaba nada.
Dijo: ‘De David dicen decenas de miles, pero de mí… solo miles.
¡Ahora solo falta que lo hagan rey!’ ”.
¿Notaron?
A Saúl le preocupaba su posición.
Veía a David como un rival, una amenaza para su reinado.
¿Pero era David realmente una amenaza para Saúl?
Claro que no.
David era completamente leal a su rey; y no solamente en el campo de batalla.
David estaba dispuesto a sentarse humildemente y tocar música para tranquilizar a Saúl.
Pero Saúl no podía controlar su ira.
Sospechaba de David, y esos pensamientos lo corroían.
Hasta que un día le arrojó su lanza.
Saúl pensaba que estaba defendiendo lo que era suyo, lo que le pertenecía por derecho.
Pero ¿cómo creen que se sentía David?
Fíjense en lo que le dijo más tarde a Saúl en 1 Samuel 24:14: “¿A quién estás persiguiendo?
¿A mí, […] un perro muerto, una simple pulga?”.
Es obvio que David se sentía insignificante, muy poca cosa.
¿Y qué podemos decir de la familia de Saúl?
Vayamos unos capítulos atrás, al capítulo 20.
Habla de la ocasión en la que Jonatán defendió a David.
Y, aunque lo hizo con mucho respeto, a Saúl no le gustó nada.
Por eso aquí, en 1 Samuel 20:30, dice: “Saúl se enfureció con Jonatán y le dijo: ‘¡Hijo de una rebelde!
¿Te crees que no sé que estás de parte del hijo de Jesé?
¡Eres una vergüenza para ti y para tu madre!
Mientras el hijo de Jesé siga vivo aquí en la tierra, tú y tu reino no estarán seguros’ ”.
Saúl de nuevo creía que solamente estaba defendiendo su puesto, o su posición, y la de su hijo Jonatán.
Pero Jonatán, ¿cómo se sintió?
Pues el relato dice que se sintió humillado y se fue furioso.
Y, si la esposa de Saúl hubiera estado allí, ¿cómo se habría sentido ella?
El ejemplo de Saúl es un caso extremo.
Sin embargo, nos enseña una lección: los esposos, los superintendentes… no debemos estar tan pendientes de nuestra propia posición que hagamos que los que están bajo nuestro cuidado se sientan poca cosa o insignificantes.
Ahora el ejemplo opuesto.
David aprendió a tratar a los que estaban bajo su cuidado siguiendo el ejemplo de Jehová, que era la persona a la que más admiraba, y no el de Saúl.
Una vez David escribió una canción especial que se encuentra dos veces en la Biblia, en 1 Samuel 22 y en el Salmo 18.
En el salmo, en el encabezamiento, dice que David la escribió cuando Jehová lo rescató de las manos de todos sus enemigos y de Saúl.
A diferencia de Saúl, que hacía que David se sintiera insignificante, ¿cómo lo hizo sentir Jehová, su verdadero superintendente?
Bueno, en Salmo 18:35, David le dice: “Tu mano derecha me sostiene, y tu humildad me hace grande”.
Jehová humildemente cuidó de David y lo animó, y así él pudo dar lo mejor de sí mismo.
Y David también quería tratar a los que estaban bajo su cuidado del mismo modo.
Algunos de los hombres de David eran excelentes guerreros.
Hicieron hazañas tan increíbles como las del propio David.
¿Cómo los trató él?
Por ejemplo, Benaya.
Mató a un león y también a un gigante.
Lo mismo que había hecho David.
¿Tenía David celos de él?
No, al contrario.
Promocionó a Benaya.
Lo puso al mando de su guardia personal.
Le confió su propia vida.
Como vemos, David animó y apoyó a sus hombres para que pudieran dar lo mejor de sí mismos.
¿Y qué hay de su familia?
Bueno, recordemos que, para cuando David se casó con Abigaíl, él ya le había demostrado que estaba dispuesto a escuchar sus buenos consejos.
¿Y cómo trató a su hijo Salomón?
David lo apoyó, lo capacitó, le dio ánimo…, y lo hizo a pesar de que Salomón fue el que recibió el honor de construir el templo, algo que David había deseado que fuera su mayor logro.
Su humildad hizo grandes a los que tenía bajo su cuidado.
En otra ocasión, David dijo: “Jehová es mi Pastor”.
Así que sabía cómo tenía que tratar a los que estaban bajo su cuidado.
Porque vean lo que dice el Salmo 78 sobre David.
Por favor, vamos a leerlo.
Lo encontramos justo al final de este salmo tan largo.
¿Qué era lo que Jehová estaba buscando?
Versículo 70: “Eligió a su siervo David y lo sacó de los corrales de ovejas, lo quitó de cuidar las ovejas que amamantan; lo convirtió en el pastor de Jacob, su pueblo, y de Israel, su herencia.
Él los pastoreó con un corazón íntegro y los guio con manos expertas”.
¿Se podría decir que David fue un buen cabeza de familia y un buen superintendente del pueblo de Jehová?
Por supuesto que sí, porque él había sido un buen pastor.
Lo sabemos porque mucho tiempo después el profeta Ezequiel, hablando del Mesías que iba a venir, dijo: “Pondré sobre ellas a un solo pastor, mi siervo David”.
Está claro que Jehová estaba muy contento con la labor de David.
Bueno, los cabezas de familia, los superintendentes… podemos aprender mucho de estos ejemplos tan diferentes.
No queremos ser como Saúl.
No queremos estar tan pendientes de nuestra posición y del respeto que creemos que nos merecemos que hagamos sentir a los demás insignificantes y poca cosa.
Más bien, queremos ser como David.
Queremos animar, capacitar y apoyar a los demás para que puedan progresar.
Somos pastores humildes, y por eso no creamos un entorno controlador, sino uno agradable, que les permita a los que están bajo nuestro cuidado darle a Jehová lo mejor.
Si lo hacemos así, ellos serán muy felices, y nosotros también, porque estaremos imitando a Jehová, el humilde “pastor y superintendente” de nuestras almas.