Leonard Myers: La transfiguración fortalece nuestra fe (2 Ped. 1:19)

Está claro que hoy vamos a hablar de la transfiguración de Jesús.

Vamos a analizar juntos dos aspectos de este suceso.

Primero, ¿qué efecto tuvo en Jesús y en sus apóstoles?

¿Y qué efecto deberían tener en nosotros las profecías y la transfiguración?

Primero recordemos qué fue lo que pasó.

Vayamos a Lucas 9.

Este relato también se describe en los Evangelios de Mateo y de Marcos.

Mientras leemos los versículos, tratemos de imaginarnos allí, en la escena.

La obra Perspicacia menciona que la transfiguración pudo haber ocurrido en algún lugar del monte Hermón.

Era de noche.

Poco antes, según indica Lucas 9:27, Jesús les había dicho a algunos de sus apóstoles que no morirían sin ver el Reino de Dios.

¿Qué pasó entonces?

Versículo 28: “Así fue.

Unos ocho días después de decir estas palabras, se llevó con él a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña a orar.

Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y su ropa se volvió de una blancura deslumbrante.

Y, de pronto, aparecieron dos hombres conversando con él: eran Moisés y Elías.

Estos aparecieron con gloria y se pusieron a hablar de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.

Pedro y los que lo acompañaban estaban medio dormidos; pero, cuando se despertaron completamente, vieron la gloria de él y a los dos varones que estaban de pie a su lado.

Y, mientras estos se alejaban de él, Pedro le dijo a Jesús: ‘Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí!

Armemos tres tiendas de campaña: una para ti, una para Moisés y otra para Elías’.

No se daba cuenta de lo que decía.

Pero, mientras él decía estas cosas, se formó una nube que comenzó a cubrirlos.

Cuando la nube los envolvió, les dio miedo.

Entonces de la nube salió una voz que decía: ‘Este es mi Hijo, el escogido.

Escúchenlo’.

Cuando la voz se oyó, Jesús quedó solo”.

¡Qué impresionante!

¿Qué habrías hecho si hubieras estado allí?

El rostro de Jesús resplandecía como el Sol.

Su ropa brillaba.

Marcos dice que su ropa “se volvió mucho más blanca de lo que podría blanquearla ningún lavandero en la tierra”.

Jesús hablaba con Moisés y con Elías, dos grandes profetas de la antigüedad que llevaban siglos muertos.

Obviamente no estaban allí, esto era una visión.

Y entonces, lo más impactante: la voz de Dios diciendo que Jesús era su Hijo y pidiéndoles a los apóstoles que lo escucharan.

Si hubieras estado allí, nunca olvidarías todo aquello.

¿Y qué efecto tuvo esto en Jesús y sus apóstoles?

En el caso de Jesús seguro que fue muy positivo.

Si nos fijamos en los versículos 30 y 31, vemos que Moisés y Elías estaban hablando de la partida de Jesús, y eso estaba relacionado con su muerte y su resurrección.

Es probable que la transfiguración le diera fuerzas a Jesús para enfrentarse a lo que tenía que sufrir y a su muerte.

Y cuánto debió fortalecer su fe escuchar a su Padre decir que él era su Hijo escogido.

¿Y los apóstoles?

Al principio, como dice el versículo 34, a ellos “les dio miedo”.

Mateo dice que “cayeron rostro a tierra” y que “tenían muchísimo miedo”.

¿Pero qué efecto tuvo esto en ellos tiempo después?

Pues la transfiguración también fortaleció la fe de estos hombres que llegarían a dirigir la congregación cristiana.

Este suceso les aseguró que Jesús era el Hijo de Jehová y el futuro Rey del Reino de Dios.

La transfiguración los ayudó a confiar más en las profecías bíblicas.

También los ayudó a convencerse de que Jesús era el Mesías, aquel del que habían profetizado sus antepasados.

Y la conversación entre Moisés y Elías sobre la partida de Jesús hizo que tuvieran más fe en la resurrección de Cristo.

La transfiguración los impactó tanto que algunos de ellos escribieron sobre eso, y está en la Biblia.

Puede que lo que escribió el apóstol Juan en Juan 1:14 tuviera que ver con la transfiguración.

Escribió: “La Palabra llegó a ser carne y vivió entre nosotros, y vimos su gloria, una gloria como la que le corresponde a un hijo unigénito de parte de su padre”.

Y es interesante que, unos 32 años después, alrededor del año 64, Pedro todavía recordaba lo ocurrido.

Vayamos a 2 Pedro, capítulo 1.

Veamos lo que Pedro recordaba.

Desde el 16: “No, nosotros no les dimos a conocer el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo siguiendo cuentos falsos ingeniosamente elaborados, sino que fuimos testigos oculares de su esplendor.

Porque él recibió honra y gloria de parte de Dios el Padre cuando la espléndida gloria le transmitió palabras como estas: ‘Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación’.

Sí, […] oímos estas palabras que venían del cielo mientras estábamos con él en la santa montaña”.

Así que, 32 años después, la transfiguración era tan real para Pedro como el día en que ocurrió.

Veamos lo que, justo después, Pedro les escribió a los cristianos.

Versículo 19: “Así que tenemos más confirmada la palabra profética, y ustedes hacen bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro (hasta que amanezca el día y el lucero se levante) en sus corazones”.

La transfiguración fue algo profético.

Y, después de recordar lo que pasó, ¿qué más escribió Pedro?

Que los cristianos tenemos que prestar atención a “la palabra profética”.

Ahora hablemos del segundo aspecto: la transfiguración y las profecías bíblicas deben influir en nosotros.

La transfiguración fortalece nuestra fe en que Jesús es el Hijo de Dios y el Mesías prometido.

También nos asegura que Jesús fue resucitado y que vive en el cielo.

Esta impresionante visión aumenta nuestra fe en el gobierno de Dios.

Fue una muestra de la gloria del Cristo y el poder del Reino.

Y la transfiguración también confirma que todas las promesas de Jehová se van a cumplir sin falta.

Bueno, ¿cómo podemos seguir el consejo de Pedro y prestar atención a la palabra profética?

Una manera es estudiando y meditando.

Tenemos que estudiar las profecías bíblicas y meditar en las que se han cumplido, las que se están cumpliendo ahora y las que se cumplirán en el futuro.

Si la palabra profética es como “una lámpara que brilla en un lugar oscuro”, o sea, en nuestro corazón simbólico, tenemos que permitirle que llegue a lo más profundo de nuestro ser, que influya en nuestros deseos, emociones, motivos, metas y decisiones.

Los ungidos son un buen ejemplo porque dejan que la palabra profética influya en sus vidas mientras esperan su recompensa.

¿Y cómo nos beneficia prestar atención a las profecías a los que esperamos vivir en la Tierra?

Pues precisamente las profecías nos explican cuáles son las bendiciones que veremos con nuestros propios ojos en el futuro.

Por ejemplo, en el nuevo mundo las personas violentas y feroces, e incluso los animales salvajes, “no causarán ningún daño ni destrucción” (Isaías 11:9).

“Los mansos heredarán la tierra y disfrutarán plenamente de abundante paz” (Salmo 37:11).

Se acabarán las largas filas para conseguir comida.

No habrá hambre.

Porque “en la tierra habrá grano en abundancia, extraordinaria abundancia en las cumbres de las montañas” (Salmo 72:16).

No habrá enfermedades.

No habrá pandemias.

No derramaremos más lágrimas de dolor e incluso “la muerte ya no existirá” (Isaías 33:24; Apocalipsis 21:4).

¿Se imaginan?

Ya no habrá médicos ni medicinas ni hospitales ni funerales, porque incluso las tumbas se quedarán vacías cuando resuciten los muertos (Juan 5:28, 29).

Los que esperamos vivir en la Tierra tenemos muchas ganas de estar en el nuevo mundo.

Nos imaginamos viendo el cumplimiento de esas profecías.

Y podremos estar allí si le prestamos atención a la palabra profética.

Bueno, ¿qué hemos visto?

Vimos el efecto positivo y fortalecedor que tuvo la transfiguración en Jesús y en tres de sus apóstoles.

También vimos el efecto positivo que deberían tener en nosotros la transfiguración y las profecías, los beneficios de prestarle atención a la palabra profética.

Porque, ¿qué sería de nosotros sin las profecías bíblicas?

No sabríamos por qué el mundo va de mal en peor, no sabríamos qué hacer ni adónde ir ni lo que pasará en el futuro.

¡Cuánto nos quiere Jehová que nos permite entender la palabra profética!

Hace años La Atalaya dijo esto: “Como lámpara siempre está delante de nosotros; la podemos asir y así ver el camino que tomar.

Arde más brillantemente a medida que las condiciones malas se hacen más oscuras”.

No dejemos de meditar en lo mucho que nos pueden ayudar las profecías bíblicas y la transfiguración.



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