A lo largo del ministerio de Jesús en la Tierra, él siempre demostró gratitud.
Veamos lo que podemos aprender de lo que hizo y dijo para demostrar gratitud.
Primero, las oraciones llenas de gratitud de Jesús impactaron a la gente.
Lo vemos por lo que sucedió el día después del milagro de los panes y los peces.
Lo podemos leer en Juan 6:23.
Dice: “Unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del lugar donde la gente había comido el pan después de que el Señor le dio gracias a Dios”.
Que quedara escrito que “el Señor le dio gracias a Dios” debe haber sido por algo importante.
Es cierto que el relato explica que las barcas llegaron cerca del lugar donde el día anterior había habido un milagro.
Pero en este relato también se indica que en ese lugar Jesús le había dado las gracias a Dios.
Y cabe destacar que Juan escribió bajo inspiración este relato muchos años después.
Esto demuestra que los verdaderos discípulos de Jesús no recordaban solamente el milagro que él había hecho aquel día, sino que también recordaban muy bien la oración sincera de gratitud de su Maestro.
Sin duda, todos se esforzarían por imitar el buen ejemplo de Jesús.
La gratitud de Jesús lo llevó a manifestar dos cualidades que todos los cristianos deberíamos imitar.
Se trata del valor y la humildad.
Empecemos con el valor.
La gratitud que sentía Jesús llegó a ser tan profunda que hizo que fuera un hombre valiente.
¿Por qué decimos eso?
Algo que nos ayuda a llegar a esa conclusión es ver lo que dijo en un momento difícil de su vida.
¿Recuerdan la oración que Jesús hizo en el jardín de Getsemaní?
Esa noche estaba muy preocupado porque lo iban a ejecutar por blasfemia y sedición, porque, claro, aquellas acusaciones podrían manchar el nombre y la reputación de su Padre.
De hecho, Jesús le suplicó a Jehová que no le permitiera morir de aquella forma tan deshonrosa.
Pero, a pesar de sentirse así, le dijo: “Que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.
Aunque sabía muy bien qué era lo que le iba a ocurrir, ¿qué lo ayudó a ser valiente?
Encontramos la respuesta en Hebreos 12:2, donde en parte dice que “por la felicidad que fue puesta delante de él, [Jesús] aguantó un madero de tormento sin importarle la humillación”.
Entonces, ¿qué ayudó a Jesús a hacer lo que Jehová quería?
“La felicidad que fue puesta delante de él”.
Esta felicidad tenía que ver con su esperanza, pero también con la oportunidad de honrar a su Padre con su fidelidad.
Sus enemigos lo persiguieron, se burlaron de él y trataron de humillarlo no solo a él sino a su Padre.
Pero Jesús dejó todo eso a un lado.
No le importó la humillación; se centró en la felicidad.
Él se sentía agradecido por esa felicidad que fue puesta delante de él, y por eso aceptó con valor el privilegio de hacer la voluntad de Dios.
No hizo lo que él quiso, sino lo que Jehová quiso.
¿Imitan los siervos de Dios de hoy día el ejemplo de gratitud y valor de Jesús?
¡Por supuesto!
Se esfuerzan por hacer la voluntad de Dios a pesar de que los amenacen con meterlos en la cárcel, de que sí los metan en la cárcel, de que los torturen, los insulten, les quiten el empleo o cosas así.
¿Y qué hacemos cuando encarcelan a nuestros hermanos por su fidelidad?
Hacemos todo lo que podemos.
Por ejemplo, los defendemos en los tribunales.
Y, por supuesto, oramos por ellos.
Como Jesús, todos nos sentimos agradecidos por el privilegio de conocer a Jehová y poder servirle junto a nuestra maravillosa hermandad.
Eso nos da la valentía que necesitamos para cumplir la voluntad de Jehová.
Y, claro, dejar que la gratitud crezca en nuestro corazón nos ayudará a echar a un lado la humillación.
Ahora vamos a hablar de la segunda cualidad que nace de la gratitud: la humildad.
Volvamos otra vez al ejemplo de Jesús.
Sin duda, él demostró esa cualidad.
No solo lo hizo cuando realizó milagros delante de los demás, sino cuando enseñó a sus discípulos.
Jesús nunca pretendió llamar la atención sobre sí mismo, ¿verdad?
No, él nunca hizo eso.
Él se sentía agradecido de la oportunidad de servir a los demás y de ver la reacción positiva de la gente a lo que él hacía y decía.
Y veía más que eso, porque veía el corazón.
Veamos un ejemplo.
Pensemos por un momento en la última noche que Jesús pasó con sus apóstoles aquí en la Tierra.
Aquel día los discípulos no se portaron muy bien que digamos.
Cuando llegó la hora de lavarles los pies a los demás, nadie se ofreció; solo Jesús.
Pero, a pesar de su mala conducta, ¿a qué le dio importancia Jesús?
A sus buenas cualidades.
Ver más allá de la superficie lo llevó a hacer algo extraordinario.
Noten lo que hizo por ellos aquí, en Lucas 22:28, 29.
Vean lo que les dijo
a sus apóstoles: “Ustedes son los que en mis pruebas se han mantenido a mi lado.
Y yo hago un pacto con ustedes para un reino, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo”.
¿Vieron qué fue lo que motivó a Jesús a hacer un pacto con ellos?
La gratitud.
Jesús vio todo lo bueno que ellos habían hecho y lo tomó en cuenta.
“Ustedes son los que en mis pruebas se han mantenido a mi lado”, dijo.
Tremendo regalo les estaba haciendo, ¿verdad?
Los estaba invitando a estar con él en su Reino.
¡Y qué gran ejemplo de humildad nos puso Jesús!
Él no se creía tan bueno, tan perfecto, tan magnífico… como para no ver las buenas cualidades de sus apóstoles.
Agradeció con humildad todo lo que hicieron por él.
Por eso “los amó hasta el final”.
¿Actuamos nosotros también con gratitud y humildad cuando vemos las imperfecciones de nuestros hermanos?
Recordemos: incluso cuando los discípulos se comportaban muy mal, Jesús nunca reaccionó
de mala manera.
Al contrario, agradeció el apoyo que le daban.
Él buscaba lo bueno en ellos y lo encontraba.
Sí, siempre lo encontraba.
Todos tenemos que imitar su ejemplo.
Es esencial que lo hagamos, porque ahora necesitamos a nuestros hermanos más que nunca.
La gratitud que sentimos por formar parte de esta hermandad debería impulsarnos a buscar siempre lo bueno en los demás.
Y hay otra cosa que deberíamos hacer todos: tomar la iniciativa y darles ánimo a nuestros hermanos.
Eso incluye felicitarlos cuando hagan cosas buenas, lo que es una muestra de agradecimiento.
Jesús también lo hizo.
Al decir: “Ustedes son los que en mis pruebas se han mantenido a mi lado”, los estaba felicitando.
Estaba reconociendo todo lo bueno que habían hecho.
Entonces, siempre que sea apropiado, felicitemos a nuestros hermanos de corazón, impulsados por la gratitud.
Y, bien, ¿qué hemos visto hoy?
Primero vimos que en sus oraciones Jesús le daba las gracias a Jehová, y la gente las recordaba.
Es más, cabe decir que las recordaban tanto como sus milagros, como ocurrió también en el caso de la resurrección de Lázaro.
En el momento de resucitar a su amigo, le dijo en oración a Jehová lo que leemos en Juan 11:41: “Te doy las gracias por haberme escuchado”.
Aunque aquella resurrección fue espectacular, la gente también recordó la oración que Jesús hizo.
Después vimos dos cualidades que nacen de la gratitud: el valor y la humildad.
Y repasamos algunas formas en las que podemos demostrarlas.
Todos tenemos claro que el pueblo de Jehová es un pueblo agradecido.
Y esto se nota en la cantidad de personas que asiste a las reuniones.
Todo el que asiste a una reunión lo hace impulsado por la gratitud, incluyendo a los que están volviendo a la verdad mientras todavía queda tiempo.
Aunque aún no sabemos cuándo acabará este sistema, hay algo que sí sabemos: que el propósito de Jehová se cumplirá.
¿Verdad que estamos muy agradecidos por eso?
Jehová y Jesús se encargarán de que desaparezcan del todo todas aquellas cosas que nos hacen daño.
¿Y qué tenemos que hacer?
Bueno, hermanos, tenemos que aprovechar todas las oportunidades que se nos presenten para hacer la voluntad de Jehová ahora, antes de que llegue el fin.
Hagamos todo lo que podamos por ayudar a otras personas a acercarse a Jehová.
¿Y cómo conseguiremos hacer todo esto?
Gracias a dos cualidades que se obtienen de la gratitud: la humildad y el valor.