¡Bienvenidos!
Este es un adelanto de lo que veremos en este programa.
Durante la pandemia del COVID-19, algunos de nuestros hermanos sufrieron pérdidas muy dolorosas.
Veremos cómo Jehová les dio su amor y su consuelo.
Nos encanta que en el pueblo de Jehová haya hermanos de tantas culturas.
Pero ¿podría nuestra cultura local estar afectando nuestra manera de pensar y poniendo en peligro nuestra unidad?
Y el video musical nos recordará que nuestra valiosa unidad nos hace felices y nos ayuda a aguantar cualquier cosa.
Este es el programa de JW Broadcasting® de mayo de 2022.
El título de la asamblea regional de este año será “Busquen la paz”.
Vamos a ver un video que nos abrirá el apetito.
Muchos piensan que la paz es la ausencia de guerras.
Pero lo cierto es que la paz implica mucho más.
Todos nos enfrentamos a cosas que pudieran robarnos la paz: enfermedades, problemas económicos, nuestras propias debilidades o relaciones rotas.
Y a usted, ¿hay algo que le robe la paz?
La asamblea del 2022 de los testigos de Jehová “Busquen la paz” le ayudará a descubrir cómo tener auténtica paz en su vida ahora.
El tema de nuestra asamblea es muy oportuno.
El mundo está lleno de conflictos y divisiones.
La gente sufre mucho, quieren vivir en paz y unidad.
Y la unidad es el tema de este mes y de este discurso.
El título es “Mantengámonos unidos y no dejemos que nada nos divida”.
Permítanme una pregunta: ¿En dónde guardan su billetera?
Cuando salen de casa, los hermanos seguramente la guardan en un bolsillo, tal vez en uno delantero.
No quieren que se les pierda o que se la roben.
Y las hermanas tal vez lleven su billetera en un bolso o una cartera que llevan muy bien apretadita al cuerpo.
Está muy protegida.
Todos sabemos que, si no tenemos cuidado, un ladrón nos la puede robar, y podemos quedarnos sin la billetera y sin lo que había dentro para siempre.
Lo mismo pasa con la unidad tan especial de la que disfrutamos los testigos de Jehová.
Tenemos que defenderla y protegerla.
No queremos que venga alguien y nos la robe.
Que nadie se equivoque, el Diablo está buscando cualquier oportunidad para robarnos nuestra valiosa unidad.
Pensemos en por qué nuestra unidad es algo tan especial.
A diferencia de otras religiones, nosotros no estamos divididos en diferentes agrupaciones.
Nosotros no tenemos testigos de Jehová del norte, testigos de Jehová del sur o testigos de Jehová ortodoxos.
Tal y como dijo el apóstol Pablo, estamos “unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar”.
Tampoco estamos divididos por países.
No peleamos unos contra otros cuando las naciones van a la guerra.
Y tampoco dejamos que nos dividan las diferencias raciales.
Al contrario, muchos Testigos han arriesgado sus vidas para proteger a hermanos que pertenecen a otro grupo racial y que estaban sufriendo ataques o persecución solo por pertenecer a otra raza o a otra etnia.
Además, todos trabajamos en la misma dirección.
Por ejemplo, sin importar dónde vivamos, todos predicamos las mismas buenas noticias y recibimos la misma preparación, la misma enseñanza en nuestras reuniones.
¿Es posible encontrar esa unidad por ahí en el mundo?
¡Mire a su alrededor!
Las naciones se atacan constantemente unas a otras.
Los partidos políticos no logran ponerse de acuerdo.
Las empresas comerciales procuran destrozar a la competencia.
Y, en muchas comunidades de todo el mundo, se están cometiendo delitos de odio racial y étnico.
Pero qué diferentes somos los testigos de Jehová, ¿no es cierto?
Nosotros estamos unidos y no dejamos que nada nos divida.
Ahora bien, ¿por qué tiene cada uno de nosotros que proteger esa unidad?
¿No podemos esperar que Jehová la proteja por nosotros, que haga todo lo que sea necesario para que nunca la perdamos?
No del todo.
Proteger la unidad de nuestro pueblo es una responsabilidad que Jehová nos ha dado a cada uno de nosotros.
Debemos hacer nuestra parte para asegurarnos de mantenernos unidos y nunca dejar que nada nos separe.
¿Qué pasará si no lo hacemos?
Se pueden crear divisiones entre nosotros, situaciones muy parecidas a las que vemos en el mundo.
Eso mismo pasó allá en el siglo primero en Corinto.
Leamos juntos lo que Pablo escribió en 1 Corintios 1:11: ¿Cuál era el problema?
Unos decían: “Yo soy de Pedro”.
Otros decían: “Pues yo, de Pablo”.
Y otros más decían: “Pues yo soy de Apolos”.
Por eso es que en el capítulo 1, en el versículo 13, Pablo tuvo que decirles a sus hermanos cristianos: ¡Qué vergüenza manchar así el nombre de Jehová y la adoración pura!
Al permitir que hubiera divisiones entre ellos, aquellos discípulos hicieron que el cristianismo pareciera una religión cualquiera.
¿Podría suceder algo así hoy día en una de nuestras congregaciones?
Lo cierto es que sí.
Puede ocurrir si hay quienes se preocupan más por defender su propia opinión, su comodidad o sus preferencias que por defender la unidad del pueblo de Jehová.
Ser así de egoísta no es “fruto del espíritu” de Dios.
Más bien, refleja “el espíritu del mundo”.
Este mundo está empeñado en convencernos de que uno tiene que ponerse siempre por delante de los demás.
Pero Jehová nos enseña algo diferente.
1 Corintios 10:24 dice que no debemos buscar nuestro propio beneficio, “sino el de los demás”.
Y en el capítulo 13, versículo 5, Pablo dijo que el amor “no busca sus propios intereses”.
Además, Romanos 15:3 dice que el Cristo no buscaba agradarse a sí mismo.
Así pues, no podemos darnos más importancia a nosotros mismos ni a los privilegios ni a nuestras opiniones que a la unidad de la que disfrutamos.
Si no protegemos bien nuestra unidad, seremos como un hombre que descuidadamente deja por ahí su billetera y viene un ladrón y se la roba.
Si pensamos solo en nosotros mismos, estamos descuidando nuestra unidad, y Satanás nos la va a robar.
Y no tenga ninguna duda: Satanás va a aprovechar la oportunidad, y la congregación sufrirá las consecuencias.
Recordemos que es nuestra responsabilidad personal cuidar y proteger nuestra unidad, no solo en la congregación, sino también en los grupos de predicación, en las familias, en los matrimonios y entre amigos.
Ahora vamos a hablar de cuatro maneras en las que podemos asegurarnos de cuidar y proteger nuestra unidad cristiana.
La primera de ellas es seguir las instrucciones de la organización de Jehová.
En el año 2020, cuando empezó la pandemia del COVID-19, todos recibimos instrucciones.
Se nos dijo cómo beneficiarnos de las reuniones, cómo continuar con la predicación y qué hacer para cumplir con lo que pedían las autoridades locales.
¿Le parecieron bien?
¿Estaba usted de acuerdo con las instrucciones?
Si no lo estaba, ¿de todas maneras siguió las instrucciones?
¿Las apoyó por completo?
En ese caso, usted contribuyó a proteger nuestra unidad.
Cuando todos vamos unidos en la misma dirección siguiendo las instrucciones de nuestra organización, tenemos buenos resultados.
¿Como cuáles?
Como los que tuvieron los cristianos de la congregación del siglo primero cuando obedecieron las instrucciones que les dieron los apóstoles y los ancianos de Jerusalén.
Hechos 16:4, 5 dice: Tanto las congregaciones como los hermanos individualmente obedecieron y se sometieron a las instrucciones del cuerpo gobernante de aquella época, compuesto por los apóstoles y los ancianos de Jerusalén.
¿Y vieron cuáles fueron los beneficios?
“Las congregaciones continuaron haciéndose firmes [...] y creciendo”.
Y eso es lo que ha sucedido gracias a que todos ustedes han seguido las instrucciones durante la pandemia del COVID-19.
Por ejemplo, ha aumentado muchísimo la asistencia a nuestras reuniones.
En el 2021, la asistencia a la Conmemoración fue la más alta de toda la historia.
¿Verdad que es maravilloso, hermanos, lo que Jehová puede conseguir cuando todos sus siervos colaboramos unidamente?
La segunda manera de proteger nuestra unidad tiene que ver con nuestra cultura.
En nuestra organización hay personas de todo tipo de culturas.
¿Verdad que es bonito conocer hermanos que usan otras formas de vestir, aprender de sus costumbres y probar sus comidas?
¡Nos encanta!
Pero ¿y si yo empezara a pensar que mi raza, mi etnia, mi gente, mi cultura, es superior?
¿No creen que si pensáramos así causaríamos divisiones?
Para conservar nuestra unidad, es mejor que no nos concentremos en esas pequeñas diferencias entre culturas, sino en lo que tenemos en común.
Por encima de todo somos testigos de Jehová, no africanos, asiáticos, norteamericanos, sudamericanos o europeos.
Nuestro pueblo son nuestros hermanos y hermanas espirituales, nuestra hermandad.
Nuestra cultura es el cristianismo verdadero.
Debemos estar dispuestos a adoptar la manera de pensar de Jehová, que aprendemos en su Palabra, y a dejar a un lado nuestras propias costumbres y nuestra cultura cuando sea necesario.
Así estaremos unidos y no dejaremos que nada nos separe.
Es tal y como se predijo en el libro de Sofonías 3:9: ¡Qué maravilla!
La tercera manera de conservar la unidad tiene que ver con las diferencias de personalidad.
Hoy día, la gente del mundo se ofende por cualquier cosa, pero nosotros no queremos ser así.
En Eclesiastés 7:9, según la nota, dice: “No te apresures [...] a ofenderte”.
Y si alguien hace algo que nos hiere, en ese caso, tenemos la oportunidad —y también el deber— de demostrar que valoramos nuestra unidad por encima de todo.
¿Y cómo lo hacemos?
Colosenses 3:13 dice: Notemos que el texto habla de soportarnos unos a otros y perdonarnos unos a otros.
Si lo pensamos bien, hay ofensas que son tan insignificantes que no necesitamos que vengan literalmente a pedirnos perdón.
Recordemos que todos somos imperfectos, así que a veces lo mejor que podemos hacer es soportarnos y dejar pasar el asunto.
Por ejemplo, puede que alguien haya invitado a otros hermanos a su casa y no nos haya incluido a nosotros; o que se le haya pasado saludarnos en el Salón del Reino, o que no nos haya elegido para comentar.
Estas cosas pueden hacer que nos sintamos ofendidos o incluso dolidos.
Pero no es que esos hermanos hayan pecado contra nosotros y tengamos que perdonarlos.
Son cosas que se hacen sin querer, por la imperfección, y tenemos que aprender a soportarlas.
Ahora bien, si resulta ser que un hermano comete de verdad un pecado contra nosotros, algo serio, que nos da una razón de queja, ¿qué es lo que nos dice este texto que debemos hacer?
Dice que nos perdonemos con generosidad.
Jehová lo perdonó con generosidad a usted, y también a mí.
Es imprescindible aprender a soportarnos y perdonarnos si queremos mantenernos unidos sin que nada nos separe.
La cuarta manera de mantener nuestra unidad es ayudar a los hermanos en tiempos difíciles.
En algunos países, además del COVID-19, los hermanos han tenido que enfrentarse a otros desastres, como huracanes, incendios y volcanes.
Y todo eso sin contar con otras dificultades que pudieran ser más comunes, como los achaques de la vejez, la pérdida de un ser querido, problemas de salud...
Lo cierto es que la lista es interminable.
¿Qué hacemos todos los testigos de Jehová cuando nuestros hermanos pasan por momentos difíciles?
Les brindamos ayuda al instante.
Estamos siempre ahí, a su lado.
En este mundo tan egoísta y dividido, esto no es algo de poca importancia.
Es algo que nunca debemos dar por sentado.
Jesús dijo en Juan 13:34, 35 que este tipo de amor, que hay que demostrar con hechos, libre de egoísmo, permitiría saber quiénes son sus discípulos.
Así pues, queridos hermanos, si nos esforzamos por proteger nuestra unidad de estas cuatro maneras que hemos analizado, demostraremos sin lugar a dudas que somos los verdaderos discípulos de Jesucristo.
Él sabía la importancia de la unidad.
Justo la noche antes de que lo mataran, él estaba muy preocupado por que sus discípulos mantuvieran su unidad.
En el libro de Juan, capítulo 17, él oró así.
Leamos los versículos 20 al 22: Está claro: Jehová contestó esa oración.
Él nos está enseñando a mantenernos unidos y no dejar que nada nos separe.
Por tanto, queridos hermanos, esforcémonos más que nunca por proteger nuestra valiosa unidad cristiana por medio de De esa forma, Satanás no tendrá ninguna oportunidad de robarnos nuestra unidad.
Más bien, nos mantendremos siempre unidos y no dejaremos que nada nos divida.
Sin lugar a dudas, la pandemia del COVID-19 ha sido un periodo difícil para todos.
Por desgracia, algunos de nuestros hermanos perdieron a seres queridos debido al virus.
¿Cómo les podemos demostrar nuestro amor a estos hermanos en medio de la pandemia?
Veremos cómo lo han hecho algunos en el siguiente video.
Mi esposo se contagió de COVID-19 y lo llevaron al hospital a cuidados intensivos.
Dos días después, murió.
Ni siquiera pudimos despedirnos.
No pudimos vernos ni hablar por última vez.
En marzo de 2020, mi esposo y yo tuvimos coronavirus, y mi esposo falleció.
Así que me quedé sola.
Estar confinada y aislada por tanto tiempo fue muy duro.
Y por eso me deprimí.
Tengo que decir que esa fue la época más triste y más difícil de mi vida.
Mi esposo se contagió de COVID y le costaba respirar.
Así que llamé a emergencias, y mandaron una ambulancia.
Y, de camino al hospital, su corazón se paró.
Me bloquearon la cuenta del banco, tenía deudas… También me contagié de COVID.
Y además el dueño de la casa me dio una semana para que me fuera.
Mi esposo solía encargarse de todo.
Pero ahora soy yo la responsable de enseñarles a mis hijos la verdad.
Como necesitaba ayuda, los ancianos me enseñaron a prepararme para la adoración en familia.
Y eso era justo lo que necesitaba en ese momento.
Había veces en las que estaba muy desanimada.
Me sentía muy débil.
Las hermanas se interesaron mucho por mí, y eso fue lo que me ayudó.
De hecho, no pasaba ni un solo día sin que me llamaran.
Me sentía cansada, no tenía fuerzas.
No me sentía capaz de hacer nada.
Pero los hermanos me ayudaron a hacer la mudanza, a limpiar la casa e incluso me ayudaron económicamente.
Los hermanos fueron mis brazos, fueron mis piernas, me apoyaron en todo… Era como si mi familia espiritual me llevara en brazos.
Todo lo que los hermanos hicieron por mí en esos momentos tan difíciles —los mensajes, las tarjetas, las flores— me mostró la clase de familia que tengo.
Eso es lo que los niños necesitaban ver: que no estábamos solos, que los hermanos estaban ahí para ayudarnos, aunque no pudieran estar aquí con nosotros.
Los hermanos me han animado de muchas maneras.
La verdad es que hicieron muchas cosas para hacerme sentir mejor.
He recibido cartas de precursores de toda Italia.
También me han hecho llamadas, videollamadas… Y he recibido muchos mensajes.
Con esta situación me he dado cuenta de algo: de que siempre habrá alguien a quien Jehová usará para animarme.
Al principio me sentía débil y sin fuerzas, pero Jehová me dio poder y me ayudó mediante la congregación.
El día después de que mi esposo falleciera, me impresionó abrir la puerta y ver a los hermanos ahí afuera cantándonos una canción.
En ese momento, pensé: “No estamos solos, tenemos a nuestra familia espiritual”.
Empecé a tener conversaciones más profundas con Jehová.
Antes se lo contaba todo a mi esposo, pero ahora le cuento todos mis problemas y mis preocupaciones a Jehová.
Tengo un pequeño diario donde anoto todas las cosas que Jehová hace por nosotros.
Lo escribo porque quiero contárselo todo a mi esposo cuando lo vuelva a ver.
No me sentí sola en ningún momento.
Siempre sentí que formaba parte de una familia que me cuidaba y que me apoyaba. He visto claramente el amor de Jehová y también la ayuda que me ha dado.
Él puede hacer cualquier cosa para que nos sintamos mejor cuando pasamos por pruebas.
Ver el apoyo de Jehová por medio de los hermanos me da la seguridad de que también me ayudará en el futuro.
Tengo la absoluta certeza de que Jehová siempre estará conmigo.
Estoy totalmente segura.
Ninguna pandemia ni ninguna otra situación difícil puede impedir que Jehová nos dé su ayuda cuando estamos sufriendo.
Sentimos de todo corazón que tantos hermanos hayan sufrido así durante la pandemia.
Pero lo cierto es que ninguno de nosotros es inmune al “suceso imprevisto”.
Lo bueno es que Jehová siempre está ahí para ayudarnos a aguantar.
A menudo, nos ayuda mediante hermanos que nos demuestran cariño y amor.
Y nos ayudamos unos a otros cuando hay desastres, pero también en asuntos de la vida diaria.
Eso es lo que vamos a ver en el siguiente video.
Todo lo que sé sobre el mantenimiento del Salón del Reino lo aprendí del hermano Ho-jin Kang.
Él me dio el empujoncito que necesitaba para animarme a hacer más.
Me enseñó a hacer las cosas bien y siempre me trató con mucho cariño y bondad.
Hace poco me pidió que le prestara una escalera, ¿y cómo se la iba a negar?
Mi amor, no se te olvide la lista de la compra.
Es lo que hace falta para la comida que tendremos con los Young.
Ajá.
¿Por qué te llevas la escalera?
Ah, es que me la pidió el hermano Ho-jin.
Oh, el hermano Ho-jin.
¿Sabes si está bien?
Había escuchado que se compró un bastón.
¿Un bastón?
¿Ho-jin?
¡¿Cómo va a ser?!
¡Si él está tan fuerte como un toro!
Sí, yo sé que está fuerte, pero me preocupó escuchar eso.
No importa, ya me dirás cómo lo ves.
¡Y no se te olviden las cosas! ¡Ciao! ¿Ho-jin?
¿Un bastón?
No, no creo.
¡Ya voy!
¡Un momentito!
—Oh, perdón.
—No, está bien.
¿Se encuentra bien?
Sí, es que ya no puedo bajar las escaleras tan rápido como antes.
Iba de camino a la tienda y pensé en traerle la escalera.
¡Ay, muchas gracias!
Déjala ahí atrás.
Ya casi es hora de comer.
Después limpio las hojas del techo.
No es que haya tanta prisa.
Okey, ahí se la dejo.
¡Hasta luego!
Gracias.
¿Va a subir al techo?
Hola, cariño.
Entiendo.
Pero ¿qué hacemos con los Young?
Se supone que lleguen aquí en menos de una hora.
Lo sé.
Compré todas las cosas que me dijiste, pero es que me da cosa dejarlo así.
Me puse a pensar en la historia del buen samaritano.
Cuando alguien necesita nuestra ayuda, no podemos ser como el sacerdote o el levita, que no hicieron nada.
A diferencia de ellos, el samaritano se detuvo, pensó en lo que aquel hombre necesitaba y se tomó todo el tiempo necesario para ayudarlo.
¡Y era un hombre que no había visto nunca antes en su vida!
Es cierto, y como dice en la Biblia: “Hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe”.
Sí, amor.
Mira, se me ocurre una cosa.
Si quieres, no les canceles a los Young.
Voy a volver a casa del hermano Ho-jin, voy a buscar la escalera y le voy a decir que regresaré el sábado por la tarde para ayudarlo a sacar las hojas del techo.
¡Qué bonito es poder ayudar a nuestros queridos hermanos, que con tanto cariño cuidan de nosotros!
¿Qué podemos aprender de este video tan bonito?
Que, si pensamos de verdad en lo que necesitan nuestros hermanos, veremos que hay muchas cosas que podemos hacer por ellos para demostrarles nuestro amor.
En este mundo, las personas pueden sentirse solas y rechazadas por muchos motivos.
Eso fue lo que le pasó a Jeson Senajonon. Veamos.
Recuerdo que mi vida no tenía nada de especial.
Me llamo Jeson y soy sordo.
Fue muy difícil crecer con esta discapacidad.
Cuando era pequeño, veía a la gente riéndose y a las familias mostrándose cariño.
Lo único que hacía era caminar por el vecindario y fijarme en lo que hacían los demás.
También veía a unas personas que caminaban y hablaban con la gente, y me preguntaba qué estaban haciendo.
Todo era un misterio para mí.
Pero un día pasó algo nuevo: vi a unos niños de mi edad jugando y me invitaron a ir con ellos.
Pensé: “¿Me están llamando a mí?”.
No podía creer que quisieran que jugara con ellos.
Por primera vez sentí que alguien quería estar conmigo.
Y así fue como nos hicimos tan buenos amigos.
Los años pasaron volando.
Fuimos creciendo y descubriendo cosas nuevas juntos.
La pasábamos tan bien que nada de lo que hacían me parecía mal.
Con ellos aprendí a fumar y a beber… a beber mucho.
Pensaba que era la mejor época de nuestras vidas, que todo lo que hacíamos estaba bien, que era lo normal.
Un día los testigos de Jehová estaban buscando a personas sordas por mi vecindario, y me encontraron.
Al principio, estaba un poco nervioso, pero ellos fueron muy amables y simpáticos.
Me enseñaron muchas cosas, hasta a decir mi nombre en lenguaje de señas.
Con el tiempo, empecé a estudiar la Biblia con ellos.
Aprendí muchas cosas, y por fin llegué a conocer a Jehová, el único Dios verdadero.
También aprendí lo que le gusta y lo que no le gusta.
Estudiar la Biblia me hizo pensar en el tipo de vida que llevaba.
Me di cuenta de que a Jehová no le gustaban las cosas que hacía antes.
Cada vez amaba más a Jehová, así que supe exactamente lo que quería hacer.
Empecé a ir a las reuniones y, gracias a eso, pude hacer nuevos amigos en la congregación.
La Biblia cambió totalmente mi vida.
Como le quería dar a Jehová lo mejor de mí, decidí dedicarme y bautizarme.
Eso me hizo feliz de verdad.
Ahora estoy en el servicio de tiempo completo y me encanta predicar las buenas noticias.
Me nombraron siervo ministerial y me invitaron a trabajar como voluntario en Betel.
Participar en estas actividades espirituales me hace muy feliz.
Jamás me habría sentido así si no estuviera en la organización de Jehová.
Me gustaría decirles a todos los sordos que todavía no conocen a Jehová que estudiar la Biblia con los Testigos es lo mejor que pueden hacer.
Mírenme a mí, yo antes no sabía leer ni escribir.
He aprendido que, aunque no podamos oír, sí que podemos ser amigos del único Dios verdadero.
Deseo de verdad que lleguen a conocerlo para que sientan su amor y sean tan felices como yo.
Jehová me ha ayudado muchísimo.
Por eso, siempre le daré las gracias y lo amaré con todo mi corazón.
Si usted es sordo y le gustaría aprender más sobre la Biblia, sepa que es posible que este mismo programa esté disponible en su lenguaje de señas.
Además, acepte la invitación de Jeson y estudie la Biblia con los testigos de Jehová.
Usted también puede llegar a ser un buen amigo de Dios y formar parte de una familia de hermanos que lo querrán muchísimo.
Como vimos anteriormente, podríamos perder la unidad si permitimos que las diferencias de personalidad nos afecten.
En el siguiente video, veremos lo que podemos hacer para dejar a un lado el resentimiento y proteger nuestra unidad.
Hace muchos años, empecé a trabajar en una empresa y ayudé a una hermana a conseguir un puesto de trabajo allí también.
A lo mejor me equivoqué, pero tiempo después, no sé, me dio la impresión de que la hermana como que quería estar a cargo de todo.
Y eso me hacía sentir muy incómoda.
Unos meses después me despidieron y, la verdad, me dolió mucho.
Mi mamá siempre me decía que hay que portarse “como uno de los menores” y que no hay que darle mucha importancia a las cosas.
Así que no me quejé ni dije nada.
Simplemente me fui.
Por diferentes circunstancias, mi familia se cambió de congregación, y no volví a ver a la hermana en mucho tiempo.
En esos años, cada vez que leía en la Biblia que tenemos que perdonar o que escuchaba hablar del tema en las reuniones, mi conciencia me atormentaba porque sabía que no lo estaba haciendo bien.
No estaba siguiendo este consejo.
Cuando teníamos asamblea, la pasaba muy mal.
Me ponía nerviosa pensar que podía encontrármela allí.
¿Qué iba a hacer si la veía?
¿Qué le iba a decir?
Estaba tan preocupada que casi no podía disfrutar de la asamblea.
Poco después de la muerte de mi mamá, nos tocaba la asamblea regional.
Yo estaba bastante sensible.
De pronto, en la asamblea, vi a la hermana, y me pregunté: “¿Qué va a pasar ahora?”.
Entonces, ella se acercó a mí, me abrazó y me dio un regalito.
Ese día, por fin, pude hacer las paces con ella y sentí que me quitaba un peso de encima.
Si las dos hubiéramos puesto en práctica antes lo que dice Colosenses 3:13 sobre el perdón, ninguna habría tenido que llevar ese peso por tantos años.
Me alegra mucho decir que ahora Mona y yo somos muy buenas amigas.
Servimos juntos en la misma congregación como ancianos.
La relación que tengo hoy con Luis es una relación de amigos.
Pero, ya cuando se trasladó al campo laboral, esa relación bonita se fue opacando.
Bueno, yo como constructor soy constructor a la antigua, de los que hacemos de todo.
Tal vez yo sentía mucho orgullo, que alguien llegara y me dijera cómo hacer algunas cosas.
Como yo soy el jefe de mi cuadrilla, yo de una vez digo: “Bueno, ¿quién es él aquí?
¿Él tiene algún derecho o alguna opinión aquí?”.
Entonces, yo me encargué de hacerlo completamente a un lado al hermano.
Yo sé que, cuando yo entraba por una puerta del Salón del Reino y veía al hermano Luis, buscaba toda excusa posible para evitarlo, ni siquiera lo saludaba.
Ninguno de los dos nos saludábamos.
Para mí, la batalla interna entre el ser carnal y el ser espiritual era una batalla muy dura.
Fueron varios años así.
Algo que ahora pienso: “Desperdicié el tiempo”.
Algo que me hubiera ayudado a mantener la paz y la unidad con mi hermano es ser obedientes a lo que dice Jehová, a lo que dice la Biblia, a lo que escuchamos en las reuniones.
Lamentablemente, yo no fui obediente.
Una lección que puedo aprender de esto es que Jehová siempre tiene la razón.
En el mismo momento en que pase algo, deberíamos inmediatamente actuar.
El mismo Carlos Henry es el que en un momento me detiene y me dice: “Nosotros no podemos seguir así”.
Que él dio un paso muy importante para que nosotros nos arregláramos.
Para ser feliz, uno tiene que aplicar las normas que encuentra en la Palabra de Dios.
En las palabras que están citadas en Romanos 14:19, se nos anima a ir tras las cosas que contribuyen para la paz.
Lo que puedo decir que habría hecho diferente es no haber dejado que pasara tiempo, más prontamente haber buscado al hermano y haber restablecido aquella amistad nuevamente.
Aunque es cierto, uno no recupera el tiempo, pero recupera un hermano.
Mi relación ahora con Luis es de un amigo, y un amigo verdadero.
Cuando a Cecilia la despidieron de su trabajo, ella se sintió muy dolida.
Estuvo enojada con su hermana por mucho tiempo.
Y eso la tenía muy inquieta.
Carlos y Luis también permitieron que las diferencias que había entre ellos los alejaran.
La lección está clara: tenemos que soportarnos y perdonarnos unos a otros.
Nos alegra muchísimo que en nuestra hermandad haya tanta diversidad cultural.
Pero, como veremos en el siguiente video, tenemos que estar atentos para que nunca pongamos nuestra cultura local por encima de los principios bíblicos.
Como canadiense, tenía cierta idea de lo que era la hospitalidad.
Para mí, era cuestión de invitar a unos hermanos a comer en casa, conocerlos un poco...
Yo tenía que tener un plan para atenderlos a ellos.
Pero no me había dado cuenta de cuánto había influido mi cultura, las costumbres de mi país, en esa idea que me había hecho de la hospitalidad.
La cultura en la que nos desarrollamos influye mucho en uno.
En la nuestra, se nos hace difícil confiar en los jóvenes y darles responsabilidades.
Y eso es algo que se ve incluso en la congregación.
A los ancianos les cuesta trabajo confiarles a los jóvenes ciertas asignaciones o privilegios de servicio.
La mayoría de las veces no se les toma en cuenta.
A veces se dicen cosas como: “Todavía le falta.
Necesita más experiencia, madurar más”.
Yo también pensaba así.
Y me di cuenta de que esas ideas que había tenido estaban equivocadas, porque Jehová no piensa así.
Cuando tuve la oportunidad de ir a la asamblea en Ucrania, mi forma de ver la hospitalidad cambió por completo.
Cuando llegamos al aeropuerto, ya había allí un montón de hermanos para recibirnos.
Todos estaban contentos y sonrientes.
Nos abrazaban...
Día tras día en ese viaje, pudimos ver que los hermanos siempre buscaban cómo consentirnos.
Hicieron mucho más que tan solo darnos de comer y pasar un rato con nosotros.
Se encargaron de atender todas nuestras necesidades.
Y a veces me preocupaba que no atendieran sus propias necesidades.
Pero a ellos eso no les quitaba el sueño.
Querían estar ahí para atendernos.
Mi esposa y yo quedamos muy impresionados.
De hecho, recuerdo que una tarde, al llegar al hotel, nos pusimos a pensar en todo lo que habíamos vivido en ese día.
Y nos preguntamos si alguna vez habíamos estado dispuestos a sacrificar tanto por los demás.
Creo que los de mi cultura a veces nos quedamos en nuestra zona de confort.
Y llegué a la conclusión de que, sin darme cuenta, había estado poniendo límites a mi hospitalidad, porque así me sentía cómodo.
Era a lo que estaba acostumbrado por mi cultura.
Y mi experiencia en Ucrania me ayudó a ver que tenía que sobrepasar esos límites cuanto antes.
Nos quedó muy claro que eso es lo que Jehová piensa de la hospitalidad.
Hay que fijarse en lo que necesitan los hermanos y darles lo que necesitan.
Cuando entendí la forma de pensar de Jehová, cambié mi forma de pensar.
Algo que me ayudó fue fijarme en los videos de la organización.
En ellos vi a jóvenes que servían como ancianos o que se encargaban de otras tareas espirituales.
En el pasado, le dábamos demasiada importancia a la experiencia.
Yo también lo hacía.
Pero para Jehová hay cosas más importantes que la experiencia.
Eso no lo es todo para él porque, más que en la experiencia, Jehová se fija en las cualidades espirituales de la persona.
Así que, después de que regresáramos de Ucrania y de haber vivido momentos tan bonitos, decidimos estudiar este tema en nuestra adoración en familia.
Y nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algunos cambios y de que queríamos hacer esos cambios.
Así que nos pusimos objetivos específicos.
Decidimos deshacernos de la idea anterior que teníamos sobre la hospitalidad.
Queríamos ir más allá de nuestra zona de confort.
Cuesta trabajo, porque uno tiene que continuamente esforzarse por salirse de esos límites que uno se impone a sí mismo.
Y, como no queríamos que nuestro punto de vista volviera a cambiar con el tiempo, tuvimos que comprometernos con los cambios.
No es fácil cambiar la forma de pensar con la que uno crece.
Es una lucha constante.
Siempre puede quedar en nuestra personalidad algún rastro de nuestra cultura que debemos cambiar, pero tenemos que hacer los cambios para agradar a Jehová.
Ahora me alegra mucho trabajar junto a esos jóvenes, hablar con ellos y ver todo el potencial que Jehová ve en esos hermanos fieles.
Jehová está muy contento con estos jóvenes.
Yo sé que él está sumamente orgulloso por todo lo que estos muchachos hacen para servirle.
Como aprendimos en este video, es bueno que le pidamos a Jehová que nos ayude a analizarnos con sinceridad.
Si siempre ponemos la forma de pensar de Jehová por encima de nuestra cultura local, protegeremos nuestra valiosa unidad cristiana.
Gracias al internet y a otras tecnologías, el Cuerpo Gobernante puede atender las necesidades de los hermanos de maneras que hace solo unos años no eran posibles.
Todo esto pudiera parecer algo nuevo, pero en realidad no lo es.
En el siguiente video, veremos cómo miembros del Cuerpo Gobernante del pasado se esforzaron por estar en contacto con los hermanos y cuidarlos sin importar dónde estuvieran.
El Cuerpo Gobernante siempre ha sentido la gran responsabilidad de obedecer estas palabras de Jesús: “Alimenta a mis corderos. […] Pastorea a mis ovejitas”.
Hoy día, la tecnología nos permite sentir que los hermanos del Cuerpo Gobernante son nuestra familia.
Pero ¿sintieron lo mismo los hermanos en el pasado?
Vayamos a enero de 1945.
Los hermanos Knorr y Franz iniciaron una gira que duró cuatro meses.
Visitaron varios países de Latinoamérica y acabaron celebrando varias asambleas en Norteamérica.
Su objetivo era visitar sucursales que ya existían, establecer otras nuevas y promover la predicación del Reino.
En estos viajes —conocidos como giras de servicio— supervisaban el trabajo en las sucursales, daban discursos en asambleas, dedicaban nuevas instalaciones, visitaban hogares misionales remotos y también se reunían con congregaciones de la zona.
Todo esto en unos cuantos días.
Daban instrucciones sobre la predicación, sobre cómo dirigir las reuniones y explicaban cómo iba la obra por todo el mundo.
Además, también dedicaban tiempo a predicar con los hermanos.
En una de estas giras, pararon en Guatemala y visitaron una congregación pequeñita, de solo ocho personas.
Estos hermanos amaban la predicación, y sé por experiencia propia que el hermano Knorr quería de todo corazón a los misioneros.
Por eso, como había mandado a algunos de ellos a Latinoamérica, quería ver cómo les estaba yendo, así que los visitó.
A lo largo de los años, viajó por todo el mundo y visitó tantos hogares misionales como pudo.
Se reunía con cada misionero para saber qué problemas afrontaban o si necesitaban un alojamiento mejor, para ver si había interés por la verdad en la zona e incluso analizar si hacía falta una nueva sucursal o comprar una propiedad.
El hermano Knorr amaba la hermandad, especialmente a los misioneros y a los betelitas.
Aunque solo tuviera 15 o 20 minutos, cuando hacía una parada en una estación de tren o en un aeropuerto, aprovechaba ese tiempo para animar a los hermanos y motivarlos a seguir predicando.
El hermano Knorr estaba muy preocupado por el bienestar de los hermanos que vivían en los países de Europa desgarrados por la Segunda Guerra Mundial.
En noviembre de 1945, él y el hermano Henschel visitaron Gran Bretaña, Francia, Suiza, Bélgica, los Países Bajos y Escandinavia.
Imagínense cómo estarían las cosas tan solo unos meses después de la guerra.
Las vías del tren y los puentes estaban destruidos, y no era fácil viajar de una ciudad a otra.
No estaban allí para hacer turismo, estaban allí para trabajar duro por los hermanos.
Hicieron esto porque realmente querían ayudar y animar a los hermanos de estos países, porque de verdad los amaban.
Después de visitar a los hermanos en una Europa devastada por la guerra, los hermanos Knorr y Henschel empezaron una gira muy larga y difícil de 76.000 kilómetros (47.000 millas).
En algunos de esos lugares, había pocos Testigos o ninguno.
Si no había sucursal en el país que visitaban, se reunían con algunas congregaciones en hogares privados, asistían a las reuniones y acompañaban a los publicadores a las casas de personas interesadas para reunirse con ellas.
Solían alquilar lugares para hacer reuniones públicas, y los hermanos Knorr y Henschel iban a las calles para anunciar el discurso que se iba a dar esa noche.
El propio hermano Knorr hasta montaba en bicicleta con otros hermanos para anunciar sus discursos.
Y cientos de personas asistían a estas reuniones, aunque en una ocasión el hermano Knorr recibió una nota con una amenaza.
Bueno, las cosas no siempre salían como se habían planeado.
En una ocasión, los hermanos Knorr y Henschel estaban viajando por África y, en Nigeria, tenían que dar discursos en dos asambleas.
Para ir a una de ellas, tenían que hacer un largo viaje por carretera de 640 kilómetros (400 millas).
Así que salieron a las tres y media de la madrugada.
Pero, como tuvieron problemas con el auto, perdieron 18 horas, y se dieron cuenta de que no llegarían a tiempo.
Entonces decidieron volver a la sucursal, que estaba en Lagos.
Pero, para volver, tardaron 24 horas a través de la selva, y tuvieron más problemas con el auto.
Cuando llegaron, descansaron un poquito y se fueron a la siguiente sucursal.
El hermano Knorr amaba a los hermanos y disfrutaba estando con ellos.
Recuerdo muy bien que, después de su discurso final, se puso a saludarnos a todos.
Y los que estábamos en el auditorio sacamos nuestros pañuelos y los saludamos durante un buen rato.
Pero eso no fue todo.
Después se fue a la estación con el hermano Henschel para despedirse de todos los hermanos que se iban en los trenes.
Y les decían en alemán: “¡Adiós!
¡Buen viaje!”.
Estuvieron allí hasta las diez y media de la noche.
No estaban preocupados por ellos mismos, sino que se preocupaban por los hermanos.
En 1952 se quiso hacer una reunión especial en Atenas, pero las autoridades no lo permitieron por la presión de la Iglesia.
Pero, como el hermano Knorr no quería perder la oportunidad de animar a los hermanos griegos, planeó algo distinto.
Él y el hermano Henschel irían en taxi a las casas de diferentes hermanos para dar un discurso de unos 20 minutos.
Lo hicieron a pesar de que corrían el riesgo de ser arrestados por reunirse.
De esta forma, pudieron estar con 905 hermanos griegos.
Al recordar ese día, el hermano Knorr escribió: “Fue una de las experiencias más inolvidables de nuestras vidas”.
El hermano Franz visitó España muchas veces para animar a los hermanos.
De hecho, en los años cincuenta la obra estaba prohibida, y él estaba muy preocupado por ellos.
En una ocasión, el hermano Franz y su acompañante estacionaron cerca de la casa de un tal hermano García, que los estaba esperando y que era mecánico.
Abrieron la cubierta del motor y le preguntaron a un vecino si había algún mecánico cerca.
El vecino les indicó la casa del hermano García, que al verlos les dijo: “Tienen que venir a mi taller”.
Y así, el hermano Franz pudo reunirse con los hermanos que estaban allí esperándolo.
Más tarde, cuando tuvieron que ir caminando a la reunión, el hermano Franz se puso una boina y un abrigo de piel de oveja, que era la ropa típica de la zona.
Y, de esta forma, pasó desapercibido.
La verdad es que estos hermanos eran muy cariñosos y muy valientes.
Se esforzaron mucho por ayudar a los hermanos de países en los que la obra estaba prohibida a mantenerse activos.
Ellos incluso pusieron en riesgo su libertad.
Por ejemplo, el hermano Franz fue arrestado en Barcelona, España.
Sus horarios eran muy apretados, y eso debió ser agotador.
Si iban a un país donde la obra estaba prohibida, solían visitar a los funcionarios del gobierno para pedirles que legalizaran a los testigos de Jehová.
El hermano Knorr visitaba todas las sucursales para animar a los hermanos y también hablaba con los misioneros.
Pero, a partir de los años cincuenta, hubo tanto crecimiento que él ya no podía hacerlo solo.
Por eso pensó que sería bueno capacitar a otros para que pudiéramos ayudarlo con el pastoreo.
De esta forma, los hermanos estarían bien cuidados y el trabajo en las sucursales se haría en unidad.
En una de las giras del hermano Henschel por África, en 1963, asistió a una asamblea en Gbarnga, en Liberia.
De repente, unos soldados irrumpieron en la asamblea y arrestaron a algunos hermanos, incluido el hermano Henschel.
Lo golpearon tan fuerte con la culata de un rifle que pensó que iba a morir.
Aun así, se quedó con los hermanos para animarlos y ayudarlos a permanecer leales y a no transigir.
Cuando por fin lo liberaron, en vez de irse a su casa, continuó visitando otras sucursales.
Al volver a Estados Unidos nunca se comportó como si fuera un héroe o un mártir.
Veía estas situaciones como parte de su servicio a Jehová.
Los representantes de la central mundial querían que los delegados de las asambleas se sintieran cómodos.
Por eso, los hermanos Knorr y Henschel solían revisar personalmente los lugares e incluso negociaban los contratos.
Años después, el hermano Jaracz también visitaba los hoteles para asegurarse de que estaban limpios y en buenas condiciones.
¡Y hasta probaba las camas!
El hermano Knorr conocía muy bien la situación de los hermanos en la Unión Soviética.
Les escribió muchas cartas en las que los animaba a seguir las instrucciones de la organización.
Una de ellas cayó en las manos de la KGB, y ellos modificaron su contenido.
Pero, cuando el hermano Knorr se enteró, les dijo a los hermanos que se fijaran en el espíritu de la carta, porque así se darían cuenta de si venía de la organización o si era falsa.
Y es que la organización siempre trata de unir a los hermanos, no de dividirlos.
Los miembros del Cuerpo Gobernante estaban ayudando a los hermanos de otros países y al mismo tiempo estaban dirigiendo las obras de expansión de la central mundial, atendiendo varios asuntos legales, organizando asambleas en Estados Unidos y discursando en ellas, dando discursos en la Escuela de Galaad, en las graduaciones y en las reuniones anuales… Y todo esto a la vez que cuidaban su espiritualidad y la de sus esposas, si estaban casados.
En las siguientes décadas, habría mucho más crecimiento, pero también más desafíos.
¡Qué bonito ver todo lo que hicieron nuestros queridos hermanos por atender a nuestra gran familia espiritual!
Y eso no es todo.
En un video futuro, veremos otras cosas que hizo el Cuerpo Gobernante en el pasado para promover la unidad.
Llegó el momento de ver el nuevo video musical.
Trata sobre lo maravillosa que es nuestra unidad.
♪♪ ¡Llama a todos los hermanos!
¡Que se escuche nuestra voz!
Servimos a un solo Dios juntos como una sola hermandad.
Solo se oye una voz, un solo idioma, una sola verdad.
Del norte o del sur, en nuestro interior nos une un profundo amor.
Igual que a las gotas que hay en el ancho mar, sabemos que nada nos puede separar.
No importa qué pase, recuerda esta canción.
¡Los testigos de Jehová tenemos un mismo corazón!
Es cierto, podemos ser diferentes en cada lugar.
Pero qué inmenso placer vivir felices en paz y unidad.
Estés donde estés, estoy junto a ti, por eso te quiero decir: Igual que a las gotas que hay en el ancho mar, sabemos que nada nos puede separar.
No importa qué pase, recuerda esta canción.
¡Los testigos de Jehová tenemos un mismo corazón!
¡Hagamos oír nuestras voces!
Igual que a las gotas que hay en el ancho mar, sabemos que nada nos puede separar.
No importa qué pase, recuerda esta canción.
¡Los testigos de Jehová tenemos un mismo corazón!
¡Un mismo corazón!
¡Un mismo corazón! ♪♪ El programa de este mes nos ha animado a mantenernos unidos y no dejar que nada nos divida.
Puede que a veces estemos aislados; pero, si estamos con Jehová, nunca estaremos solos.
Aprendimos a no permitir que las diferencias personales o culturales perjudiquen nuestra unidad.
Gracias a que dio los pasos necesarios para hacerse amigo de Jehová, Jeson llegó a formar parte de una hermosa familia espiritual.
Se nos animó a buscar oportunidades de demostrarles amor a nuestros hermanos.
Y vimos algunas maneras en las que el Cuerpo Gobernante se ha esforzado a lo largo de la historia por fomentar la unidad.
Ahora veremos la videopostal de este mes.
Visitaremos la isla de Terranova, en Canadá.
Terranova es una gran isla situada en el extremo este de Norteamérica.
Es una tierra muy singular, de grandes contrastes climáticos, y tiene una amplia variedad de hermosos paisajes.
La verdad llegó aquí hace más de 100 años por medio de la hermana Edith Mason.
Ella era una precursora soltera de Nueva Escocia.
En 1914, tomó la decisión de irse ella sola a predicar a Terranova, donde en ese momento no había ningún testigo de Jehová.
Después de orar mucho y hacer muchos preparativos, se las arregló para llevar allí el “Foto-Drama de la Creación”, en 1916.
Más de 10.000 personas vieron aquella histórica producción audiovisual.
Al principio, una parte de la predicación se hacía en barco.
A lo largo de los años, se utilizaron cuatro barcos misionales para cubrir más de 6.400 kilómetros (más de 4.000 millas) del amplio territorio costero de la isla.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el número de publicadores aumentó.
Y en 1945 se estableció una sucursal y llegaron los primeros misioneros graduados de Galaad.
La sucursal siguió funcionando hasta el año 1981.
Cuando salieron de Galaad, Bernie y Elizabeth Mahler fueron asignados a Terranova y ayudaron a fundar la congregación Bonavista, en 1952.
Hoy día, la congregación Bonavista tiene 38 publicadores y cuatro precursores regulares.
Todavía hay mucho trabajo por hacer en Terranova.
Casi un 30 % del territorio sin asignar de Canadá está en esta isla.
Todos los que vienen a ayudar con la predicación disfrutan de la famosa hospitalidad de la gente de estas tierras.
Los hermanos y hermanas de la congregación Bonavista nos envían sus saludos y amor cristiano.
Al principio del programa, vimos un adelanto de la asamblea regional de este año, “Busquen la paz”.
Ahora queremos mostrarles un adelanto de la producción audiovisual, que se titulará Jehová nos guía por el camino de la paz.
Hay un Dios en los cielos que revela los secretos.
Y él le ha anunciado al rey Nabucodonosor lo que va a suceder en la parte final de los días.
El sueño que tuvo el rey Nabucodonosor —y que Daniel le interpretó— es una profecía que tiene que cumplirse para que la humanidad tenga auténtica paz.
Jehová sabe lo que pasará cientos y hasta miles de años antes de que suceda.
Y, como los dedos de los pies eran en parte de hierro y en parte de barro, del mismo modo el reino será en parte fuerte y en parte frágil.
La historia ha demostrado que todos los tipos de gobierno que el ser humano ha probado han fracasado.
Jehová es el único que puede guiar a la humanidad para que consiga verdadera paz.
Él guio a su pueblo en el pasado, y profetizó que ayudaría a su pueblo en el futuro a alcanzar la auténtica paz.
Eso no es solo una predicción, ¡es una garantía!
Estamos seguros de que el Reino de Dios traerá la paz que buscamos.
En cuanto a la asamblea, hay otra cosa más muy emocionante que me gustaría compartir con ustedes.
Es para mí un gran placer anunciar que al final del programa de la asamblea podremos cantar una nueva canción.
La música y la letra ya están disponibles en jw.org.
El Cuerpo Gobernante quiere que todos nosotros ensayemos esta nueva canción.
Y, si alguien necesita un poco de ayuda para descargarla, por favor, denle una mano y ensayen con él.
Y así todos podremos alabar a nuestro Dios, Jehová, desde lo más profundo del corazón. Antes de concluir con este programa, por favor, recuerden lo mucho que los queremos a todos y cada uno de ustedes.
Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting.