James Mantz: “Toda cosa a gente de toda clase” (1 Cor. 9:22)

“Se sentía cómodo tanto al lado de refinados intelectuales como de humildes fabricantes de tiendas de campaña.

Persuadía lo mismo a altos dignatarios de Roma que a sencillos campesinos de Frigia.

Sus escritos motivaban a griegos liberales y a judíos conservadores por igual”.

Así es como La Atalaya del 1 de diciembre de 2005 describió al escritor inspirado del texto de hoy.

Con toda certeza, el apóstol Pablo dominaba el arte de hacerse “toda cosa a gente de toda clase”.

Vayan, por favor, al capítulo 20 de Hechos.

Leeremos el versículo 21.

Con estas palabras, Pablo describe su comisión como apóstol.

Mientras leemos Hechos 20:21, pensemos en su vasto territorio y en el propósito de su ministerio.

Dijo: “Antes bien, di testimonio cabalmente, tanto a judíos como a griegos, acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesús”.

Al igual que el apóstol Pablo, nosotros también tenemos la misión de predicar a toda clase de personas.

¿Pero es demasiado pedir que imitemos su ejemplo?

Veamos.

Una de las ventajas de Pablo era haber recibido una buena educación.

También contaba con la ventaja de ser ciudadano romano.

Y había sido un fariseo muy influyente.

Ninguno de nosotros ha conseguido todo eso.

Pero ¿era eso lo que acreditaba a Pablo como ministro de las buenas nuevas?

Es verdad que ser un abogado distinguido debió servirle para defender y establecer legalmente las buenas nuevas.

Pero, por otro lado, los antecedentes de Pablo pusieron ciertos obstáculos que él tendría que superar.

De esa manera, lograría predicar a toda clase de personas.

Pablo había sido fariseo, término que significa “separado”.

Esto quizás aludía al hecho de que, para los fariseos, era impensable mezclarse con los gentiles.

Aun así, Jehová eligió a Pablo para que fuera un apóstol.

¿A quiénes?

A los gentiles.

Indudablemente, Pablo tendría que examinarse a conciencia para erradicar cualquier prejuicio, pues solo así podría cumplir su comisión de predicar.

Los enormes cambios que hizo Pablo me hacen pensar en un hombre de Carolina del Norte.

Él fue ministro en una iglesia metodista por más de 25 años y entonces se hizo testigo de Jehová.

Había pronunciado cientos, si no es que miles, de sermones.

Con tales antecedentes, uno pensaría que hablar en público sería pan comido.

Sin embargo, me confesó que una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer fue pararse frente a todos en el Salón del Reino para leer la Biblia durante cinco minutos.

Sin duda, el ejemplo de Pablo le infundió ánimo a este humilde hermano.

Es verdad que el mensaje del Reino es para toda clase de personas.

Pero la manera de darlo a conocer no es como una gorra de béisbol que le queda a todo el mundo.

Si queremos ser eficaces como Pablo, tenemos que adaptar nuestra forma de presentar las buenas noticias del Reino.

Por eso, analicemos 3 cualidades que ayudaron a Pablo a ser un ministro eficaz.

Él fue cordial, flexible e ingenioso.

¿Por qué decimos que fue cordial?

Pablo conocía los antecedentes y las creencias de sus oyentes.

Recordemos lo que ocurrió cuando compareció ante el rey Agripa II.

Por favor tomen su Biblia y busquen Hechos capítulo 26.

Leeremos los versículos 2 y 3; noten que, según este pasaje, Pablo comienza la conversación felicitando a Agripa por conocer bien los antecedentes de la gente a la que gobernaba.

Hechos 26:2, 3 dice: “Acerca de todas las cosas de que soy acusado por judíos, rey Agripa, me considero feliz de que sea ante ti ante quien haya de presentar mi defensa este día, especialmente por cuanto eres perito en todas las costumbres así como también en las controversias entre los judíos.

Por eso te ruego que me oigas con paciencia”.

Pablo no intentaba adular al rey.

Sencillamente mencionó un detalle que conocía de su interlocutor para establecer un terreno común a partir del cual comenzar a predicar.

Pablo también fue flexible.

Piensen en lo que ocurrió cuando él y Bernabé entraron en la ciudad de Listra para predicar.

El relato se encuentra en el capítulo 14 de Hechos.

La gente de Listra era todo lo opuesto al rey Agripa y a los 100 dignatarios que quizás estuvieron presentes cuando Pablo presentó su defensa.

En Listra, la muchedumbre estaba compuesta por personas menos educadas y mucho más supersticiosas que el resto de la gente.

Cuando Pablo y Bernabé curaron a un hombre que había nacido cojo, la muchedumbre exclamó: “¡Los dioses se han hecho como humanos y han bajado a nosotros!”.

Incluso querían ofrecerles sacrificios a Pablo y Bernabé.

Obviamente, Pablo no podría razonar con ellos con base en sus supersticiones.

Más bien, le dijo a la muchedumbre que tanto él como Bernabé eran humanos imperfectos como ellos.

Luego desviaron la atención de ellos mismos para centrarse en la maravillosa creación y en nuestro Dios vivo, aquel “que hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos”.

Eso bastó para disuadir a la muchedumbre de ofrecerles sacrificios.

Una tercera cualidad de Pablo es que fue ingenioso.

Si hubiera existido el libro Benefíciese en el primer siglo, se pudiera haber dicho que Pablo aplicaba eficazmente la lección 46, “Ilustraciones basadas en situaciones conocidas”.

Pablo usaba ejemplos fáciles de entender para aclarar asuntos espirituales profundos.

Pensemos en este: los romanos estaban familiarizados con la esclavitud.

De hecho, es probable que muchos de los lectores de la carta a los Romanos hubieran sido esclavos.

De modo que Pablo usó dicho concepto para explicar la nueva clase de esclavitud bajo la que estaban quienes se habían hecho cristianos.

Romanos 6:18 dice: “Sí, habiendo sido libertados del pecado, vinieron a ser esclavos de la justicia”.

Nuestros hermanos de todo el mundo están demostrando que son cordiales, flexibles e ingeniosos al predicar a personas de todos los antecedentes imaginables.

Por ejemplo, muchas personas del Lejano Oriente están preocupadas por cuestiones que influyen en su vida, como la salud y la educación de los hijos.

Por eso, nuestros hermanos hablan de esos temas para iniciar conversaciones.

No obstante, quizás dichos temas de conversación no sean tan atractivos en algunas ciudades de Estados Unidos, donde la gente está más preocupada por la corrupción, por pasar tantas horas al volante y por el crimen.

Pero sin importar qué tema abordemos al predicar, si queremos ser buenos maestros de la Biblia, debemos hablar de forma positiva y motivadora, destacando el valor práctico de los principios bíblicos.

Con la ayuda del espíritu santo el apóstol Pablo pudo superar prejuicios y otras barreras, y llegó a ser un ministro sobresaliente de las buenas nuevas.

Es casi un hecho que nunca nos toparemos con un alto dignatario romano o con un campesino de Frigia en la predicación.

Pero, con la ayuda de Jehová, podremos imitar el ejemplo de Pablo y ser ministros cordiales, flexibles e ingeniosos.

¿Vale la pena el esfuerzo?

Sí.

En la medida de lo posible, hagámonos “toda cosa a gente de toda clase” y, así, salvemos a algunos.



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