“Reciban con gusto a Marcos si va a verlos”.
Está claro que Pablo valoraba a Marcos y agradecía lo que había hecho por él.
¿Cómo nos sentiríamos si un miembro del Cuerpo Gobernante escribiera una carta en la que dijera sobre nosotros: “Recíbanlo bien”?
Sentiríamos que confía en nosotros, ¿verdad?
Eso precisamente era lo que sentía Pablo sobre Marcos.
Pero ¿qué creen que sintió Marcos cuando leyó o escuchó esas palabras del apóstol Pablo?
Seguro que aquello significó mucho para él, especialmente por aquel famoso conflicto que había ocurrido unos diez años antes entre Pablo y Bernabé cuando tenían que decidir si se llevarían a Marcos o no se lo llevarían.
Sin duda, era algo que Marcos no había olvidado.
Pablo había dejado muy claro en ese momento que no quería llevárselo en el viaje.
Estaba muy enojado con Marcos.
Por eso, se llevó a Silas en su lugar.
Y Marcos también debió haberse sentido mal por causar un problema o división entre dos hermanos que respetaba mucho.
Bueno, ¿qué aprendemos de la reacción de Marcos cuando Pablo no quiso llevarlo con él?
No sabemos por qué Marcos decidió abandonar de repente su asignación y regresar a Jerusalén.
Pero podemos imaginarnos dos posibles escenarios.
Quizás Pablo lo juzgó mal.
Puede que Marcos haya tenido una buena razón para abandonar su asignación.
Pero obviamente a ojos de Pablo no había ninguna justificación.
O puede ser que Marcos haya cometido un error al abandonar su asignación.
Tal vez tuvo miedo o pasó algo en Jerusalén.
Incluso puede que Marcos más tarde reconociera que se había equivocado.
Pero, bueno, sea cual sea el caso —que se equivocara o que lo juzgaran mal—, ¿qué aprendemos de lo que hizo Marcos en esta situación?
Aprendemos tres cosas.
Uno, hay que hablar.
Es muy probable que Marcos tratara de explicarles a los hermanos lo que pasó.
Por el relato, sabemos que Bernabé intentó razonar con Pablo, y quizás ese fue el problema.
Para convencer a Pablo, Bernabé estaba buscando argumentos.
Pero, mientras más razones le daba, más insistía Pablo en que lo que hizo Marcos estuvo mal.
La lección es clara: hay que hablar.
Muchos malentendidos se resuelven con buena comunicación.
Cuando la otra persona entiende bien la situación —cuál fue el problema—, el asunto queda resuelto.
Pero a veces pasa que, debido a la situación, no nos dan muchas ganas de hablar del asunto.
Quizás pensemos: “Ya sé lo que me va a decir.
Sé perfectamente cómo va a acabar esta conversación”.
Pero, aun así, una forma de mostrar respeto a nuestro hermano es tratar de explicarle la situación.
Pero, claro, como vimos con el problema que hubo entre Pablo, Marcos y Bernabé, no siempre vamos a lograr convencer a alguien dándole más y más explicaciones.
Puede que no llegue a cambiar de opinión y que crea que somos nosotros los equivocados.
Veamos una segunda lección que podemos aprender de lo que hizo Marcos en este caso: hay que seguir trabajando.
Cuando Bernabé le pidió a Marcos que lo acompañara y Pablo decidió llevarse a Silas, Marcos no le dijo: “Mira, estoy muy decepcionado con la forma en que Pablo me trató.
No voy a ir a ningún sitio.
No voy a aceptar nuevas responsabilidades.
Yo me voy tranquilo a mi casa”.
No.
Durante los siguientes 10 o 15 años, estuvo muy ocupado.
Trabajó con Bernabé, trabajó con el apóstol Pedro, escribió el Evangelio que lleva su nombre —que al parecer está basado en lo que le contó el apóstol Pedro sobre lo que vivió—.
No permitió que aquel problema que había tenido lo desanimara.
Continuó trabajando a favor del Reino; siguió adelante.
Y esa es la lección: seguir trabajando.
Vayamos a la Biblia.
Leamos un consejo que Pablo le dio a Timoteo.
1 Timoteo 4:10: “Por eso estamos trabajando mucho y esforzándonos, porque hemos puesto nuestra esperanza en un Dios vivo, que es Salvador de toda clase de personas, especialmente de las que son fieles”.
¿Captamos cuál es la idea?
Si trabajamos mucho y seguimos esforzándonos, seremos personas fieles.
Y no hay duda de que Marcos fue una persona fiel.
No importa la tarea que tengamos, sigamos trabajando.
No dejemos que un malentendido o una equivocación nos distraiga de nuestro servicio.
Claro, entendemos que eso no siempre es fácil.
Hace falta mucho amor por Jehová y por la gente para retomar el trabajo después de un malentendido o de haber cometido un error.
Hay que ser fuerte para no pensar: “Los hermanos ya no van a querer contar conmigo.
No me van a confiar ninguna otra responsabilidad.
¿Para qué seguir?”.
Todos cometemos errores.
Pero, ¡ojo!, no estoy diciendo esto como algunas personas que se justifican una y otra vez diciendo: “Todos cometemos errores.
¡Somos imperfectos!”.
Estoy diciendo que todos cometemos errores para que recordemos que quienes nos dirigen también los cometen.
Nos entienden y pueden ponerse en nuestro lugar.
Saben lo que sentimos porque ellos han pasado por situaciones parecidas.
Algo muy importante es ser honestos y reconocer nuestro error.
Tratar de justificarnos a toda costa o de minimizar lo que hemos hecho no ayuda mucho que digamos.
Aun así, lo seguimos haciendo, pero en realidad eso no va a mejorar la situación.
Aceptar que nos hemos equivocado y hacer todo lo posible por reparar el daño abre las puertas para que vuelvan a confiar en nosotros.
La tercera lección es no poner a los hermanos en la lista negra.
Marcos no dijo: “Yo jamás vuelvo a trabajar con Pablo.
Con Bernabé sí; con Pedro, con cualquier apóstol, con quien me quieran poner.
¡Pero no vuelvo a trabajar con Pablo!”.
Marcos no puso a su superintendente en la lista negra.
Según el comentario para hoy, volvió a colaborar de buena gana con Pablo.
Y Pablo valoraba su fiel servicio, como vemos aquí en 2 Timoteo 4:11: “Solo Lucas está conmigo.
Trae a Marcos contigo, porque me es útil en el ministerio”.
Obviamente, cuando Marcos tuvo la oportunidad de volver a colaborar con Pablo, se esforzó al máximo.
Él sabía que trabajar con Pablo era un privilegio, y no dejó que un problema empañara ese hecho.
Nosotros podemos hacer lo mismo.
La próxima vez que se nos dé la oportunidad de colaborar con un anciano o un superintendente al que hayamos decepcionado, esforcémonos al máximo.
¿Verdad que no nos gustaría que el hermano nos pusiera a nosotros en la lista negra por lo que hicimos?
Pues tampoco pongamos nosotros al hermano en la lista negra si nos corrige o nos da un consejo.
Pues bien, hermanos, ¿nos ha pasado lo mismo que a Marcos?
Si llevamos años en el servicio especial de tiempo completo, seguro que nos hemos sentido como Marcos en algún momento.
Quizás hemos decepcionado a nuestro superintendente por algún malentendido o un error.
O tal vez dos hermanos han discutido por culpa nuestra.
Puede que el superintendente nos haya dejado claro que no está contento con nosotros o incluso nos haya dado un consejo directo.
Si eso nos ha sucedido, o si es algo que nos está sucediendo justo en estos momentos, recordemos la forma en que reaccionó Marcos.
Él habló, siguió trabajando y no puso a Pablo en la lista negra.
Si imitamos a Marcos, algún día dirán de nosotros: “Recíbanlo con gusto”.