¿Qué es para ti un buen maestro?
Qué buena pregunta, ¿verdad?
Quizás muchos de nosotros respondamos diciendo lo que creemos que es un buen orador.
Puede que digamos: “Este hermano usó muy buenos ejemplos en su discurso”, o “Explicó un texto que yo había leído muchas veces, pero mencionó algo interesante que era totalmente nuevo para mí”.
O puede que digamos: “Su discurso duró una hora, pero se me pasó volando”.
Bueno, hay muchas cosas diferentes que pueden hacer de alguien un buen maestro.
Y, claro, el mejor cumplido que alguien podría recibir es que su forma de enseñar es muy parecida a la de Jesús, porque él puso un magnífico ejemplo para todos.
Ya que estamos hablando de qué define a un buen maestro, vamos a fijarnos en algo que dijo el apóstol Pablo.
Vamos a buscar, por favor, 1 Tesalonicenses 2:7, 8.
Vamos a ver que, además de las cosas de las que ya hemos hablado, hay otros aspectos o cualidades que hacen falta para que alguien sea realmente un buen maestro.
1 Tesalonicenses 2:7, 8: “Al contrario, los tratamos con amabilidad, como cuando una madre amamanta y cuida con ternura a sus hijos.
Así que, por el tierno cariño que les teníamos, estábamos decididos a darles no solo las buenas noticias de Dios, sino también nuestras vidas”.
El apóstol Pablo mencionó algunas cualidades o características que son muy importantes para ser un buen maestro.
En el versículo 8 mencionó el “tierno cariño”.
Así que el amor es fundamental si queremos llegar a ser buenos maestros.
De hecho, para llegar al corazón del estudiante tenemos que tratarlo con amor, ¿verdad?
Si no llegamos al corazón de las personas… Es como disfrutar de una comida en un sueño.
Eso no nos sirve de nada.
Si le enseñamos, pero no tocamos el corazón del estudiante, eso, en realidad, le va a servir de poco a él.
Y más adelante, Pablo dice que estaba decidido no solo a darles las buenas noticias, sino también, su vida.
Es decir, Pablo ponía el corazón cuando enseñaba a otros.
Y al principio del 7, estoy seguro de que ninguno de nosotros pensaría que esta cualidad es importante para ser un buen maestro.
¿Cómo empieza?
“Los tratamos con amabilidad”.
Bueno, claro, esta no es la primera cualidad que nos viene a la mente cuando pensamos en un maestro.
Pero ¿qué envuelve esta expresión, ser amables?
Un experto en temas bíblicos dijo que la palabra original para “amabilidad” fue “frecuentemente usada por los escritores griegos para caracterizar a una nodriza con niños difíciles, o a un maestro con alumnos poco aplicados”, es decir, un maestro con estudiantes que son rebeldes, personas que son indisciplinadas, desobedientes, incontrolables, perezosas.
Qué detalle tan interesante, ¿verdad?
Esta amabilidad es una cualidad firme y estable, que no desaparece fácilmente cuando el estudiante responde de manera negativa.
¡Qué cualidad tan interesante!
Y, sin duda, todos hemos tratado de ser así de amables cuando le estamos enseñando algo de la Biblia a alguien y nos damos cuenta de que la persona no quiere aceptar esa enseñanza.
Quizás se la explicamos, le leemos de la Biblia, pero la persona sigue sin aceptarla.
¿Qué haremos en ese caso?
Si pretendemos que la acepte simplemente porque nosotros lo decimos, o porque la Biblia lo dice, y no razonamos con la persona, no estaríamos mostrando esa amabilidad a la que se refería el apóstol Pablo.
Pero, si somos amables bajo presión, podremos, con amor y cariño, ayudar a alguien a aceptar algo que, al principio, le costaba.
¿Verdad que es una cualidad a tener en cuenta si queremos ser buenos maestros?
Por otro lado, en 1 Tesalonicenses 2:5, 6, el apóstol Pablo hace un contraste y menciona las cosas que no queremos hacer cuando enseñamos.
Leámoslo.
Versículos 5 y 6: “De hecho, ustedes saben que nunca hemos recurrido a los halagos ni hemos dado una falsa apariencia para ocultar deseos codiciosos. […] Tampoco hemos buscado las alabanzas de los hombres —ni las de ustedes ni las de otros—, aunque podríamos ser una carga económica por ser apóstoles de Cristo”.
Así que ¿cuáles son esas cosas negativas que debemos evitar si queremos ser buenos maestros?
Fíjense en la primera: “los halagos”.
Esto nos recuerda otro versículo.
Busquémoslo.
Proverbios 28:23.
Aquí hay algo que no queremos olvidar.
Dice: “Quien corrige a un hombre [o corrige su manera de pensar] será más apreciado que quien usa la lengua para halagar”.
¿Entendemos cuál es la lección?
Que para ganarnos la confianza de alguien no tenemos que recurrir a los halagos, sino ser sinceros y tratar de corregir su manera de pensar.
Con nuestros estudiantes de la Biblia, o en cualquier otra faceta de nuestra enseñanza, debemos recordar que parte del proceso de enseñar incluye aconsejar y corregir puntos de vista equivocados.
Si no corregimos con cariño a la persona, en realidad, estamos demostrando que no la queremos de verdad, porque nos da igual que esté equivocada.
Es importante que no seamos aduladores.
Volvamos a 1 Tesalonicenses, capítulo 2.
¿Cuál es la segunda cosa que menciona Pablo?
“Falsa apariencia para ocultar deseos codiciosos”.
Una falsa apariencia, aparentar ser algo que uno no es.
No queremos dar la apariencia de que somos superiores a los demás.
No queremos que piensen que somos mejores personas que ellos.
Eso sería dar una “falsa apariencia”.
Y luego menciona “deseos codiciosos”.
Hay una referencia marginal que nos lleva a Hechos 20:33.
Allí el apóstol Pablo dijo: “No he deseado la plata ni el oro ni la ropa de nadie”.
Desde luego, como maestros de las buenas noticias, no esperamos recibir algo a cambio, ni ninguna compensación o beneficio económico por lo que enseñamos.
En eso, el apóstol Pablo fue un magnífico ejemplo.
Y luego, en el versículo 6, dijo que no estaba buscando la alabanza de los hombres.
O, como otra traducción dice, no buscaba “ningún reconocimiento”.
Y pudiera pasar que, como maestros, pensemos que merecemos cierto grado de respeto o que estamos un poquito por encima del estudiante.
Pero, si de verdad nos sentimos de esa manera, va a ser muy difícil que tratemos con amabilidad al estudiante, porque, si él cuestiona lo que decimos, o no nos da el reconocimiento que pensamos que merecemos, cuando tratemos de corregir su manera de pensar, va a ser difícil hacerlo con amabilidad.
Bueno, al pensar en todas las cosas que hacen falta para ser un maestro eficaz, quizás te des cuenta de que hay mucho que mejorar.
A mí también me pasa.
Es una lucha constante la de esforzarse por ser un buen maestro.
Pero hay un pensamiento animador en la Carta a los Filipenses.
Vamos a verlo.
Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que, tal como a él le agrada, los llena de energías dándoles [noten] tanto el deseo [sí, el deseo de transmitirles la verdad de manera cariñosa a otros] como las fuerzas para actuar”.
En conclusión, para ser un maestro eficaz, hace falta algo más que técnicas.
No lo olvidemos: un buen maestro trata con amabilidad a su estudiante y, cuando está equivocado, lo corrige con cariño.