Geoffrey Jackson: “Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8)

¡Bienvenidos a la adoración matutina del día más importante del año!

Es un verdadero honor para mí esta mañana poder dirigirme, no solo a la familia Betel, sino a la mayoría de ustedes, queridos hermanos y hermanas de distintos lugares del mundo, y expresarles algunas ideas basadas en la Biblia.

Estamos muy deseosos de que llegue esta noche, porque todos unidos recordaremos la muerte de nuestro Señor Jesucristo.

Pero ¿qué les parece si primero leemos el texto del día?

Le pediremos al hermano David Schafer, ayudante del Comité de Enseñanza, que nos lo lea.

David, ¿serías tan amable de leernos el texto?

Martes 7 de abril de 2020.

Fecha de la Conmemoración (tras la puesta del Sol).

El texto del día es Romanos 5:8: “Cristo murió por nosotros”.

Gracias, David.

Imagínese por un momento que está en la cárcel y acaban de notificarle que será ejecutado por la mañana, a causa de su fe.

No puede hacer nada: la decisión está tomada.

¿Qué haría en su última noche?

Y... ¿en qué pensaría?

Algunos de nuestros hermanos, y algunas hermanas, han afrontado esa prueba.

Muchos pasaron sus últimas horas escribiendo cartas a sus familiares y amigos con la intención de fortalecerlos.

Por ejemplo, un joven siervo de Jehová escribió una hermosa carta a su familia justo antes de ser ejecutado por los nazis.

Su carta decía en parte: “Es poco más de la medianoche.

Aún puedo cambiar de parecer.

Pero ¿podría ser feliz de nuevo en este mundo después de negar a nuestro Señor?

¡Imposible!

Sin embargo, ahora pueden tener la seguridad de que dejo este mundo en felicidad y paz”.

Como vemos, este querido hermano no pasó su última noche de vida dándole vueltas a su terrible situación.

Más bien, dedicó tiempo a animar a sus seres queridos a ser fuertes.

Él deseaba darles ánimo para que no se derrumbaran al saber que había muerto.

Bien, con este ejemplo en mente, pensemos ahora en el Señor Jesucristo y en lo que hizo en su última noche de vida en la Tierra.

Para empezar, permítanme preguntarles: en su última noche, ¿cuánto sabía Jesús sobre las circunstancias que rodearían su muerte?

Para responder esa pregunta, leamos unos versículos del capítulo 20 de Mateo.

Los invito a buscar los versículos 18 y 19.

Jesús dijo: “Miren, estamos subiendo a Jerusalén, y allí el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sacerdotes principales y a los escribas.

Lo condenarán a muerte y lo entregarán a hombres de las naciones, que se burlarán de él, le darán latigazos y lo ejecutarán en un madero; y al tercer día será resucitado”.

Así que, aquella noche, ¿qué sabía Jesús sobre su muerte?

¿En qué estaría pensando en aquellos momentos?

Los versículos que acabamos de leer mencionan cuatro cosas.

La primera es que Jesús sabía que sería entregado a los líderes religiosos judíos, quienes lo juzgarían y lo declararían culpable, quizás hasta del cargo de blasfemia.

En segundo lugar, Jesús sabía que sería entregado a “hombres de las naciones” —en otras palabras, a los romanos—, y que estos lo tratarían de forma cruel y violenta.

En tercer lugar, era consciente de que sería ejecutado en un madero.

Y, por último, comprendía que sería resucitado al tercer día.

Así que aquella noche Jesús conocía varios detalles sobre su muerte, y seguro que no le era fácil cargar con todo aquello.

Ahora bien, ¿había otras cosas que ocuparan su mente?

Sí.

Hablemos de otras tres cosas que Jesús sabía que ocurrirían.

Veamos la primera.

Abran su Biblia en el Evangelio de Juan.

Vamos a leer Juan, el capítulo 13, y el versículo es el 21: “Después de decir estas cosas, Jesús se sintió angustiado y declaró: ‘De verdad les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar’”.

Ahora vamos a leer lo que Jesús dice a continuación.

Versículo 26: “‘Es aquel a quien le dé el pedazo de pan que voy a mojar’.

Y, después de mojar el pan, se lo dio a Judas hijo de Simón Iscariote”.

Así que Jesús sabía que uno de sus apóstoles iba a traicionarlo, e incluso sabía de quién se trataba.

Veamos algo más que Jesús sabía.

Ahora los invito a leer el versículo 38, aquí mismo.

Juan 13:38.

Aquí Jesús le dice a Pedro: “¿Que tú darás la vida por mí?

De verdad te aseguro que de ningún modo el gallo cantará hasta que hayas negado tres veces que me conoces”.

Sí, Jesús sabía que, en tres ocasiones, Pedro diría que no lo conocía.

Juan 16:32 habla de otra cosa que Jesús también sabía.

Es Juan 16:32.

Jesús se dirige a sus apóstoles y les dice: “Escuchen esto. Viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que serán dispersados.

Cada uno se irá a su propia casa y me dejarán solo”.

Como vemos, Jesús era consciente de que sus apóstoles fieles terminarían huyendo.

Entonces, ¿qué pasaba por la mente de Jesús aquella noche?

No solo estaba pensando en su inminente juicio y en su ejecución.

También tenía muy presente que lo traicionarían, que negarían conocerlo y que lo dejarían completamente solo.

¿Qué habría hecho usted en el lugar de Jesús?

¿Habría preferido estar solo, lejos de personas que terminarían decepcionándolo?

¿Habría pensado: “Lo que más me conviene es pasar la noche orando, prepararme para lo que viene.

¡Tengo que salir de aquí!”?

Piénselo: aunque Jesús sabía que le esperaban cosas nada agradables, ni se escondió ni se aisló.

De hecho, les dijo a sus apóstoles que tenía muchas ganas de celebrar con ellos aquella última Pascua.

En otras palabras, no iba a perderse aquella importante reunión por concentrarse en cosas negativas.

¡Para nada!

A pesar de sus enormes preocupaciones, Jesús se concentró en ayudar a sus apóstoles fieles.

Él los amaba, y quería que estuvieran preparados para lo que iba a ocurrir.

De hecho, en el Evangelio de Juan hay cinco capítulos dedicados a las palabras finales de Jesús a sus apóstoles.

¡Qué amor tan abnegado, tan grande, el de Jesús!

Por si fuera poco, Jesús se tomó el tiempo de lavarles los pies a sus apóstoles, ¡incluido Judas Iscariote!

Ninguno de ellos tomó la iniciativa para realizar aquella humilde labor.

Y, cuando Jesús se puso a hacerlo, ninguno de ellos le dijo: “¡No, Señor! ¡Yo lo hago!”.

Todos ellos tenían un serio problema de actitud.

Eso quedó aún más claro aquella misma noche cuando volvieron a discutir sobre quién era el más importante.

No cabe duda de que Jesús los amaba.

Nunca los dio por perdidos.

No se formó una mala imagen de ellos simplemente porque cometían errores.

Al contrario, reconoció el esfuerzo de sus 11 apóstoles fieles y hasta hizo un pacto con ellos para gobernar en el Reino.

¡Impresionante!

Y no solo eso: también le pidió a su Padre con todo el corazón que cuidara, no solo de sus apóstoles, sino de todas las personas que pondrían su fe en él, incluidos nosotros.

Jesús tenía muchísimas preocupaciones, pero se concentró en fortalecer a los demás y en orar por ellos.

¡Qué gran demostración de amor!

Esta noche vamos a dedicarla a pensar en el gran amor que nos demostraron Jehová y Jesús.

Cuando meditemos en todo lo que ocurrió el 14 de nisán, recordemos que Jesús demostró que amaba a sus apóstoles al no verlos como una causa perdida.

Aquella noche, Jesús podría haberse concentrado en la espantosa muerte que le esperaba, pero, en vez de eso, preparó a sus apóstoles con paciencia para soportar lo que vendría.

¿Qué podemos aprender de todo lo que hemos comentado?

Es poco probable que esta sea la última noche de nuestra vida o que vayan a ejecutarnos por la mañana.

Pero ¿cómo podemos demostrar el mismo amor que Jesús?

Esforzándonos por hacer lo siguiente: seguir amando a los hermanos aunque a veces nos decepcionen; fortalecer a los demás aunque nosotros mismos estemos en dificultades.

Así, demostraremos que realmente amamos a Jehová y a su Hijo, Jesucristo.

Bien, ¿nos lees, David, el comentario?

“Jesús no solo estuvo dispuesto a morir por sus seguidores, sino que todos los días puso los intereses de ellos por encima de los suyos propios.

Por ejemplo, se reunió con ellos a pesar de que estaba cansado y angustiado.

Y se centró en lo que podía dar a los demás, no en lo que podía recibir de ellos.

Pertenecemos a la única hermandad cristiana verdadera y con mucho gusto dedicamos el mayor tiempo posible a invitar a las personas a formar parte de ella.

No obstante, queremos ayudar en especial a ‘los que están relacionados con nosotros en la fe’ pero se han hecho inactivos.

Les demostramos nuestro amor animándolos a venir a las reuniones, sobre todo a la Conmemoración.

Igual que a Jehová y Jesús, a nosotros nos causa una inmensa alegría que alguien que ha estado inactivo regrese a Jehová”.

David, muchas gracias por la lectura.

Ahora prestemos toda nuestra atención a la lectura de la Biblia para hoy.

“Ahora bien, el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, cuando tenían la costumbre de ofrecer el sacrificio de la Pascua, sus discípulos le preguntaron: ‘¿Adónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la Pascua?’.

Entonces, él envió a dos de sus discípulos con este encargo: ‘Vayan a la ciudad.

Allí se encontrará con ustedes un hombre que lleva una vasija de barro con agua.

Síganlo y, donde sea que él entre, díganle al señor de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está el cuarto de invitados, para que yo coma la Pascua con mis discípulos?’”.

Y él les mostrará en la parte alta una habitación grande, amueblada y lista.

Hagan allí los preparativos para nosotros’.

Los discípulos se fueron, entraron en la ciudad y lo encontraron todo tal como él les había dicho; entonces hicieron los preparativos para la Pascua”.

“El primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, los discípulos de Jesús vinieron a preguntarle: ‘¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?’.

Él les contestó: ‘Vayan a la ciudad, busquen a Fulano y díganle: “El Maestro dice: ‘Se acerca mi hora.

Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”’.

Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó y lo prepararon todo para la Pascua”.

“Después de caer la tarde, él llegó allí con los Doce.

Y, mientras estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús les dijo: ‘Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar, uno de los que están comiendo aquí conmigo’.

Ellos se pusieron muy tristes y uno tras otro le fueron diciendo: ‘No seré yo, ¿verdad?’.

Él les dijo: ‘Es uno de los Doce, el que moja el pan conmigo en la fuente.

El Hijo del Hombre se va, tal como se escribió acerca de él.

Pero ¡ay del que va a traicionar al Hijo del Hombre!

Más le valdría no haber nacido’.

Mientras seguían comiendo, él tomó un pan, hizo una oración, lo partió, se lo dio a ellos y les dijo: ‘Tómenlo; esto representa mi cuerpo’.

Y tomó una copa, le dio gracias a Dios y se la dio a ellos, y todos bebieron de ella.

Y les dijo: ‘Esto representa mi sangre, “la sangre del pacto”, que va a ser derramada en beneficio de muchas personas.

Les aseguro que ya no beberé más del producto de la vid hasta el día en que beba vino nuevo en el Reino de Dios’.

Por último, después de cantar alabanzas, se fueron al monte de los Olivos.

Y Jesús les dijo: ‘Todos ustedes van a fallar, porque está escrito: “Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas”.

Pero, después de ser resucitado, iré delante de ustedes camino a Galilea’.

Pedro le respondió: ‘Incluso si todos los demás fallan, yo no lo haré’.

Entonces Jesús le dijo: ‘Te aseguro que hoy mismo, esta misma noche, antes de que un gallo cante dos veces, tú negarás tres veces que me conoces’.

Pero él seguía insistiendo: ‘Aunque tenga que morir contigo, yo nunca negaré conocerte’.

Y todos los demás empezaron a decir lo mismo.

Entonces llegaron a un lugar llamado Getsemaní, y él les dijo a sus discípulos: ‘Quédense aquí sentados mientras yo oro’.

Y se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a sentirse profundamente afligido y muy angustiado.

Les dijo: ‘Estoy tan angustiado que siento que me muero.

Quédense aquí y manténganse despiertos’.

Luego se alejó un poco de ellos, cayó al suelo y empezó a orar pidiendo que, si era posible, no le llegara aquella difícil hora.

Decía: ‘Abba, Padre, para ti todo es posible; quítame esta copa.

Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres’.

Después volvió adonde estaban ellos y los encontró dormidos.

Y le preguntó a Pedro: ‘Simón, ¿te dormiste?

¿No tuviste fuerzas para mantenerte despierto ni siquiera una hora?

Manténganse despiertos y oren constantemente para que no caigan en la tentación.

Claro, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil’.

Entonces se fue a orar de nuevo y pidió lo mismo que antes.

Volvió otra vez y los encontró durmiendo, porque tenían los ojos cargados de sueño.

Y ellos no sabían qué decirle.

Y vino por tercera vez y les dijo: ‘¡Están durmiendo y descansando en un momento como este!

¡Basta! ¡Ha llegado la hora!

Miren, el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores.

Levántense, vámonos.

Miren, ya está llegando el que me va a traicionar’.

Enseguida, mientras él todavía estaba hablando, llegó Judas, uno de los Doce, y con él venía una multitud armada con espadas y garrotes, enviada por los sacerdotes principales, los escribas y los ancianos.

Ahora bien, el traidor había quedado en darles esta señal: ‘Al que yo bese, ese es.

Deténganlo y llévenselo bien custodiado’.

Así que fue directamente hacia él, se le acercó y le dijo ‘¡Rabí!’, y le dio un beso cariñoso.

De modo que lo agarraron y lo detuvieron.

Pero uno de los que estaban allí sacó su espada, atacó al esclavo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

Por su parte, Jesús les dijo: ‘¿Salieron con espadas y garrotes para arrestarme como si yo fuera un ladrón?

Día tras día estuve con ustedes enseñando en el templo y no me detuvieron.

Pero esto ha pasado para que se cumplan las Escrituras’.

Y todos lo abandonaron y huyeron.

Pero cierto joven que solo llevaba puesta una prenda de lino de calidad comenzó a seguirlo de cerca.

Trataron de atraparlo, pero él dejó atrás su prenda de lino y se escapó desnudo.

Entonces llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote, y todos los sacerdotes principales, los ancianos y los escribas se reunieron.

Pedro lo siguió de lejos hasta entrar en el patio del sumo sacerdote, donde se quedó sentado con los sirvientes de la casa calentándose junto al fuego.

Los sacerdotes principales y todo el Sanedrín buscaban algún testimonio contra Jesús para que lo mataran, pero no encontraban ninguno.

Y la verdad es que muchos presentaban acusaciones falsas contra él, pero sus testimonios no coincidían.

También, algunos se pusieron de pie y lanzaron este testimonio falso contra él: ‘Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que fue hecho por la mano del hombre y en tres días levantaré otro que no estará hecho por la mano del hombre”’.

Pero ni en esto coincidían sus testimonios.

Entonces el sumo sacerdote se puso de pie en medio de ellos y le preguntó a Jesús: ‘¿No respondes nada?

¿Qué hay de lo que estos hombres testifican contra ti?’.

Pero él se quedó callado, no respondió nada.

De nuevo el sumo sacerdote se puso a interrogarlo.

Le preguntó: ‘¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?’.

Jesús entonces le respondió: ‘Lo soy.

Y ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del poder y viniendo con las nubes del cielo’.

Al oír esto, el sumo sacerdote se rasgó la ropa y dijo: ‘¿Para qué necesitamos más testigos?

Ustedes mismos han oído la blasfemia.

¿Cuál es su decisión?’.

Todos decidieron que merecía morir.

Y algunos se pusieron a escupirle, a cubrirle la cara, a darle puñetazos y a decir: ‘¡Profetiza!’.

Y, después de darle bofetadas, los guardias del tribunal se lo llevaron.

Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una de las sirvientas del sumo sacerdote.

Cuando vio a Pedro calentándose junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: ‘Tú también andabas con el Nazareno, ese Jesús’.

Pero él lo negó.

Dijo: ‘Ni lo conozco ni entiendo de qué me hablas’.

Entonces salió a la entrada.

Pero la sirvienta lo vio y otra vez se puso a decirles a los que estaban allí: ‘Este es uno de ellos’.

Y él seguía negándolo.

Poco después, los que estaban por allí se pusieron a decirle de nuevo a Pedro: ‘No hay duda de que tú eres uno de ellos, porque está claro que eres galileo’.

Entonces, él empezó a maldecir y a jurar: ‘¡Yo no conozco al hombre del que hablan!’.

Al instante, un gallo cantó por segunda vez y Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: ‘Antes de que un gallo cante dos veces, tú negarás tres veces que me conoces’.

Destrozado, rompió a llorar”.

Sin duda, esta lectura nos ayuda a estar más preparados para la Conmemoración de esta noche.

Antes de terminar, quisiera decirles una vez más que el Cuerpo Gobernante los ama.

Estén donde estén hoy, y sin importar las pruebas que afronten, deseamos de todo corazón que Jehová siga bendiciéndolos a manos llenas.

Hagamos todo lo posible por estar presentes en la Conmemoración esta noche.

Así, alabaremos a nuestro amoroso Padre celestial, Jehová, y a su Hijo, Jesucristo.



Tal vez te interesen estas entradas

Entrada destacada

Avance: Las buenas noticias según Jesús | Episodios 2 y 3

Hay alguien entre ustedes al que no conocen. Es el que viene detrás de mí. Y yo ni siquiera merezco…

Popular Posts

George Aljian: Cómo sobrellevar la plaga de tu propio corazón

George Aljian: Cómo sobrellevar la plaga de tu propio corazón

Imagina que vas a salir de viaje. Te han regalado los bolet…

JW Broadcasting: Marzo de 2025

JW Broadcasting: Marzo de 2025

Bienvenidos a JW Broadcasting®. ¡Qué alegría que estén con …

El deseo de su corazón

El deseo de su corazón

El rey David quería de todo corazón participar en la constr…

JW Broadcasting: Abril de 2025

JW Broadcasting: Abril de 2025

¡Bienvenidos a JW Broadcasting®! Los testigos de Jehová vem…

JW Broadcasting: Febrero de 2025

JW Broadcasting: Febrero de 2025

¡Bienvenidos a JW Broadcasting®! Este mes hablaremos de una…

2024 | Informe 2 del Cuerpo Gobernante

2024 | Informe 2 del Cuerpo Gobernante

¡Bienvenidos, hermanos! ¿Han pensado en lo que vimos en la …

Antony Griffin: Dios nos llena de energías (Filip. 2:13)

Antony Griffin: Dios nos llena de energías (Filip. 2:13)

Pues bien, ¿te parece que en ocasiones te faltan las dos co…

Mark Sanderson: Siempre tenemos presente su aguante

Mark Sanderson: Siempre tenemos presente su aguante

Quisiera hablarles brevemente sobre el tema: “Siempre tenem…

Ronald Curzan: Jehová nos ayuda a vencer gigantes (Mar. 1:11)

Ronald Curzan: Jehová nos ayuda a vencer gigantes (Mar. 1:11)

A veces nos dan una tarea o una responsabilidad, y sentimos…