Salomón tenía tres medio hermanos muy malos: Amnón, Adonías y Absalón.
Aunque él era mucho más joven que ellos, nunca quiso imitar a sus hermanos.
No permitió que su mala conducta lo hiciera tropezar.
No dijo: “Si los siervos de Jehová son así, yo no quiero tener nada que ver con esta religión”.
No, Salomón no se dejó llevar por ellos.
Al contrario, cultivó una estrecha amistad con Jehová.
¿Y recuerdan lo que dice la Biblia sobre lo que Jehová pensaba de él?
Dice que “Jehová lo amaba”.
Qué bonito, ¿no?
¿No les gustaría que también se dijera eso de ustedes?
A mí sí.
Jehová amaba a Salomón y, por eso, lo bendijo de muchas maneras.
Por ejemplo, mientras fue fiel, hubo paz en Israel.
De hecho, en cierta ocasión él dijo: “Jehová mi Dios me ha dado paz en todos lados.
No hay nadie en contra de mí”.
Y, además, también dijo: “No está pasando nada malo”.
No fue sino hasta que él le fue desleal a Jehová que algunos israelitas se rebelaron contra él.
Mientras él estaba en paz con Dios, la nación disfrutaba de paz.
Y además había abundancia.
La situación económica era magnífica.
La Biblia dice que la plata era “tan abundante como las piedras”.
Pero, cuando Salomón empezó a alejarse de Jehová, Jehová dejó de bendecirlo.
Así que todas aquellas riquezas se acabaron antes de que acabara su reinado.
Según Perspicacia, la economía del reino se vio afectada por el mal gobierno de Salomón, porque seguía gastando dinero como loco, dinero que ya no tenía.
La nación de Israel ya no producía lo mismo que antes.
Y, como consecuencia de esto, la nación sufrió y Rehoboam no heredó ninguna de aquellas riquezas que llegó a tener Salomón en sus mejores años.
Como dice el comentario de hoy, durante su reinado, Salomón hizo muchas cosas buenas.
¿Pero pudiera ser que, desde el principio —a pesar de que Salomón estaba muy ocupado en proyectos teocráticos— hubiera alguna señal de peligro, una alarma que indicara que algo andaba mal?
Es posible.
El comentario del texto de hoy explica que cuando Salomón llegó al trono era joven.
Pero para entonces él ya estaba casado.
De hecho, para cuando fue nombrado rey, todo parece indicar que él ya llevaba un tiempito casado y ya era papá.
Tenía un pequeñín de un año, Rehoboam.
¿Y quién era su esposa —tal vez su primera—?
Era una ammonita.
¿¡Ammonita!?
¿Recuerdan algo sobre los ammonitas?
Ah, sí, hay algo sobre ellos en Deuteronomio 23:3.
Recordemos que, cuando Salomón se casó, David todavía estaba vivo y probablemente hasta estuvo en su boda.
Leamos lo que dice Deuteronomio 23:3: “Ningún ammonita ni moabita podrá entrar en la congregación de Jehová.
Ninguno de sus descendientes podrá entrar jamás en la congregación de Jehová hasta la décima generación”.
“Jamás”.
¿Qué parte de esto no le quedó clara a Salomón?
Entonces, ¿podría ser que Salomón, incluso antes de ser rey, se tomara un poco a la ligera las leyes de Jehová sobre el matrimonio?
Es posible.
¿Por qué decimos que es posible?
No podemos decirlo con toda seguridad, pues, según Perspicacia, hubo algunas excepciones, como la de Rut, la moabita.
Pero Perspicacia también indica que es posible que esta esposa ammonita influyera en Salomón para que cometiera apostasía.
Sea como sea, ¿por qué la primera esposa tuvo que ser extranjera y, además de todo, ammonita?
Salomón se pudo haber casado con una israelita —con solo una— y haber sido feliz con la esposa de su juventud.
¿Verdad que las cosas hubieran sido muy distintas?
Al menos, eso creo.
Pensemos un momento en las mujeres con las que sí se casó, mujeres paganas.
Todos tenemos familiares que no son Testigos.
Los queremos mucho y de vez en cuando los visitamos.
¿Pero verdad que enseguida nos quedamos sin saber de qué hablar?
Porque no compartimos con ellos lo más importante para nosotros: la verdad.
Preguntémonos: ¿Por qué se sentía Salomón tan cómodo entre tanta mujer pagana?
¿De qué hablarían?
Seguro que no se ponían a estudiar juntos La Atalaya... ¿Entonces de qué hablaban?
¿Por qué le gustaban tanto estas mujeres?
¿Sería porque eran humildes?
¿Por su ropa bonita y modesta?
¿Por “su conducta casta”?
¿Por su “espíritu tranquilo y apacible”?
¿O era más bien por su físico?
Seamos francos.
A Salomón le atraían la clase equivocada de mujeres.
Y tal vez desde joven hubo señales de peligro.
Y, hablando de esto, cuando Salomón empezó a casarse con tantas mujeres, ¿no le habrá dado algún consejo tal vez un profeta o quizás un sacerdote?
¿Le habrán leído Deuteronomio 17:17?
Este consejo era para los reyes.
Deuteronomio 17:17.
Dice lo siguiente: “Tampoco debe tener muchas esposas, para que su corazón no se desvíe”.
Bueno, si algún día alguien le dio ese consejo, no lo siguió.
Y, si nadie le dio ese consejo, ¿por qué no se lo dieron?
¿Qué lección extraemos?
Pudiera ser que estemos muy ocupados trabajando para Jehová y que aparentemente estemos muy bien en sentido espiritual.
Pero estemos pendientes por si hay señales de que no estamos del todo bien.
Por ejemplo, imagínese a un hermano soltero que predica y va a las reuniones, pero en sus noches libres le gusta salir de fiesta, ir a lugares donde se puede bailar.
Y no se siente incómodo charlando con la gente del mundo en esos lugares.
De hecho, le gusta.
Y, como ahí no hay hermanas, tiene que bailar con mujeres del mundo.
¿Por qué le gusta eso?
Trabaja mucho en la congregación, pero obviamente hay algo ahí que no anda del todo bien.
O un precursor al que le gusta coquetear.
Hay varias hermanitas que creen que solo tiene ojos para ellas.
Y eso las hace sentir especiales.
Un siervo ministerial pasa demasiado tiempo conversando con una hermana casada.
Y siempre se justifica diciendo: “Solo estamos hablando.
Somos amigos”.
Señal de peligro.
Una buena hermanita se ofende mucho cuando una hermana mayor le dice que sus faldas y sus pantalones le quedan demasiado ajustados.
¿No son estas señales de peligro?
De vez en cuando, sin importar los privilegios que tengamos, debemos hacernos un autoexamen.
Busquemos si hay algo que corregir.
Y, si estás buscando pareja, pensar en el caso de Salomón pudiera ser muy útil.
¿Qué cualidades son las que buscas en una pareja?
¿Cualidades espirituales?
¿O te fijas más en el físico, con la esperanza de que lo espiritual venga después?
A una hermanita le gusta mucho un hermano.
Es muy guapo, supersimpático y se lleva bien con todo el mundo.
¿Pero cómo está su espiritualidad?
¿Tiene establecida una buena rutina espiritual y la sigue?
Por ejemplo, si le mencionan un artículo de una Atalaya reciente, ¿dice a menudo: “Ay, ese no lo vi”?
Si ese es el caso, es una mala señal.
Si ahora, de soltero, no les da prioridad a los asuntos espirituales, ¿qué te hace pensar que cuando esté casado contigo sí lo hará?
¿Podrás hacer que cambie?
¿O hará él que cambies tú?
Como menciona el comentario, Salomón tuvo muchos privilegios.
Pero, al parecer, pensaba que las normas de Jehová no le aplicaban a él.
No sabemos por qué.
Quizás tenía la actitud de la que él mismo habló en Eclesiastés, el rey “puede hacer lo que quiera”.
Quizá fue eso.
No debía, pero aun así adquirió muchos caballos y se casó con muchas mujeres.
¿Qué lección aprendemos?
Que, aunque llevemos mucho tiempo en la verdad y aunque tengamos muchos privilegios y Jehová nos esté utilizando mucho, en ningún momento podemos bajar la guardia.
Tenemos que proteger el corazón.
Y no pasemos por alto ninguna señal de alerta que nos indique que algo está mal.