“Si tienen alguna palabra de ánimo […], díganla”.
¿Quién dijo esas palabras?
¿Cómo respondió el apóstol Pablo a estas palabras?
¿Cómo reaccionaron quienes lo escucharon a él?
¿Y qué podemos aprender del ejemplo de Pablo sobre animar a otros?
Busquemos Hechos, capítulo 13.
Este es el relato del primer viaje misionero de Pablo.
Después de un viaje peligroso de unos 180 kilómetros, Pablo y sus compañeros se encontraban en una sinagoga de Antioquía de Pisidia.
El versículo 15 dice: “Después de la lectura pública de la Ley y los Profetas, los presidentes de la sinagoga mandaron a decirles: ‘Hermanos, si tienen alguna palabra de ánimo para el pueblo, díganla’ ”.
Los siguientes cinco párrafos contienen el discurso de Pablo.
¿Qué efecto tuvo?
Los versículos 42 a 44 nos lo dicen.
Primero, la gente le rogó a Pablo que diera otro discurso la siguiente semana.
Segundo, muchos judíos y prosélitos se hicieron creyentes.
Tercero, el sábado siguiente, casi toda la ciudad se presentó para escuchar el discurso de Pablo.
Impresionante.
Tenemos que preguntarnos, ¿qué dijo Pablo en esos cinco párrafos que fue tan convincente?
Bueno, una de las primeras cosas que nos llaman la atención fue su introducción en Hechos 13:17: “El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros antepasados”.
¿Vieron que usó el pronombre “nuestros”?
No sus antepasados, no los míos.
“Nuestros antepasados”.
¿Sabían que la última vez que se usó esta palabrita en el libro de Hechos fue mucho más atrás, en el capítulo 7?
Durante el impactante discurso de Esteban.
Esteban usó la palabra “nuestros” 10 veces, casi siempre hablando de los “antepasados”.
Pablo escuchó ese discurso cuando se le conocía como Saulo de Tarso y, ahora, más de una década después, él usa exactamente la misma palabra con el mismo objetivo: establecer un terreno común: “Sus antepasados son mis antepasados; venimos del mismo sitio”.
Y eso es un buen comienzo para animar a los demás.
El artículo de La Atalaya de donde se toma el texto de hoy dice que “la palabra griega, que suele traducirse […] ‘animar’ significa literalmente ‘llamar al lado de uno’ ”.
Y está relacionada con la palabra griega para “consolar”, que tiene un significado parecido.
Así que Pablo se puso en el lugar de ellos, como si les dijera: “Los entiendo. Yo aprendí las mismas cosas que ustedes”.
Y en los versículos 17 a 31 habla de la historia de los judíos y de acontecimientos de aquella época para demostrar que Jesús era el Mesías.
Entonces, en los versículos 32 a 37, explica cómo sucesos de la época cumplían profecías que ellos conocían.
Hoy hacemos lo mismo, ¿verdad?
Leemos en las puertas Mateo 24:7 y preguntamos: “¿Qué piensa?
¿Son las guerras, el hambre y los terremotos que vemos hoy lo mismo de siempre, o son una prueba de que se están cumpliendo las profecías?”.
Queremos que la gente vea que Jehová es real, que Jehová está vivo, que su Palabra se está cumpliendo.
Pero Pablo va más allá, ¿verdad?
No termina aquí.
En el versículo 33, Pablo dice que Dios ha cumplido la promesa “hasta el último detalle” para nosotros.
Esto tiene que ver con nosotros, Jehová está haciendo cosas por ustedes, por mí.
Y luego Pablo concluye con las palabras de los versículos 38-41.
Es como si Pablo les dijera: “Jehová hizo todo esto por ustedes, no pierdan esta oportunidad”.
Y de esta manera el apóstol Pablo estaba diciéndoles palabras de ánimo.
Por eso era un buen maestro.
¿No es eso lo que se nos anima a hacer en las asignaciones de la reunión de entre semana?
Para animar y fortalecer al auditorio debemos explicar lo que Jehová ya ha hecho, lo que está haciendo y lo que hará por nosotros.
Pero el discurso de Pablo fue tan convincente que llamó la atención de sus enemigos, y lo persiguieron en dos ciudades más.
En Listra, sus enemigos lo dieron por muerto.
Pero Hechos 14:20, 21 dice que “al día siguiente se fue con Bernabé a Derbe.
Después de predicar las buenas noticias en aquella ciudad y de hacer una buena cantidad de discípulos”, tuvieron que tomar una decisión.
Podemos ver cuál fue en el mapa B13.
Las líneas rojas corresponden al primer viaje misionero de Pablo.
La última parada es Derbe, pero fíjense en la siguiente ciudad hacia el este.
Es Tarso.
¿Les suena familiar?
Saulo de Tarso.
Había un camino que iba de Derbe a Tarso.
Y Pablo tenía que conocerlo.
Pasó por él en su segundo viaje misionero y en el tercero, pero esta vez no.
Como indican las flechas rojas y Hechos 14:21, Pablo volvió a las tres ciudades en las que lo habían perseguido, incluyendo Antioquía de Pisidia, donde le pidieron por primera vez que dijera palabras de ánimo.
Pero ¿por qué volvió?
Pablo podía haber pensado: “Creo que aquí ya hicimos un buen trabajo.
Ayudé al gobernador de Chipre a hacerse creyente.
Hice mi primer milagro, dejando ciego a Elimas.
Formamos congregaciones en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe.
Pasé por todo tipo de dificultades.
Me golpearon, me apedrearon, me dieron por muerto.
No se puede pedir más.
Yo necesito recuperarme”.
No.
Él no pensó así.
¿Por qué?
Porque puso las necesidades de los hermanos por encima de sus propios sentimientos y temores.
¿Creen que los opositores que lo habían apedreado y dejado casi muerto iban a tratar mejor a los nuevos discípulos de Listra?
Además, ¿quién iba a cuidar de ellos?
Pablo tenía que nombrar superintendentes, una tarea muy importante.
Así que volvió.
Hoy pasa lo mismo.
Nuestros hermanos ponen las necesidades de la congregación por encima de su propia seguridad.
¿Se acuerdan de estas imágenes del video Los testigos de Jehová: una historia de fe viva. Parte 2?
Aquí el hermano Pillars explica que, cuando se negó a saludar la bandera en Winnsboro (Texas), lo golpearon y lo colgaron del cuello.
Menos mal que la cuerda se rompió y pudo sobrevivir para contar la historia.
Lo que el video no dice es que Oscar Pillars era superintendente de circuito.
¿Y saben adónde tuvo que volver unos meses más tarde?
A Winnsboro (Texas).
Meses después de aquel incidente, los hermanos todavía tenían miedo de predicar en la ciudad, lo estaban haciendo en los alrededores.
Y el hermano Pillars pensó: “Si no predico en la ciudad, los hermanos nunca tendrán el valor de predicar allí”.
Así que seleccionó todos los territorios de la ciudad y predicaron allí toda la mañana.
Les fue muy bien y no hubo ningún problema, pero en la última puerta una mujer le dijo: “Oiga, usted es testigo de Jehová, ¿verdad?”.
“Sí, señora. Lo soy”.
“¿Sabe?
Nosotros aquí colgamos a uno.
Y lo haríamos otra vez”.
Claro, él no le dijo que era a él a quien habían colgado.
¡Qué ejemplo tan bueno de estar al lado de los hermanos y poner sus necesidades por encima de los sentimientos de uno!
Y podemos decir que esta familia Betel es muy generosa dando ánimo cuando se necesita.
Pero a veces es fácil pensar: “Es que yo no sé qué decir”.
Y es que ¿hace falta siempre que digamos algo?
¿Cómo creen que se sintieron los hermanos de Listra al ver a Pablo de nuevo, sabiendo lo difícil que sería para él simplemente volver allí?
Ese único acto habló por sí solo.
OK, pero es que creo que tengo que decir algo.
¿Qué dijo Pablo?
Versículo 22: “Tenemos que pasar por muchas dificultades para entrar en el Reino de Dios”.
El Reino.
El verdadero ánimo siempre se centra en el Reino.
No somos como los falsos amigos de Job: “Claro, si tienes problemas es porque estás haciendo algo mal”.
Más bien: “Imitaste a Jesús.
Hiciste enojar a Satanás.
¡Bien hecho!
Y que estés dispuesto a aguantar, muestra que tu esperanza es real.
Verás que Jehová te va a ayudar ahora y te va a recompensar en el futuro.
No te rindas”.
¿Nos han pedido alguna vez que digamos algo para animar a algún hermano?
No lo pensemos mucho.
Hagámoslo.
Estemos cerca de los que lo necesitan.
Así que, “si tienen alguna palabra de ánimo para el pueblo, díganla”.