Cualquier padre tiene miedo de escuchar esto, no es justo, su lado es más grande, ella recibe toda la atención, porque ahí le dices que sí y a mí que no, no es justo, pero ¿verdad que eso no ocurre solo con los niños? Los adultos también suelen creer que no se les toma en cuenta o que se les trata injustamente.
Por ejemplo, en la parábola de los trabajadores de la viña, los hombres que trabajaron todo el día por un denario, se quejaron cuando el amo pagó la misma cantidad a los que llegaron más tarde. En la parábola del hijo pródigo, el hijo mayor se enojó en cuanto vio que su padre organizó una fiesta para su hermano menor.
Y cuando Jesús le dijo a Pedro que sufriría en la vejez, Pedro volteó en el acto a ver a su primo Juan y preguntó a Jesús. ¿Qué era este? Así que, al parecer, nacemos con la necesidad de compararnos
con los demás y con el deseo de que se haga justicia.
El problema es que nuestro concepto de lo que es justo suele estar distorsionado y por ello debemos ajustar nuestra percepción a la manera de pensar de Jehová. Podemos empezar por nuestras decisiones en realidad cuando planeamos una Reunión social, elegimos a un amigo o invitamos a alguien a predicar, inevitablemente incluimos a algunos y excluimos a otros.
Cuando damos una asignación a alguien, recomendamos a un ciervo ministerial o escogemos un territorio para predicar, estamos tomando decisiones sobre los demás. ¿Entonces, cómo podemos ser justos? Veamos cuatro sugerencias basadas en la Biblia. [1] Uno, siempre ore primero.
Necesitamos la ayuda de Jehová para tomar decisiones y como él puede ver el corazón, puede ayudarnos a ver las cosas como realmente son. Sant. 3:17 incluye la imparcialidad como parte de la sabiduría divina. Por ello, mediante su espíritu, Jehová puede ayudarnos a ser justos. [2] Dos, examine su actitud. Francamente nuestra actitud puede ser un problema.
La Atalaya del 15 de noviembre de 1996 dijo: “sin saberlo, tendemos a adoptar actitudes que tuvieron su origen en nuestros antecedentes familiares, raciales y nacionales. Estas inclinaciones aparentemente moderadas suelen tener mucho a raigo y fomentan actitudes que a veces nos llevan a actuar con parcialidad. ¿Qué gran verdad?
¿Qué podemos hacer entonces para desarraigar o, al menos, evitar algunos de esos prejuicios? La clave es el amor a Jehová y a nuestros hermanos. Recordemos que la justicia de Dios se basa en su gran amor, su deseo de ver más allá de lo que somos para ver lo que podemos llegar a ser. El amor basado en principios puede ayudarnos a ver así a los demás.
Observe, 1 Tes. Cap. 2, vers. 5 y 8, ¿cómo el amor de Pablo por sus hermanos lo ayudó a evitar el favoritismo? El ver. 5 dice, de hecho, en ninguna ocasión nos hemos presentado ya sea con habla lisonjera, como ustedes lo saben, ni con una apariencia fingida para la codicia. Dios es testigo.
Ahora y el 8, así, teniendo el tierno cariño, nos fue de mucho agrado impartirles no sólo las Buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a hacernos amados. Como Pablo, jamás adularíamos a nadie o adoptaríamos una apariencia fingida para conseguir algo, ¿verdad?
Más bien nos interesamos genuinamente por otros, por su personalidad, cultura, antecedentes, fidelidad, integridad y espiritualidad. Como amamos a los demás, cualquier diferencia se vuelve insignificante cuando nos hacemos amigos, y eso nos ayuda a ser justos. [3] Analice el proceso.
Nosotros no vemos el corazón de otros como Jehová, de modo que nunca estaremos seguros de los motivos reales de una persona. ¿Cómo podemos ser objetivos? Pregúntese. ¿Conozco todos los hechos? ¿Es confiable la información que tengo? ¿Se puede ver el asunto desde otro ángulo? Además, como dice el comentario de hoy, puede ser útil consultar con otros antes de tomar decisiones.
Prov. 24:12 dice que Jehová pagará al hombre terrestre conforme a su actividad. Y Mateo 16:27 dice que Jesús recompensará a cada uno según su comportamiento. Por tanto, observar qué hacen las personas. En vez de tratar de entender por qué lo hacen, nos ayudará a ser justos al tomar decisiones. Y [4] Analice los resultados.
Acepte los consejos y evite ser demasiado sensible. En Tim. 5:21, Pablo le recordó a Timoteo que, como representante del cuerpo gobernante, sus decisiones serían evaluadas por las autoridades más elevadas. Leamos el ver. 21. Te ordeno solemnemente ante Dios, Cristo Jesús y los ángeles escogidos que sigas estas instrucciones sin ningún prejuicio ni parcialidad.
¿Cuánta presión sobre sus hombros? Sin embargo, consejos como este pueden ayudarnos a mejorar. De hecho, cuanto más transparente sea una decisión, más fácil será para otros aceptarla. Por supuesto, igual y justo no siempre significan lo mismo. Y tratar igual a todos no siempre es lo justo. Un número de La Atalaya de principios de los 60 dijo qué:
“O no hay nada de malo en tener preferencias. Pues hasta Jesús las tuvo. De todos sus discípulos, Jesús dio preferencia a sus 12 apóstoles. Pero de los 12, prefirió a tres, Pedro, Santiago y Juan. Y de esos tres, su favorito fue el amado apóstol Juan. Así que Jesús no trató igual a todos y, no obstante, como Jehová, siempre fue justo. Perspicacia para comprender las escrituras dice:
“La imparcialidad procura que todos sean tratados, no igual, sino de acuerdo con lo que cada uno merece y necesita. Eso es lo razonable y lo que se puede lograr. Es lo que nos enseñan los principios bíblicos. En conclusión, la gente nace con un sentido innato de lo que es justo. Pero ese sentido debe educarse.
Cuando sea difícil ser justos, debemos pedir el espíritu de Jehová y dejar que el amor por los demás regule nuestras emociones. Jehová observa lo que hacemos y valora mucho que tratemos de ser justos.