M. Stephen Lett: Escuchemos para entender (Mat. 13:16)

Como todos sabemos, la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato son los 5 sentidos básicos con los que nos ha dotado el Creador.

Ahora bien, ¿cuál de estos sentidos puede servirnos más para alcanzar el premio de la vida eterna?

¿Verdad que es el oído?

Es interesante que, a través de la historia, las iglesias de Babilonia la Grande han dado más importancia, no al oído, sino a la vista, o incluso al tacto.

Las personas ven una imagen de su dios y hasta la tocan o la besan.

Pero Jehová siempre le ha dado más importancia al oído: “Oye, oh Israel”, “Presten oído y escuchen”.

Con órdenes como estas se convocaba al pueblo de Israel para escuchar la lectura y la explicación de las palabras de Jehová.

Del mismo modo, hoy tenemos muchas oportunidades para escuchar y comprender lo que Jehová nos dice.

Pero preguntémonos: ¿será suficiente con solo oír el sonido de las palabras de Jehová?

Sabemos bien que no.

La siguiente anécdota ilustra este hecho.

Hace mucho tiempo estaba predicando con un hermano.

A él le tocaba hablar y sentía muchos nervios.

Una señora vino a la puerta y él le preguntó: “¿Cómo está?”.

Ella respondió: “No muy bien”.

Él dijo: “¡Qué bueno!”.

Y siguió con su presentación.

Había oído el sonido que salió de la boca de la señora, pero no había prestado atención a sus palabras.

Obviamente, Jehová espera que pongamos mucha atención cuando oímos sus palabras.

En el texto de hoy, Mateo 13:16, vemos que Jesús felicitó a sus discípulos cuando les dijo: “Felices son [...] sus oídos porque oyen”.

Él no los estaba felicitando solo porque hubieran oído sonidos procedentes de su boca; lo hizo porque habían escuchado y comprendido lo dicho.

Ellos habían logrado captar el significado, y eso les permitiría poner en práctica los consejos.

¿Queremos que Jehová y Jesús digan lo mismo de nuestro oído?

¿Queremos tener, por decirlo así, oídos felices?

¡Claro que sí!

Entonces debemos escuchar como aquellos discípulos: de tal manera que captemos el significado y que podamos poner el consejo en práctica.

Abramos la Biblia en el capítulo 4 de Marcos.

Esta parte se relaciona con lo que estamos hablando.

Fíjense en lo que dijo Jesús en Marcos capítulo 4.

Leamos del versículo 23 en adelante.

Él dijo: “El que tiene oídos para escuchar, que escuche”.

Y continuó: “Presten atención a lo que oyen”.

Ahora fíjense en esto: “Con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes, sí, hasta se les añadirá”.

Él les estaba diciendo que si ponían poca atención, casi no aprenderían nada.

En cambio, si prestaban atención, si oían con interés, entonces recibirían abundantes bendiciones, más de lo que podían imaginar.

Y hoy sucede lo mismo, ¿no es cierto?

La iluminación que recibamos será proporcional al interés y la atención que pongamos.

Vayamos al capítulo 2 de Hebreos.

Este es otro texto muy conocido.

Busquemos Hebreos capítulo 2.

Veamos que aquí no se dice que prestemos un poco de atención o la acostumbrada atención.

Noten las palabras que se usan.

Hebreos 2:1: “Por eso es necesario que prestemos más de la acostumbrada atención a las cosas oídas por nosotros, para que nunca se nos lleve a la deriva”.

Así que para no alejarnos de Jehová, es absolutamente necesario prestar “más de la acostumbrada atención”.

Ilustremos este punto.

Imagínese que está atrapado dentro de un edificio en llamas.

Un bombero logra llegar hasta donde usted está y le dice: “Solo tengo tiempo para explicarle esto una vez, pues también tengo que ayudar a otros.

Hay una sola ruta de escape.

Baje rápidamente las escaleras.

Cuando llegue abajo, tírese al suelo y arrástrese.

Debe mantenerse cerca del suelo porque a un metro de altura habrá gases tóxicos.

Tiene que gatear hacia la derecha.

Hay un pasillo angosto.

Siga arrastrándose por ese pasillo.

Al final llegará al vestíbulo.

¡Levántese, dé vuelta a la izquierda y corra hacia la salida!”.

Ahora tome un segundo y piense: ¿se distraería mientras le dan las instrucciones?

¿Estaría pensando en qué va a cenar en la noche o en qué programa de televisión verá?

¡No!

Estaría completamente concentrado.

Perder un solo detalle podría costarle la vida.

Y aun después de que el bombero se fuera, usted seguiría escuchando sus palabras en la mente.

Seguiría repitiéndolas: “Bajar las escaleras; arrastrarse por el pasillo; en el vestíbulo, ir a la izquierda y salir por la puerta”.

Estaría repasando cada idea en su mente una y otra vez para poder seguir las indicaciones.

Pues bien, así es como debemos escuchar.

¿Verdad que hoy nos encontramos en una situación parecida?

El mundo de Satanás está ardiendo y muy pronto se quemará por completo.

Pero Jehová está dándonos las instrucciones para escapar.

De hecho, en 2 Pedro 3:12 él nos dice que este sistema será disuelto y que “los elementos, estando intensamente calientes, se derretirán”.

¡Nosotros queremos sobrevivir!

No queremos parecernos en nada a los ídolos que se mencionan en Salmo 115:6, que tienen oídos pero no pueden oír.

O ser como la cobra de Salmo 58:4, 5, que tapa su oído para no escuchar la voz de los encantadores.

O como los israelitas desobedientes de los que se dice en Isaías 6:10 que tenían “oídos indispuestos”.

Y tampoco como los israelitas desobedientes de Jeremías 6:10, cuyo oído era, según la expresión hebrea original, “incircunciso”.

Ni siquiera quisiéramos ser como los cristianos hebreos, pues en Hebreos 5:11 se dice que se habían hecho “embotados en su oír”.

Queremos hacer todo lo posible por destapar nuestros oídos.

La expresión hebrea correspondiente se usa en Job 33:16.

Aparentemente, tiene su origen en la costumbre oriental de usar turbante.

Los orientales se retiraban parcialmente el turbante a fin de oír con más claridad.

Nosotros también queremos hacer eso.

Queremos inclinar el oído (Salmo 78:1); también, despertar el oído, abrir el oído y prestar oído, tal como se dice en varios versículos de Isaías.

Así que es importante prestar atención, a fin de poner en práctica lo que oímos.

Si usamos nuestro sentido del oído de manera sabia, podremos sobrevivir al catastrófico fin de este mundo.

En 2 Reyes 21:12, Jehová dice: “Aquí voy a traer una calamidad sobre Jerusalén y Judá, de la cual, si alguien oye, ambos oídos le retiñirán”.

Es cierto.

En la gran tribulación, cuando la gente de este mundo oiga acerca de las calamidades que estarán sucediendo, no cabe duda de que ambos oídos —de manera figurada y quizás hasta de forma literal— les retiñirán.

Pero los oídos del pueblo de Jehová se inclinarán para oír las instrucciones que Jehová dará entonces, como la que se encuentra en Isaías 26:20.

En ese momento, Jehová dirá: “Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores, y cierra tus puertas tras de ti.

Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación”.

Así como Jesús pronunció felices los oídos de sus discípulos, Jehová y Jesús pronunciarán felices los oídos de la gran muchedumbre que sobreviva.

Dirán: “Felices son [...] sus oídos porque oyen”.

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