Cuando hablamos con nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros familiares, parece que todos tienen mucho estrés, que están pasando por momentos angustiosos.
Nosotros mismos tenemos problemas.
O puede ser nuestra pareja, nuestros padres, un amigo cercano… cualquiera.
Eso nos preocupa y nos da ansiedad.
Nos estresamos de tanto estrés.
¿Qué se puede hacer?
Podemos imitar a David.
¿Qué hizo él?
Leámoslo en el Salmo 18:6.
David no confió en sí mismo.
Acudió a su mejor amigo, su Salvador, Jehová.
El Salmo 18:6 dice: “En mi angustia llamé a Jehová, a gritos seguí pidiéndole ayuda a mi Dios.
Desde su templo oyó mi voz, mis gritos de auxilio llegaron a sus oídos”.
Y en el 16 vemos lo que Jehová hizo por él: “Él extendió la mano desde lo alto; me agarró y me sacó de aguas profundas.
Me rescató de mi poderoso enemigo, de los que me odiaban, que eran más fuertes que yo”.
Nos consuela ver que, cuando David tuvo problemas, Jehová le dio la mano.
Y también nos consuela saber que él hará lo mismo por ti, por mí y por todos sus siervos fieles.
Sabemos que en el pasado Jehová usó a ángeles.
Los mandó, los envió a ayudar a algunos de sus siervos, como Jacob, Gedeón, Daniel, María y Jesús.
Jehová todavía usa a sus ángeles para ayudarnos.
Pero ¿a quién usa principalmente para ayudar hoy a sus siervos?
A ti, a mí y a nuestros hermanos.
Y la verdad, hay que decir, que es un privilegio que Jehová nos mande o nos utilice para darle la mano a alguien.
Pero debemos preguntarnos: “¿Estamos listos para ayudar, dispuestos a que Jehová nos utilice, a que él nos envíe para ayudar a alguien que está pasando por un momento difícil?”.
Imagínense a un hombre que nada tranquilamente en la playa.
Pero pasa algo y, de repente, empieza a ahogarse.
Y empieza a gritar para que alguien lo ayude.
Por suerte, el socorrista está muy pendiente.
Se lanza al mar, nada hasta donde está el hombre y lo trae a salvo, a la orilla.
Al fin y al cabo, esa es su función.
Por un lado, avisa de los peligros.
Pero, si alguien corre peligro, lo saca del agua y lo salva.
Eso es lo que se espera de un socorrista.
¿Y qué es lo que espera Jehová de nosotros?
Bueno, él nos ha preparado, nos ha preparado para proteger a los demás.
Somos como un socorrista que rescata a los hermanos que necesitan ayuda desesperadamente.
Por eso, siempre tenemos que estar pensando en los demás.
Como un socorrista, tenemos que estar pendientes por si hay alguien que se está hundiendo, por los problemas o por la angustia, y ver lo que podemos hacer para rescatarlo.
¿Y qué se puede hacer?
Repasemos el texto de hoy, Proverbios 17:17.
Vamos a leerlo completo.
Dice: “El verdadero amigo ama en todo momento y es un hermano en tiempos de angustia”.
¿Qué entendemos con que un amigo verdadero “ama en todo momento”?
Un amigo verdadero no es alguien que hace desaparecer tus problemas.
Un amigo verdadero es el que no desaparece cuando tienes problemas.
Eso es un buen amigo.
Cuando David pasó por problemas muy difíciles, muchos lo abandonaron, pero Jonatán no, y tampoco Husái.
Estuvieron ahí, fueron leales, fueron sus amigos, en lo bueno y en lo malo.
Acudieron a su rescate, le dieron la mano, le ofrecieron todo su apoyo.
No abandonaron a su amigo David.
Estuvieron a su lado en los momentos difíciles.
El amor era la base de su amistad.
Era un amor fuerte, genuino.
Bueno, volvamos al ejemplo que pusimos del socorrista.
Los socorristas no nacen siendo socorristas.
Tienen que prepararse para rescatar a otros, tienen que ser observadores.
Jehová también nos prepara a nosotros.
¿Y qué debemos hacer con eso?
Usar esa preparación.
Tenemos que estar alerta, ser observadores y acudir al rescate.
¿Y no es cierto que los buenos amigos nos conocen muy bien?
Y, aunque no les digamos nada, se dan cuenta de que no estamos del todo bien solo con mirarnos o por nuestro tono de voz o, tal vez, por lo que hacemos.
Y, entonces, nos rescatan.
En Juan 15:13, Jesús dijo que “nadie tiene amor más grande [fíjense] que quien da su vida por sus amigos”.
Sí, “quien da su vida por sus amigos”.
Bueno, sin duda todos estamos dispuestos a sacrificarnos por nuestros amigos, incluso si eso a veces pudiera significar dar nuestra vida por ellos.
Pero, por lo general, sacrificarse significa dar, dar de nuestras energías, de nuestro tiempo, para ayudar a nuestros amigos.
Darles ayuda espiritual, ayuda práctica e incluso ayuda emocional.
La amistad se basa en el amor, un amor genuino, un amor que “nunca falla”.
Pero a veces ocurre que, cuando queremos ayudar a alguien, no sabemos qué decir.
No sabemos qué hacer y tampoco sabemos cómo solucionar su problema.
Sin embargo, podemos estar ahí, a su lado, apoyándolo.
Y la verdad es que a veces solo necesita que lo escuchemos.
Así le demostramos amor.
Una pequeña muestra de interés es más valiosa que tener muchas intenciones y no hacer nada.
No olvidemos nunca eso.
Además, Jehová espera algo de nosotros, y es algo importante: que nos sacrifiquemos por los demás y les demostremos amor sincero en todo momento.
¿Por qué?
Porque los sucesos imprevistos ocurren en momentos imprevistos.
Así que debemos preguntarnos: “¿Estoy listo para sacrificarme, dejar todo a un lado y lanzarme para ayudar a mi hermano o hermana?”.
Es interesante que en la segunda parte de Proverbios 17:17 dice que el amigo verdadero “es un hermano en tiempos de angustia”.
¿Qué significa esta parte del versículo?
Al decir “hermano”, ¿se refiere solamente a nuestro hermano o nuestra hermana carnal?
Bueno, no necesariamente.
Podría ser que quien venga a ayudarnos en ese momento sea un hermano o una hermana espiritual, un amigo verdadero, leal.
Eso es lo que dice Proverbios 18:24, que hay amigos que se apegan más que un hermano.
Por eso, si queremos que Jehová nos utilice para responder a las oraciones de alguien, tenemos que hacernos disponibles, ponernos en las manos de Jehová y lanzarnos para ayudar a nuestro hermano.
Y es muy probable que a nosotros nos pase algo parecido, que en momentos difíciles necesitemos la ayuda de alguien.
Un amigo verdadero es alguien que anda contigo aun cuando otros te han abandonado.
Están ahí, preparados para ayudarnos en momentos duros, como los amigos de David.
Ahora bien, puede ser que seamos muy buenos socorriendo a alguien cuando ocurre alguna desgracia.
¿Pero qué ocurre si ese problema se prolonga en el tiempo y dura y dura?
¿Seguiremos justo ahí, junto a nuestro hermano o hermana, apoyándolo en ese periodo tan difícil para él?
Bueno, tenemos que confirmarle que Jehová lo quiere; y nosotros también, y demostrarlo.
¿Cómo lo hacemos?
Con una nota o un mensaje o una visita… Todas esas son maneras de confirmarle nuestro amor.
Pensemos en Pablo, el apóstol.
La verdad es que él pasó por un montón de problemas.
Por ejemplo, en el año 60 se encontraba encarcelado en Roma.
En Colosenses 4, él menciona cinco hermanos, cinco amigos que acudieron en su ayuda.
Pero fueron algo más que amigos; fueron verdaderos hermanos en tiempos de angustia que estuvieron a su lado cuando más lo necesitó.
¿Recuerdan sus nombres?
Fueron Tíquico, Onésimo, Aristarco, Marcos y Justo.
¿Qué dijo Pablo sobre ellos en Colosenses 4:11?
Dijo: “Se han convertido en una fuente de gran consuelo para mí” o, como dice la nota, “un socorro fortalecedor”.
Es interesante que esta expresión viene de una palabra griega que puede traducirse como “medicina”, algo que alivia, que consuela.
Aquellos cinco amigos de Pablo, aquellos hermanos, no podían librarlo de sus cadenas.
Pero sí podían consolarlo, fortalecerlo, para que pudiera aguantar su difícil situación.
Estaban dispuestos a hacer todo lo necesario para ayudarlo: ser sus mensajeros, llevarle algunas cosas —como por ejemplo ropa o algo para escribir—.
Fueron buenos amigos.
Gracias a lo que vivió, escribió lo que encontramos en 1 Tesalonicenses 5:14: “Consuelen a los deprimidos [o a los desanimados], apoyen a los débiles y sean pacientes con todos”.
Esta expresión “apoyen” a los débiles también puede traducirse por “aférrense” o “apéguense” a los débiles.
Muchos hermanos hoy en día, incluso nosotros, estamos hundidos en la angustia, ahogados en muchos problemas.
Así que estemos atentos, dispuestos a lanzarnos para rescatar a los hermanos.
Echémosles una mano y no los soltemos nunca.
Que, cuando nosotros ayudemos a alguien, esa persona nos diga: “Eres un buen amigo, un verdadero hermano en tiempos de angustia”.