Robert Luccioni: Tres principios útiles para enfrentar la persecución (Juan 15:20)

Jesús dijo: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán”.

Pablo lo experimentó en carne propia.

Él se enfrentó a dificultades y persecución por ser seguidor de Jesucristo.

Y nosotros vemos que hoy sucede lo mismo, ¿verdad?

Satanás sigue poniendo a prueba la integridad del pueblo de Jehová.

Es más, la Biblia advirtió que él intensificaría sus ataques durante los últimos días.

Y así ha sido.

Vemos que por todo el mundo se persigue a los siervos de Jehová.

Pensemos, por ejemplo, en nuestros hermanos de Eritrea, de Corea, de Rusia...

y en otros que también están sufriendo, aunque a menor escala, y de los que quizás no hayamos oído.

Sin duda, las palabras de Jesús se están cumpliendo.

Pero la cuestión que quisiera analizar hoy es qué haremos nosotros cuando se nos persiga.

Jesús dijo que si lo habían perseguido a él, a nosotros también nos perseguirían.

Y 2 Timoteo 3:12 dice: “Todos los que desean vivir con devoción piadosa [...] también serán perseguidos”.

Así que algún ataque nos tocará sufrir.

Como dice el comentario, las cosas pueden cambiar de repente.

Puede que el gobierno prohíba nuestra obra o puede que la familia se nos ponga en contra.

Tal vez haya quien trate de obstaculizar alguna obra teocrática u otro proyecto.

¿Qué vamos a hacer cuando nos enfrentemos a problemas como estos?

No cuesta nada decir: “Confía en Jehová”.

Y eso es obvio, pero ¿qué implica exactamente?

¿Qué tenemos que hacer?

¿Cómo distinguir entre una buena y una mala decisión?

¿Qué principios pueden guiarnos?

Analicemos tres de ellos.

En primer lugar, hay que recordar que la salida más fácil a un problema no es siempre la correcta.

Vayamos al capítulo 30 de Isaías para ver la solución en la que recayeron vez tras vez los reyes de Israel y Judá.

En Isaías 30:1, 2, Jehová dice: “¡Ay de [...] aquellos dispuestos a llevar a cabo consejo, pero no el que proviene de mí; y a formar una alianza [como dice la nota], pero no con mi espíritu, para añadir pecado a pecado; los que están poniéndose en camino para bajar a Egipto, y que no han inquirido de mi propia boca, para abrigarse en la plaza fuerte de Faraón y para refugiarse en la sombra de Egipto!”.

Ellos pensaban que aliarse con Egipto para defenderse de los babilonios y de otros enemigos era muy buena idea.

A aquellos reyes alejados de Jehová les parecía la mejor solución y recurrían a ella constantemente.

Hacían pactos con unos enemigos de Jehová para defenderse de otros enemigos de Jehová.

Del mismo modo, cuando estamos bajo ataque, puede que nos sintamos tentados a ceder a la presión y llegar a un acuerdo que nos dé un poco de alivio.

Por otro lado, sabemos que Pablo y otros siervos de Dios acudieron a las autoridades para obtener protección, y Jehová los bendijo.

Entonces, ¿cuál es la lección?

Que debemos asegurarnos de que nuestros planes estén en armonía con el propósito de Jehová y cuenten con el apoyo del espíritu santo.

Tenemos que orar para estar seguros de cuál es la voluntad de Dios y recordar que la solución más obvia a la vista de los hombres no siempre es la mejor a la vista de Jehová.

En segundo lugar, no debemos permitir que nada nos distraiga de nuestro objetivo, de nuestra principal comisión.

A este respecto, Nehemías nos dio un buen ejemplo.

Como sabemos, los enemigos de Jehová trataron de impedir que Nehemías reconstruyera los muros de Jerusalén.

Leamos el relato en Nehemías 6:2.

Allí dice: “Sanbalat y Guésem inmediatamente enviaron a decirme: ‘Ven, sí, y reunámonos por cita en las aldeas de la llanura-valle de Onó’.

Pero tramaban hacerme daño”.

Por si no lo sabían, entre Jerusalén y el valle de Onó había como 50 kilómetros (unas 30 millas).

Y no era que estos hombres quisieran hablar con Nehemías para ver cómo podían ayudarlo.

Tramaban detener la obra, retrasarla...

y Nehemías se había dado cuenta.

Vean lo que les manda a decir, según el versículo 3: “De manera que les envié mensajeros, y dije: ‘Es una gran obra la que estoy haciendo, y no puedo bajar.

¿Por qué debe cesar la obra mientras yo me aparte de ella y tenga que bajar a ustedes?’”.

Nehemías no permitió que nada lo distrajera de su objetivo, de la comisión que se le había encargado.

Por eso, sus enemigos intentan algo distinto: le ofrecen una solución que podría haber manchado su reputación y el nombre de Jehová.

En el versículo 10, vemos que alguien le dice: “Encontrémonos [...] en la casa del Dios verdadero [...] y cerremos las puertas [...]; porque van a venir para matarte”.

Pero en el versículo 13, Nehemías explica que le habían pagado a alguien para asustarlo y hacerlo pecar, a fin de manchar su reputación.

A nosotros podrían ofrecernos una salida que nos diera un respiro o nos librara del problema pero que nos distrajera de nuestra comisión, de nuestro servicio a Dios.

O pudiera tratarse de una solución un tanto cuestionable, algo que todo el mundo hace pero que pudiera manchar nuestra reputación o el nombre de Jehová.

¿Y qué haríamos?

¿Buscaríamos la guía divina?

¿Dejaríamos que nos distrajeran de nuestra comisión?

¿Qué pensarían las personas a nuestro alrededor?

¿Cómo afectaría el nombre de Jehová?

Lo que hemos dicho hasta ahora no nos obliga a quedarnos de brazos cruzados.

Y aquí entra el tercer principio: hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance.

Tenemos que darle a Jehová algo que bendecir y luego esperar a que actúe.

Así hizo el rey Ezequías, como vimos en la película que se presentó en la asamblea regional del 2016.

El malvado rey de Asiria quería conquistar Jerusalén a toda costa.

Hasta envió a su mensajero, al rabsaqué, a burlarse de Ezequías y presionar al pueblo para hacer un pacto con Asiria.

¿Qué hizo Ezequías?

Ideó una astuta estrategia militar y confió en el apoyo de Jehová.

Le ofreció a Jehová algo que bendecir.

¿Lo recuerdan?

El rey ordenó desviar un manantial para que los asirios no tuvieran agua en caso de que sitiaran la ciudad, reforzó las defensas y las murallas y encargó más escudos y armas.

Hizo todo lo que pudo y confió en Jehová.

Recordemos las palabras que le dirigió al pueblo en 2 Crónicas 32:7, 8: “Sean animosos y fuertes [...] porque con nosotros hay más que los que hay con él”.

El pueblo no se quedó de brazos cruzados, aunque sabía que la solución definitiva vendría de Jehová.

Y es interesante que Jehová no se valió de lo que habían hecho, sino que mandó a un ángel para salvarlos.

Hoy, cuando nos enfrentemos a dificultades y persecución, haremos lo que esté a nuestro alcance, sin olvidar los otros dos principios, y esperaremos a que Jehová acuda en nuestro auxilio.

En resumen, cuando los enemigos de Dios nos ataquen o nos persigan, es posible que no veamos una salida clara, que no encontremos una buena solución.

En esos momentos, conviene identificar principios que nos ayuden a tomar las mejores decisiones, sin olvidar nunca cuál es la mejor manera de lidiar con la persecución y los ataques.

Está aquí en el Salmo 9, versículo 10.

El Salmo 9, versículo 10, dice: “Y los que conocen tu nombre confiarán en ti, porque ciertamente no dejarás a los que te buscan, oh Jehová”.

“Los que conocen tu nombre confiarán en ti”.

Nosotros conocemos a Jehová.

Conocemos su nombre.

Sabemos lo que significa.

Sabemos que él puede llegar a ser —o puede hacer que nosotros o que cualquier otra creación llegue a ser— lo que sea necesario para cumplir su propósito.

¡Tenemos que confiar en él, pues jamás nos abandonará!

Igual que Jesús, todos sus seguidores seremos perseguidos.

Esa es la realidad.

Y cuando nos toque, ¿qué haremos?

Esperamos que estos principios nos ayuden a tomar buenas decisiones.

Pero nunca dejemos de confiar en Jehová, de esperar en él, convencidos de que jamás nos abandonará.

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