El texto que analizamos hoy es Filipenses 3:14, donde el apóstol Pablo le asegura a la congregación de Filipos que él no había perdido de vista su meta.
A pesar de todos los problemas por los que estaba pasando, se mantuvo centrado en lo más importante: la predicación de las buenas noticias y su esperanza para el futuro.
¿Y cómo nos ayuda esto?
Veamos tres situaciones que estaban afectando a Pablo durante el tiempo en el que escribió su carta a los filipenses y que podían haberlo desviado de su meta.
Veremos qué nos enseñan.
Lo primero que analizaremos es el desánimo.
Como sabemos, en aquel tiempo Pablo estaba bajo arresto domiciliario, y por eso no podía hacer por Jehová todo lo que le hubiera gustado.
Y parece ser que, cuando Pablo escribió esta carta, ya llevaba bajo arresto un año o más.
Pablo pudo haberse desanimado mucho por esto.
Además, recordemos que para ese tiempo la congregación de Filipos había enviado a Epafrodito con un regalo para Pablo.
Pero ¿qué pasó?
Pues resulta que Epafrodito, que iba a animar a Pablo, se enfermó y estuvo a punto de morir.
Y, claro, se deprimió.
Así que, ahora, en lugar de recibir ayuda, Pablo tuvo una preocupación más: cuidar a Epafrodito, ayudarlo a recuperarse de la depresión y, al final, mandarlo a casa.
Todo esto, además de lo que él ya tenía.
Y pensemos en los altibajos emocionales que quizás tuvo que pasar Pablo cuando estaba arrestado.
Imaginémonos que alguien le decía: “Ya verás como pronto analizan tu caso, vas a salir dentro de poco”.
Y luego: “Ay, no, lo siento.
De momento tendrás que quedarte por un tiempo”.
Bueno, ¿nos identificamos con Pablo?
Muchos hermanos se sienten emocional y físicamente agotados y angustiados por culpa de la pandemia.
Algunos de ellos se sienten como si estuvieran bajo arresto en sus propias casas.
Les parece que esto nunca va a acabar.
Es como si diéramos un paso hacia adelante y dos hacia atrás.
No podemos hacer por Jehová todo lo que nos gustaría.
Bueno, ¿qué aprendemos de Pablo?
¿Qué hizo él?
Busquemos Filipenses 1:12.
¿En qué se centró él?
Filipenses 1:12 dice: “Hermanos, quiero que sepan que mi situación en realidad ha contribuido a que se difundan las buenas noticias”.
Él se centró en la difusión de las buenas noticias, en lo realmente importante.
El 13 dice que su situación le permitió predicarles a los guardias.
Y su aguante animó a la congregación, como dice el 14.
Es cierto que estaba en una situación muy difícil, pero se centró en lo importante.
Y nosotros también debemos centrarnos en lo más importante.
El aumento de publicadores y cursos bíblicos, y las experiencias increíbles que escuchamos demuestran que el pueblo de Dios sigue apoyando la obra del Reino, incluso en estos tiempos tan difíciles.
Hemos escuchado muchísimos informes que nos animan y nos recuerdan que Jehová ha estado con su pueblo y con su organización.
Ha estado con nosotros durante todo este tiempo, durante la pandemia, para que su organización no solo siga funcionando, sino creciendo.
Esto fortalece nuestra confianza en que Jehová seguirá ayudándonos.
¡Qué buen recordatorio de Pablo!
¿Y qué otra situación afrontó?
La segunda situación era que algunos dejaron la verdad, y eso le causaba mucho dolor a Pablo.
Vayamos a Filipenses 3:18.
Dice: “Porque hay muchos —antes los mencionaba con frecuencia y ahora los menciono también con lágrimas— que viven como enemigos del madero de tormento del Cristo”.
Algunos que habían sido muy amigos de Pablo habían dejado la verdad, y eso lo puso muy triste, incluso lo hizo llorar.
¿Nos ha pasado a nosotros?
Claro que sí.
Algunos tenemos familiares o amigos que han dejado la verdad y están expulsados, y eso es muy doloroso.
Y, cuando las emociones están a flor de piel, podemos llegar a pensar que a lo mejor los ancianos se equivocaron.
O quizás nos resulte difícil aceptar las pautas sobre el trato con los expulsados.
Eso pone a prueba nuestra fe.
Así que, cuando vemos que alguien va por mal camino, pues, claro, todos queremos hacer algo para ayudarlo…, los amigos, la familia, los ancianos…, todo el mundo.
Pero, cuando alguien llega al punto en que tiene que ser expulsado, es como si Jehová dijera: “Ahora me encargo yo, déjenmelo a mí”.
¿Y qué tenemos que hacer?
Dar un paso atrás y confiar en Jehová y en su organización.
Vamos a poner un ejemplo.
Ustedes están reunidos con toda su familia sentados a la mesa, comiendo juntos.
Y, de repente, su tío se toca en el pecho porque siente un dolor fuerte y cae al suelo inconsciente.
¿Qué pasa entonces?
Pues que todos quieren ayudar.
Uno intenta reanimarlo, otro llama a los paramédicos y los demás hacen lo que pueden.
Pero ¿qué hacemos cuando llega la ambulancia?
Pues, damos un paso atrás y dejamos a nuestro familiar en manos de quienes están preparados para atender una emergencia.
¿Se nos ocurriría apartar a los paramédicos y empeñarnos en decir: “Déjenme a mí.
Yo me encargo de mi tío”?
¡Claro que no!
Sabemos que, si hiciéramos eso, tendría muchas menos posibilidades de sobrevivir.
Así que lo dejamos en manos de los paramédicos y esperamos lo mejor.
Claro, a veces, el paciente se recupera.
Pero, tristemente, en otras ocasiones no.
Aun así, sabemos que tiene muchas más posibilidades de recuperarse si los que se encargan son profesionales.
Pues lo mismo pasa con un ser querido que deja a Jehová.
Al principio, todos hacemos lo posible por ayudarlo.
Pero luego damos un paso atrás y dejamos que actúen los paramédicos, es decir, hombres maduros que están capacitados para ayudar en sentido espiritual a nuestros seres queridos.
Así lo estableció Jehová.
Claro, ¡eso no significa que sea fácil!
Es doloroso, es muy triste, al igual que nos dolería ver que a nuestro tío le da un infarto.
Nos remueve los sentimientos, nos duele.
¿Y qué hacemos para sobrellevarlo?
Pues lo mismo que hizo el apóstol Pablo.
Si volvemos a Filipenses 3:18, vemos que él dice que estaba tan angustiado que lloró.
Pero ¿en qué centró su atención?
Veámoslo en el 20: “Pero nosotros tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, y de allí esperamos ansiosos a un salvador, el Señor Jesucristo”.
Pablo se concentró en su esperanza.
La tercera situación a la que Pablo se enfrentó fue la preocupación por la unidad de la congregación.
Veamos lo que dijo en Filipenses 2:2: “Hagan que me llene de alegría demostrando que tienen la misma mente y el mismo amor, que están completamente unidos y que tienen el mismo pensamiento”.
Unidad.
A Pablo le preocupaban las divisiones que estaban surgiendo en la congregación.
La unidad fue el tema principal de su carta a los efesios y también de su carta a los colosenses.
Esas dos cartas fueron escritas más o menos al mismo tiempo que la carta a los filipenses.
¿Por qué estaba Pablo tan preocupado por la unidad?
Pues porque en ese momento había temas muy polémicos que circulaban por las congregaciones.
Por ejemplo, uno que siempre salía era la circuncisión.
Algunos insistían en que todos tenían que circuncidarse.
Otros decían que era un tema de decisión personal.
Y los falsos maestros aprovechaban la ocasión para decir que Pablo no tenía derecho de ser apóstol.
Pero el cuerpo gobernante había dejado muy clara su postura sobre ese tema.
¿Qué hizo Pablo?
Él confió en Jehová, confió en sus representantes y apoyó su decisión.
Bueno, ¿vemos situaciones parecidas hoy día?
¡Por supuesto!
También existen muchos temas polémicos que podrían causar divisiones dentro de la congregación cristiana.
Nunca permitamos que eso suceda.
Es una prueba de fe.
¿Qué fue lo que hizo Pablo?
Veámoslo unos versículos más abajo, en el 5.
Él dijo: “Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús”.
Pablo se centró en Cristo, en lo más importante.
Y nosotros debemos hacer lo mismo: centrarnos en Jesucristo.
Confiemos en que él está dirigiendo esta organización.
Confiemos en los que Jehová y Jesús confían para dirigirnos.
Centrémonos en la meta y en lo más importante.
Y, cuando lo pensamos, estamos muy agradecidos por todo lo que Jehová y su organización han hecho por nosotros, lo apreciamos mucho.
Vemos claramente cómo las pautas que hemos recibido a lo largo de los años indican que Jehová está con su pueblo, con su organización, con el Cuerpo Gobernante, con los que nos dirigen, y que Cristo lo tiene todo bajo control.
¿Deberíamos cuestionar las instrucciones que se nos dan ahora?
El texto de hoy nos enseña muy buenas lecciones que nos ayudan a actuar sabiamente durante estos tiempos difíciles.
Filipenses 3:14: “Sigo adelante hacia la meta para recibir el premio”.
Y debemos tener esta misma actitud, ya sea que nuestro premio sea la vida eterna en los cielos o aquí en la Tierra.
Igual que cuando Pablo escribió a los Filipenses, hoy día hay muchas cosas que pueden desviarnos de nuestra meta.
Y centrarnos en todas estas situaciones tan complicadas y difíciles nos puede angustiar, amargar, deprimir, enojar o distraer.
Por lo tanto, imitemos a Pablo y centrémonos en lo más importante, en nuestra meta.
Centrémonos en el increíble privilegio que tenemos de ser parte de esta organización y meditemos en todo lo que Jehová está haciendo por nosotros en estos últimos días.
Fijémonos en las pruebas evidentes de que Jehová está bendiciendo a su pueblo y a los que nos dirigen, y en que Cristo tiene todo bajo control.
Centrémonos en cómo se están cumpliendo las profecías bíblicas y en nuestra bonita esperanza.
Si lo hacemos, al igual que Pablo, llegará el día en el que ya no tendremos que seguir adelante hacia la meta, porque estaremos allí.