Durante esta pandemia del COVID-19, es fácil que nos vengan a la mente pensamientos negativos.
Podríamos empezar a pensar demasiado en todas las cosas que antes podíamos hacer.
Los que estamos en Betel quizás pensemos en cuando salíamos a discursar a otras congregaciones y conocíamos a nuevos hermanos y disfrutábamos de su compañía.
O quizás también nos acordemos de cuando íbamos a las asambleas de circuito y a las regionales como representantes de Betel con muchos, muchísimos hermanos y hermanas.
Los ancianos de congregación quizás piensen en que, durante años, han trabajado en los comités de asambleas o quizás organizando departamentos en asambleas de circuito o regionales.
Los precursores quizás estén pensando en cuando participaban en la predicación pública especial en áreas metropolitanas o en la predicación pública en general.
Y también hay otros precursores que venían a Betel como voluntarios externos para ayudarnos, algunos desde hace mucho.
Bueno, hemos mencionado responsabilidades diferentes, pero todas estas responsabilidades tienen algo en común: que en todas hemos tenido que presionar el “botón de pausa” y, de momento, dejar de hacer algunas de estas tareas que tanto nos gustaban.
Y, claro, puede que a veces nos preguntemos: “Como ya no puedo llevar a cabo todas esas asignaciones que hacía antes, ¿significa eso que ya no valgo tanto, que ya no soy valioso ni útil para Jehová?”.
Bueno, el texto que analizamos hoy nos puede ayudar.
Vamos a leerlo otra vez.
Busquemos en nuestras biblias Filipenses 2:5-7.
Leamos juntos estos tres versículos.
Dice así: “Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no pensó en quitarle el lugar a Dios y hacerse igual a él.
No, [y ahora fijémonos en lo siguiente] más bien dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano”.
Estas palabras se dicen rápido, ¿verdad?
Pero ¿se imaginan lo que implicó para Jesús esa última parte?
“Dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo”.
La verdad es que para nosotros es difícil imaginar la posición que Jesús ocupaba en el cielo antes de venir a la Tierra.
Pero podemos intentar hacernos una idea con la ayuda de la Biblia.
Leamos Colosenses, capítulo 1.
Fijémonos en el versículo 15.
Hablando de Jesús, aquí dice: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque por medio de él todo lo demás fue creado en los cielos y en la tierra, las cosas visibles y las cosas invisibles, ya sean tronos, dominios, gobiernos o autoridades.
Todo lo demás ha sido creado mediante él y para él.
Además, él existe desde antes que todo lo demás, y por medio de él se hizo que existiera todo lo demás”.
Así es, Jehová utilizó a Jesús como su obrero experto para crearlo todo, tanto el universo como todas las demás cosas que hay en él.
Como dice Juan 1:3: “Todas las cosas llegaron a existir por medio de él [es decir, Jesús], y sin él no llegó a existir ni siquiera una sola cosa”.
¡Qué gran responsabilidad le había dado su Padre!
Pero estuvo dispuesto a dejar la posición que tenía en el cielo y aceptar la asignación que Jehová tenía para él aquí en la Tierra.
Ahora bien, veamos tres ejemplos de lo que implicó que Jesús aceptara esa asignación.
Primero, puede que estar confinados sea difícil, sobre todo después de siete meses.
Pero pensemos en esto: antes de nacer, Jesús fue un embrión indefenso y estuvo en el vientre de María durante nueve meses.
¿Se imaginan ese cambio?
Veamos un segundo ejemplo: Jesús había sido el Portavoz de Jehová en el cielo, pero ahora tendría que aprender a hablar y que le enseñaran humanos imperfectos.
En tercer lugar: sus compañeros en el cielo eran ángeles, seres espirituales fieles y poderosos.
Pero ¿quiénes eran sus compañeros en la Tierra?
Pescadores, antiguas prostitutas, gente común y corriente, humilde, sencilla..., gente a quien los fariseos, en Juan 7:49, llamaban “maldita”.
¿Qué les parece?
¿Verdad que fue un gran cambio para Jesús dejar su posición en el cielo para venir a la Tierra?
Sin duda, “dejó todo lo que tenía”, como menciona Filipenses 2:7.
Pero la pregunta clave es: ¿sintió Jesús que, en cierto sentido, ya no valía tanto para Jehová?
¿Valía menos por ser un humano y tener una asignación tan diferente?
Por supuesto que no.
¿Por qué?
Por favor, busquemos la respuesta en nuestras biblias.
En el libro de Juan, capítulo 8, y fijémonos en lo que dice el versículo 29.
Jesús dijo: “Y el que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, [¿por qué?] porque yo siempre hago lo que a él le agrada”.
¡Qué versículo tan bonito!
Como vemos, lo que Jesús estaba haciendo aquí en la Tierra era justo lo que su Padre le había pedido que hiciera.
No era lo mismo que hacía antes cuando estaba en el cielo, pero aun así él siempre hacía lo que le agradaba a su Padre.
Por este motivo, Jesús estaba convencido de que su Padre nunca, nunca lo abandonaría.
Se mantuvo muy ocupado, cumplió bien su asignación y no se centró en lo que había hecho antes en el cielo.
Queridos hermanos, ¿qué aprendemos de esto?
Bueno, todos hemos sufrido cambios, y algunos bastante grandes.
La pandemia ha afectado nuestra adoración.
Pero nuestro objetivo no ha cambiado.
Al igual que Jesús, seguimos intentando hacer las cosas que le agradan a nuestro Padre celestial, Jehová.
Es verdad que no predicamos de casa en casa, que no hay predicación pública, que no podemos reunirnos en nuestros Salones del Reino o de Asambleas...
Pero, como todos nosotros amamos a Jehová, hemos encontrado formas de hacer lo que le agrada, incluso en medio de esta pandemia.
Y La Atalaya de agosto de 2020 comentaba algo interesante.
La página 25 decía: “¿Estamos desanimados porque ya no tenemos las responsabilidades de servicio que teníamos antes?
Si es así, nos sentiremos más felices si nos concentramos en lo que podemos hacer <b>ahora</b> para servir a Jehová y a nuestros hermanos.
Mantengámonos ocupados y utilicemos nuestros talentos para ayudar a otros.
Y nos sentiremos felices al animar a la congregación”.
Bueno, esto es lo que todos intentamos.
Y, como lo intentamos, Jehová nos quiere mucho y bendice nuestros esfuerzos.
Por ejemplo, veamos lo que le ocurrió a una hermana en Estados Unidos.
Para predicar, esta hermana decidió escribir algunas cartas.
Imagínense qué gran sorpresa se llevó cuando recibió la respuesta de una señora a quien llamaremos Mary.
Su carta decía esto: “Hola, me llamo Mary, y quería darle las gracias por mandarme esa hermosa carta.
Yo fui testigo de Jehová de los 9 a los 12 años, y mi madre era precursora a tiempo completo.
Íbamos de casa en casa todos los días.
Pero, como era pequeña y me gustaba celebrar los cumpleaños y otras fiestas, dejé a mamá para ir a vivir con papá.
Mamá fue precursora por más de 25 años y murió en el 2007.
Aunque de pequeña no estábamos muy unidas, cuando crecí, se convirtió en mi mejor amiga.
Hasta el día de su muerte me dijo: ‘Mary, regresa a Jehová’.
Pero siempre pensé que no estaría a la altura.
Y no quiero ser una hipócrita.
Por eso no he vuelto a estudiar la Biblia.
No puedes estar con un pie dentro y otro fuera.
Después de morir mamá, en su funeral, una hermana me entregó una Biblia.
En la primera página, mamá había escrito: ‘Para Mary, de mamá.
Devuélvemela en el Paraíso’.
Lo que más quiero es volver a verla, y sé que la única manera es volviendo a Jehová.
Pero tengo miedo.
¿Qué pasa si no lo hago bien?
No quiero meter la pata.
Todas las noches, tengo la costumbre de hacerle una oración a Jehová.
Pero el 19 de agosto de 2020, en mi oración, le dije a Jehová: ‘Tú conoces mi corazón, sabes cómo me siento.
Quiero ser parte de una iglesia o una religión para alabarte.
Ya sabes cómo soy.
Dame una señal muy clara para que sepa lo que tengo que hacer’.
El 20 de agosto, justo al día siguiente, fui a ver mi buzón y ahí estaba su carta.
No lo podía creer.
Me impactó tanto que tuve que sentarme.
Y pensé: ‘¡Guau!
¿Y ahora qué hago?’.
Jehová me contestó.
Tengo que hacerle caso, aunque estoy nerviosa.
Espero que usted me ayude a dar los pasos necesarios para cambiar.
Sí, estoy asustada, pero deseo hacer los cambios que hagan falta.
Atentamente, Mary”.
Una simple carta tiene mucho poder.
Es cierto, hemos tenido que presionar el “botón de pausa” de muchas de las asignaciones que tanto nos gustaban.
¿Significa eso que valemos menos para Jehová?
No, él sigue con nosotros.
No hemos perdido nada de valor a sus ojos, y no nos va a abandonar nunca.
Así que ¿qué tenemos que hacer?
Como Jesús, no nos centremos en todo lo que hacíamos antes.
Más bien, pensemos en todo lo que podemos hacer ahora para hacer lo que le agrada a nuestro maravilloso Padre celestial, Jehová.