Jeremías 2:13 dice: “Me han abandonado a mí, la fuente de agua viva, y se han excavado [...] cisternas rotas, que no pueden retener agua”.
Bueno, a veces pensamos: “¿Cómo es posible que los israelitas, después de todo lo que vieron y vivieron, dejaran a Jehová y buscaran sabiduría y ayuda en otra parte?”.
Y eso ocurrió una y otra vez.
¿Hay algo que podamos aprender de aquello?
Claro que sí.
Hoy en día, valoramos mucho toda la información bíblica que recibimos de Jehová a través de su organización.
En todo el mundo, nuestros hermanos dicen que nunca se habían sentido tan cerca de la organización de Jehová como ahora.
La vedad bíblica nos está llegando como nunca antes.
Aun así, igual que en los días de Jeremías, algunos de nuestros queridos hermanos han dejado a Jehová y sus enseñanzas y se han centrado en conseguir cosas que no tienen ningún valor.
¿Por qué ocurre esto?
¿Cómo nos aseguramos de que no nos pase a nosotros?
Bueno, ¿se fijaron en las dos primeras frases del comentario de hoy?
Fíjense, ahí dice: “Satanás sabe que seguir la guía divina nos salvará la vida, así que intenta evitar que la sigamos.
Por otra parte, nuestro corazón puede traicionarnos y llevarnos a desobedecer”.
Cuando pienso en que el corazón es traicionero y en que puede llevarnos a desobedecer a Jehová, me viene a la mente Salomón.
Todos conocemos la historia de Salomón.
Jehová lo bendijo tanto que era muy fácil ser obediente.
Pero al final, él acabó perdiendo su buena relación con Jehová.
Se apartó de “la fuente de agua viva”.
Pero si Salomón empezó tan bien, ¿que le ocurrió?
Bueno, justo lo que dice el texto de hoy.
En lugar de seguir las normas de Jehová, Salomón se dejó guiar por su corazón traicionero.
Las normas que Jehová le dio a Salomón eran muy claras.
Veamos, por ejemplo, Deuteronomio, capítulo 17.
Y, como sabemos, el rey tenía que leer la Ley todos los días y hacer copias de ella de forma regular.
Deuteronomio 17:16, 17.
Ahí dice: “Ahora bien, él [aquí se está hablando del rey] no debe adquirir muchos caballos”.
Y el 17: “Tampoco debe tener muchas esposas, para que su corazón no se desvíe.
Tampoco debe adquirir grandes cantidades de plata y oro”.
“No debe adquirir muchos caballos”, “muchas esposas”, “grandes cantidades de plata y oro”...
Salomón hizo las tres cosas.
Y, como vemos en Deuteronomio 7:3, 4, Jehová les dijo que no debían formar alianzas matrimoniales con las naciones porque los alejarían de él.
Pero ¿qué hizo Salomón?
Veámoslo en 1 Reyes, capítulo 11, versículos 1 a 3.
1 Reyes 11:1-3. Dice: “Pero el rey Salomón amó a muchas extranjeras además de la hija del faraón: mujeres moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias e hititas.
Eran de las naciones de las que Jehová les había dicho a los israelitas: ‘No vayan a mezclarse con ellas, y ellas no deben venir a mezclarse con ustedes, porque les desviarán el corazón para que sigan a sus dioses’.
Pero Salomón se apegó a ellas y las amó.
Tuvo 700 esposas, que eran princesas, y 300 concubinas.
Y, poco a poco, sus esposas le desviaron el corazón”, tal como Jehová había dicho.
¿Cómo llegó a pasar todo esto?
Salomón no pecó sin querer.
Aquello no fue un momento de debilidad.
No se levantó un día y dijo: “¡Dios mío! ¡Tengo 700 esposas y 300 concubinas!”.
Si hubiera sido así, Salomón habría estado peor de lo que pensamos.
No, Salomón era un hombre inteligente.
Jehová le había dado mucha sabiduría.
¿Cómo llegó a desviarse tanto?
Bueno, Salomón tomó una mala decisión tras otra.
Se justificó y se convenció a sí mismo de que, de alguna forma, a Jehová le parecía bien.
Como resultado, Salomón se alejó completamente de Jehová.
La verdad es que no sabemos qué es lo que pasaba por la mente de Salomón.
O cómo es que él llegó a tomar aquellas decisiones.
Pero sí nos podemos imaginar qué pasó.
Por ejemplo, la primera que se menciona aquí es la hija del faraón.
Pero es interesante que en 1 Reyes, capítulo 3, se menciona que Jehová le concedió sabiduría y lo bendijo.
Y, eso ocurrió después de que él se casara con la hija del faraón.
Así que es posible que pensara: “Bueno, si Jehová me ha bendecido, es que no le pareció tan mal”.
Pero Salomón sabía que algo no estaba bien, pues en 2 Crónicas 8:11 menciona que tuvo que construir otra casa para ella.
Al ser extranjera, no podía vivir en la casa de David a causa del Arca, ya que era sagrada.
Él sabía que algo no estaba bien, aun así, tomó la decisión y se convenció a sí mismo de que Jehová la aceptaba.
También dice que amó a mujeres moabitas.
Como sabemos, los moabitas eran enemigos de Jehová.
Pero no todos.
Quizás recuerden que, cuando David estaba huyendo del rey Saúl, le pidió al rey de Moab que cuidara de sus padres —los padres de David—, así que el rey de Moab los protegió.
Y el relato dice que lo hizo todo el tiempo que David estuvo en su refugio.
Es decir, el rey de Moab protegió a los abuelos de Salomón.
También recordamos a Rut.
Ella era la tatarabuela de Salomón, y era una mujer moabita.
Pero todos sabemos lo bien que salió todo.
Y algunos de los hombres poderosos de David eran de Moab y Ammón.
Así que no todos los moabitas eran malos.
¿Pudiera ser que Salomón conociera a sus primeras esposas moabitas gracias a aquellos hombres poderosos de David o a que sus abuelos estuvieron en Moab?
Luego se habla de las ammonitas.
Pensemos en Rehoboam, el hijo de Salomón, quien también llegó a ser rey.
Él era hijo de una mujer ammonita, y nació antes de que Salomón fuera rey.
Así que, de nuevo, es posible que Salomón pensara: “Bueno, Jehová me está bendiciendo.
Tengo una esposa egipcia y otra ammonita.
Quizás yo no tengo que cumplir esa norma como los demás”.
¿Y qué hay de las sidonias?
Sabemos que los sidonios eran conocidos por sus trabajos artesanales.
Eran leñadores y trabajaban hábilmente la madera.
De hecho, David, el padre de Salomón, les pidió a los sidonios que trajeran mucha madera para el templo.
Mas tarde, Salomón también hizo acuerdos con los sidonios para que cortaran árboles para el templo.
¿Es posible que fuera a través de estas relaciones comerciales como él conoció a algunas de sus esposas?
Quizás pensó algo como: “Bueno, casarme con estas mujeres sidonias seguro que me ayuda a terminar la casa de Jehová.
Así podré cumplir mi asignación”.
Y un ejemplo más: las mujeres hititas.
¿Recuerdan a Urías?
Urías era hitita y era uno de los hombres poderosos de David.
Él estaba casado con Bat-Seba, pero David cometió adulterio con ella e hizo que mataran a Urías.
Eso significa que Bat-Seba, la madre de Salomón, había estado casada con un hitita.
Así que es posible que Salomón conociera a sus primeras esposas hititas a través de Bat-Seba, de la familia de Urías u otras personas.
La verdad es que no sabemos qué pensaba Salomón.
Pero nos damos cuenta de que es posible que tratara de justificar aquellas primeras decisiones, hasta que llegó el día en que se había alejado completamente de Jehová.
¿Qué aprendemos nosotros?
Bueno, leer este relato de Salomón, que tuvo tantas esposas, tanta riqueza, tantos caballos..., es como ver un accidente a cámara lenta; sabemos justo lo que va a pasar.
Pero Salomón no lo vio venir.
Así que tendríamos que preguntarnos: “¿Qué pensaría una persona que estuviera leyendo la historia de mi vida en este momento?
¿Qué pensaría sobre las decisiones que estoy tomando?”.
Nuestro corazón también es traicionero.
Nuestro corazón podría hacernos pensar que las normas de Jehová no son para nosotros.
En ocasiones, podríamos llegar a justificar algunas decisiones porque vemos que Jehová nos sigue bendiciendo.
O podríamos pensar que es una buena decisión porque a alguien le salió bien o porque otros lo están haciendo.
Es peligroso.
Por eso, ¿que tenemos qué hacer?
Tenemos que hacer lo que Salomón dijo, aunque él mismo no lo hizo.
Busquemos Proverbios, capítulo 3, versículo 5, y leámoslo juntos.
Proverbios 3:5.
Dice: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento”.
“No te apoyes en tu propio entendimiento”, o en tu sabiduría.
“Confía en Jehová”, sigue su dirección.
Si lo hacemos, podemos estar seguros de que nunca nos apartaremos de “la fuente de agua viva”, sino que nos beneficiaremos de su guía por toda la eternidad.