Mark Noumair: "¡No llegará tarde!" (Hab. 2:3)

Poco sabemos de Habacuc.

No sabemos nada de sus padres, ni de su vida, ni de cómo murió...

Apenas sabemos nada de este profeta.

Pero lo que sí sabemos es que vivió en un periodo muy difícil de la historia de la nación de Israel.

Era el año 628 antes de nuestra era, y quien gobernaba la nación era el malvado rey Jehoiaquim, hijo de Josías.

Faltaban unos 20 años para el año 607.

En el capítulo 1, Habacuc nos cuenta lo que tuvieron que aguantar él y otros profetas, como Jeremías.

Versículo 2: “Oh, Jehová, ¿hasta cuándo tengo que gritar por ayuda para que tú oigas?

¿Hasta cuándo tengo que pedir que me libres de la violencia para que hagas algo?”.

¡Qué duro debió haber sido esto!

En Jerusalén no se podía vivir en paz.

Por todas partes había violencia y muerte.

El versículo 4 dice que “los malvados rodean a los justos”.

El profeta Uriya se vio obligado a huir.

Tanto era el miedo que tenía que se fue a Egipto.

Pero el rey hizo que lo trajeran a la ciudad, y al final lo mató.

Pero no solo lo odiaba a él, también odiaba con todas sus fuerzas a Jeremías.

Vivir en Jerusalén era una pesadilla.

Pero Habacuc no tenía otra opción.

No podía hacer nada.

Con razón se desahogó con Jehová y le dijo: “¡¿Hasta cuándo?!

¡¿Por qué no haces nada?!

Jerusalén es la ciudad que tú elegiste.

Aquí está tu templo, el que mandaste hacer.

Aquí está el rey, un descendiente de David.

Esta es tu ciudad.

¿Por qué no haces nada, Jehová?”.

Y Jehová le contestó a Habacuc: “Sí estoy haciendo algo”.

Es verdad que eran tiempos difíciles, pero Jehová había puesto manos a la obra.

Como explicó el hermano Thomas en su comentario, en los versículos 5 y 6 dice que pronto vendrían los caldeos, que el ejército babilonio vendría a castigar a todos los israelitas que habían sido infieles.

¡A los infieles!

Y en el capítulo 2, Jehová le confirma a Habacuc que los babilonios también serían castigados.

Y, de hecho, fueron conquistados por los medos y los persas en el año 539.

Así que, en medio de todos aquellos problemas, Jehová le dice: “Habacuc, estoy pendiente de ti y de Jeremías y de Daniel y de Ezequiel.

Ustedes, mis siervos, no son uno más del montón.

Yo los voy a proteger.

Ahora bien, mientras tanto, sean fieles, sean pacientes”.

Y aquí, en Habacuc 2:3, Jehová le da al profeta más detalles acerca de lo que él está haciendo y lo que va a suceder.

Lean conmigo, Habacuc 2:3: “Todavía falta para que llegue el tiempo fijado de la visión, y esta avanza rápidamente hacia su final, y no fallará.

Aunque se retrasara”...

“Habacuc, esa visión —la destrucción de Jerusalén— está avanzando rápidamente hacia su final, hacia su cumplimiento.

Y, mira, aunque se retrasara, ten cuidado”.

Eso podría parecerles a algunos.

Quizá hasta el propio Habacuc pensaba: “¿No dijo Isaías que Babilonia iba a destruir Jerusalén?

¡De eso hace 100 años!”.

Como no había pasado nada, algunos podrían pensar que se retrasaba.

Pero ¿qué más dijo Jehová ahí, en la última oración del versículo 3?

Dijo: “¡No llegará tarde!”.

“Habacuc, ¡no llegará tarde!”.

Y, 20 años después, en el 607 antes de nuestra era, Jerusalén fue destruida.

Y quien pensara que se había retrasado era porque tenía un punto de vista humano.

El año 607.

Para nosotros es obvio porque conocemos la historia.

Después de leer el relato, pensamos: “¡Pues claro que es el 607!

El año 607 es un año crucial en las profecías bíblicas.

Ahí comienzan los tiempos de los gentiles.

Tomando ese año como punto de partida llegamos a 1914, cuando por fin se establece el Reino”.

Nosotros lo sabemos, pero Habacuc o Jeremías no sabían cuándo ocurriría la destrucción de Jerusalén ni podían decir: “Ah, sí, en el 607”.

No, Jehová solo les dijo: “Oigan, no llegará tarde.

Su trabajo —su misión— es ser fieles y pacientes.

Ten paciencia, Habacuc, estoy haciendo algo”.

Con el Armagedón pasa exactamente lo mismo.

La fecha se ha fijado, el día, la hora… No llegará tarde.

¿Nuestro trabajo?

Ser fieles.

Ser pacientes.

Confiar en Jehová.

En el versículo 4, Jehová le dice algo muy animador a Habacuc, algo que nos anima a nosotros.

Léanlo conmigo.

La parte final del versículo 4 dice así: “Pero el justo”… ¿Quién es el justo?

Habacuc, por ejemplo.

“El justo vivirá por su fidelidad”.

“El justo”.

Eso nos incluye.

Nos esforzamos por ser justos.

Obedecemos las normas de Jehová.

Amamos a Jehová.

Pero Jehová nos dice que debemos vivir por nuestra fidelidad, o por nuestra fe, como apunta la nota de este versículo.

Hoy es más importante que nunca que tengamos fe, que estemos seguros de que las cosas que Jehová ha prometido sucederán, que estemos convencidos de que todo lo que Jehová nos pide es para nuestro bienestar, que seamos fieles.

¿Y por qué es tan esencial que seamos fieles hoy?

Porque Jehová ha permitido que vivamos en un mundo lleno de maldad; estamos rodeados.

Piensen en todas esas páginas de internet…, todas esas páginas que dañan nuestra fidelidad y acaban con nuestra fe.

Cuanta más maldad, violencia y crueldad haya en la Tierra, más se pondrá a prueba nuestra lealtad.

Tendremos que demostrar nuestra devoción, nuestro amor —lo que hay en nuestro corazón—, dejando claro de qué lado estamos.

¿Y qué implica ser fieles?

Obviamente, es mucho más que solo decir que somos testigos de Jehová.

¿Quieres ser fiel?

Pues confía totalmente en las promesas de Jehová.

Convéncete por completo de que todo lo que Jehová te pide que hagas es por tu propio bien.

Confianza plena, fe absoluta.

Tener la total certeza de que sucederá lo que Jehová ha prometido y de que todo lo que nos pide es, sin duda, lo mejor para nosotros.

Pablo habló de esta importante idea del libro de Habacuc en tres ocasiones.

De hecho, el concepto de la fe es tan importante para los cristianos que en la Biblia se menciona cientos de veces.

Y eso es lo que Jehová quiere dejarle claro a Habacuc.

Ahora, veamos en Habacuc 3:2 qué podemos hacer para tener más confianza en Jehová, para fortalecer nuestra fe: “Oh, Jehová, he oído los relatos acerca de ti”.

Eso fue lo que hizo Habacuc: meditar en los relatos acerca de Jehová.

¿Qué relatos?

Pues el mar Rojo, Jericó, los 185.000 asirios que mató un ángel en los días de Ezequías… Habacuc meditó en todos estos relatos, y eso fortaleció su fe en Jehová.

Por eso después le dice que está impresionado con sus acciones.

Las acciones de Jehová son impresionantes.

Así nos sentimos también nosotros cuando meditamos en todo lo que Jehová ha hecho a favor de su pueblo y en las profecías que se han cumplido.

Con razón Habacuc le pide a Jehová que haga que esas acciones revivan: “¡Haz que revivan a lo largo de los años!”.

“Sí, estoy seguro de que volverás a realizar esas acciones a favor de tu pueblo”.

Y nosotros pedimos lo mismo.

Pese a las terribles condiciones en las que tuvo que vivir Habacuc, cuando meditó en las acciones de Jehová, se sintió impulsado a hacer una de las declaraciones de confianza más memorables que jamás haya expresado un ser humano.

Y la encontramos en el capítulo 3, versículo 18: “Aun así, estaré muy alegre gracias a Jehová, estaré feliz gracias al Dios de mi salvación”.

Sí, a pesar de los problemas.

Literalmente, Habacuc estaba diciendo que saltaría de alegría.

“¡Qué alegre estoy, qué feliz soy, gracias a ti, Jehová!”.

Una hermosa declaración de absoluta confianza.

De Habacuc, es lo último que sabemos.

Pero sus palabras perduran.

Siguen resonando alto y claro hoy en día: hay que confiar en Jehová.

Y, si lo hacemos —con nuestros actos de adoración—, si confiamos en él y lo amamos a pesar de las dificultades, se pondrá muy contento y valorará todo lo que hagamos por él.

Por eso, hermanos, igual que hizo Habacuc, confiemos en Jehová.

Contémosle todo lo que nos inquieta y nos preocupa.

La profecía se cumplirá, “no llegará tarde”.

Estemos atentos y, sobre todo, seamos pacientes y fieles mientras llega nuestra salvación.

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