Hablemos sobre cómo imitamos a Jesús cuando somos considerados con los de condición humilde.
Abramos la Biblia en el capítulo 19 de Proverbios.
Este texto se relaciona con el tema.
Proverbios 19:17 dice: “El que muestra favor al de condición humilde le presta a Jehová, y Él [Jehová] le pagará su trato”.
Es una idea magnífica, ¿verdad?
Vamos a prestarle a Jehová.
La palabra hebrea para “el de condición humilde” significa “delgado” o “flaco”.
Es una persona que se siente débil quizás por condiciones deprimentes como pobreza o enfermedad En inglés también significa “encorvarse”.
Cuando alguien lleva en su espalda una carga pesada, ya no aguanta, necesita ayuda.
Pensándolo bien, todos nos hemos sentido así en algún momento; nos hemos encorvado por alguna carga pesada que nos oprime.
Jesús es el ejemplo perfecto de cómo mostrar favor a los de condición humilde.
Pero surge la pregunta: ¿qué cualidades le permitían hacerlo?
Consideremos 3.
Esas cualidades nos impulsarán a ser considerados con los de condición humilde y a prestarle a Jehová.
La primera es la compasión.
Esta se define en la obra Perspicacia como un “sentimiento de conmiseración hacia quienes sufren penalidades o desgracias, unido a un deseo de aliviarlas”.
Es decir, nos damos cuenta de que alguien está sufriendo y queremos hacer algo para aliviar su dolor.
Busquen Marcos capítulo 6, por favor.
Veremos un hermoso ejemplo de cómo Jesús mostró compasión.
Marcos 6; leamos el versículo 34.
Dice: “Pues, al salir [de la barca], él vio una muchedumbre grande, y se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor.
Y comenzó a enseñarles muchas cosas”.
Ahora pensemos en las circunstancias: Jesús estaba muy cansado; realmente necesitaba un momento de tranquilidad; ni siquiera había tenido tiempo para comer en paz.
Así que se subió en una barca y se fue a una zona aislada.
Pero miles de personas averiguaron adónde iba y llegaron allí antes que él.
¿Cómo pudo haber reaccionado Jesús al bajarse de la barca?
Podría haber despedido de inmediato a la multitud, o quizás hacer un trato con ellos: “Regresen mañana, a esta misma hora, y entonces les voy a ayudar”.
O quizá pasar unos 10 o 15 minutos con ellos, enseñarles una que otra cosa, algo así como “tirarles algunas migajas espirituales” para después despacharlos.
¡No!
La piedad y la compasión lo motivaron a enseñarles muchas cosas.
Y parece que pasó varias horas con ellos, porque el relato dice que, mientras él les estaba enseñando, se les hizo tarde.
De hecho, hasta les dio de comer antes de enviarlos a sus casas.
Pero ¿qué lo movió a hacer todo esto?
La compasión.
Así que la compasión nos moverá a ser considerados con los de condición humilde.
Pero si no nos enternecemos por ellos, ni siquiera nos daremos cuenta de que están sufriendo y no sentiremos el impulso de ayudarles.
Por compasión vamos a visitarlos, consolarlos, proporcionarles transporte o darles un regalo...
lo que sea necesario para mostrar favor al de condición humilde.
Ahora veamos la segunda cualidad: la humildad.
Leamos, por favor, Filipenses capítulo 2.
Este texto nos explica de forma conmovedora la humildad de Jesús.
Comencemos en el versículo 5, que dice: “Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios.
No; antes bien, se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres.
Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento”.
Ahora pensemos en la humildad que mostró Jesús al dejar su glorioso cuerpo, su noble hogar en los cielos, sus privilegios y su posición.
También se necesitó humildad para venir a la tierra a codearse con humanos humildes, enfermos y moribundos, descendientes de Adán.
¡Imagínense!
Él era la única persona perfecta en todo el planeta.
Podría haberse vuelto criticón, ¿verdad?
¿Compararía lo perfecto que él era con lo imperfecto que era todo el mundo?
Podía haberlos visto con desprecio, pero en lugar de eso, les sirvió, ministró, enseñó y lavó los pies de estos humildes hijos de Adán.
Hasta los trató como si fueran superiores a él.
Para comprender un poco mejor la humildad de Jesús —aunque la comparación se quede corta—, imaginemos que estamos internados en un asilo o institución para personas mentalmente discapacitadas.
Nosotros no sufrimos una discapacidad mental, pero nos han mandado a este asilo donde cuidan a este tipo de personas.
Sería muy fácil desarrollar una actitud de superioridad hacia los que están enfermos.
Pero ¿podemos imaginarnos sirviéndoles como si fuéramos sus esclavos, atendiéndolos o lavándoles los pies?
Para eso se necesitaría gran humildad, ¿no creen?
Esto ilustra, de cierta manera, cuánta humildad mostró este hombre perfecto e inigualable al tratar con los imperfectos descendientes de Adán.
Pues bien, esa misma cualidad nos impulsará a realizar tareas humildes y prácticas a favor de personas que, por ahora, tienen menos ventajas que nosotros y a ser considerados con quienes sufren a causa de la pobreza, alguna debilidad, o se sienten doblegados por alguna situación que los deprime.
Pasemos a la tercera cualidad: ser accesible.
¿En qué pensamos cuando decimos que alguien es accesible?
En alguien con quien resulta fácil hablar, que está disponible, es abordable, amable y amigable.
Leamos Marcos capítulo 10, por favor; aquí se percibe lo accesible y amigable que era Jesús.
A él se le acercaban todo tipo de personas sin temor.
Busquemos Marcos capítulo 10.
Veamos solo algunos ejemplos; el versículo 1: “Las muchedumbres se le reunieron”.
El 2, los fariseos le hablaron con toda libertad.
Veamos el 10, los discípulos se le acercaron y le expresaron sus dudas.
En el 13: “La gente empezó a traerle niñitos”.
Diecisiete: un hombre vino corriendo y se arrodilló frente a Jesús.
En solo cinco versículos, pudimos ver: multitudes, fariseos, discípulos de Jesús, padres con sus hijitos, hasta un desconocido.
Jesús de verdad era un hombre accesible y muy amigable.
Estamos seguros de que esto se percibía en su semblante; su expresión facial era amable, y no daba la impresión de estar demasiado ocupado para atender a otros.
Por eso la gente se le acercaba con confianza.
Nosotros también, esforcémonos por desarrollar esta cualidad.
Es cierto que tenemos limitaciones y somos imperfectos; pero hagamos lo posible por ser accesibles, y que los demás no sientan que estamos demasiado ocupados para ellos.
Tratemos de mantener una expresión cálida, alegre y amistosa.
Así todos sabrán que pueden hablarnos sin temor y acercarse a nosotros.
De ese modo le prestamos a Jehová.
Hemos visto tres cualidades que nos ayudarán.
¿Las anotaron?
Hablamos de la compasión, la humildad y de ser accesibles.
¿Qué ganamos cuando mostramos favor a los de condición humilde?
Bueno, Salmo 41:1 dice: “Feliz es cualquiera que obra con consideración para con el de condición humilde”.
Jehová dice que seremos felices.
Pero hay algo más: “En el día de calamidad Jehová le proveerá escape”.
Eso incluye los problemas de hoy y la terrible calamidad que se aproxima: la gran tribulación.
Nunca olvidemos lo que leímos al principio en Proverbios 19:17: cuando mostramos favor a los humildes, es como si le prestáramos a Jehová.
Cuando damos todo por ellos, sin esperar nada a cambio, Jehová también lo ve como un préstamo.
Y Él saldará esa deuda dándonos su aprobación y muchas bendiciones.