Analicemos el contexto de Judas 9.
Vayamos a la carta de Judas.
Empecemos con el versículo 1.
Dice: “Judas, esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago, a los llamados que son amados en relación con Dios el Padre y conservados para Jesucristo”.
¡Qué introducción más humilde y bella!
¿No les gusta la expresión “amados en relación con Dios el Padre y conservados para Jesucristo”?
Preciosa.
¿Pero por qué decimos que es una introducción humilde?
Observen que Judas dijo “esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago”.
Y ¿quién era Santiago?
Nada menos que el medio hermano de Jesús.
Así que esto significa que Judas también era medio hermano de Jesús, pero nunca lo menciona en su introducción.
Simplemente dice “esclavo de Jesucristo”.
Aunque la Biblia no lo dice, es probable que Santiago y Judas sintieran algún remordimiento por no haber llegado a ser discípulos de Jesús mientras estuvo en la Tierra.
De hecho, cuando Jesús estaba a punto de morir, pidió a su primo Juan, y no a ellos, que cuidara de María.
Pero una vez que despertaron en sentido espiritual, se entregaron por completo a las enseñanzas de Jesús y de su Padre.
¿Verdad que la carta de Judas es un excelente testimonio de que un breve escrito puede ser muy poderoso?
En el versículo 3 leemos que Judas tenía la intención de escribir sobre la salvación de los cristianos.
Pero debido a lo que sucedía en la congregación en ese momento, cambió de opinión, o tal vez Jehová lo impulsó a hacerlo.
Así que esta carta fue como la parte de las necesidades de la congregación.
Y ¿cuál era la necesidad?
Echémosle un vistazo a algunos versículos.
El 4 dice que se habían metido disimuladamente ciertos hombres en la congregación, hombres impíos, de conducta desvergonzada.
En los versículos 12 y 13 se los compara con rocas bajo el agua, nubes sin agua, árboles sin fruto, olas que lanzan espuma de vergüenza y estrellas sin rumbo fijo.
Veamos el 16: “Estos hombres son murmuradores, quejumbrosos [...], que proceden según sus propios deseos, y su boca habla cosas hinchadas, a la vez que están admirando personalidades en el interés de su propio provecho”.
¿No es cierto que describe bien las características de los apóstatas?
Pero ¿de qué habla el versículo 9?
Leámoslo completo.
Dice: “Pero cuando Miguel el arcángel tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a llevar un juicio contra él en términos injuriosos, sino que dijo: ‘Que Jehová te reprenda’”.
Bueno, Miguel es el nombre de Jesús en los cielos tanto antes como después de estar en la Tierra.
Entonces, ¿cuándo ocurrió esta disputa con el Diablo por el cuerpo de Moisés?
Por supuesto que no sucedió en el año 65, cuando se escribió esta carta.
Judas simplemente se valió de este pasaje para mostrar que Jesús no asumió la autoridad que no le pertenecía.
Busquemos Deuteronomio 34:6.
Está claro que el Diablo quería usar el cuerpo de Moisés para confundir a los israelitas y hacerlos caer en una forma de adoración falsa.
El versículo dice esto sobre el entierro de Moisés: “Y él procedió a enterrarlo en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor, y nadie ha llegado a conocer su sepulcro hasta el día de hoy”.
La Atalaya del 15 de febrero de 2015 explica que Miguel no tuvo reparos en discutir el asunto con el Diablo en una especie de contienda legal —pues eso era—, ya que el Diablo no tenía derecho a quedarse con el cuerpo de Moisés.
La Biblia dice que, como un abogado experimentado, Miguel tuvo una disputa con el Diablo, es decir, peleó el caso.
Pero cuando llegó el momento de juzgar a Satanás, Miguel dejó el juicio en manos del Juez Supremo.
Así que Judas estaba aconsejando a quienes despreciaban la autoridad dentro de la congregación y hablaban “injuriosamente de los gloriosos”.
¡Qué dura lección!
Pero Miguel dejó un magnífico precedente de respetar la autoridad.
Y sigue siendo una poderosa lección para nosotros hoy: no sobrepasar los límites de nuestra autoridad o responsabilidad.
No queremos ser como los rebeldes del tiempo de Judas.
En vez de eso, seguimos de buena gana la guía del esclavo fiel, el esclavo que Miguel, nuestro Señor Jesucristo, está usando hoy.
Entonces, ¿mostró Jesús debilidad cuando esperó a que Jehová tomara una decisión?
No.
Más bien, respetó la autoridad de su Padre.
¿Cómo sabemos que no fue débil?
Bueno, cuando el Reino mesiánico nació, Jehová reprendió a Satanás y lo juzgó dándole a Jesús, es decir, a Miguel, la autoridad para guerrear contra el Diablo y sus demonios y expulsarlos del cielo.
¡Jesús lo hizo con gusto!
Ahora surge una pregunta: ¿son los apóstatas de hoy tan reprensibles como aquellos de quienes Judas habló en su carta?
¿De verdad engañan?
¿O, más bien, tienen el sincero deseo de ayudar a “los pobres y confundidos Testigos”?
No.
¡Son perversos!
¿Se han dado cuenta de que por lo general los apóstatas no tratan de razonar a partir de las Escrituras?
¿Por qué no?
Porque saben que conocemos la Biblia y que no lograrían engañarnos.
Más bien, protestan contra la organización, tergiversan la verdad y usan mentiras o medias verdades para embaucar a algunos.
¿Son perversos?
¡Por supuesto!
Veamos un ejemplo.
Hace años trabajé en el Departamento de Correspondencia de Redacción.
Ahí se reciben cartas de todo aquel que tenga nuestra dirección.
A veces nos escribían algunas personas que habían leído información apóstata.
En una ocasión encontré en la correspondencia la carta de una persona sincera.
A juzgar por la letra, parecía ser el escrito de una mujer de edad avanzada.
Junto con su carta, incluyó la copia de cierta página de un ejemplar de La Atalaya de 1910 en inglés.
Ella preguntaba: “¿Por qué el señor Russell dijo que no era necesario leer la Biblia, sino que bastaba con leer sus libros Estudios de las Escrituras?”.
Bueno, cuando leí la fotocopia, daba la impresión de que sí decía lo que la señora había afirmado.
Pero decidí buscar la revista original de 1910 y compararla con la copia.
De inmediato descubrí el engaño; era una trampa.
Al fotocopiar la revista, los apóstatas habían puesto un pedazo de papel blanco al final de la primera columna para que no se viera esa parte.
Y fueron muy astutos, pues pusieron el pedazo de papel de tal modo que pareciera que al leer la última oración de la primera columna, el texto continuaba en la segunda columna.
¿Pero qué decía esa parte que ocultaron con el pedazo de papel?
Era el subtítulo: “Estudios de las Escrituras.
No sustituyen a la Biblia”.
Y esto es lo que decía el texto que ocultaron cuando hicieron la copia: “Sin embargo, esto no significa que los libros Estudios de las Escrituras sustituyan a la Biblia.
Por el contrario, estos libros hacen continuas referencias a las Santas Escrituras.
Y si alguien lo ha dudado o ha olvidado este hecho, debería refrescar su memoria y darse cuenta de que cada idea del hermano Russell armoniza con la Biblia, no solo con la obra Estudios de las Escrituras.
Realmente, todo concuerda con la Biblia”.
¿Por qué haría alguien semejante cosa?
Alteraron La Atalaya para engañar a los lectores.
No tenían ninguna intención de ayudar a la pobre viejita que recibió la copia.
Bueno, la carta de Judas nos ayuda a reconocer a aquellos que hoy en día son como rocas escondidas bajo el agua.
Pero concluyamos este análisis con una idea positiva y animadora del puño y letra de Judas.
La encontramos en los versículos 24 y 25: “Ahora, al que puede guardarlos de tropezar y ponerlos sin tacha a vista de su gloria con gran gozo, al único Dios nuestro Salvador mediante Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, potencia y autoridad por toda la eternidad pasada y ahora y para toda la eternidad.
Amén”.