Kenneth Flodin: Aprendamos de nuestros errores (Filip. 3:13)

Vamos a buscar Filipenses, capítulo 3.

Leeremos el versículo 13 y algunos más.

El versículo 13 dice en parte: “Olvidando las cosas que quedan atrás y estirándome para alcanzar las cosas por venir”.

A veces nos olvidamos de algunas cosas que queremos recordar: un nombre, una dirección, un texto bíblico… Hasta se nos puede olvidar qué día es hoy.

Pero olvidar algo a propósito… eso es otra historia.

Parece que cuanto más queremos olvidarlo, más nos acordamos de ello.

En el folleto Examinemos las Escrituras todos los días, si se fijan, se ha añadido una palabra a la frase, “Estoy olvidando”.

Así que el que olvida es Pablo.

¿A qué se refería el apóstol cuando dijo: “Olvidando las cosas que quedan atrás”?

En los versículos 5 y 6, él habla de su prestigioso pedigrí.

Él era israelita, de la importante tribu de Benjamín; un hebreo de pura cepa.

Además, había sido un fariseo muy respetado.

Dijo que cumplía la Ley al pie de la letra, que “no era culpable de nada”.

Y en el versículo 7 Pablo añade: “Pero las cosas que para mí eran ganancia, ahora las considero pérdida a causa del Cristo”.

Pero ¿de verdad había borrado todo eso de su mente?

¿Se había olvidado literalmente de aquellas cosas?

Pues parece que no.

En los versículos 5 y 6 las recita todas de memoria.

Entonces, ¿a qué se refiere Pablo al decir “olvidando”?

La nota de estudio para este versículo dice que la palabra traducida “olvidando” puede significar “no preocuparse por algo”.

En el caso del apóstol Pablo, él se acordaba de estas cosas, pero ahora ya no le preocupaban.

Ya no le importaban.

Era como un corredor concentrado en lo que tiene al frente, su meta, su esperanza celestial.

Hoy en día, muchos han dejado trabajos bien pagados para servir a tiempo completo.

¿Se acuerdan de cómo vivían antes?

Sí.

Pero no le dan muchas vueltas a aquello.

No les importan esas cosas.

Se están estirando para alcanzar metas espirituales.

Y ¿de qué otras cosas no se había olvidado Pablo, pero había dejado de pensar en ellas?

¿Qué cosas ya no le preocupaban, porque no las podía cambiar?

Pues, en 1 Timoteo 1:12-16, él habla de cómo se había portado con la congregación cristiana.

Él fue muy cruel.

Entró en las casas y sacó a rastras a los hermanos para llevarlos ante el Sanedrín.

Lo que Pablo hizo fue horrible.

De hecho, él se define a sí mismo en el versículo 13, 1 Timoteo 1:13, como un “blasfemo, perseguidor e insolente”.

Un experto dijo que la palabra griega que se traduce “insolente” puede referirse a alguien sádico y arrogante.

Él dice: “Describe a un hombre que les hace daño a los demás solo por el mero placer que le produce”.

Saulo era un acosador implacable.

¿Se olvidó Pablo de lo que les hizo a los discípulos de Jesús?

No, él mismo describe la personalidad que tenía.

Seguro que le dolía muchísimo, pero no podía cambiar el pasado.

Así que fue él quien cambió y siguió adelante, concentrado en el futuro, convencido de que, gracias al rescate, Jehová lo había perdonado y lo amaba por lo que era ahora y por lo que hacía por la verdad.

Como Pablo, algunos de nuestros hermanos hicieron cosas terribles antes de aceptar la verdad.

Y no pueden cambiarlo.

Pero ellos sí han cambiado.

Han orado pidiendo perdón en el nombre de Jesús y ahora son ovejas valiosas de Jehová.

Dejaron atrás todas esas cosas y, como un corredor, siguen estirándose para alcanzar la meta.

¿Y qué más tenía que hacer Pablo para poner en práctica el principio de olvidar las cosas de atrás y seguir adelante?

¿Se había convertido en alguien perfecto al ser cristiano?

¿No había nada más que tuviera que olvidar, nada que dejar atrás?

No, sabemos que no fue así.

Por favor, busquen Romanos 7 y recuerden que ya hacía 20 años que Jesús se le había aparecido a Pablo.

Así que ya llevaba 20 años siendo cristiano.

¿Intentó dejar atrás algunas cosas durante esos 20 años de carrera cristiana?

Sabemos que Pablo era un apóstol entusiasta, y está claro que Jehová lo quería mucho.

Pero era imperfecto, y obviamente hubo ocasiones en las que cometió errores.

Romanos 7:21-23: “Me doy cuenta de que existe esta ley en mi caso: cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está conmigo.

Al hombre que soy por dentro de veras le agrada la ley de Dios, pero en mi cuerpo veo otra ley que lucha contra la ley de mi mente y que me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo”.

Podemos estar seguros de que el apóstol Pablo no cometió ningún error grave.

Sin embargo, él reconoce que todavía tiene una inclinación al pecado, que es imperfecto.

De hecho, si leemos Romanos 7:14, 15, Pablo dice: “Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, fui vendido al pecado.

Porque no entiendo mi comportamiento: no practico lo que deseo, sino que hago lo que odio”.

¿Verdad que nos da rabia cuando la imperfección nos juega una mala pasada y hacemos o decimos algo que no queríamos y hasta le hacemos daño a algún hermano por culpa de eso?

Bueno, ¿recuerdan el relato de Hechos 15, en el que Pablo y Bernabé tienen una discusión fuerte sobre Marcos?

El versículo 39 dice que hubo “un fuerte estallido de ira, y cada uno [los dos cristianos] se fue por su lado”.

Eso fue lo que ocurrió.

¿Creen que Pablo estaba contento con lo que había pasado?

Seguro que no.

Cuando Pablo se daba cuenta de lo imperfecto que era, según Romanos 7:24, decía: “¡Qué desdichado soy!”.

Pablo se sentía fatal.

Y seguro que después sintió lástima de que la conversación hubiera terminado así y de que ni él ni Bernabé hubieran sido capaces de mantener la calma.

Pero pasó, y lo hecho, hecho está.

Bueno, la Biblia no lo dice, pero quizá esto le quitó el sueño a Pablo durante semanas.

Incluso después de pedir perdón por algo que dijimos y no queríamos decir, seguimos sintiéndonos culpables.

Y puede que le demos vueltas y vueltas al asunto.

Hay una orden médica que en inglés lleva las siglas DNR.

Y significa “no reanimar”.

Cuando no hay esperanzas de que un paciente terminal mejore y él deja de respirar, no se debe hacer ningún esfuerzo por reanimarlo.

Pues ¿qué hay de la persona que ya ha pedido disculpas por algo que hizo sin querer pero sigue dándole vueltas y vueltas a lo que pasó?

¿Qué podría hacer?

Filipenses 3:13, olvidar “las cosas que quedan atrás”.

En realidad, no se nos olvida.

Pero, gracias al sacrificio de Jesús, que cubre de sobra todos nuestros pecados, elegimos DNR.

Decidimos no resucitar ese recuerdo.

No lo reanimamos.

Llega un momento en que hay que pasar la página.

DNR, “decidamos no reanimar” ese pensamiento una y otra vez.

Más bien, hagamos todo lo que podamos por servir a Jehová de corazón.

Como hizo Pablo, aprendamos de lo que pasó, pero no dejemos que eso nos impida progresar.

Como un corredor, estirémonos para alcanzar la meta.

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