¡Bienvenidos al programa de diciembre de 2023!
El 9 de septiembre de 2023, los 48 estudiantes de la clase 154 de Galaad se graduaron, y allí estaban sus familias, amigos y la familia Betel de Estados Unidos.
Hermanos de experiencia de Betel, así como los instructores de Galaad, les dieron mucho ánimo y muy buenos consejos que los ayudarán a cumplir su misión de fortalecer y estabilizar a los hermanos del lugar al que se les envíe.
Ahora podrán ver los animadores discursos de la primera parte del programa de graduación.
Bueno, llegó el día de la graduación de la clase 154 de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower.
Estudiantes, ¿cómo se sienten?
Nosotros estamos muy contentos por ustedes.
Han llegado hasta aquí después de cinco meses de duro trabajo.
Y queremos que sepan que estamos muy orgullosos de cada uno de ustedes y que los queremos.
No nos cabe ninguna duda de que van a ser de mucha ayuda allá donde vayan.
No puedo empezar como empieza el presidente de la reunión de entre semana, no les puedo hacer un resumen de lo que vamos a ver esta mañana.
Pero sí les puedo decir una cosa: les eché un vistazo a los títulos de los discursos de los instructores y de otros hermanos, y son muy interesantes.
Así que empecemos.
Escuchemos el primer discurso.
Este discurso lo va a presentar el hermano Jody Jedele, que hace poco fue nombrado ayudante del Comité de Servicio.
El título de este discurso es “Tengan en cuenta al maestro de obras”.
Un maestro de obras es el responsable de todas la etapas de una construcción, desde el principio hasta el final.
También supervisa a los trabajadores de la obra.
Jehová es nuestro maestro de obras o constructor.
Ustedes, estudiantes que se van a graduar, tienen el enorme honor de apoyar al maestro de obras fortaleciendo y estabilizando, es decir, edificando, al pueblo de Jehová.
¿Qué pueden hacer para lograrlo?
Busquen conmigo el libro de los Salmos.
Salmo 127.
Y vamos a leer el versículo 1.
Son palabras del sabio rey Salomón.
Salmo 127:1: “A menos que Jehová construya la casa”.
En hebreo, casa puede significar “familia”.
“A menos que Jehová construya la casa, de nada sirve que los constructores trabajen duro en ella”.
“A menos que Jehová construya la casa”.
Eso es importante.
Cualquier esfuerzo, aun con la mejor intención, que no cuente con la bendición de Jehová, al final, fracasará.
Así que, para edificar a la familia de Jehová, tenemos que trabajar siguiendo sus métodos de construcción.
¿Y cómo podemos, o cómo pueden ustedes, edificar a la familia Betel a la que irán después de graduarse?
Por favor, busquen el libro de Nehemías y vayamos al capítulo 1.
Veremos lo que él hizo para poner en práctica el consejo de Salomón de tener en cuenta al constructor.
También veremos lecciones para nosotros.
Empezaremos en el capítulo 1, versículo 3, donde Hananí, el hermano de Nehemías, habla de lo mal que está Jerusalén.
Veamos lo que él dijo: “Ellos [o sea, Hananí y los que iban con él] respondieron: ‘Los que quedan allí en la provincia y sobrevivieron al cautiverio están en una situación terrible y humillante.
Las murallas de Jerusalén están destrozadas, y sus puertas fueron quemadas’”.
¿Cómo reaccionó Nehemías al escuchar esto?
Versículo 4.
Nehemías dice: “Al oír eso, me senté y me puse a llorar.
Y estuve de duelo durante días, ayunando [y noten] y orándole al Dios de los cielos”.
Esta noticia le afectó profundamente.
Lloró, estuvo de duelo, ayunó.
¿Por qué?
Porque amaba a Jehová.
Jerusalén era el centro de adoración pura, y él amaba a sus hermanos israelitas.
Y entonces ¿qué haría Nehemías?
Seguro que quería poner manos a la obra de inmediato.
¿Pero se fijaron en que tuvo en cuenta al constructor?
Sentirse tan mal era lógico, había que hacer algo.
Pero no se precipitó, se dio tiempo para calmarse y, como vimos, oró muchas veces.
Tuvo en cuenta al maestro de obras.
Es interesante que Jehová esperó unos cuatro meses antes de contestarle, de kislev a nisán, aunque al final la reconstrucción solo tomó 52 días.
Es verdad que cuatro meses no es demasiado tiempo, pero tampoco fue de un día para otro.
En cualquier caso, Nehemías esperó la respuesta de Jehová.
Cuando llegó la respuesta, cuando el rey le concedió todo lo que le había pedido a Dios, Nehemías estuvo seguro de que el constructor era Jehová.
Ustedes saben lo que es eso, Jehová también les ha respondido sus oraciones muchas veces.
Nunca dejen de orarle a Jehová, y más ahora que tendrán otras responsabilidades, se enfrentarán a nuevas situaciones.
Y, cuando les preocupe mucho un asunto, tengan en cuenta al constructor, pídanle que los guíe.
Otra cosa que debemos recordar es que esperar la guía de Jehová no significa no hacer nada.
Nehemías esperó, pero no se quedó de brazos cruzados.
Se mantuvo ocupado y activo en sentido espiritual.
Siguió meditando en aquella situación, pensó en soluciones que Jehová podría bendecir e incluyó todo eso en sus oraciones.
Eso lo ayudó a no desanimarse en los momentos difíciles y le permitió estar preparado para cuando llegara la respuesta de Dios.
Lo sabemos porque Nehemías 2:4-8 dice que, cuando el rey Artajerjes le concedió su petición, le preguntó a Nehemías: “¿Cuánto va a durar tu viaje?
¿Y cuándo volverás?”.
Nehemías ya tenía un plan, ya había pensado en fechas.
También pidió permisos para que lo dejaran llegar a Judá y para que “el guarda del Parque del Rey” le diera materiales.
Mientras esperaba, Nehemías se mantuvo activo orando y meditando.
Los problemas que tengan no siempre se resolverán en un día.
Pero mantenerse ocupados como Nehemías les dará estabilidad, y podrán estar listos cuando llegue la respuesta.
Los hermanos los verán en las reuniones, predicando y cumpliendo con sus responsabilidades.
Su buen ejemplo los fortalecerá.
Y, cuando ellos tengan problemas, también se acordarán del maestro de obras.
Tener en cuenta al constructor también es recordar que él ama a la gente.
Aunque la situación era complicada, Nehemías se fijó en las personas.
Busquemos el capítulo 3.
Veamos algunos detalles de este capítulo.
Nehemías está recorriendo las murallas de la ciudad.
Y noten lo que él menciona en el capítulo 3, primero el versículo 1: “El sumo sacerdote [...] y sus hermanos” reparaban “la Puerta de las Ovejas”.
El versículo 2 dice que “los hombres de Jericó” trabajaban.
Más adelante, en el versículo 5, vemos a los tecoítas, que están trabajando duro.
Pero “sus hombres importantes” no hacen nada.
Aquí hay una lección: no seamos como esos hombres.
Todos debemos trabajar en las murallas.
El versículo 12.
Ahí tenemos a Salum, que era un príncipe.
¿Y quién está con él?
Sus hijas, que eran muy trabajadoras.
Eso nos recuerda a nuestras hermanas, que hacen tanto por apoyar el Reino de Dios.
Vayamos ahora al versículo 20, dice que “Baruc [...] trabajó con mucho empeño”.
Nehemías se fijó en las personas, y Jehová lo inspiró para que escribiera sobre ellas.
¿Por qué?
Una razón es que Jehová quiere que recordemos por qué construimos.
Él ama a las personas.
Reconstruir las murallas no era la meta principal, sino que contribuyó a la verdadera meta: glorificar el nombre de Jehová, cumplir las profecías y, por supuesto, proteger al pueblo.
Las murallas acabaron destruyéndose, pero el relato de Nehemías sigue vivo.
Y aquellos trabajadores podrán volver a vivir.
Conozcan bien a sus compañeros de construcción, son increíbles.
Jehová elige bien a sus amigos.
Y, como hizo Nehemías, valoren sus cualidades.
Vean a la congregación y a su departamento como un edificio en construcción.
Y a los hermanos y las hermanas, como los ladrillos.
Y el cemento que nos mantiene unidos es el amor y la bondad con los que nos tratamos.
Ustedes, hermanos que van a tener la responsabilidad de tomar decisiones allí adonde vayan, tengan en cuenta las ideas de los demás, incluidas las de los hermanos y hermanas a los que supervisarán.
Piensen también en cómo sus decisiones afectarán a otros.
Para fortalecer a los demás hay que conocerlos y amarlos, tal como lo hace Jehová.
Una última idea sobre nuestro maestro de obras: Jehová es un Dios feliz.
Aunque la imperfección y este sistema nos hagan sufrir, recordemos que servir a Jehová nos da felicidad a pesar de los problemas.
Y esa alegría nos fortalece.
Después de terminar la muralla, en Nehemías 8:10, Nehemías le recuerda al pueblo que “la felicidad que viene de Jehová” es su fortaleza.
Saber que habían hecho la voluntad de Jehová y que tenían su aprobación les dio fuerzas.
Y eso tuvo un efecto en ellos.
Veámoslo en Nehemías 12:43.
Estamos en el día de la inauguración, después de haber superado todos los obstáculos.
¿Cómo se sentía el pueblo?
Nehemías 12:43: “En aquel día ofrecieron muchos sacrificios y estuvieron muy contentos, pues el Dios verdadero los llenó de gran alegría.
Las mujeres y los niños también estuvieron muy contentos.
Era tanta la alegría que había en Jerusalén que podía oírse desde lejos”.
Incluso detrás de murallas recién hechas se les oía.
Se parece a la alegría que hay antes de las reuniones y las asambleas, o la de esta mañana antes de que empezara el programa.
Pero ¿se fijaron en que fue Jehová el que los “llenó de gran alegría”?
A pesar de los problemas de ahora y los que vengan, pueden fortalecer a los demás si son felices al servir a Jehová.
Él es un Dios feliz.
El salmista dijo: “A menos que Jehová construya la casa”.
Pues Jehová está construyendo la casa.
Y ustedes, estudiantes, así como todos nosotros, tenemos el maravilloso honor de colaborar con él en esta construcción.
A medida que fortalecen y estabilizan a sus hermanos, tengan en cuenta al constructor, sean humildes, pídanle su guía, estén ocupados en sentido espiritual, amen a todos sus hermanos y disfruten de servir a Jehová.
Como en el caso de Nehemías, el éxito está garantizado.
Ustedes contarán con la aprobación de Jehová si cuentan con el maestro de obras.
No sé ustedes, pero yo ahora quiero leer el libro de Nehemías enterito.
A continuación, escucharemos a otro hermano recién nombrado ayudante del Comité de Servicio, Betty Georges.
El discurso se titula “Amor a Dios, al prójimo y a uno mismo”.
¿Qué les parece?
¿A quiénes debemos mostrar amor?
Mencionemos tres.
En primer lugar, a Dios; en segundo lugar, al prójimo, es decir, a los demás; y, en tercer lugar, a nosotros mismos.
Pero, claro, no estamos hablando de ser egoístas o egocéntricos, como muchos hoy en día.
Todos necesitamos algo de amor propio.
Si tomáramos una foto de lo que acabamos de decir, sería algo así.
Es lógico que el primer nivel —el más alto— sea amar a Dios.
Y el tercero o más bajo es amarse a uno mismo.
Porque, de acuerdo a “la ley del Cristo”, debemos amar al prójimo más que a nosotros mismos, incluso estar dispuestos a dar la vida por los demás.
En este discurso nos centraremos en el tercer nivel.
El motivo es que, aunque es el más bajo, para algunos puede ser el más difícil de subir por la falta de autoestima.
Me gustaría preguntarles: ¿cómo podemos ayudar a otros a desarrollar o a tener más autoestima?, ¿qué piensan?
Imitando a Cristo.
Él les mostró amor a otros y lo hizo de tres maneras: animándolos, interesándose por ellos y confiando en ellos.
En Lucas 10 vemos un ejemplo de cómo Jesús animó a otros.
Por favor, busquen Lucas, capítulo 10.
Cuando vamos leyendo, y llegamos hasta el versículo 27, vemos a un hombre experto en la Ley.
Él identifica estos tres niveles de los que hablamos antes sobre el amor y que se mencionan en la Ley de Moisés, la Ley mosaica.
Pero fijémonos en cómo Jesús animó a este hombre en el versículo 28.
Lucas 10:28: “Jesús le dijo: ‘Contestaste correctamente; sigue haciendo eso [es decir, sigue mostrando amor] y conseguirás la vida’ ”.
Lección para nosotros.
Debemos estar listos, ¿para qué?
Para felicitar, pero también para motivar.
Una Atalaya decía que, en la carrera por la vida, ahora mismo los hermanos no necesitan críticas; ya hay suficientes críticas en este mundo.
Ellos necesitan amigos que los ayuden a terminar la carrera.
En Lucas, capítulo 18, vemos a Jesús interesándose por los demás, preocupándose con cariño por otros.
Entonces, en Lucas, capítulo 18 —en el contexto se describen sucesos que ocurrieron alrededor de la primavera del año 33—, Jesús estaba haciendo un viaje muy importante.
Él iba a Jerusalén a celebrar su última Pascua.
Y lo que leemos en el versículo 35… Seguro que recuerdan el contexto, ¿verdad?
Eso ocurrió cerca de Jericó, y Jericó estaba a un día de distancia de Jerusalén.
Entonces, en Lucas 18:35, nos encontramos a un hombre ciego sentado junto al camino, mendigando.
Y ¿qué hizo Jesús por este hombre?
Por favor, vayamos un poco más abajo al versículo 40, Lucas 18:40.
Jesús se preocupó por el hombre y se detuvo.
Estaba viajando… pero se detuvo.
Y en el 41 vemos que Jesús se preocupó y mostró interés personal.
Y le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”.
Imaginemos el tono de voz que usó Jesús cuando dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”.
Pero, a ver… Pensemos un poquito en esto.
Jesús probablemente sabía que el hombre era ciego.
Entonces, ¿por qué le hace esa pregunta?
Seguramente para tomar en cuenta sus sentimientos.
“¿Qué necesitas?
¿Qué puedo hacer?”.
Pero es interesante que en el versículo 39 se cuenta que la gente estaba tratando de hacer callar a este hombre.
Ahora, en el 41, Jesús le dice: “Dime, ¿qué necesitas?
¿Cómo puedo ayudarte?”.
Interés personal.
¿Por qué es importante mostrar interés personal como Jesús?
Les voy a contar una experiencia.
Un hermano llevó a su sobrino de 13 años a visitar Betel.
Su sobrino estaba pasando por problemas familiares y por eso se sentía bastante desanimado.
Durante la visita, un betelita se detuvo y dedicó unos minutos a mostrar interés personal.
¿Resultado?
Este jovencito se bautizó en la siguiente asamblea.
A los 15 años se hizo precursor regular.
A los 17 lo nombraron siervo ministerial.
Ahora tiene 19 y ha solicitado ir a Betel.
Todo esto es porque alguien se detuvo y mostró interés personal.
Jesús también nos puso el ejemplo al confiar en otros.
Por favor, analicemos juntos este relato.
Y lo encontramos en Lucas, capítulo 22.
Lucas 22:34.
Aquí es cuando Jesús le recuerda o advierte… No recuerda, advierte a Pedro que lo negaría hasta tres veces.
Pensemos en esto.
Cuando Pedro negó a su Maestro en tres ocasiones, ¿cómo se sentiría Pedro?
¿Cómo estaría su autoestima?
Sí, cada vez más baja.
Para Pedro lo más fácil habría sido rendirse y no volver a levantarse.
¿Qué ayudó a Pedro a recuperar la autoestima o el amor propio?
Seguro que fue lo que Jesús le dijo en el versículo 32.
Centrémonos en cuatro palabras que aparecen en la segunda parte de este versículo: “Y tú, cuando vuelvas”.
“Y tú, cuando vuelvas”.
Estas palabras, “cuando vuelvas”, resonarían en la mente de Pedro.
Él tenía el ánimo por los suelos e intentaba levantarse poco a poco.
¿Qué le quería decir Jesús a Pedro con estas palabras?
Que confiaba en él: “Sí, caerás, pero recuperarás el amor propio”.
Y no solo eso.
Fijémonos en que les mostraría amor a otros.
Al final del versículo 32 dice: “Tú, cuando vuelvas”… ¿Volver para qué?
Para fortalecer.
En griego esta palabra significa “hacer firmes” a tus hermanos.
El amor espera siempre lo mejor de los demás, porque amar es confiar.
Entonces, ¿qué les parece?
¿Cuál será el resultado de ayudar a otros a aumentar su autoestima?
Volvamos a la imagen del principio.
Cuando uno se ama a sí mismo, ¿verdad que es más fácil pasar al siguiente nivel de amar a los demás o amar al prójimo?
Y esto es necesario para llegar al primer nivel, que es el de amar a Dios.
¿Recuerdan lo que dijo el apóstol Juan sobre esto?
Bueno, dijo que no podemos amar a Dios si no amamos a nuestros hermanos.
Después de asistir a Galaad y de escuchar el excelente discurso del hermano Jedele, ¿qué se espera de ustedes?
Que fortalezcan y den estabilidad al pueblo de Dios.
Y lo lograrán si se concentran en los hermanos de uno en uno.
Esto me recuerda algo que nos ocurrió hace unos 10 años, cuando a mi esposa y a mí nos enviaron al Congo.
No voy a olvidar nunca lo que me dijo un amigo.
Él dijo: “¿Sabes qué?
Los hermanos del Congo no necesitan otro mesías.
Créeme, de verdad que no.
Lo que necesitan es amor”.
Por eso, al igual que Jesús, amemos a todos nuestros hermanos.
¿Cómo?
Animándolos, preocupándonos por ellos y confiando en ellos.
Como resultado, ellos también los amarán a ustedes.
Que Jehová los ayude a cumplir ese objetivo.
Nosotros ya los queremos.
¡Qué discurso tan interesante!
Muchas gracias, hermano Georges.
Ahora el hermano David Iannelli, del Departamento de Redacción, presentará el discurso titulado “Nunca olviden lo que Jehová recuerda”.
Hay algo que Jehová recuerda que nosotros no debemos olvidar.
Tiene que ver con la manera en la que él nos ve y nos trata.
Es algo que todos, ustedes también, que están a punto de graduarse, deberíamos tener siempre presente.
¿Qué es?
Por favor, busquen conmigo el Salmo 103.
La respuesta está en un versículo que conocemos bien, el 14, y, por favor, dejen su Biblia abierta ahí.
El salmista David, hablando de Jehová, dice: “Porque él sabe bien cómo estamos formados, se acuerda de que somos polvo”.
Jehová recuerda “que somos polvo”.
¿Qué significa eso, y por qué no debemos olvidarlo nunca?
Primero, ¿qué significa esa expresión?
Jehová “se acuerda de que somos polvo”.
Básicamente es que Jehová tiene en cuenta que somos pecadores y desea perdonar a quienes se arrepienten.
Eso es lo que nos da a entender el contexto.
Si nos fijamos en los versículos 1 y 2, David empieza el salmo recordándose a sí mismo que no quería olvidar lo que Jehová había hecho.
¿Y qué había hecho Jehová?
En el versículo 3, lo primero que dice David es que Jehová perdona.
Y en los versículos siguientes David menciona cuatro veces la misericordia, que es la cualidad que impulsa a Jehová a perdonar.
Además, David habla cuatro veces del amor leal, el amor que hace que Jehová nos vea como su propiedad especial.
El perdón, la misericordia y el amor leal están relacionados.
¿De qué manera?
Bueno, la misericordia lleva al perdón.
Un experto lo explicó así: “La misericordia de Dios es la causa, y el perdón de los pecados, el resultado”.
Y en este contexto la misericordia y el perdón son parte del amor leal de Jehová.
Podríamos decir que el amor leal de Jehová es como una gran casa.
Y la misericordia y el perdón son cuartos espaciosos dentro de esa casa.
Y, si nos fijamos en los versículos 11-13, allí David usa una serie de ejemplos, comparaciones muy fáciles de entender que describen la altura, el alcance y la profundidad del cariño que nos tiene nuestro Padre, Jehová.
Él nos ama y está dispuesto a perdonarnos.
Y ahora llegamos al versículo 14, donde David explica por qué Jehová desea perdonarnos con tanto amor.
Dice: “Él sabe bien cómo estamos formados”.
Jehová está consciente de que creó a Adán “del polvo del suelo” y de que incluso los humanos perfectos tienen limitaciones naturales, tienen que comer, dormir, respirar...
Pero, cuando Adán y Eva pecaron, ser polvo adquirió un nuevo significado.
Sobre el versículo 14, La Atalaya una vez dijo que David se refería “a las flaquezas humanas causadas por la imperfección heredada”.
Así que Jehová sabe muy bien que tenemos debilidades, limitaciones, porque somos imperfectos.
Él entiende; él sabe lo fácil que es para nosotros pecar, cometer errores…, la fuerte tendencia que tenemos a caer en la tentación.
Pero Jehová no solo sabe que esto es así.
Aquí David explica que Jehová lo recuerda.
La palabra hebrea puede significar “recordar y actuar”.
Implica una acción por parte de quien recuerda.
En otras palabras, como Jehová se acuerda de que somos polvo, se siente impulsado a hacer algo.
¿Hacer qué?
De acuerdo con el contexto, mostrar misericordia y perdonar a los pecadores arrepentidos.
Entonces, ¿cuál es la lección?, ¿qué significa que Jehová recuerde que somos polvo?
En pocas palabras, que él tiene en cuenta que somos imperfectos y desea demostrar que nos ama perdonándonos.
Podemos resumir la lección en tres palabras: “limitaciones”, “expectativas” y, por último, “acciones”.
Como Jehová sabe que tenemos limitaciones por la imperfección, espera que a veces nos equivoquemos.
Y, cuando lo hacemos, él se siente impulsado a actuar con misericordia, a perdonarnos si nos arrepentimos.
¿Y qué hay de la segunda pregunta?
Queridos estudiantes, ¿por qué no deberían olvidar nunca lo que Jehová recuerda?
Estudiantes de la clase 154, no olvidar lo que Jehová recuerda precisamente puede ayudarlos a cumplir con el propósito de Galaad, que (como ya se dijo) es estabilizar y fortalecer a los hermanos.
Bueno, veamos dos maneras en las que este salmo puede ayudarlos a ustedes y a todos los que nos están escuchando a hacer eso.
La primera: fortalezcan a los hermanos promoviendo la paz y la unidad al perdonar como lo hace Jehová.
¿Cómo?
Recordemos las tres palabras clave: las “limitaciones” determinan nuestras “expectativas”, lo que influye en nuestras “acciones”, en cómo tratamos a los demás.
A menudo, hacemos esto automáticamente.
Imaginemos a unos hermanos jugando fútbol, y uno de ellos se tuerce el tobillo.
El resto no espera que él siga corriendo, pasando el balón, haciendo regates… Ellos ven sus limitaciones, ajustan sus expectativas y lo tratan con bondad.
Quizás lo ayuden a salir del campo.
Sin embargo, en nuestro día a día, al tratar con los demás, qué fácil es olvidarse de lo que Jehová recuerda, las limitaciones que tenemos los humanos.
Así que intenten esto: cuando sientan que empieza a hervirles la sangre por algo que un compañero dijo o hizo, deténganse y pregúntense: “¿Me estoy olvidando de lo que Jehová recuerda, de que mi hermano tiene limitaciones, de que es imperfecto, igual que yo?”.
Cuando recordamos las limitaciones, ajustamos nuestras expectativas, y eso hace que sea más fácil mostrar misericordia.
No guardamos resentimiento y así contribuimos a la paz y la unidad.
Hablemos de la segunda manera en la que este salmo nos puede ayudar.
Para conseguir el objetivo de fortalecer a nuestros hermanos podríamos, por ejemplo, ayudarlos a aceptar el perdón de Jehová.
Quizás nos enteremos de algún hermano que no deja de sentirse culpable por errores del pasado.
Se está olvidando de lo que Jehová recuerda, de que él tiene en cuenta nuestras limitaciones y desea perdonarnos.
Incluso puede que el hermano esté recordando lo que Jehová ya olvidó: los pecados que él ya perdonó y que nunca le echará en cara al hermano.
¿Podríamos ayudarlo?
Salmo 103:14.
Podríamos usarlo para recordarle por qué Jehová desea perdonar y luego quizás podríamos usar el versículo 12 para recordarle el alcance del perdón de Jehová.
Vamos a leerlo.
El Salmo 103:12 dice: “Tan lejos como está el este del oeste, así de lejos ha puesto de nosotros nuestros pecados”.
¿Cuán lejos está el este del oeste?
El libro Acerquémonos a Jehová lo explica así.
Dice: “Están en direcciones totalmente opuestas y a la mayor distancia que podemos imaginar”.
Es imposible que se encuentren.
Entonces, ¿qué ocurre con nuestros pecados?
Una obra de consulta dice lo siguiente: “Si Dios se lleva nuestros pecados tan lejos, podemos estar seguros de que ya no queda ni rastro.
Su olor, su recuerdo ya no están.
Han desaparecido para siempre”.
Un olor puede despertar un recuerdo.
Pero, cuando Jehová perdona, se lleva tan lejos nuestros pecados que ya no queda ni el rastro del olor que pudiera recordarle lo que hicimos y echárnoslo en cara.
Usen el Salmo 103 para ayudar a otros a aceptar el perdón de Jehová, que tiene un alcance extraordinario.
Si lo hacen, fortalecerán a todos sus hermanos.
Queridos estudiantes de la clase 154, queremos que salgan de aquí decididos a usar lo que aprendieron en Galaad para fortalecer a los hermanos.
Como hemos visto, las bonitas palabras del Salmo 103 pueden ayudarlos a: 1) promover la paz y la unidad perdonando como lo hace Jehová y 2) ayudar a los desanimados a aceptar el generoso perdón de Dios.
Esta lección en realidad es para todos nosotros.
Nunca olvidemos lo que Jehová recuerda.
Y, ya de paso, esforcémonos por no recordar lo que Jehová olvida.
Gracias por este discurso tan animador.
Los siguientes oradores son instructores de la Escuela Bíblica de Galaad.
Y el hermano Clarke es el último que se ha unido al equipo de instructores.
Él estaba sirviendo en la República Checa antes de venir aquí.
¿Cuándo fue? Este año, ¿no, Jeremy?, que llegaste.
Bueno, el título de su discurso es “Que Jehová sepa”.
Fue enterrado con los reyes, aunque él no era rey.
Vivió 130 años, pero la Biblia no nos dice nada sobre lo que hizo durante los primeros 90 años de su vida.
Y, de los sucesos que sí se registraron, uno muy importante tuvo que mantenerlo en secreto durante seis años.
¿De quién hablo?
De Jehoiadá.
¿Qué podemos aprender de este sumo sacerdote, de Jehoiadá?
Que él siempre fue leal a Jehová, aunque no recibiera el reconocimiento de nadie.
La pregunta para ustedes es: si solo Jehová supiera sobre su lealtad y sus esfuerzos, si nadie más se enterara, ¿sería eso suficiente para permanecer leales?
¿Cuánto tiempo?
¿Un año?
¿Dos?
¿Seis?
¿Más?
Antes de venir a Galaad, tal vez les preocupara un poco más lo que otras personas pensaran de ustedes y de sus logros.
Pero el estudio profundo les ha mostrado lo que tienen en el corazón; han examinado cómo actúan, lo que sienten, lo que piensan, cosas de las que ni se habían percatado.
Han estudiado con detenimiento “la persona secreta del corazón […], que es de gran valor a los ojos de Dios”, su yo interior.
Este proceso los acercó a Jehová.
Les confirmó el amor que él les tiene.
Ahora más que nunca comprenden lo mucho que Jehová los conoce y los valora.
Fíjense en estas palabras del escritor del Salmo 139.
Seguro que ustedes piensan lo mismo.
Versículos 1-4: “Oh, Jehová, tú me has examinado a fondo, tú me conoces.
Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto.
De lejos percibes mis pensamientos.
Me observas cuando viajo y cuando me acuesto; conoces bien todos mis caminos.
Todavía no ha llegado una sola palabra a mi lengua, pero resulta que tú, oh, Jehová, ya la conoces bien”.
Seguro que les alegra que Jehová los conozca.
Ya los conocía, pero ahora están seguros de que los conoce.
Se sienten más seguros de su relación con él y ya no piensan tanto en si los demás los alaban.
Así se sentía Jehoiadá.
Él nació poco después de que se completara el templo de Salomón en el 1027 antes de nuestra era.
¿Qué cosas vio durante su vida?
La nación se dividió en dos, y solamente las dos tribus del sur usaban el templo.
Los reyes de Judá promovieron la idolatría y los ritos sexuales.
Y, aunque hubo dos reyes buenos —Asá y Jehosafat—, recordemos que Jehosafat casó a su hijo con la hija de Jezabel, Atalía, que era del norte y trajo a Jerusalén toda la maldad de aquellas tribus.
La situación iba de mal en peor.
En tan solo 100 años habían descuidado tanto el templo que, a fin de que se mantuviera en pie, había que hacerle reparaciones estructurales.
Y, para colmo, le construyeron un templo a Baal.
Y allí está Jehoiadá, el sumo sacerdote, un hombre mayor.
¿Cómo logró mantenerse leal viendo cosas tan malas durante años?
No lo sabemos.
Pero Jehová lo sabe todo.
Al orarle a Jehová y meditar, Jehoiadá examinaría su corazón —su yo interior—, sus hechos y lo que sentía hacia la adoración pura.
Y vería que defendía lo correcto, que no era permisivo, como sí lo había sido otro sumo sacerdote, Elí.
Y, aunque Jehoiadá era una persona con autoridad, él jamás fue más allá de lo que tenía permitido hacer, sino que fue paciente y confió en Jehová.
Todos esos años de lealtad lo ayudaron a prepararse para el que sería el mayor desafío de su vida.
Fue algo que tuvo que hacer sin que nadie se enterara.
¿Qué fue?
Vayamos hacia el año 905.
Leamos lo que pasó en 2 Crónicas 22.
Aquí leemos que después de que muere el rey Ocozías ocurre algo inimaginable, muy terrible.
2 Crónicas 22:10: “Cuando Atalía, la madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, exterminó todo el linaje real de la casa de Judá”.
¡Qué horrible!, ¿no?
Atalía mató a sus propios nietos y se autoproclamó reina sin ningún derecho.
Ahora el linaje de David, por donde vendría el Mesías, estaba en riesgo de perderse.
Sigamos con el 11: “Sin embargo, Jehosabeat, la hija del rey, se llevó a escondidas a Jehoás hijo de Ocozías y lo apartó de los demás hijos del rey a quienes iban a matar.
Lo metió a él con su nodriza en un dormitorio”.
¿Quién es Jehosabeat?
Aquí dice que era la “hija del rey Jehoram (ella era la esposa del sacerdote Jehoiadá y hermana de Ocozías)”.
Y Jehosabeat “logró mantenerlo escondido de Atalía [al bebé] y así evitó que lo matara.
Él se quedó escondido con ellos en la casa del Dios verdadero por seis años, mientras Atalía reinaba sobre el país”.
Durante seis años Jehoiadá, Jehosabeat y la nodriza guardaron un secreto enorme: un pequeño bebé, el último heredero.
Por cierto, es posible que este dormitorio haya sido un almacén en el palacio y que, cuando fuera seguro, lo trasladaran en secreto al templo.
Imagínense el riesgo que eso habría sido.
Habrían tenido que elegir el momento preciso para que no los atraparan.
Y, durante esos seis años, seguro que hubo momentos peligrosos.
En cierta ocasión, los hijos de Atalía robaron objetos del templo para usarlos en la adoración de Baal.
Si eso pasó en esos seis años, ¿qué habrían hecho de haber visto al niño?
¡Lo matan!
Así que ni Jehoiadá ni Jehosabeat podían contarle nada a nadie.
No podían desahogarse, tenían que seguir.
No podían rendirse.
Nadie les iba a dar reconocimiento ni palmaditas en la espalda ni ánimo ni alabanzas.
Solo les quedaba orar, solo Jehová podía apoyarlos y validar sus esfuerzos.
Podían recurrir a pasajes como el Salmo 139.
“Oh, Jehová […], tú me conoces”.
Seguro que lo aplicaban a su situación: “Tú sabes que estamos protegiendo al rey legítimo”.
E hicieron más que simplemente cuidar de él durante esos seis años; le enseñaron a amar a Jehová, a amar su Ley, a ser un buen rey.
Y tuvieron que trabajar unidos como pareja.
Lo que nos lleva a hablar de ella.
Hablemos un poco sobre Jehosabeat.
Como leímos, salvó a su sobrino y Jehová le dio el mérito a ella.
¿Qué edad tendría Jehosabeat?
Su padre —el rey Jehoram, que había muerto el año anterior— tenía solamente 40 años.
Así que ella era bastante joven y, aun así, estaba casada con un hombre mucho mayor.
Así que tenemos a esta joven —una princesa— casada con un hombre mayor que tenía una posición de mucho poder.
¿Qué querría lograr ella?
¿Estaba abusando de su autoridad?
¿Estaría tratando de manipular las cosas como su madrastra, Atalía?
No.
Estaba arriesgando su vida.
Quería proteger al rey legítimo porque era la voluntad de Jehová, apoyando así a su esposo y, por lo visto, sin que nadie la felicitara por eso.
Ella nos recuerda a ustedes, queridas hermanas.
Puede que el trabajo que hagan nadie lo vea, a diferencia del de sus esposos.
Y por eso no reciben tanta atención, por el tipo de trabajo que realizan.
Pero se sienten felices porque saben que Jehová valora lo que ustedes hacen por él.
Y las amamos por eso.
Hermanos, aunque habrá veces en las que otros vean lo que hacen, también habrá veces en las que nadie se dará cuenta, tal vez por mucho tiempo.
Y, por cierto, no está mal recibir reconocimiento.
Eso es algo que nos hace sentir bien.
Así que, si ven que alguien está haciendo un buen trabajo o está demostrando fidelidad, no se queden callados.
Felicítenlo.
Lo agradecerá.
Ahora bien, ustedes no son leales porque quieren que los demás los vean.
Son leales aunque nadie los vea, porque les sale del corazón.
Recuerden a Jehoiadá.
Sí, con el tiempo todos supieron lo que hizo, y recibió el reconocimiento.
Pero ¿qué lo ayudó a tener éxito?
Fue todo lo que hizo durante esos años: cosas pequeñas, secretas, que nadie vio, cosas que solo Jehová vio.
El nombre Jehoiadá significa “Que Jehová Sepa”.
¡Qué adecuado!
Que Jehová sepa todo lo que has hecho por lealtad —lo que se ve y lo que no—, “y entonces tu Padre, que mira en secreto, te lo pagará”.
Nos hizo revivir el relato de Jehoiadá, ¿verdad?
El hermano Mark Noumair normalmente tiene algo interesante que contarnos.
Hoy Mark… No, no, sin presión.
Hoy nos va a dar el siguiente discurso: “Lado a lado”.
No sabemos el nombre de ella, pero sí sabemos quién era su esposo.
Un pescador muy trabajador, apóstol franco y directo, escritor de dos libros de la Biblia y el único que caminó sobre el agua aparte de Jesús.
Conocemos a Pedro, pero ¿qué podemos decir de su esposa?
¿Qué sabemos de ella?
¿Cómo era su matrimonio, cómo se llevaban?
¿Y qué pueden aprender de ellos ustedes, las 24 parejas que hay aquí?
Es la primera vez en casi 10 años que tenemos una clase entera solo con matrimonios.
Así que hemos escogido a Pedro y a su esposa para enseñarles algunas lecciones específicas que les van a ser muy útiles cuando estén en sus asignaciones y que, además, fortalecerán su matrimonio mientras sirven a Dios los dos juntos, codo a codo.
Empecemos.
Leamos Marcos 1:16: “Mientras caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón [o sea, Jesús vio a Simón] y a su hermano Andrés echando sus redes al mar, pues eran pescadores”.
Pedro es pescador.
Trae a casa pescado.
Su esposa cocina el pescado y, si no lo cocina, pues lo vende (como la “esposa competente” de Proverbios 31) y trae el dinerito a casa.
Colabora con los gastos y le permite a Pedro atender sus responsabilidades.
Aquí los tenemos: una pareja feliz trabajando unida, lado a lado.
Pero su vida cambia de repente.
Versículos 17 y 18: “Jesús les dijo: ‘Síganme y yo los haré pescadores de hombres’.
Enseguida ellos dejaron las redes y lo siguieron”.
Con gran fe, Pedro deja su negocio de pesca y sigue a Jesús.
Pero ¿qué pensaría su esposa?
¿Se esperaría ella algo así?
¿Le invadió la inseguridad, empezó a preocuparse por el futuro?
¿Sintió que su esposo, que era todo corazón, pero también muy impulsivo, había trastornado su vida?
“¡Pedro! ¿Qué estás haciendo?”.
Tenemos buenas razones para pensar que la esposa de Pedro apoyó su decisión y que estuvo dispuesta a ayudarlo en lo que hiciera falta para que él pudiera asumir más responsabilidades.
Pero indaguemos un poquito más en la vida de Pedro y de su esposa.
Versículo 29: “Luego salieron de la sinagoga y, junto con Santiago y Juan, fueron a la casa de Simón y Andrés”.
Este versículo dice que ellos fueron a la casa de Simón y Andrés, así que vivían juntos.
Eso quiere decir que la esposa de Pedro estaba de acuerdo en compartir casa con Andrés, su cuñado.
Y es muy probable que los amigos de Pedro, Santiago y Juan, fueran muy a menudo a su casa.
Imagínense a Pedro diciéndoles: “Vengan cuando quieran”.
Y ahí está su esposa cocinando.
Así serían las cosas.
Seguramente podía oír llegar a los Hijos del Trueno.
“Ahí están”.
Y Pedro diría: “Sí, ahí vienen.
¡Pon más pescado al fuego!”.
Posiblemente pasara algo así.
La pregunta es: ¿por qué tendría Pedro la confianza de invitar a sus amigos a su casa?
Y probablemente muchas veces lo haría sin avisar.
Porque él conocía a su esposa.
Y es curioso que, cuando él escribió su primera carta, aconsejó a los esposos que vivieran con sus esposas “de acuerdo con conocimiento”.
Pedro conocía a su esposa.
Sabía que ella recibiría con mucho gusto a sus invitados.
Ella también conocía a su esposo.
“Así es Pedro.
Siempre trayendo gente”.
Los dos eran un equipo.
Ella sabía que tener a los amigos de Pedro en su casa podía ocasionar algún inconveniente. Obvio.
Pero piensen en las conversaciones que ella podría escuchar.
¿Se imaginan a Pedro, Andrés, Santiago y Juan hablando de Jesús, y ella allí pensando: “¡Qué bueno que vinieron!”?
¡Qué privilegio tuvo de oírles hablar acerca del ministerio de Jesús!
Primera lección importante: algo muy parecido puede pasarles a ustedes.
Hermanas, sus esposos son buenos pastores y conversan con los hermanos, y se hacen amigos de ellos.
Por eso es normal que a veces surjan invitaciones espontáneas, del tipo “Vente a casa a tomar algo”.
Y les llega un mensajito: “Adivina quién viene a cenar”.
No siempre es fácil, ¿verdad?
Pues no.
Pero aquí hay un principio bíblico, un principio que aplica a todas las culturas, del pasado y del presente: seamos abnegados y hospitalarios.
Imiten a Pedro y a su esposa y piensen en lo bueno, en el ánimo que recibirán al conocer mejor a los hermanos y hermanas.
Eso… eso es más importante que cualquier inconveniente.
Pero la disposición de esta pareja a sacrificarse por los demás no quedó allí.
Versículo 30.
Ahí dice: “Y resulta que la suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y enseguida se lo dijeron a Jesús”.
Aquí vemos que ellos también estaban cuidando de la suegra de Pedro, que en ese momento estaba enferma.
Ustedes saben perfectamente que cuidar a un familiar enfermo es bien complicado.
Para un matrimonio, vivir con un pariente ya de por sí es un desafío.
Pero vivir con un cuñado y, además, con la suegra, eso… eso ya es otra historia.
¿Pueden imaginarse a la esposa de Pedro diciéndole: “Tu hermano Andrés me está volviendo loca” y Pedro contestándole: “Pues tu madre no se queda atrás, eh”?
A ver, no estamos diciendo que esto haya pasado.
Sin embargo, hay que reconocer que vivir con familiares y cuidar de los padres mayores conlleva muchos retos para una pareja.
Hay que estar dispuestos a sacrificarse por los demás.
Esa es la lección.
Pero recuerden, los sacrificios traen bendiciones.
Es lo que hemos visto en clase muchas veces: los sacrificios traen bendiciones.
Versículo 31, Jesús hace un milagro en la casa de Pedro.
Cura a su suegra.
¡Imagínenselo!
Mamá está bien.
¡Qué momento tan feliz debió ser para Pedro y su esposa!
Seguro que le dieron las gracias a Jehová con todo su corazón.
Una oración sincera y emotiva.
Ahora vean lo que pasa.
Versículos 32 y 33: “Después de caer la tarde, cuando se había puesto el sol, la gente empezó a traerle a todos los enfermos y endemoniados.
Toda la ciudad estaba reunida frente a la puerta de la casa”.
Se acabó la tranquilidad.
Pasaron de la calma al caos.
Imagínense: personas de todas partes llegan a casa de Pedro para que Jesús las cure.
¿Cómo se sentirían si todos los enfermos y endemoniados del pueblo se presentaran ahí en su casa?
Eso sí que son visitas inesperadas, ¿eh?
Y la esposa de Pedro no tuvo tiempo ni de limpiar la casa ni de preparar nada.
“No, todavía no.
¿No ves que no he puesto la mesa y las sillas no están en su lugar?”.
No, seguro que no ocurrió así.
¿Y si encima toda esa gente le daña la casa?
Pues eso fue lo que le pasó a alguien cuando unos judíos desesperados bajaron a un enfermo por un hueco que habían hecho en el techo de su casa.
La esposa de Pedro pudo haberse quejado y haber dicho: “¡Sácame a toda esta gente de aquí!”.
Pero la Biblia no dice que hiciera eso.
Piensen en esto: años más tarde, cuando aconsejó que las esposas tuvieran “un espíritu tranquilo y apacible”, ¿pudo hablar con esa franqueza gracias al buen ejemplo de su propia esposa?
Seguro que Pedro le agradeció muchísimo a ella que siempre estuviera a su lado, lealmente, mientras apoyaban el ministerio de Jesús.
Otra lección importante: si están cuidando a sus padres mayores o tienen problemas de salud, busquen la ayuda de Jehová y disfruten de los momentos de tranquilidad.
No obstante, recuerden que “la escena de este mundo está cambiando” y que puede cambiar rápidamente.
En cualquier momento puede haber disturbios o desastres naturales, y quizás tengan que dar alojamiento a quien lo necesite.
Y, aunque no lo tengan todo listo o no esté todo perfecto, no se preocupen.
Ese será el momento de sacrificarse, de hacer un esfuerzo adicional por ayudar a otros.
Esposos, no olviden darles las gracias a sus esposas por estar a su lado y apoyarlos para que ustedes puedan atender las necesidades de los hermanos.
1 Corintios 9:5 indica que la esposa de Pedro viajó con él, por lo menos durante algún tiempo.
Los viajes en aquella época eran difíciles, largos, peligrosos… Además, a Pedro lo arrestaron en Jerusalén una, dos, hasta cuatro veces; lo golpearon...
También arrestaron a Santiago y lo decapitaron.
¿Se preguntaría la esposa de Pedro: “¿Volveré a ver a mi esposo?”?
Seguro que no fue fácil para ella estar casada con un hombre tan enfocado en el servicio a Dios.
Entre los años 62 y 64, nos encontramos a Pedro, tal vez con más de 60 años, en Babilonia, donde hacía falta ayuda.
Ahí bajo inspiración escribió dos cartas.
Mientras escribe su segunda carta, en lo que sería el ocaso o el final de su vida, ¡cuánto agradecimiento debió sentir por haber tenido a su lado a una esposa tan fiel, cariñosa y leal durante tantos años!
Después de lo que hemos hablado, quédense con esto: trabajen unidos como un equipo.
Sean positivos cuando afronten problemas inesperados.
Ustedes, esposos, valoren el apoyo leal de sus esposas y denles las gracias.
Esposas, no olviden que después de Jehová y Jesús, ustedes son las personas más cercanas a sus esposos que pueden apoyarlos para que juntos tengan éxito.
Queridas 24 lindas parejas que se gradúan hoy: sigan caminando juntos codo a codo, lado a lado.
Nos encantó este discurso, ¿verdad?
¡Esta fue la primera parte!
¿Les gustó?
Las siguientes dos partes pronto estarán disponibles en jw.org.
La videopostal de este mes viene de Uruguay.
Este país está entre Argentina y Brasil.
Cuenta con una hermosa costa que da al océano Atlántico y tiene verdes cerros en el interior.
Las preciosas playas de Punta del Este son una atracción turística.
Uruguay tiene varios ríos, como el río Negro y el Río de la Plata, que crean maravillosos paisajes y hacen que la tierra sea fértil.
En este bello entorno, los hermanos predican las buenas noticias del Reino.
Uruguay cuenta con 149 congregaciones que predican en cinco idiomas, entre ellos la lengua de señas uruguaya y el portuñol, una mezcla del portugués y el español.
Tal como la tierra fértil de este país produce mucho fruto, los hermanos recogen mucho fruto en la predicación, ya que 12.000 publicadores dirigen un promedio de 11.000 cursos al mes.
En la década de los sesenta, los misioneros usaban unas balsas o plataformas flotantes para cruzar el río Cebollatí y llegar a territorios aislados, algo que se sigue haciendo hasta ahora.
Los hermanos cruzan con camionetas cargadas de carritos para predicar en las plazas de los pueblos.
Después de un largo día de predicación, a los hermanos les gusta hacer fogatas, cantar y tomar mate, una infusión hecha con hojas de yerba mate que se acompaña muy bien con tortas fritas.
Los 30 publicadores de la congregación Cebollatí y todos los hermanos de Uruguay les envían un cariñoso saludo a los hermanos de todo el mundo.
Desde la central mundial de los testigos de Jehová, esto es JW Broadcasting®.