John Ekrann: No exijamos más de lo que Jehová pide y sigamos el orden teocrático (Hech. 15:1)

“A menos que se circunciden […], no pueden ser salvados”.

¡Qué palabras tan fuertes!, ¿verdad que sí?

Y más aún si tenemos en cuenta que esto sucedió casi 14 años después de que Jehová ungiera a discípulos incircuncisos, demostrando así que los aceptaba.

Veamos dos lecciones que podemos aprender de este relato.

La primera: no impongamos a los demás requisitos para salvarse que no están en la Biblia.

¿Cómo se habrán sentido estos cristianos gentiles?

Unos hombres que estaban en contacto con el cuerpo gobernante les dijeron: “Si no se circuncidan, no se salvarán”.

Si hubieras sido uno de ellos, habrías tenido que hacer muchos cambios para convertirte en cristiano.

Habrías tenido que cambiar tus normas morales, tu estilo de vida, tus dioses, tu religión… Y es probable que tu familia se pusiera en tu contra.

Y, encima de todo, te dicen que no es suficiente.

Seguro que te hubieras sentido muy desanimado.

En particular, si tú ya tenías la idea de que no estabas haciendo lo suficiente.

Poco después, el cuerpo gobernante envió una carta que dejó claro el asunto.

Explicaba los requisitos para salvarse.

Miren cómo reaccionó la congregación.

Lo vemos aquí, en Hechos 15.

Hechos 15:30, 31.

Esta fue la reacción de la congregación: “Después de despedirse, estos hombres bajaron a Antioquía.

Allí reunieron a todo el grupo y les entregaron la carta.

Cuando la leyeron, se sintieron felices por las palabras de ánimo”.

¡Qué bien debieron haberse sentido aquellos hermanos gentiles cuando se leyó la carta!

Hermanos, esto es toda una lección para nosotros: nunca permitamos que el orgullo o un sentimiento de superioridad nos haga imponerles a los hermanos requisitos para la salvación que no están en la Biblia.

Pero no es solo con palabras que podemos hacer que los demás sientan que no hacen lo suficiente; nuestras acciones pueden hacerlos sentir igual.

El apóstol Pedro hizo precisamente eso.

Él visitó a la congregación de Antioquía, y fue algunos meses después de que el cuerpo gobernante se reuniera para tomar esa decisión sobre la circuncisión.

El apóstol Pablo nos cuenta lo que pasó en Gálatas 2:11, 12.

Dice: “Sin embargo, cuando Cefas vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque estaba claramente equivocado.

Porque, antes de que llegaran ciertos hombres de parte de Santiago, él solía comer con gente de las naciones, pero cuando ellos llegaron dejó de hacerlo y se separó de ellos por miedo a los del grupo de los circuncisos”.

Noten qué interesante lo que dice la nota de la Biblia de estudio en inglés: “Lo que hizo Pedro en esa visita pudo haber hecho que los hermanos dejaran de confiar en la decisión que había tomado el cuerpo gobernante ese mismo año.

Aquella decisión había confirmado que los cristianos gentiles no estaban obligados a obedecer la Ley mosaica.

El apóstol Pablo no contó este incidente para avergonzar a Pedro, sino para corregir el punto de vista equivocado de los gálatas”.

Es cierto que Pedro no les dijo directamente a los hermanos: “Tienen que circuncidarse”.

Pero, con lo que hizo cuando llegaron algunos judíos —es decir, dejar de comer con los gentiles—, hizo sentir a estos hermanos igual de mal.

Debido a sus acciones, los hermanos gentiles sintieron que eran inferiores a los cristianos judíos.

¿Podríamos nosotros caer en lo mismo?

Una hermana nos contó lo que le sucedió durante un viaje que hizo cuando asistió a una asamblea internacional.

En el grupo había cierta hermana que le iba preguntando a cada uno si era precursor.

Si le decían que sí, seguía conversando con ellos un buen rato.

Pero, si le decían que no, enseguida terminaba la conversación.

Cuando le llegó el turno a nuestra hermana, ella tuvo que decir que no era precursora, así que la otra hermana enseguida se fue.

La hermana dijo que se sintió muy mal, porque a ella ya le parecía que no estaba haciendo lo suficiente.

Había sido precursora antes, pero había tenido que dejar de serlo para cuidar a sus padres.

¿Qué aprendemos de todo esto?

Que con nuestras palabras y con nuestras acciones podríamos imponer requisitos para la salvación que no están en la Biblia y desanimar a nuestros hermanos.

En cambio, si en vez de eso nos limitamos solo a lo que Jehová nos pide en su Palabra, todos seguiremos sirviéndole a él muy contentos.

Ahora, la segunda lección: cómo saber cuándo hay que consultar un asunto con alguien de más autoridad.

Aquellos hermanos que dijeron que había que circuncidarse para ser salvados, en realidad no tenían la autoridad para hablar de parte del cuerpo gobernante.

En Hechos 15:24 vemos que, después de eso, el cuerpo gobernante dejó muy claro que ese mensaje no había venido de ellos.

Así que aquellos hombres se estaban tomando libertades indebidas.

Ahora bien, en cierta ocasión, a Pablo y a Bernabé les preguntaron sobre lo mismo.

¿Cometerían ellos el error de responder sin consultarle al cuerpo gobernante?

Bueno, esta vez Pablo contó con una ayuda especial.

Jesús, su superintendente, le dijo lo que tenía que hacer.

Noten lo que dice Gálatas 2:2.

Aquí, Pablo nos explica que tuvo que consultar el asunto con los ancianos de Jerusalén “debido a una revelación”.

En Gálatas 2:2 también hay una nota en la Biblia de estudio en inglés.

Dice lo siguiente: “Pablo añade aquí un detalle que Lucas no dejó registrado en el libro de los Hechos.

Por lo visto, Cristo —el cabeza de la congregación— se valió de una revelación para indicarle a Pablo que este asunto tan importante de la circuncisión tenía que llevarse ante los apóstoles y los ancianos de Jerusalén”.

De esta manera, Jesús le indicó a Pablo que tenía que consultarle al cuerpo gobernante.

Claro, en aquella revelación, Jesús pudo haberle dicho a Pablo: “Tú entiendes bien el asunto.

Resuélvelo tú mismo”.

Eso tal vez le hubiera ahorrado mucho trabajo a Pablo.

No hubiera tenido que ir a Jerusalén ni enfrentarse a aquellos hermanos que todavía pensaban que la circuncisión era necesaria.

Pero Jesús no hizo eso.

Aprovechó la situación para enseñar cómo quería que se atendieran estos asuntos: mediante el cuerpo gobernante.

Jesús no pasó por alto el orden que él ya había establecido.

Y la forma en que Jesús quiso que se atendieran asuntos como este en el pasado nos ayuda a todos a ver cómo quiere que se atiendan hoy las cosas en la organización que él dirige.

Entonces, ¿cómo sabemos cuándo hay que consultarle un asunto a alguien con más autoridad?

A veces no es fácil saberlo.

“¿Puedo decidir esto yo, o debería consultarlo con alguien?”.

Proverbios 13:10 nos recuerda: “La arrogancia solo provoca conflictos, pero la sabiduría acompaña a los que piden consejo”.

Las esposas harían bien en pensar: “¿Debería consultarle esta decisión a mi esposo?”.

Y tú, anciano, ¿deberías consultar esa decisión con el cuerpo de ancianos?

Y los cuerpos de ancianos quizás deban consultar a los superintendentes o a la sucursal.

Seguro que a todos nos ha pasado que ya sabíamos lo que íbamos a hacer, pero luego viene un compañero y nos pregunta: “¿Lo consultaste con tu superintendente?”.

Y decimos: “Eh, no”.

“¿Y no crees que deberías?”.

“¡Sí, buena idea!”.

Y con situaciones así vamos aprendiendo.

Sea por experiencia propia o porque alguien nos enseñe, vamos viendo qué cosas podemos decidir nosotros y qué cosas hay que consultar con alguien de más autoridad.

Repasemos.

Primera lección: puede que con nuestras palabras o acciones estemos imponiendo requisitos a los hermanos que no están en la Biblia y desanimándolos.

Pero, si en vez de eso nos limitamos a los requisitos que Jehová nos da en su Palabra, todos estaremos muy contentos.

Y la segunda lección: seamos obedientes, como lo fue Pablo, y estemos siempre dispuestos a aprender cómo hay que atender los asuntos según el orden teocrático.

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