Con las palabras “Tabita, ¡levántate!”, Pedro resucitó a Tabita (o Dorcas) mediante el poder de Jehová.
Y, como ya se ha destacado en los comentarios de hoy, está claro que la resurrección es uno de los milagros más impresionantes de los que habla la Biblia.
Sin duda, devolverle la vida a un cuerpo, o incluso formar uno nuevo, y luego meterle los recuerdos, todo lo que caracterizaba a esa persona, es algo sorprendente, una demostración de todo lo que Jehová sabe de química, física, biología, de su comprensión de la vida y del universo que nos rodea.
Es algo que no podemos comprender y nos deja sin palabras.
Claro, a todos nos impresiona la tecnología de hoy —computadoras, teléfonos, la medicina moderna—, pero todas esas cosas no son nada en comparación con todo el conocimiento y el poder que hace falta para resucitar a un ser humano.
Y Jehová lo tiene.
De hecho, para muchos, creer que es posible que los muertos puedan resucitar parece un cuento de hadas, algo sacado de la ciencia ficción o una historia para ingenuos que quieren sentirse mejor.
Entonces, ¿cómo podemos fortalecer nuestra fe en la resurrección y ayudar a otros a estar convencidos de que es algo real?
Hoy veremos dos maneras de hacerlo.
Primero, podemos meditar en el poder de Jehová para crear y en quién es nuestro Dios.
Analizaremos el ejemplo de dos siervos de Jehová del pasado que llegaron a la conclusión de que Jehová podía devolverle la vida a alguien, aunque aún no había habido resurrecciones.
Pensemos en Abrahán.
Noten aquí, en Hebreos 11:19, qué lo ayudó a tener fe en la resurrección cuando Jehová le pidió que sacrificara a su hijo.
Fíjense en lo que pensó.
Hebreos 11:19: “Llegó a la conclusión de que Dios podía levantarlo incluso de entre los muertos, y en efecto lo recibió de entre los muertos de manera simbólica”.
Abrahán tuvo oportunidad de meditar en que Jehová es el Creador y en cómo le había devuelto a Sara sus facultades reproductivas.
Sí, era como si hubiera resucitado su capacidad de tener hijos.
Llegó a la conclusión de que, aun si acababa sacrificando la vida de su hijo, Isaac, Jehová podía resucitarlo, y estaba seguro de que lo haría.
Tener esa confianza en el poder de Jehová le dio las fuerzas para tomar la decisión de hacer algo que para un padre es inconcebible: nada más y nada menos que quitarle la vida a su hijo.
Esas fuerzas para actuar y la esperanza que Abrahán tenía en la resurrección fueron el resultado de estar convencido de que Jehová podía resucitar a su hijo.
Ahora hablemos de Job.
Él creía en la resurrección.
Hay unas palabras de Job que nos dan una idea de qué pudo haberlo convencido de que Jehová podía resucitarlo.
Leamos Job 14:14, 15: “Si un hombre muere, ¿puede volver a vivir?
Esperaré todos los días de mi servicio obligatorio hasta que llegue mi liberación.
Tú llamarás y yo te responderé.
Ansiarás volver a ver la obra de tus manos”.
Si recuerdan, Job escribió estas palabras después de que sus 10 hijos murieran de forma tan trágica.
Y, con que se le muera tan solo un hijo a un padre, ya es algo terriblemente doloroso.
¡Imagínense 10!
Eso debe ser una situación imposible de sobrellevar.
Bueno, pues Job llegó a la conclusión de que, si a él como padre le hacían tanta falta sus 10 hijos, Jehová también los echaría mucho de menos y desearía volver a verlos vivos.
Aunque luego Job tuvo otros 10 hijos, podemos estar seguros de que tenía muchas ganas de volver a ver a los 10 hijos que había perdido en la muerte.
Esa es la primera manera, meditar en el poder de Jehová, quién es él, sus cualidades...
comprender que tiene la capacidad de devolverle la vida a la gente.
La segunda manera es leer los relatos de la Biblia en los que se narran resurrecciones.
De hecho, en la Biblia encontramos nueve relatos.
Elías resucitó a un niño.
Eliseo resucitó a otro niño y también resucitó a un hombre incluso después de haber muerto, porque habían echado el cadáver encima de los huesos de Eliseo.
Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro, el hermano de Marta y María.
Más adelante Jehová resucitó al propio Jesús.
Luego tenemos a Pedro, que resucitó a Tabita (o Dorcas), como leímos hoy, y finalmente a Pablo, que resucitó a Eutico.
Al leer estos relatos aprendemos varias cosas.
Primero, se resucitó a algunos niños, lo que puede ser un hecho muy consolador para los padres que han perdido a sus hijos.
También hubo adultos, como Tabita y Lázaro.
Una resurrección fue por medio de los huesos de Eliseo, y Eliseo ni siquiera estaba vivo, así que nadie podía decir que hizo trampa.
La razón por la que quedaron registrados en la Biblia todos estos milagros fue para fortalecer nuestra fe en que Jehová y Jesús pueden efectuar resurrecciones y lo harán.
Me gustan mucho estas palabras de Pablo en Hechos 17:31.
Allí dice que la resurrección de Jesús “les ha dado una garantía a todos los hombres”.
Es como si Jehová hubiera registrado esas resurrecciones en la Biblia para decirnos: “Les garantizo que soy capaz de hacerlo.
No solo quiero que lo crean; les estoy dando pruebas de que puedo hacerlo”.
Si la muerte es como darle al botón de Pausa en el control remoto, para Jehová la resurrección es como darle al botón de Reproducir para que la persona continúe con su vida.
Así que, podemos llegar a la conclusión, como hicieron Abrahán y Job, de que Jehová tiene tanto la capacidad como el poder de devolverle la vida a las personas y tenemos los relatos que hay en la Biblia sobre las resurrecciones.
Ambas cosas nos enseñan mucho y nos dan fe en la resurrección.
¿Y cómo nos ayuda hoy todo esto que hemos aprendido sobre la resurrección?
Bueno, el conocimiento nos da valor, fuerza, determinación.
Les cuento.
Un día, cuando era pequeño, estaba predicando y me estaba acercando a una casa y, de repente, salió un perro enorme mostrando los dientes, que se me echó encima, y yo salí disparado.
Y, cuando ya me había alejado un poco, escuché un “¡clonc!”.
Y pensé: “Ah, está encadenado”.
Y, cuando miré, vi que estaba atado.
Así, atado como estaba, no podía hacerme nada y, sabiendo eso, que no me iba a alcanzar ni me podía morder, pude seguir con un poco más de valentía hacia la puerta y hacer mi presentación.
Satanás nos ataca, nos muestra los dientes, nos ladra, pero está atado con una cadena.
Jehová le ha puesto límites a lo que nos puede hacer.
Incluso si Satanás consigue quitarnos la vida en este sistema malvado o si sencillamente morimos antes de que llegue el fin, Jehová nos ofrece la esperanza de la resurrección.
La muerte también es muy feroz, pero no puede hacernos daño permanente, ni a nosotros ni a nuestros seres queridos.
Cualquier daño que nos pueda causar es temporal.
Es como ese botón de Pausa del que hablamos, y Jehová fácilmente puede darle al botón de Reproducir.
Solo hay dos palabras en el texto de hoy, pero ¡qué palabras tan poderosas!
Para que lo puedan ver, los invito a hacer esta prueba.
Tomen las palabras del texto de hoy, “Tabita, levántate”, y reemplacen el nombre de Tabita con el de la persona que más les gustaría ver en la resurrección.
Imagínense a Jesús diciendo: “Fulanito, levántate”, “Fulanita, levántate”, “ [Su papá, su mamá, su esposa], levántate”.
Sí, son apenas dos palabras, pero ¡cuánto fortalecen nuestra esperanza!