El artículo de La Atalaya en el que se basa el comentario explicaba cómo aprovechar al máximo el poder de la Palabra de Dios al enseñar desde la plataforma.
Pero, sea que estemos enseñando en la congregación o en la familia o a un estudiante de la Biblia, ¿verdad que todos nosotros, tanto hermanos como hermanas, tenemos que prestar constante atención a nuestra enseñanza?
Y sabemos que eso es muy importante porque hay vidas en juego.
Y todos nosotros, jóvenes y mayores, podemos influir en la vida de otras personas.
Así que, si somos maestros hábiles, les damos a otros la oportunidad de conseguir la sabiduría y el discernimiento que ofrece la Palabra de Dios.
Por eso, debemos tomarnos en serio esta responsabilidad y pedirle ayuda a Jehová cuando tengamos que enseñar.
Hace más de 20 años, un anciano muy amable me dio algunos consejos prácticos cuando terminé de dar un discurso.
Y, con una sonrisa, me dijo: “Recuerda que nadie enseña tan bien como Jesús”.
Bueno, nunca olvidaré ese consejo.
¿Por qué me sirvió tanto lo que me dijo ese hermano?
Porque me recordó que, al enseñar, tenemos que seguir el ejemplo de Jesús, el Gran Maestro.
Nunca dejamos de aprender de él.
Y el ejemplo de Jesús nos recuerda que tenemos que ser alumnos humildes y diligentes cuando nos enseña Jehová, el Gran Instructor.
Aunque a veces a todos nos toca ser maestros, ¿verdad que en nuestros programas espirituales la mayor parte del tiempo nos toca ser los alumnos?
Pensemos por un momento en todas las horas que pasamos siendo alumnos, no maestros, cuando vamos a las reuniones y a las asambleas de circuito y regionales.
Y a eso hay que sumarle el tiempo que dedicamos a ver el programa mensual de JW Broadcasting®, a preparar las reuniones y a hacer el estudio personal o en familia.
Y pensemos además en el privilegio que tenemos aquí de disfrutar de la adoración matutina cinco días a la semana.
Normalmente, este programa dura entre 20 y 25 minutos.
Si multiplicamos eso por los cinco días de la semana y después por 52 semanas, podemos calcular que recibimos, como mínimo, 86 horas de instrucción divina todos los años.
Pero, si no tenemos cuidado, podríamos perdernos una parte importante del ánimo, los consejos y la valiosa instrucción que se nos da.
Por eso, en los próximos minutos, vamos a ver algunas cosas que podemos hacer para beneficiarnos al máximo cuando escuchamos los programas espirituales.
Para ver el primer punto, busquemos Esdras 7:10 y analicemos el ejemplo de Esdras.
Esdras 7:10.
Veamos lo que dice: “Esdras había preparado su corazón para consultar la Ley de Jehová, ponerla en práctica y enseñar sus normas y sus decisiones judiciales en Israel”.
Si leemos lo que dice el asterisco que está después de la palabra para, vemos que la expresión “había preparado su corazón” también podría traducirse “había decidido en su corazón”.
¿Qué aprendemos de Esdras?
Ya antes de ponerse a estudiar, tenía la actitud correcta.
Él veía el estudio de la manera adecuada.
Reconocía que era Jehová el que le iba a enseñar por medio de su Ley.
Y, como sigue diciendo el versículo, él se daba cuenta de que primero tenía que poner en práctica en su vida lo que iba a aprender.
Solo entonces estaría en la posición adecuada para poder enseñar a otros.
Así que este versículo destaca lo que explicamos antes, ¿verdad?
Que, aunque a veces nos toca ser maestros, somos siempre y en primer lugar estudiantes de la Palabra de Dios.
¿Cómo podemos imitar a Esdras y preparar el corazón antes de estudiar, antes de escuchar cualquier programa espiritual, sea aquí en Betel o en la congregación, o antes de ver el programa de JW Broadcasting?
Tenemos que preparar nuestro corazón haciendo oraciones específicas a Jehová porque reconocemos que es él el que nos está enseñando.
¿Qué deberíamos pedirle específicamente?
Por ejemplo, debemos pedirle que nos ayude a ser humildes mientras recibimos instrucción bíblica.
Sin importar cuánto tiempo llevemos siendo alumnos de Jehová, necesitamos escuchar, porque no hay ningún ser humano que lo sepa todo, y nunca lo habrá.
Proverbios 1:5 nos recuerda que “el que es sabio escucha y recibe más instrucción”.
Esto nos lleva a otra pregunta: ¿qué pasa si tenemos una actitud un poco negativa al escuchar un discurso, porque tal vez el tema no nos atrae o porque no nos gusta la manera de enseñar del hermano que está presentando el discurso?
¿Qué podemos hacer?
Preparar el corazón.
Debemos pedirle a Jehová que nos ayude a reconocer y a recordar que la instrucción viene de él.
Pidámosle que nos ayude a ser agradecidos.
En una Atalaya del 2002 se dijo algo muy interesante.
El artículo se titulaba “Prestemos más de la acostumbrada atención”, y cito: “Algunos tienden a medir la calidad de las reuniones por las aptitudes docentes de los participantes [...].
Aunque las aptitudes docentes de los participantes son importantes, este no es el único factor que contribuye al éxito de una reunión.
¿No es verdad que lo principal para nosotros no debería ser la habilidad del orador al pronunciar el discurso, sino el interés con que lo escuchamos?”.
El artículo sigue diciendo: “Cuando asistimos a las reuniones y prestamos atención, adoramos a Dios acorde con su voluntad.
En eso estriba el éxito de las reuniones.
Si estamos ansiosos de adquirir el conocimiento de Dios, nos beneficiaremos de ellas sin importar la habilidad de los oradores”.
Qué importante que recordemos esto.
Así que ¿cuál es el primer punto?
Preparemos el corazón, como Esdras, y oremos.
Porque estamos decididos a ser alumnos que siempre acepten y pongan en práctica lo que Jehová nos enseña.
Veamos el segundo punto: esforcémonos por estar atentos.
¿Les ha pasado alguna vez que les cuesta concentrarse durante una reunión?
Tal vez estamos distraídos pensando en otras cosas, quizás en un problema.
O puede que los ruidos o los movimientos de la gente nos distraigan.
Y, si no estamos viendo la adoración matutina en el comedor de Betel, ya sabemos que hay muchas cosas que pueden desconcentrarnos.
¿Verdad que puede pasarnos?
O quizás nos cuesta concentrarnos porque tenemos alguna enfermedad o un problema físico.
Hace poco, una hermana de nuestra congregación nos contó que lleva muchos años sufriendo de migrañas.
Traté de imaginarme cómo me sentiría yo si tuviera una migraña y estuviera escuchando un programa espiritual.
¡Qué difícil concentrarse!
Bueno, en cualquier caso, tenemos que admitir que hay muchas cosas que pueden distraernos.
¿Qué podemos hacer?
Como fijar la vista en algo nos ayuda a concentrarnos en eso que estamos mirando, el libro Benefíciese recomienda lo siguiente: “Fije la mirada en el orador.
Busque los pasajes bíblicos que este cite —incluso los más conocidos— y siga su lectura”.
Y fíjense en esto.
El libro dice: “Resista el impulso de girar la cabeza cada vez que se produzca un ruido o un movimiento.
Si permite que sus ojos lo distraigan, se perderá buena parte de lo que se enseñe desde la plataforma”.
Pensemos también en cómo usamos los dispositivos electrónicos.
¿Les ha llegado alguna vez un mensaje o un correo mientras están usando la Biblia en su dispositivo?
Para que eso no nos ocurra, podemos poner nuestro teléfono o nuestra tablet en un modo que evite las distracciones.
Y, si tenemos un problema o algo nos preocupa, ¿qué podemos hacer en ese caso?
Nuevamente debemos recordar que la enseñanza viene de Jehová, nuestro Gran Instructor y que, mientras nos enseña, podemos sentirlo muy cerca de nosotros.
Leamos lo que dice Salmo 94:19 y recordemos lo que el escritor de este pasaje le dijo a Jehová.
Salmo 94:19.
Dice: “Cuando las preocupaciones me abrumaban, tú [Jehová] me consolabas y me tranquilizabas”.
¡Qué hermosas palabras!
Cuando estamos escuchando un programa espiritual, Jehová puede consolarnos y tranquilizarnos para que podamos concentrarnos en lo que nos está enseñando.
Estos programas son un regalo que él nos da para ayudarnos a mantener una fe fuerte.
Así que, cada vez que nos distraigamos, orémosle a Jehová para que nos ayude a concentrarnos.
Oremos todas las veces que sea necesario.
Entonces, ¿qué aprendimos hoy?
Que, aunque todos somos maestros de vez en cuando, primero y sobre todo somos alumnos de Jesús, el Gran Maestro, y de Jehová, el Gran Instructor.
Si somos humildes y agradecidos como Esdras, prepararemos nuestro corazón antes de escuchar un programa espiritual.
No queremos perdernos absolutamente nada de lo que Jehová nos está enseñando.
Estamos decididos a consultar la Ley de Jehová, para obedecerla y luego enseñarla.
Y, como hay tantas cosas que pueden distraernos, pongámonos como objetivo usar nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón para concentrarnos en todas las cosas buenas que Jehová nos está enseñando.