El texto de hoy destaca una cualidad: la mansedumbre.
Es interesante que una Atalaya reconoció que la mansedumbre es una cualidad que no es fácil de cultivar.
No es fácil, pero tampoco imposible.
Decimos esto por la cantidad de textos que hay en la Biblia que dicen que la mansedumbre es una característica esencial para salvarse.
Por ejemplo, Salmo 37:11: “Los mansos heredarán la tierra”.
Salmo 76:9: “[Dios va a] salvar a todos los mansos de la tierra”.
Salmo 149:4: “[Jehová] embellece a los mansos con salvación”.
Y el comentario menciona Sofonías 2:3.
Los invito a buscar ese versículo y a leerlo directamente de la Biblia.
“Busquen a Jehová todos ustedes, los mansos de la tierra, los que obedecen sus justos decretos.
Busquen la justicia, busquen la mansedumbre.
Probablemente se les oculte durante el día de la furia de Jehová”.
Todos estos textos muestran la relación que hay entre la mansedumbre y nuestra salvación.
Examinemos por unos momentos cómo podemos desarrollar mejor esta cualidad.
La obra Perspicacia la define como “apacibilidad de carácter exenta de altivez o vanidad.
[Es la] predisposición mental que permite sufrir con paciencia las ofensas que se reciben sin irritación, resentimiento o ánimos de venganza”.
Y, como ya se mencionó, un magnífico ejemplo de mansedumbre fue Moisés.
Volvamos a la Biblia, esta vez a Números, capítulo 12, y leamos un relato que nos muestra cómo era la personalidad de Moisés.
Números 12:1-3: “Entonces Míriam y Aarón empezaron a hablar en contra de Moisés debido a la esposa cusita con la que él se había casado, porque él había tomado una esposa cusita.
Ellos decían: ‘¿Es que Jehová ha hablado solo por medio de Moisés?
¿No ha hablado también por medio de nosotros?’.
Y Jehová los estaba escuchando.
Ahora bien, Moisés era con mucho el hombre más manso de todos los hombres que había en la tierra”.
Bueno, en estos versículos aprendemos algo muy interesante que nos ayuda a entender por qué se dice que Moisés era “el hombre más manso” de la Tierra.
Noten que, en el versículo 1, se dice que Míriam y Aarón —sus hermanos mayores— “empezaron a hablar en contra de Moisés” debido a su esposa.
Esto quizás significa que estaban esparciendo sus quejas sobre Moisés por todo el campamento de Israel.
Míriam era una persona influyente entre los israelitas.
Era profetisa.
Cuando Jehová derrotó a los egipcios en el mar Rojo, las mujeres salieron tras ella cantando y bailando.
Pero ahora, la esposa de Moisés, Ziporá, se iba a unir a ellos en el desierto.
¿Es posible que Míriam tuviera miedo de dejar de ser la mujer más importante del campamento?
Tal vez pensó que la esposa de Moisés, que ni siquiera era israelita, sería la mujer más importante.
Pero Éxodo, capítulo 4, muestra que, aunque Ziporá no era israelita, sí estaba dispuesta a obedecer las leyes de Dios.
Así que Míriam no se estaba quejando ni murmurando por algo relacionado con la adoración verdadera o la protección del pueblo de Dios.
En vez de eso, parece que el motivo fueron los celos, el deseo impropio de tener autoridad y reconocimiento.
Tanto ella como su hermano Aarón usaron a Ziporá como excusa para criticar a Moisés.
Si volvemos al relato de Números 12, ¿cómo demostró Moisés que era un hombre manso?
Bueno, a pesar de que Míriam y Aarón estaban enojados y se quejaron de él, Moisés fue paciente y aguantó sin decir nada.
Si leemos el versículo 2, Moisés no tuvo que defenderse porque “Jehová los estaba escuchando” y actuó a su favor.
En los versículos 6 a 8, Jehová reprendió a Míriam y Aarón.
Y Míriam, quien seguramente fue la que empezó a quejarse, fue castigada con lepra.
Es interesante que, después, como dicen los versículos 11 y 12, Aarón le pidió a Moisés que intercediera por ella.
Ahora pongámonos en los zapatos de Moisés, o en sus sandalias.
¿Tenía razones válidas para estar molesto?
Sus hermanos mayores le habían faltado el respeto a Jehová y también a él mismo, que era el representante de Dios.
Y encima estaban hablando mal de su esposa, aunque en realidad no tenían ningún motivo para hacerlo.
Moisés pudo haberle dicho a Míriam: “¿Sabes qué? Te lo mereces.
Tú solita te lo buscaste.
Todo esto te pasa por andar criticando”.
Moisés tenía razones para pensar así, pero cuando tuvo la oportunidad, fíjense en lo que dice el versículo 13: “Empezó a suplicarle a Jehová: ‘¡Oh, Dios, por favor, cúrala!
¡Por favor!’ ”.
¡Qué magnífico ejemplo de mansedumbre demostró Moisés!
Podemos aprender mucho de su ejemplo, ¿verdad?
Pensemos en esto: ¿Cuándo será la próxima vez que tengamos que demostrar esta cualidad, ser mansos?
¿Pudiera ser hoy mismo, si nuestro trabajo se atrasa por culpa de otra persona o de otro departamento?
¿Pudiera ser esta semana en la reunión, si nos dan un consejo sobre una asignación?
¿Pudiera ser si perdimos una responsabilidad o si no nos dieron un privilegio de servicio que esperábamos?
Como somos imperfectos, hay muchos momentos de nuestra vida en los que debemos fijarnos en el ejemplo de Moisés para ser mansos.
Ahora, volvamos un momento a Sofonías 2:3.
Si notamos, en ese versículo se nos pide que busquemos la mansedumbre.
Eso significa que nadie nace con esta cualidad, sino que tenemos que buscarla.
¿Cómo?
Podemos pedirle a Jehová que nos ayude a tener autocontrol y también que nos ayude a llevar su santo nombre de manera digna en todo momento.
Quizás alguien se ha burlado de nosotros en la predicación o hemos encontrado a personas poco razonables que nos han dicho todo tipo de mentiras sobre los Testigos: que no creemos en Jesús, que dividimos a las familias, que no ayudamos a la comunidad...
Y tal vez escuchar eso nos ha molestado.
Francamente, puede que nos hayamos enojado tanto que hayamos sentido que teníamos que contestarle, que teníamos que defendernos y decir la última palabra para dejarle nuestras creencias claras a la persona.
Quizá ese es un buen momento para intentar demostrar mansedumbre, para pedirle a Jehová que nos dé autocontrol.
O puede que nos haya pasado alguna vez que hayamos sido víctimas de alguna injusticia.
Quizás hubo un malentendido con alguien de la familia o con un hermano de la congregación.
Sin importar lo que haya ocurrido, es posible que tengamos motivos para quejarnos.
Pero ¿no es cierto que, si no tenemos cuidado, si no buscamos la mansedumbre, si no tratamos de resolver las cosas con una actitud mansa, podríamos pasar muy fácilmente de expresar una queja legítima a murmurar?
Y sabemos lo que piensa Jehová de eso.
Nunca querríamos hacer algo que lo decepcione.
Moisés era manso, “el hombre más manso de todos”.
Pero hubo una ocasión en que incluso él perdió el control, dejó de ser manso y sufrió las consecuencias.
Por eso, si queremos seguir agradando a Jehová y acercándonos a él, debemos esforzarnos por arrancar cualquier inclinación al orgullo, a los celos, a la ambición o a la venganza que pudiera haber en nosotros.
Como hemos visto, Jehová ama a los mansos.
Y son los mansos los que recibirán la salvación.
Así que sigamos buscando la mansedumbre pidiéndosela a Jehová.
Y, además, cultivemos una actitud sumisa que nos permita ser uno de los mansos que “heredarán la tierra”.