James Mantz: Evitemos todo tipo de codicia (Luc. 12:15)

‎¿Qué cosas necesitas? ‎¿Qué cosas quieres? ‎Hay una gran diferencia entre lo que es estrictamente necesario ‎y lo que nos gustaría tener porque nos haría la vida más fácil, ‎aunque tal vez no sea tan necesario. ‎En 1956, un columnista de un periódico comentó algo interesante.

‎Calculó que, cien años atrás, en 1856, ‎la gente tenía en la lista de deseos 72 cosas, ‎de las cuales solo 16 eran necesarias, ‎y en aquella época los publicistas anunciaban unos 200 artículos.

‎Pero para 1956 ‎la lista había aumentado a 474 artículos, ‎de los cuales solo 94 se consideraban necesarios.

‎Para ese año ya se publicitaban ‎unos 32.000 artículos.

‎El columnista llegó a la siguiente conclusión: ‎la gente no necesita muchas cosas, ‎pero la lista de deseos es infinita. ‎Si hiciéramos un cálculo parecido hoy en día, ‎estoy seguro de que la cifra sería mucho mayor.

‎El mundo comercial nos bombardea constantemente ‎no solo para que compremos artículos, ‎sino para que consideremos necesarias ‎cosas que en realidad no lo son.

‎Para no caer en el materialismo, ‎hay que tener clara la diferencia ‎entre lo que necesitamos y lo que queremos.

‎Y agradecemos los constantes recordatorios ‎que recibimos del “esclavo fiel y discreto”, ‎pues nos ayudan a tener la actitud correcta ‎hacia las cosas materiales. ‎Por ejemplo, el texto de hoy ‎aparecía en un artículo que llevaba un título muy directo: ‎“Busquemos el Reino, no las cosas materiales”.

‎El texto temático era Lucas 12:31, que dice: ‎“Busquen continuamente el reino de él, y estas cosas les serán añadidas”. ‎Es imprescindible que tengamos fe en esas palabras.

‎Debemos confiar plenamente en que Jehová ‎nos va a proveer lo que necesitamos en sentido físico, ‎siempre y cuando el servicio a él ‎sea lo más importante en nuestra vida.

‎En ese artículo, ‎había una definición bastante sencilla del materialismo, en el párrafo 3.

‎No decía que el materialismo sea tener mucho dinero en el banco, ‎una casa grande o un auto de lujo. ‎Decía que el materialismo ‎es “preocuparse por las cosas materiales ‎en vez de las espirituales”. ‎Así que tiene mucho que ver ‎con nuestros pensamientos y deseos. ‎Por eso, preguntémonos: ‎“¿En qué pienso la mayor parte del tiempo?

‎Cuando estoy con mis amigos, ‎¿de qué cosas hablamos?”.

‎Como se mencionó en los comentarios, ‎el materialismo nos puede afectar a todos, ‎hasta a precursores y betelitas. ‎En el siglo primero, afectó a algunos cristianos.

‎Abran sus biblias, y vayamos a Revelación, capítulo 3.

‎Ahí vemos que, al parecer, ‎muchos hermanos de la congregación de Laodicea ‎se habían dejado contaminar por el ambiente materialista ‎que había en la ciudad. ‎Fijémonos en la corrección ‎que les dio Jesús a quienes estaban confiando ‎en las riquezas.

‎En Revelación 3:17 leemos: ‎“Porque dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas ‎y no necesito absolutamente nada’, ‎pero no sabes que eres desdichado ‎y lastimoso y pobre ‎y ciego y desnudo”. ‎¿Eran ricos aquellos cristianos? Sí.

‎Pero Jesús les dijo que eran pobres en sentido espiritual. ‎¿Llevaban ropa cara? ‎Sin duda, ‎pero para Jesús estaban desnudos.

‎Así que vemos que estaban en una condición espiritual lamentable.

‎¿Había algún remedio ‎para la enfermedad espiritual de los laodicenses?

‎Sí. Volvamos de nuevo al capítulo 3, ‎a la primera parte del versículo 18. ‎Es interesante que Jesús les dijera ‎que para curarse debían comprar oro.

‎Pero ¿qué clase de oro? ‎“Te aconsejo que compres de mí ‎oro acrisolado por fuego —les dijo—, ‎para que te enriquezcas”. ‎Está claro que lo más importante ‎son las riquezas espirituales, ‎porque son las únicas riquezas eternas. ‎Las cosas materiales son solo un medio para lograr un fin: ‎nos sirven para vivir y para servir a Jehová.

‎Preguntémonos: ‎“¿Cuáles son las cosas más importantes para mí?”.

‎Sally y yo nos preguntamos eso mismo ‎mientras visitamos una sucursal hace poco.

‎Nos reunimos con hermanos en varios países ‎donde la obra está restringida o prohibida.

‎No pueden predicar con exhibidores ‎ni ofrecer publicaciones de casa en casa.

‎En un país, los hermanos pueden ser arrestados ‎o recibir multas equivalentes al salario de seis semanas ‎tan solo por predicar en público. ‎En algunos lugares, ‎la policía puede confiscarles los teléfonos o las tabletas ‎si tienen instalada la aplicación JW Library®.

‎En otro país, cuando la policía ve que tienes la aplicación JW Library®, ‎te la borra y entonces te devuelve el teléfono o la tableta.

‎Pero, a pesar de todos estos obstáculos y amenazas, ‎nuestros hermanos siguen sirviendo a Jehová con gozo.

‎Como se pueden imaginar, fue muy animador ‎poder estar con estos hermanos durante algunos días.

‎En uno de los países, tuvimos una reunión ‎con los superintendentes de circuito de tres idiomas y les pregunté: ‎“¿Qué es lo que más necesitan los hermanos?”.

‎Todos respondieron inmediatamente: ‎“El Armagedón”. ‎Eso me recordó qué es lo más importante. ‎A esos hermanos no les preocupan las cosas materiales.

‎Para ellos, cada día es una batalla por sobrevivir en sentido espiritual. ‎Mantenerse leales, ‎ir a las reuniones y predicar informalmente, ‎estas son las cosas más importantes. ‎Así que lo que nos recuerda Proverbios 11:4 es muy cierto: ‎“Las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del furor, ‎pero la justicia misma librará de la muerte”.

‎Puede que les tengamos cariño a algunas cosas, ‎que las valoremos mucho ‎—tal vez algo que hayamos heredado—, ‎pero no deberíamos pensar ‎que vamos a sobrevivir a la gran tribulación ‎con esas cosas, ‎por muy importantes que sean para nosotros.

‎Busquen conmigo, por favor, Jeremías, capítulo 45, ‎y leamos el versículo 5. ‎Este texto nos va a ayudar a mantener el punto de vista adecuado ‎en cuanto a las cosas materiales. ‎Las palabras que se encuentran ahí ‎fueron dirigidas a Baruc, el secretario de Jeremías.

‎Leamos Jeremías 45:5: ‎“Pero en cuanto a ti, ‎tú sigues buscando cosas grandes para ti.

‎No sigas buscando. ‎Porque, mira, voy a traer una calamidad sobre toda carne ‎—es la expresión de Jehová—, ‎y ciertamente te daré tu alma como despojo”.

‎No sabemos si esas “cosas grandes” que Baruc quería ‎eran cosas materiales. ‎Pero lo que sí sabemos ‎es que, cuando estalle la gran tribulación, ‎todos estaremos agradecidos de que se nos dé la vida “como despojo”.

‎El que sobrevivamos o no a la gran tribulación ‎dependerá en parte de cómo respondamos a estas dos preguntas: ‎“¿Qué cosas necesito? ‎¿Qué cosas quiero?”.

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