¿Qué cosas necesitas? ¿Qué cosas quieres? Hay una gran diferencia entre lo que es estrictamente necesario y lo que nos gustaría tener porque nos haría la vida más fácil, aunque tal vez no sea tan necesario. En 1956, un columnista de un periódico comentó algo interesante.
Calculó que, cien años atrás, en 1856, la gente tenía en la lista de deseos 72 cosas, de las cuales solo 16 eran necesarias, y en aquella época los publicistas anunciaban unos 200 artículos.
Pero para 1956 la lista había aumentado a 474 artículos, de los cuales solo 94 se consideraban necesarios.
Para ese año ya se publicitaban unos 32.000 artículos.
El columnista llegó a la siguiente conclusión: la gente no necesita muchas cosas, pero la lista de deseos es infinita. Si hiciéramos un cálculo parecido hoy en día, estoy seguro de que la cifra sería mucho mayor.
El mundo comercial nos bombardea constantemente no solo para que compremos artículos, sino para que consideremos necesarias cosas que en realidad no lo son.
Para no caer en el materialismo, hay que tener clara la diferencia entre lo que necesitamos y lo que queremos.
Y agradecemos los constantes recordatorios que recibimos del “esclavo fiel y discreto”, pues nos ayudan a tener la actitud correcta hacia las cosas materiales. Por ejemplo, el texto de hoy aparecía en un artículo que llevaba un título muy directo: “Busquemos el Reino, no las cosas materiales”.
El texto temático era Lucas 12:31, que dice: “Busquen continuamente el reino de él, y estas cosas les serán añadidas”. Es imprescindible que tengamos fe en esas palabras.
Debemos confiar plenamente en que Jehová nos va a proveer lo que necesitamos en sentido físico, siempre y cuando el servicio a él sea lo más importante en nuestra vida.
En ese artículo, había una definición bastante sencilla del materialismo, en el párrafo 3.
No decía que el materialismo sea tener mucho dinero en el banco, una casa grande o un auto de lujo. Decía que el materialismo es “preocuparse por las cosas materiales en vez de las espirituales”. Así que tiene mucho que ver con nuestros pensamientos y deseos. Por eso, preguntémonos: “¿En qué pienso la mayor parte del tiempo?
Cuando estoy con mis amigos, ¿de qué cosas hablamos?”.
Como se mencionó en los comentarios, el materialismo nos puede afectar a todos, hasta a precursores y betelitas. En el siglo primero, afectó a algunos cristianos.
Abran sus biblias, y vayamos a Revelación, capítulo 3.
Ahí vemos que, al parecer, muchos hermanos de la congregación de Laodicea se habían dejado contaminar por el ambiente materialista que había en la ciudad. Fijémonos en la corrección que les dio Jesús a quienes estaban confiando en las riquezas.
En Revelación 3:17 leemos: “Porque dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada’, pero no sabes que eres desdichado y lastimoso y pobre y ciego y desnudo”. ¿Eran ricos aquellos cristianos? Sí.
Pero Jesús les dijo que eran pobres en sentido espiritual. ¿Llevaban ropa cara? Sin duda, pero para Jesús estaban desnudos.
Así que vemos que estaban en una condición espiritual lamentable.
¿Había algún remedio para la enfermedad espiritual de los laodicenses?
Sí. Volvamos de nuevo al capítulo 3, a la primera parte del versículo 18. Es interesante que Jesús les dijera que para curarse debían comprar oro.
Pero ¿qué clase de oro? “Te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por fuego —les dijo—, para que te enriquezcas”. Está claro que lo más importante son las riquezas espirituales, porque son las únicas riquezas eternas. Las cosas materiales son solo un medio para lograr un fin: nos sirven para vivir y para servir a Jehová.
Preguntémonos: “¿Cuáles son las cosas más importantes para mí?”.
Sally y yo nos preguntamos eso mismo mientras visitamos una sucursal hace poco.
Nos reunimos con hermanos en varios países donde la obra está restringida o prohibida.
No pueden predicar con exhibidores ni ofrecer publicaciones de casa en casa.
En un país, los hermanos pueden ser arrestados o recibir multas equivalentes al salario de seis semanas tan solo por predicar en público. En algunos lugares, la policía puede confiscarles los teléfonos o las tabletas si tienen instalada la aplicación JW Library®.
En otro país, cuando la policía ve que tienes la aplicación JW Library®, te la borra y entonces te devuelve el teléfono o la tableta.
Pero, a pesar de todos estos obstáculos y amenazas, nuestros hermanos siguen sirviendo a Jehová con gozo.
Como se pueden imaginar, fue muy animador poder estar con estos hermanos durante algunos días.
En uno de los países, tuvimos una reunión con los superintendentes de circuito de tres idiomas y les pregunté: “¿Qué es lo que más necesitan los hermanos?”.
Todos respondieron inmediatamente: “El Armagedón”. Eso me recordó qué es lo más importante. A esos hermanos no les preocupan las cosas materiales.
Para ellos, cada día es una batalla por sobrevivir en sentido espiritual. Mantenerse leales, ir a las reuniones y predicar informalmente, estas son las cosas más importantes. Así que lo que nos recuerda Proverbios 11:4 es muy cierto: “Las cosas valiosas no serán de ningún provecho en el día del furor, pero la justicia misma librará de la muerte”.
Puede que les tengamos cariño a algunas cosas, que las valoremos mucho —tal vez algo que hayamos heredado—, pero no deberíamos pensar que vamos a sobrevivir a la gran tribulación con esas cosas, por muy importantes que sean para nosotros.
Busquen conmigo, por favor, Jeremías, capítulo 45, y leamos el versículo 5. Este texto nos va a ayudar a mantener el punto de vista adecuado en cuanto a las cosas materiales. Las palabras que se encuentran ahí fueron dirigidas a Baruc, el secretario de Jeremías.
Leamos Jeremías 45:5: “Pero en cuanto a ti, tú sigues buscando cosas grandes para ti.
No sigas buscando. Porque, mira, voy a traer una calamidad sobre toda carne —es la expresión de Jehová—, y ciertamente te daré tu alma como despojo”.
No sabemos si esas “cosas grandes” que Baruc quería eran cosas materiales. Pero lo que sí sabemos es que, cuando estalle la gran tribulación, todos estaremos agradecidos de que se nos dé la vida “como despojo”.
El que sobrevivamos o no a la gran tribulación dependerá en parte de cómo respondamos a estas dos preguntas: “¿Qué cosas necesito? ¿Qué cosas quiero?”.