En este mundo pasan cosas que hacen sufrir a millones de personas.
A nosotros esto no nos sorprende porque vivimos en los últimos días.
Pero el sufrimiento aleja de Dios a muchas personas.
Le echan la culpa.
Se enojan con él.
¿Qué ayuda a nuestros hermanos a aguantar?
El apóstol Pablo sabía lo que era sufrir.
Cuando escribió su segunda carta a Timoteo, estaba en prisión.
¿Qué dijo sobre este tema?
En 2 Timoteo 1:8, Pablo dice: “Acepta las dificultades que tengas que sufrir por las buenas noticias confiando en el poder de Dios”.
El contexto aclara que sufrimos debido a nuestra fe.
Pero es cierto que el poder de Dios puede ayudarnos en cualquier dificultad.
Por eso hoy vamos a entrevistar a estudiantes de Galaad de dos países en los que ha habido muchos problemas, Venezuela y Ruanda.
En sus historias veremos que el poder de Dios los ayudó a aguantar y a mantenerse cerca de él.
Primero, recibamos a Dieudonné y Elise Mwiteneza, que vienen del precioso país de Ruanda.
Bienvenidos, Dieudonné y Elise.
Nos alegra mucho que estén aquí.
—Gracias.
—Gracias.
Entiendo que nacieron y se criaron en Ruanda, y que ahora sirven en la sucursal, ¿cierto?
Cuéntennos un poco sobre su país.
A Ruanda la llaman la Tierra de las Mil Colinas.
En un solo país, puedes ver montañas, selvas, volcanes y lindos valles.
Y también tenemos preciosos animales.
Sí, son preciosos.
¿Y qué hay de la gente?
La gente es muy amable, respetuosa y hospitalaria.
Es muy fácil empezar a hablar de la Biblia con cualquier persona que te encuentres.
¡Qué maravilla!
Y en esta foto, ¿qué está pasando?
Te vemos con muchos niños.
Sí, en este pueblo era la primera vez que los niños veían un video de Caleb y Sofía, y estaban entusiasmados.
¡Qué bonito!
Cuando pensamos en Ruanda, muchos de nosotros recordamos aquella época tan terrible, la del genocidio de los tutsis.
¿Pueden contarnos lo que pasó?
Fue terrible.
Se calcula que nada menos que un millón de personas fueron asesinadas, entre ellas 400 de nuestros hermanos.
Y todo eso sucedió en tan solo 100 días.
No me puedo ni imaginar lo que es vivir ese horror.
Y eso fue en 1994.
Así que justo ahora se cumplen 30 años.
¿Qué edad tenían?
Éramos jovencitos, 15 y 16 años.
Pasar por eso cuando eres adolescente… ¡es terrible!
¿Qué los ayudó a aguantar?
En mi caso, mis padres eran testigos de Jehová y siempre nos pusieron un ejemplo excelente.
Éramos 10 hijos.
Y mis padres también acogieron a una prima mía.
Pero también les abrieron las puertas de su casa a más niños, a 11 más.
En total, en la familia, éramos 25.
¿Por qué acogieron tus padres a los otros niños?
Porque se habían quedado huérfanos por el genocidio.
¡Veinticinco personas!
Son muchas bocas que alimentar.
Sí. Recuerdo que una vez mi mamá cocinó un pollo, lo preparó y lo cortó en 25 porciones y lo puso en una bandeja.
Luego nos dijo a todos los niños que cerráramos los ojos y escogiéramos un trozo de pollo.
Lo que elegías te comías.
¿Y dónde dormían por la noche?
Cada noche poníamos colchones en el suelo de las habitaciones, así todos los niños tenían un lugar para dormir.
Gracias por explicarnos cómo fue vivir aquello.
¿Fue duro?
No, no fue duro, por dos razones.
Primero, todo el país estaba en la misma situación.
Y, segundo, mis papás recibieron ayuda económica, y los ancianos de la congregación les dijeron que provenía de las contribuciones de los hermanos por todo el mundo.
Ver eso, siendo tan joven, me conmovió, hermano Clarke.
Me sorprendía que hermanos que no me conocían de nada me estuvieran ayudando.
Me llegó al corazón.
Ese es “el poder de Dios” actuando en nuestra hermandad mundial, que es tan amorosa.
¡Qué bonito!
¿Cómo lo viviste tú, Dieudonné?
Yo también recibí mucho amor en esa época.
En mi caso, mis papás no estaban en la verdad, y yo solo era un publicador no bautizado.
Aun así, los ancianos me ayudaron.
Se encargaron de que tuviera lo necesario: comida y ropa.
De hecho, la primera chaqueta que tuve para ir a las reuniones me la dieron ellos.
Recuerdo que pensaba: “¿Por qué a mí?
Si ni siquiera estoy bautizado… Pero me tuvieron en cuenta”.
Ver el amor de Jehová en cosas como esas me llegó a lo más profundo.
Qué animador.
En esta foto te vemos a ti, en la izquierda, con una chaqueta.
¿Qué edad tenías?
Ahí tenía unos 18 años.
¿Y quién es el que está ahí contigo?
Ese es mi primo y mi maestro de la Biblia.
—¿Tu primo fue tu maestro?
—Sí.
¿Y qué tal le va?
Está muy bien.
De hecho, está aquí para nuestra graduación.
—¿Hoy?
—Sí.
¡Bienvenido, primo!
¡Qué día tan especial para ti y para ti también!
¿Y cómo le va a tu familia, Elise?
Pues me alegra decirte que todos mis hermanos y mi mamá, que es viuda, sirven a Jehová.
Qué bueno.
Y ¿cuántas hermanas tienes?
Cuatro.
Cuatro hermanas y sus familias.
¿Y cuántos hermanos?
Cinco.
Cinco hermanos y sus familias.
Y todos en la verdad.
¡Qué bendición!
Hablando de lo que pasó en 1994, cuando terminó el genocidio, ¿cómo les fue a nuestros hermanos?
Pasó algo increíble.
Resulta que años antes del genocidio algunos hermanos vivían como refugiados en otros países.
Durante el genocidio, más hermanos decidieron huir.
Y, después del genocidio, los ancianos ayudaron a esos hermanos para que pudieran volver a casa.
Después de eso, empezaron a pastorear a todos para promover la unidad.
¡Qué bien!
Pero, una pregunta: si los hermanos eran todos del mismo país, ¿por qué les preocupaba a los ancianos la unidad?
Algunos de los que se quedaron tenían opiniones muy fuertes sobre los que habían huido.
Pero los ancianos usaron relatos y principios bíblicos para ayudarlos a entender que huir era una decisión personal.
Eso ayudó a los hermanos a volver a estar unidos.
Ya veo.
De nuevo “el poder de Dios” actuando a través de los ancianos para unir a los hermanos.
Y ¿cuáles fueron los resultados de todo eso?
Pues, mira, el genocidio terminó en julio de 1994.
Unos meses después, en diciembre, intentamos tener nuestra primera asamblea.
Tres mil personas vinieron de todos los rincones del país.
Al ver eso, las autoridades lo detuvieron.
Nos dijeron que todavía no era seguro.
Pero recuerdo que, antes de irnos del lugar de la asamblea, estábamos abrazándonos y abrazándonos.
Se veía claramente el amor y la unidad entre los hermanos.
Nunca lo olvidaremos.
Impresionante.
¿Aflojaron el paso los hermanos en la predicación debido al genocidio?
¿Aflojar el paso?
Ni hablar, mi hermano.
Cuando ves el amor de Jehová de esa manera, te sientes como Jeremías, no lo puedes contener.
Sí, es verdad.
Es difícil de explicar.
Pero, cuanto más trataba de asustarnos Satanás, más valor nos daba Jehová.
Sentíamos un fuego en el interior que nos impulsaba a predicar las buenas noticias.
¡Qué bueno oír eso!
¿Y qué se ha conseguido con todo ese entusiasmo?
En 1994, había 2.500 publicadores, pero ahora somos 33.000 publicadores.
En los últimos cinco años, hemos tenido un aumento de casi el 2 % a nivel mundial, pero en Ruanda, durante el mismo tiempo, ha habido un aumento de más del 8 %.
Los publicadores en Ruanda están floreciendo.
Es más, a Ruanda no solo la llaman la Tierra de las Mil Colinas, sino la Tierra de las Mil Sonrisas.
Sonrisas como las de ustedes.
Muchas gracias, hermanos Mwiteneza, por animarnos y fortalecernos.
Que Jehová los siga bendiciendo a ustedes y a todos los hermanos de Ruanda.
—Gracias.
—Gracias.
Ahora, entrevistaremos a Ronald Rodríguez, del hermoso país de Venezuela.
Ronald, es un placer tenerte.
Gracias.
Háblanos un poco de ti.
Mis padres me criaron en la verdad.
Me bauticé cuando era muy jovencito.
Tengo una foto de ese día.
¿Quieres verla?
Claro.
Ahí estoy yo, en Caracas, la capital de Venezuela.
Ese fue el día en que me bauticé.
Como ves, era un niño.
Solo tenía 10 años.
Qué bien, Ronald.
¿Puedo preguntarte qué te motivó a bautizarte a esa edad?
Sin duda fue el ejemplo de mis padres.
He visto que siempre han sido íntegros y leales a Jehová a pesar de todas las dificultades.
Su ejemplo me ha impresionado mucho.
Qué bonito.
¿Esos son tus papás ahora?
Sí, son ellos.
Gracias, mamá y papá.
Hicieron un buen trabajo criando a sus hijos.
Y ahora estás en la sucursal.
¿Cuánto tiempo llevas?
Unos seis años.
Ahora estoy en el DIP.
—Departamento de Información Pública.
—Exacto.
Y ¿qué se hace allí?
En el departamento, preparamos información sobre nuestras actividades para dársela a funcionarios del Gobierno, periodistas y personas en el campo académico.
Muchas gracias por tu trabajo.
En esta foto estás con algunos miembros de la familia Betel, ¿verdad?
Sí, esa es mi oficina.
Ahí estoy con algunos betelitas de Venezuela.
Esta foto es muy especial para mí.
¿Por qué?
¿Ves la hermana que está sentada a la izquierda?
Ajá.
Ella es Janice Blackwood.
Fue una de las primeras misioneras de Galaad que fueron a Venezuela.
—¡¿De las primeras?!
—Sí.
—Fue en los años cincuenta.
—¡Guau!
Y cada jueves ella solía ir a nuestra oficina a la pausa del café.
Siempre tenía algo que contar.
Nos contaba historias, experiencias muy bonitas de cuando llegó a Venezuela junto con otras hermanas.
Y, cada vez que teníamos una pregunta sobre la historia teocrática del país, Janice sabía la respuesta.
¡Seguro que aprendiste mucho de ella!
Sí, nos encantaban sus visitas.
Tristemente, ella murió hace poco, en noviembre.
La van a extrañar.
Sí, claro que sí.
Tenemos muy buenos recuerdos de ella.
Por cierto, Ronald no solo sonríe en las fotos; siempre está sonriendo.
Cualquiera diría que es de Ruanda, la Tierra de las Mil Sonrisas.
Ahora en serio, no siempre has tenido una vida fácil.
Has tenido desafíos.
¿Nos lo cuentas?
Claro.
Siempre había querido asistir a una escuela teocrática.
En el 2018, me invitaron a la de evangelizadores.
Y, al mismo tiempo, me ofrecieron un trabajo muy bien pagado.
Era increíble.
Pero lo rechacé, porque no quería que nada me impidiera asistir a la escuela.
Y resulta que, cinco días antes de que empezaran las clases, la cancelaron.
—¿¡La cancelaron!?
—Sí.
¿Cómo te sentiste?
Bueno, la verdad es que para mí fue muy duro.
Me sentí muy triste y no sabía qué hacer.
Así que te quedaste sin escuela y sin oferta de trabajo.
Entonces, ¿qué hiciste?
Hacía pequeños trabajos, cualquier cosa que me saliera.
Estar así es un poco estresante.
¿Por qué cancelaron la escuela?
Fue por la situación económica del país.
Yo diría que los años del 2017 al 2019 fueron realmente difíciles para nosotros en Venezuela.
Porque, debido a la hiperinflación, había escasez de comida.
Sabemos lo que es la inflación, pero ¿nos explicarías cómo te estaba afectando la hiperinflación?
Pues los precios de cosas básicas como comida, medicinas y ropa, esos precios subían drásticamente.
Por ejemplo, lo que podía comprar en la mañana ya no me lo podía permitir en la tarde.
Y, al día siguiente, el precio volvía a subir.
—Eso no hay quien lo aguante.
—Sí.
Para mí fue difícil especialmente entre el 2017 y el 2018.
Era precursor, y me estaba costando ganarme la vida.
Pero pude ver que Jehová estaba justo ahí para ayudarme.
Hay algo que recuerdo con mucho cariño.
Fue un momento en el que ya llevaba dos días que no comía casi nada.
Estaba preocupado y hasta angustiado; no me sentía bien.
Pero recuerdo que le hice una oración a Jehová justo en ese momento, y fue increíble.
Solo unos minutos después, recibí una llamada de una hermana.
Ella me hizo una pregunta que me sorprendió: “¿Cuál es tu número de cuenta?”.
Quería enviarte dinero.
Sí.
Ella me dijo que el dinero lo habían enviado hermanos de otros países y la suma tenía que dividirse entre cinco personas.
Y me habían seleccionado para ser el quinto.
Y tú fuiste el quinto.
Sí. Fue algo maravilloso.
Con lo que recibí, pude comprar comida para una semana.
La respuesta a esa oración es algo que nunca podré olvidar.
Y justo después de orar recibiste la respuesta.
Eso es “el poder de Dios” ayudándote a ti personalmente.
Es muy animador.
¿Y qué más te ayudó en esa época tan difícil?
Me encanta la naturaleza y, como en Ruanda, en Venezuela te puedes encontrar con una gran variedad de paisajes.
Tenemos playas espectaculares, desiertos, selvas, montañas...
Y, como mucha gente sabe, en Venezuela también está la famosa cascada el Salto Ángel.
Hummm… Hay un lugar especial al que me gustaba ir.
Allá, en Caracas, la capital, hay una montaña.
Se llama El Ávila.
Me ayudaba mucho pasar tiempo allí.
Yo subía esa montaña muy a menudo, porque me di cuenta de que estar ahí, rodeado de la creación de Jehová, me ayudaba a sentirme cerca de él.
Y, cuando estaba ahí hablando con Jehová, las preocupaciones que tenía se esfumaban, me sentía tranquilo.
Me alegro de que tuvieras un lugar al que ir y poder estar a solas con Jehová.
Todos necesitamos eso.
Muy bien.
Y ¿qué hacían los hermanos para sobrellevar aquella situación difícil?
Fue muy bonito verlo.
Los hermanos estaban dispuestos a ser generosos y compartir lo que tenían con los demás.
Y a veces era muy poco, pero lo daban con gusto.
¡Qué bueno!
Y ¿qué lleva ella?
Es una hortaliza.
En Venezuela le decimos auyama.
Pero creo que en otros sitios tiene otros nombres.
Parece una calabaza.
Sí, es algo así.
Esto era parte de un programa de labores de socorro.
Se empezó a animar a los hermanos a cultivar su propia comida.
Así que los que viven en el campo cultivan y comparten.
No necesariamente.
Cualquiera podía participar, con experiencia o sin ella.
—¡Cualquiera!
—Sí, cualquiera.
Y, si no tenías experiencia, te enseñaban a hacerlo.
No solo para cultivar en terrenos, sino en balcones, jardines, prácticamente en cualquier lugar.
Así que un poco de tierra y a plantar.
Así es.
¿Y cómo reaccionaron los hermanos?
Les encantó.
Veías a los hermanos disfrutar de hacerlo.
Estaban contentos.
¡Qué bonito!
Otra vez, “el poder de Dios” actuando a través de la organización.
Y los hermanos están siguiendo su guía.
Ajá.
¡Qué buena idea!
Especialmente para los hermanos que no tenían trabajo o que lo habían perdido.
Sí. Lo que dices es cierto, porque muchos de nuestros hermanos estaban en esa situación, sin trabajo, pero no dejaron que eso los hundiera.
Se hicieron precursores.
Su ejemplo me caló hondo.
Así que están pasando por problemas y piensan: “¿Qué más puedo hacer por Jehová?”.
¡Qué buena actitud!
Sí.
Ronald, ¿al final fuiste a la escuela?
Sí, pero… ¡adivina!
¿Qué pasó?
Recibí una buena oferta de trabajo al mismo tiempo otra vez.
Otra vez.
Seguro que pensaste: “Mejor me quedo con el trabajo por si cancelan la escuela”.
¡No, claro que no!
Porque ese trabajo tan bueno me llegó justo cuando todo el mundo estaba haciendo hasta lo imposible por conseguir uno.
¿Y al mismo tiempo a mí me estaban invitando a la escuela?
Pues estaba claro quién estaba detrás de eso.
Por supuesto yo sabía que no era Jehová.
Por eso rechacé esa oferta de trabajo, asistí a la escuela, y fue maravilloso.
¡Bien hecho!
Y, después de graduarte, ¿adónde te mandaron?
Bueno, primero me dijeron que iría a un sitio, pero tres días después de la graduación me cambiaron el destino.
Esta vez me invitaron a servir en Betel.
La verdad es que no me lo esperaba.
Y más aún porque tuve que trabajar en departamentos en los que no tenía ninguna experiencia.
Como el DIP.
Sí. Y mi primer departamento fue el de Información sobre Hospitales.
Ninguna experiencia.
En ambos casos sentía que era demasiado para mí.
Me preguntaba: “¿Cómo voy a poder hacerlo?”.
Pero luego me di cuenta de algo, de que, así como Jehová estuvo a mi lado en el pasado, también lo estaría en este nuevo capítulo.
Y así fue.
¡Qué bonita idea!
Jehová está a nuestro lado cuando pasamos por dificultades.
Y ¿ha mejorado en algo la situación de nuestros hermanos?
Algunas cosas sí han mejorado.
Pero la verdad es que necesitamos a Jehová para que todo se solucione por completo.
A pesar de todo, a los hermanos les va muy bien en sentido espiritual.
¿Ah, sí?
Sí, porque han aumentado los precursores, los publicadores...
Algo que es muy animador es ver que en muchas congregaciones el 30 o el 40 % de los publicadores sirven como precursores.
Y algo que a mí me sorprende muchísimo es que los precursores no son solo adultos, sino también los más jóvenes.
Ahora, en Venezuela, tenemos cientos de precursores con menos de 15 años.
Así que tanto jóvenes como mayores están confiando en “el poder de Dios” para aguantar las dificultades y seguir predicando con entusiasmo.
¡Qué animador!
Sí, y por eso quiero tanto a mis hermanos de Venezuela.
Siguen aguantando, y nos animamos unos a otros.
Pasamos tiempo juntos.
Todo lo que hemos vivido nos ha unido muchísimo.
Seguro que sí.
Hacerles frente a esas situaciones los ha unido mucho y los ha ayudado a crecer en sentido espiritual.
Ronald, gracias por contarnos tu historia.
Has fortalecido nuestra fe.
Le pedimos a Jehová que los siga bendiciendo, tanto a ti como a los hermanos de Venezuela.
Gracias.
Ahora vamos a entrevistar a Dimitri y Elsa Litsios, de Grecia.
Bienvenidos, Dimitri y Elsa.
Nos alegra que estén aquí.
—Gracias.
—Gracias.
En el último De primera mano, hicimos un tour por algunas tierras bíblicas de lo que ahora es Turquía.
Así que nos preguntamos, como son de Grecia, ¿podríamos ver tierras bíblicas de su país también?
Por supuesto.
Hay muchos lugares de Grecia que se mencionan en la Biblia.
Y, cuando visitas estos lugares tan antiguos, los relatos de la Biblia cobran vida.
Es verdad.
Por eso, preparamos un video para que todos lo vean.
¿Podemos verlo ya?
—Sí.
—Claro.
Que lo disfruten.
Pablo pasó gran parte de su segundo y tercer viaje misionero en Grecia y Macedonia.
Es cierto.
Hagamos un viaje al pasado y acompañemos al apóstol Pablo.
Pablo comenzó su segundo viaje misionero en Neápolis, la actual ciudad de Kavala.
Llegó en barco desde Troas.
¿Se acuerdan de por qué Pablo vino aquí?
Él tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia le suplicaba: “Ven a Macedonia y ayúdanos”.
Así que Pablo aceptó la invitación y llegó a esta ciudad.
Así es.
Y desde Neápolis Pablo viajó a Filipos.
Le habrá tomado unas tres o cuatro horas atravesar las montañas que hay entre las dos ciudades.
Esta ciudad está en la región este de Macedonia y tuvo el honor de ser la primera en Europa en la que Pablo predicó las buenas noticias, alrededor del año 50.
Y al principio las cosas aquí fueron muy bien.
Este es el lugar donde Lidia y toda su familia se hicieron creyentes.
Pero poco después Pablo se enfrentó a oposición y tanto él como su amigo Silas fueron encarcelados.
Todavía se pueden ver las ruinas de una antigua prisión en Filipos.
Aunque no se sabe con seguridad, es posible que Pablo y Silas pasaran la noche aquí.
Pero, gracias al “poder de Dios”, fueron liberados de manera milagrosa.
En Filipos, también se puede caminar por la famosa Vía Egnatia.
Esta fue la primera gran calzada romana que se construyó fuera de Roma y que unía Europa con Asia.
Después, Pablo y Silas llegaron a Tesalónica, la ciudad en la que yo nací.
Las primeras dos cartas que escribió el apóstol Pablo estaban dirigidas a la congregación de esta ciudad.
Poco después, estos dos hombres fueron a Berea y tuvieron una muy buena experiencia allí.
Sí, la Biblia dice que los de Berea “aceptaron la palabra con muchísimo interés y todos los días examinaban con cuidado las Escrituras” para ver si esas cosas eran ciertas.
Y, como resultado, “muchos […] se hicieron creyentes”.
Hoy día, la antigua Berea se conoce como Veria.
Allí se puede visitar una sinagoga que se construyó alrededor del 1850 sobre las ruinas de una antigua sinagoga.
Tal vez Pablo predicó aquí.
Algún día lo sabremos.
Después de Berea, Pablo fue hacia el sur, a Atenas.
En aquella época, esta ciudad era famosa por ser un centro de conocimiento, literatura y arte griegos.
Allí vivieron filósofos tan famosos como Sócrates, Platón y Aristóteles.
También era una ciudad muy religiosa.
Había ídolos en los templos, en las plazas y en las calles.
Normalmente, antes de empezar las actividades diarias, la gente iba a orarles a los dioses.
Así es.
Fue aquí en el Areópago, también conocido como “la colina de Marte”, donde Pablo dio un excelente testimonio al hacer referencia al altar “A un Dios Desconocido”.
De hecho, allí en la colina de Marte, hay una placa de bronce donde se pueden leer las palabras de Pablo.
Nuestro viaje termina en la ciudad de Corinto.
Esta bulliciosa ciudad era un importante punto de encuentro de comerciantes.
Aquí se pueden ver las ruinas del tribunal (conocido como bema) y las ruinas de templos y otras cosas.
En las clases de Galaad usamos la galería multimedia de la Biblia de estudio para aprender más sobre Corinto.
Si te gusta la historia, hay un montón de detalles ahí.
Bueno, esperamos que hayan disfrutado mucho de este viaje por los lugares que Pablo visitó.
Hoy día, nuestros hermanos de Grecia imitan al apóstol Pablo y predican con entusiasmo.
Ellos les envían todo su cariño.
¡Un video fantástico!
Gracias por mostrárnoslo.
Un placer.
¡Qué bueno ver a hermanos que son como Pablo, Silas y Lidia, predicadores entusiastas!
Por favor, denles nuestros saludos a los hermanos de Grecia.
Gracias.
¿Les gustó el video?
¿Y qué les parecieron las entrevistas?
¿Qué fue lo que ayudó a nuestros hermanos a enfrentarse a las dificultades?
Como dice 2 Timoteo 1:8, fue “el poder de Dios”.
¿Estás pasando por situaciones difíciles?
Recuerda que Jehová te ve y que su poderosa mano te ayudará a aguantar con paciencia y alegría.
Nuestros queridos hermanos de Venezuela y Ruanda nos ponen un buen ejemplo.
“El poder de Dios” los ayudó, y muchas veces fue a través de la organización y de los hermanos.
Estemos cerca de la organización de Jehová y muy unidos a los hermanos, así superaremos cualquier prueba que se nos presente hasta que llegue el fin.
Con esto nos despedimos.
Hasta el próximo episodio de De primera mano.