Abran sus biblias, por favor, y vayamos a Colosenses 3:13. Analicemos este versículo para ver qué es lo que Jehová espera de nosotros. Colosenses 3:13, ahí dice: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes”. El versículo nos da mucho en qué pensar, ¿verdad?, facetas, tal vez, en las que tengamos que mejorar. Pero ¿vieron las dos cosas que tenemos que hacer? Bueno, si volvemos al versículo, notamos que la primera es continuar soportándonos unos a otros y, la segunda, perdonarnos liberalmente.
Hablemos del primer punto: “Continúen soportándose unos a otros”. ¿Cuál es la diferencia entre esta expresión y la segunda? Pues, al parecer, esta expresión no hace referencia a pecados graves, sino a cosas que hacen otras personas, que nos molestan, nos irritan; no necesariamente tienen que ser cosas que estén mal, pero aun así nos sacan de quicio. Pueden ser cosas pequeñas. ¿Cuáles te irritan a ti? Hablemos con sinceridad... ¿Te molesta que alguien siempre llegue tarde? ¿O que alguien siempre llegue temprano? ¿Te molesta que alguien siempre diga lo que piensa? ¿O que alguien sea demasiado callado? Es increíble, ¿verdad? Hay que ver las cosas que pueden llegar a irritarnos.
Me acuerdo de un discurso que dio el hermano Knorr allá por los años 70. Puso el ejemplo de una hermana que está en la reunión y ve a otra hermana, nueva en la verdad, dando un comentario tras otro. Eso la irrita tanto que piensa: “¿Por qué no se calla un poquito?”. Puede ser que nosotros también nos hayamos sentido así en algún momento.
Pero, si lo pensamos bien, tal vez reconozcamos que nuestras quejas no son válidas, que no tenemos una razón justificada para quejarnos, pero aun así nos irrita. ¿Verdad que nos ha pasado? Qué cierta es aquella frase que dice: “A veces el problema no es la montaña, sino la piedrecita en el zapato”. Con frecuencia, son esas cosas pequeñas las que más nos sacan de quicio.
Recuerdo que, hace años, cuando servía en la sucursal de Samoa Occidental, vinieron muchos hermanos de otros países para la construcción. Y uno en concreto tenía la costumbre de entrar por la mañana al desayuno diciendo: “¡Buenos días!”, a todo el mundo. Aquello a muchos les irritaba, y tal vez a ti también te habría molestado. Así que imagínate lo contento que te pondrías si encontraras el texto de Proverbios 27:14, que se vierte así en una traducción: “Un grito de ‘¡buenos días!’ temprano en la madrugada, ofenderá a tu vecino”. Y estarás pensando: “¡Qué cierto es eso!”. Pues la cuestión es que aquel hermano dejó de hacerlo después de leer este texto (o de que alguien se lo leyera). Pero no siempre vamos a encontrar un texto que nos dé la razón. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Qué leímos en Colosenses? “Continúen soportándose unos a otros”. “Continúen”, así que es algo que tenemos que seguir haciendo.
Eso nos lleva al segundo punto: “Perdonándose liberalmente unos a otros”. Es interesante que, cuando uno consulta otras traducciones en inglés de esta expresión, la mayoría la vierten como la Versión del rey Jacobo, y dicen sencillamente: “perdónense”. Pero la “Traducción del Nuevo Mundo” incluye la palabra liberalmente. La razón es porque aquí el original no usa la palabra griega más común para perdonar. En este caso, denota generosidad, estar dispuesto a ir más allá de lo que se espera de uno. La revista “The Watchtower” ya usó en 1882 la expresión “perdónense unos a otros liberalmente”, mucho antes de que tuviéramos la “Traducción del Nuevo Mundo”. Así que esto nos recuerda que no es solo cuestión de perdonar, sino de hacerlo con generosidad. Tenemos que estar dispuestos a perdonar a otros incluso cuando creamos que no se lo merecen.
¿Por qué deberíamos ponernos la meta de mejorar en esos dos aspectos: soportarnos unos a otros y perdonarnos liberalmente? Bueno, las razones las hemos escuchado muchas veces, ¿verdad? La primera es, claro está, porque Jehová nos perdona a nosotros. Si vamos a Colosenses, en el capítulo anterior, el capítulo 2, versículo 13, ahí se destaca esa idea. Dice, en el capítulo 2, versículo 13: “Además, aunque estaban muertos en sus ofensas y en el estado incircunciso de su carne, Dios los vivificó junto con él. Bondadosamente nos perdonó todas nuestras ofensas”. Así es, Jehová nos ha puesto el ejemplo. A veces uno pudiera tratar de encontrar excusas para no perdonar a alguien. Pero ¿recordamos la parábola de Jesús del esclavo que debía muchísimo dinero? Expresada en denarios, la deuda que tenía ascendía a 60 millones; todo eso se le perdonó. Pero luego él fue y le exigió a otro esclavo que le pagara el poco dinero que le debía. ¿Por qué le pediría aquello? Tal vez el hombre pensaba: “Bueno, sí, me han perdonado todo lo que debía, y estoy muy agradecido, pero sigo sin dinero. Lo necesito, por eso le he pedido al otro esclavo que me pague lo que me debe”. Como vemos, si uno busca razones para no perdonar, las va a encontrar, ¿verdad?, aunque no sean válidas, y no esté siguiendo el ejemplo de Jehová. Pero, volviendo a Colosenses 3:13, ¿qué dice?: “Si alguno tiene causa de queja contra otro”. Así que eso nos da una idea de lo que tenemos que hacer.
La segunda razón es que nosotros también necesitamos que nos perdonen. Lo mismo que nos irrita o molesta de otros, a veces es lo que nosotros hacemos. ¿Verdad que sí? Y cuánto nos duele que nos digan: “¿Te molesta lo que hace esa persona? ¿Y no te das cuenta de lo que haces tú?”. Es bueno recordar que nosotros también necesitamos que los demás perdonen nuestros fallos. Otra razón es que perdonar mantiene la paz en la congregación. “La Atalaya” mencionó algo interesante al respecto. Dijo que, en países donde nuestra obra está restringida o prohibida, muchos hermanos tienen que reunirse en grupos pequeños. Y eso hace que conozcan bien los defectos y el carácter de los demás. Cuando estamos en grupos pequeños, es más fácil que los demás nos irriten. “La Atalaya” mencionó que quienes tenemos la oportunidad ahora de reunirnos en grupos grandes deberíamos aprender a soportarnos y verlo como una preparación para cuando, más adelante, tal vez tengamos que adorar a Jehová en grupos pequeños. De modo que es un buen entrenamiento que contribuye a mantener la paz en la congregación.
¿Qué nos puede ayudar? Bueno, hay varias cosas que podemos hacer. Una de ellas es la que vemos en las referencias al margen de Colosenses 3:13, la de 1 Pedro 4:8. Ahí es donde dice que debemos tener “amor intenso unos para con otros”, no solo amor, sino “amor intenso”. Y esa palabra, intenso, significa “muy fuerte” o, literalmente, “que se extiende”. Así que, cuando nos encontremos ante esas cosas que nos irritan, que nos sacan de quicio, o con alguien que cometa un pecado contra nosotros, ¿qué deberíamos recordar? “Continúen soportándose unos a otros”. Continúen “perdonándose liberalmente”.