El mayor deber del hombre, y su mayor honor, es forjar una buena relación con Jehová, su Creador.
Ahora bien, surgen dos preguntas.
¿Cómo puede desarrollarse dicha relación?
Y ¿qué debemos hacer para conservarla?
Comencemos con la primera pregunta: ¿cómo puede desarrollarse?
Acompáñenme a Eclesiastés, capítulo 12, versículo 13, donde se mencionan dos aspectos fundamentales.
Eclesiastés 12:13 dice: “Después de oírlo todo, la conclusión es esta: teme al Dios verdadero y obedece sus mandamientos, porque eso es todo lo que el hombre debe hacer”.
Sí, para cultivar una buena relación con Dios primero hay que temerle y entonces obedecer sus mandamientos.
Pero ¿de qué clase de temor se está hablando aquí?
¿A qué se refiere?
La obra Perspicacia explica: “El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia [o profundo respeto] hacia el Creador, y es un temor sano de desagradarle por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, y debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso”.
Ahora, ¿cómo llegamos nosotros a sentir ese profundo respeto por Dios?
Como dice el texto para hoy, en algún momento oímos hablar de su fama y de todo lo que ha hecho.
No obstante, ser conscientes de todo lo que Dios ha hecho no nos lleva automáticamente a sentir profundo respeto ni a cultivar una buena relación con él.
A modo de ejemplo, leamos en el mismo capítulo 9 de Josué lo que sucedió con ciertos reyes cananeos.
Josué, capítulo 9, versículo 1, dice: “Cuando la noticia llegó a todos los reyes que estaban del lado oeste del Jordán”...
¿Pero qué fue lo que oyeron?
Pues bien, seguro que ya sabían todo lo que Jehová había hecho para sacar a los israelitas de la tierra de Egipto y rescatarlos de sus enemigos.
Cuando el pueblo de Israel cruzó el río Jordán y entró en Canaán, acampó en Guilgal, no muy lejos de la ciudad amurallada de Jericó.
Así que estos reyes cananeos también estaban enterados de lo que Jehová había hecho en Jericó, de cómo había destruido la ciudad delante de su pueblo y salvado a la familia de Rahab, quien, al oír de los milagros de Jehová, había decidido poner su fe en él.
Y justo después de la destrucción de Jericó, los israelitas se dirigieron a la ciudad de Hai, como leemos en el capítulo 8 de Josué.
Jehová les había ordenado preparar una emboscada para tomar la ciudad y destruirla, y así lo hicieron.
Entonces, después de escuchar sobre todas las obras poderosas de Jehová, ¿qué pensaron los cananeos?
¿Empezaron a sentir un profundo respeto?
Veamos la respuesta en el capítulo 9, versículo 2.
Dice: “Se aliaron para luchar contra Josué e Israel”.
Entonces no, ¿verdad?
¡Todo lo contrario!
Comparemos su reacción con la de los gabaonitas.
Estos habían escuchado exactamente lo mismo, pero veamos cómo respondieron, aquí mismo en los versículos 9 y 10: “Ellos le dijeron: ‘Tus siervos han venido de una tierra muy lejana por causa del nombre de Jehová tu Dios, porque hemos oído hablar de su fama y de todo lo que él hizo en Egipto y de todo lo que les hizo a los dos reyes de los amorreos’”.
En el caso de los gabaonitas, lo que habían escuchado despertó en ellos un profundo respeto por Jehová y los motivó a acercarse a él.
Hoy el mundo también es testigo de las obras poderosas de Dios.
Las personas de buen corazón las reconocen como lo que son y empiezan a sentir profundo respeto por Jehová y ganas de acercarse a él.
Muchas personas que han sido testigos de las labores de socorro que ha realizado nuestra hermandad se han sentido así.
Voy a contarles sobre una de ellas.
Muy entrada la noche del lunes 9 de octubre de 2017, un incendio forestal comenzó a amenazar la ciudad de Santa Rosa, en California.
Los ancianos enseguida se pusieron en contacto con los hermanos y hasta les avisaron a algunos en persona que tenían que desalojar el área de inmediato.
Poco a poco, cientos de hermanos comenzaron a llegar al Salón del Reino.
Desde allí se les empezó a trasladar a casas de otros testigos de Jehová que vivían fuera de la zona de peligro, mayormente hacia el sur.
Pues resulta que una familia de habla hispana se resistía a que la llevaran a casa de otros hermanos para hospedarse con ellos.
Los ancianos los animaron con bondad a que les expresaran su preocupación.
El padre, que no era Testigo, les confesó que le daba vergüenza alojarse en casa ajena.
Se avergonzaba de su apariencia desaliñada y sucia, y de la ropa que llevaba puesta, pues no había tenido tiempo de arreglarse.
Así que les preguntó si él y su familia podían quedarse allí en el Salón del Reino.
Los hermanos les dijeron que sí y les improvisaron unas camas.
El superintendente de circuito hasta puso a los niños a cantar en la plataforma, lo cual fue muy animador.
A la mañana siguiente, después de haber presenciado todas aquellas muestras de amor y de haber visto cómo Jehová había cuidado de su familia y de tantos otros Testigos, el señor dijo que iba a llamar al hermano con quien había estudiado años antes para reanudar su curso bíblico y que no volvería a faltar a las reuniones.
Sí, cuando la gente de buen corazón ve lo que hace Jehová, siente un profundo respeto por él y ganas de acercarse a él.
Y recordemos que el mayor deber del ser humano es sentir ese profundo respeto, ese temor por Dios.
Pero ¿qué hay que hacer para mantenerse cerca de Jehová?
Por una parte, tenemos que seguir atentos a los poderosos actos que él realiza, no solo a favor de nosotros, sino de toda la hermandad mundial.
Nunca demos por sentadas las noticias que llegan a nuestros oídos sobre cómo Jehová apoya y consuela a quienes sufren o sobre cómo progresa la obra del Reino por todo el mundo.
Obras como estas deben seguir llenándonos de admiración y de profundo respeto por nuestro Padre.
Ahora bien, no olvidemos que el texto de Eclesiastés que leímos al principio decía que, además de temer a Dios, debemos obedecer sus mandamientos.
Por lo tanto, hacemos bien en preguntarnos: “¿Hay algún mandamiento que me cuesta trabajo obedecer?”.
¿Pudiera ser que nos falte algo de autocontrol, humildad, honestidad o ganas de hacer lo que debemos hacer?
Si nos pasa algo así, de inmediato tenemos que ocuparnos de fortalecer nuestra espiritualidad.
De esa forma, obedecer los mandamientos de Dios nos resultará tan sencillo como sentir admiración y profundo respeto por lo que él ha hecho a favor de su pueblo.
Hermanos, estamos a las puertas del nuevo mundo.
Por eso, sigamos haciendo que nuestra relación con Jehová crezca, y nunca olvidemos las palabras de Hebreos 12:28.
Vamos a leerlo.
Dice así: “Por eso, en vista de que vamos a recibir un Reino que no se puede sacudir, sigamos recibiendo bondad inmerecida, para que mediante ella podamos darle servicio sagrado a Dios como a él le gusta, con temor de Dios y profundo respeto”.