Algunas autoridades han sacado conclusiones equivocadas sobre lo que hacen las congregaciones de los testigos de Jehová cuando una persona hace algo grave y viola tanto las leyes impuestas por las autoridades civiles como las de la Biblia.
Es posible que en parte eso se deba a la forma en que usamos la expresión comité judicial. Algunos piensan equivocadamente que la congregación está tratando de hacer el trabajo de la policía o de los tribunales, y eso definitivamente no es así, tal como se explicó en La Atalaya de mayo de 2019, página 7, de donde se sacó el comentario de hoy.
¿Qué les parece si hacemos un repaso histórico de cómo se han tratado los asuntos judiciales en el pueblo de Dios?
Me gustaría llamarlo así: “Los ancianos y las autoridades superiores, cada uno en su debido lugar”.
Para empezar tenemos que recordar que Jehová siempre ha sido y siempre será “el Juez de toda la tierra”, como dice Génesis 18:25.
Pero, a lo largo de la historia, Jehová ha usado distintos medios, o personas, para juzgar y decidir qué castigos se deben imponer cuando alguien se salta las leyes.
Por supuesto, al principio él era el único juez.
Recuerden que él juzgó a Adán y Eva.
Actuó con rapidez.
Dictó su sentencia y los echó del jardín de Edén inmediatamente.
Jehová nunca ha renunciado a su autoridad como el Juez universal.
Pero, a medida que ha ido pasando el tiempo y la familia humana ha ido creciendo, él ha delegado en otros la tarea de juzgar.
Los primeros en los que la delegó fueron los patriarcas.
Ellos se encargaban de juzgar los asuntos dentro de sus propias familias.
Pero entonces el pueblo de Israel comenzó a crecer, y llegó a haber miles y miles de israelitas.
Así que se nombraron ancianos para que fueran jueces de la nación.
Sin embargo, recuerden que, como los israelitas estaban en Egipto y eran esclavos, durante esa época la autoridad para juzgar de ese grupo de ancianos tenía sus limitaciones.
Pero esas limitaciones cambiaron cuando los israelitas fueron liberados de su esclavitud en Egipto el 14 de nisán del año 1513 antes de nuestra era y, un año más tarde, entraron en un pacto con Jehová que se llamó el pacto de la Ley, mediante el cual Jehová les dio leyes que abarcaban todo aspecto de su vida.
Ahora bien, fíjense en lo que le dijo Jehová a Moisés algún tiempo después.
Leamos Números 11:16: “Jehová le respondió a Moisés: ‘Reúneme a 70 hombres de entre los ancianos de Israel —a hombres que tú apruebes como ancianos y funcionarios del pueblo—’ ”.
Entonces, esos 70 hombres, elegidos de entre los ancianos, tenían una responsabilidad especial.
Desarrollemos este punto.
Israel, como nación, tenía su Ley.
Y ahora había un grupo de ancianos que se encargaba de que se cumpliera esa Ley.
Israel era una nación independiente gobernada directamente por Jehová.
Todos los asuntos, espirituales, civiles o penales eran juzgados por este grupo de ancianos.
Ellos escuchaban el caso, emitían una sentencia, ayudaban a las víctimas y se encargaban de dar la disciplina adecuada.
Con el tiempo, los israelitas conquistaron la Tierra Prometida y dejaron de ser nómadas.
Volvieron a tener hogares fijos, permanentes, y formaron comunidades.
Y en estas comunidades todos debían regirse por las leyes que dictaba Jehová.
Los ancianos tenían que asegurarse de que se cumplieran en su comunidad esas leyes.
Se encargaban de juzgar, de que se administrara justicia, de mantener el orden, de que hubiera paz y de que todos estuvieran bien atendidos en sentido espiritual.
Ese fue el sistema judicial de Israel durante 900 años, desde 1513 antes de nuestra era hasta el 607, cuando Jerusalén fue destruida.
Aquel fue un periodo único en la historia del pueblo de Dios.
Fue el único momento en el que el pueblo de Dios como nación controló completamente todo su sistema judicial.
Durante ese tiempo, la única ley que se aplicaba en la nación de Israel era la Ley que Jehová les había dado.
Ahora bien, todo cambió cuando los babilonios conquistaron Jerusalén en el año 607 antes de nuestra era.
Vamos a leer Deuteronomio 28:64: “Jehová te esparcirá entre todas las naciones, desde un extremo de la tierra hasta el otro”.
Y eso fue exactamente lo que pasó.
Dejaron de vivir en Israel y terminaron viviendo en lugares que estaban muy lejos de allí.
Bajo el dominio de los persas, estuvieron esparcidos en 127 distritos.
Bajo el dominio griego, Alejandro Magno llevó a muchos muchos judíos a vivir a la ciudad que él fundó, Alejandría.
Y, bajo el dominio romano, se les permitió a los judíos formar comunidades en todas las ciudades del Imperio.
Así que, aunque en esas comunidades había ancianos, eran las autoridades civiles las que se encargaban de que se cumplieran las leyes del país.
Y eso es a lo que se refirió el apóstol Pablo en Romanos 13:1.
Esas eran “las autoridades superiores” de las que él habló.
Pero ahora surge una pregunta: ¿Qué pasaría cuando se formara la congregación cristiana?
¿Se encargarían de nuevo los ancianos de juzgar tanto los casos civiles como los relacionados con su adoración?
¿Recaería sobre ellos todo el sistema judicial?
La respuesta es no, y por una buena razón.
Claro, todos los cristianos del mundo estarían unidos por las mismas leyes, las leyes de la Palabra de Dios.
Y esas leyes tendrían que cumplirse en todas las congregaciones, sin importar en qué lugar o en qué país vivieran.
Pero ¿qué hay de las leyes que tienen los gobiernos para juzgar los asuntos civiles y penales?
Bueno, a diferencia de las leyes de la Biblia, las leyes de los gobiernos son específicas para cada país.
Por ejemplo, lo que se considera un delito y los castigos que las autoridades imponen varían de un lugar a otro.
Pensemos en el consumo de alcohol y drogas.
¿Qué se considera ilegal y qué no?
¿Cuánto podría consumir una persona sin que se considere ilegal?
Si alguien conduce un vehículo bajo la influencia de las drogas o el alcohol, ¿cuál es el castigo, si es que hay un castigo?
Como saben, la respuesta a esas preguntas podría variar de un país a otro o incluso dentro del mismo país.
Así que son los gobiernos los que se encargan de decidir cuáles son los castigos y de hacer que se cumplan.
En conclusión, Jehová les permite a las autoridades superiores, es decir, a los gobiernos, juzgar o atender los casos civiles y penales.
Así que las autoridades tienen el poder de castigar a los que violan las leyes, y eso está de acuerdo con lo que dice Romanos, capítulo 13.
La congregación cristiana no ocupa, y nunca ha ocupado, el lugar que les corresponde a las autoridades.
Por eso, la congregación no protege a ninguna persona si tiene que ser juzgada por las autoridades.
Por supuesto, si un hermano de la congregación comete un pecado que también se considera un delito según las leyes de ese lugar, es obvio que las autoridades van a atender ese asunto.
Pero Jehová les permite a los ancianos de la congregación atender los aspectos espirituales de la situación, lo que tiene que ver con las normas de la Biblia.
De esta manera, se protege el nombre y la reputación de Jehová, y los ancianos pueden ayudar a los implicados a recuperar su amistad con Dios.
Por lo tanto, mientras no estemos en el nuevo mundo, “el Juez de toda la tierra” seguirá usando a los ancianos y a las autoridades superiores, cada uno de ellos en su debido lugar, para que se cumpla su voluntad.