Casi todos hemos visto las señales de advertencia en las vías del tren.
Quizás hayamos visto algunas que dicen: “Pare, vea, escuche”.
Otras añaden: “Y viva”.
¿Por qué se ponen esos letreros?
Porque cruzar las vías del tren puede ser peligroso.
Sin embargo, en ocasiones el peligro no es muy evidente, no salta a la vista.
Es necesario usar nuestra capacidad de pensar.
Y es que también hay señales que dicen: “¿Ve las vías?
Piense: ‘¡Ahí viene el tren!’”.
Así que, para detectar el peligro, primero hay que detenerse, mirar hacia ambos lados e incluso usar el sentido del oído.
¿Oímos algo?
¿Sentimos alguna vibración?
¿Vemos unas potentes luces que vienen hacia nosotros?
¿Escuchamos un silbato?
Todo eso nos sirve para identificar el peligro.
Quizás el tren no esté justo delante de nuestras narices, pero necesitamos estar atentos, pues, como vemos aquí, un tren en movimiento no puede detenerse tan fácilmente.
Si estamos en medio de las vías, de seguro nos arrollará.
Para evitar una tragedia como esa, necesitamos emplear lo que la Biblia llama las “facultades perceptivas”.
Con ellas podemos reconocer los peligros que afrontamos y hacer lo que haga falta para protegernos, para no sufrir un daño innecesario.
Mediante su Palabra y su organización, Jehová nos da señales de advertencia.
Es como si nos dijera: “Paren, vean, escuchen...
observen lo que pasa a su alrededor”.
Jehová quiere que nos demos cuenta de que vivimos en los últimos días y de que el fin se acerca con rapidez.
Sí, la gran tribulación está a punto de estallar.
Claro, para llegar a esa conclusión, es necesario usar las facultades perceptivas, o sea, la capacidad de razonar.
Jesús así lo indicó cuando, en Lucas 17:20, 21, señaló que el Reino de Dios no vendría de una forma que pudiera observarse claramente.
Tendríamos que echar mano de nuestra capacidad de pensar para entender las señales y actuar en consecuencia.
Ahora bien, para mejorar nuestra capacidad de pensar hay que ejercitarla.
Hebreos 5:14 dice que las “facultades perceptivas” deben estar bien entrenadas.
Hablando de eso, en el texto para el día de ayer, aprendimos que el profeta Daniel es un gran ejemplo de alguien que supo usar su capacidad de razonar para percibir, o entender, la voluntad de Dios.
Tuvo que usarla para afrontar las peligrosas situaciones que se les presentaron a él y a sus compañeros en el palacio de Babilonia.
Daniel se esforzaba constantemente por mejorar su capacidad de razonar.
En cierto momento de su vida, estudió en detalle las profecías, en especial las de Jeremías.
De esa forma logró percibir en qué punto de la historia estaba viviendo y se dio cuenta de que los 70 años de la desolación de Jerusalén estaban por concluir.
Gracias a eso pudo prepararse y actuar en conformidad con la voluntad de Jehová, así como ayudar a otros judíos fieles a hacer lo mismo.
En efecto, debido a que estudiaba la Palabra de Dios a profundidad, Daniel logró percibir el tiempo en el que vivía y entender el significado de lo que ocurría a su alrededor.
Jesús también enseñó a sus discípulos a ejercitar la capacidad de razonar.
En cierta ocasión lo hizo valiéndose de una hermosa ilustración.
Busquemos en la Biblia el capítulo 21 de Lucas; leeremos los versículos 29 a 31.
Observen que Jesús usa la técnica de “pare, vea, escuche y viva”.
En el versículo 29, él dice: “Noten la higuera y todos los demás árboles”.
Así que les pidió que se detuvieran y miraran a su alrededor.
Luego, en el versículo 30, les dice: “Cuando ya echan brotes, ustedes, al observarlo, saben para sí que ya se acerca el verano”.
Con esas palabras los está invitando a percibir lo que está ocurriendo.
Y en el 31 les dice que escuchen la explicación: “Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca”.
Vemos que Jesús usa la técnica de “pare, vea, escuche y viva” para enseñar a sus discípulos a ejercitar su capacidad de razonar.
En la actualidad, Jesucristo, como Cabeza de la congregación, guía al “esclavo fiel y discreto” y también nos ayuda a nosotros a pulir la capacidad de pensar.
Si lo hacemos, seremos capaces de entender el significado de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Por medio de las páginas de La Atalaya y del contenido de nuestras asambleas, se nos invita a detenernos —es decir, a hacer una pausa en nuestra rutina— con la intención de que veamos en la Biblia cuál es la voluntad de Jehová y qué se propone hacer, en especial en estos últimos días.
También se espera que escuchemos las explicaciones que da “el esclavo fiel y discreto” sobre las profecías que se están cumpliendo ahora y que indican que la gran tribulación está muy cerca.
El claro mensaje que nos da la organización de Jehová mediante Jesucristo y “el esclavo fiel y discreto”
es este: la gran tribulación es inminente.
¿Qué debemos hacer en vista de lo anterior?
En primer lugar, debemos recordar que las preocupaciones de la vida, las cosas con las que tenemos que lidiar todos los días, pueden distraernos y hacer que perdamos de vista lo más importante.
Jesús dijo que ese es un peligro real.
En el capítulo 17 de Lucas, Jesús se refiere a lo que ocurrió en el tiempo de Noé y en la época de Sodoma y Gomorra para darnos una advertencia.
Dice que los últimos días, “los días del Hijo del hombre”, se parecerían mucho a los de Noé y de Sodoma, pues la gente estaría muy ocupada con los asuntos cotidianos.
Y son justamente esas cosas de la vida las que pueden nublar nuestra capacidad de razonar a tal grado que no logremos percibir el momento de la historia en el que vivimos y el peligro que está delante de nosotros.
Así que asegurémonos de que los asuntos cotidianos no limiten nuestra capacidad de razonar.
De lo contrario, podríamos terminar vagando por las vías del tren, por así decirlo, sin darnos cuenta del peligro, y, cuando menos lo pensemos, el tren nos pasará por encima.
Así vive hoy la mayoría de la gente: están tan distraídos con su rutina diaria que no se dan cuenta de que el día de Jehová se acerca como un tren a toda velocidad.
Por otro lado, cuando afinamos nuestra capacidad de razonar, podemos ver con claridad las señales de advertencia.
Eso fue lo que Jesús quiso decir cuando expresó, en Lucas 17:24, que las señales se verían como un relámpago que ilumina el cielo.
Pero solo quienes tienen sus facultades perceptivas bien entrenadas perciben las cosas con claridad.
Por ejemplo, nosotros podemos percibir cómo se relacionan la situación política del mundo y el tiempo en que vivimos.
Hoy vemos el cumplimiento de la visión profética del capítulo 2 de Daniel: el hierro y el barro de la última potencia mundial están muy fragmentados, lo que ilustra su gran debilidad e ineficacia.
Y, como dice 2 Timoteo 3:1-5, la gente, incluidos los líderes mundiales, es orgullosa, altiva y blasfema.
Estas son claras pruebas de que vivimos muy cerca del fin de este mundo.
La situación de las personas y de los gobernantes actuales se parece mucho a la imagen de una hormiguita parada sobre las vías del tren que se publicó en español en La Atalaya del 1 de abril de 1972.
Sí, el Reino de Dios se acerca como una veloz locomotora.
Y, por supuesto, sabemos lo que sucederá: los ejércitos de Jehová arrollarán a este mundo y sus líderes.
De modo que es fundamental que ejercitemos nuestras facultades perceptivas, que las entrenemos, a fin de percibir el peligro y seguir tomando las debidas precauciones.
Todos los días detengámonos un momento para ver y escuchar las advertencias que Jehová nos da.
Así nos mantendremos alejados del peligro y podremos sobrevivir al fin de este mundo malvado.
La gran tribulación no nos tomará por sorpresa.