Izak Marais: Sigamos animándonos unos a otros (Rom. 1:11, 12)

El tema de hoy es: cómo podemos seguir animándonos unos a‏ otros.

¿Qué significa animar a otros?

Quizás pensemos que es decirle a alguien algo bonito o decirle: “Cuenta conmigo, aquí estoy para lo que necesites”, parecido a lo que hace la gente en un estadio cuando quiere animar a un atleta.

Pero el ánimo del que habla la Biblia implica mucho más que eso.

Busquemos Romanos, capítulo 1.

Vamos a ver lo que dijo Pablo sobre este tema.

Romanos 1:11, 12.

Él dice: “Estoy deseando verlos para transmitirles algún don espiritual a fin de fortalecerlos, o, más bien, para que nos animemos unos a otros mediante nuestra fe, tanto la de ustedes como la mía”.

Bueno, esta expresión, animarnos unos a otros —según la nota de estudio—, vemos que puede significar “ser consolados” o “confortados” mutuamente.

Se trata de un intercambio: nosotros damos ánimo y otros nos dan ánimo a nosotros.

Es un intercambio entre todos.

Después dice: “Mediante nuestra fe, tanto la de ustedes como la mía”.

¿Por qué menciona Pablo la fe?

Bueno, porque nuestra fe es una evidencia —o una prueba— de que creemos en Jehová, de que creemos que él nos conoce, que se preocupa por nosotros y que va a cumplir todas y cada una de las promesas que nos ha hecho.

Por eso, cuando hablamos unos con otros de nuestra fe, nos animamos mutuamente.

Fíjense que el versículo 11 dice que podemos transmitir “algún don espiritual”.

Eso quiere decir que no improvisamos: pensamos de antemano lo que vamos a decir.

El objetivo de transmitir algún don espiritual es fortalecernos unos a otros.

Así es como nos animamos a seguir firmes, a seguir siendo leales, a seguir sirviendo a Jehová fielmente.

Esto nos recuerda las palabras de Jesús en Juan, capítulo 13.

Me gustaría que leyéramos el versículo 34, Juan 13:34.

Jesús dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; que, así como yo los he amado, ustedes se amen unos a otros”.

De nuevo se trata de un intercambio, amarse unos a otros.

Pero con un matiz.

Jesús dijo: “Como yo los he amado”.

¿Eso qué significa?

Jesús murió por nosotros.

Estuvo dispuesto a dar su vida para que pudiéramos vivir para siempre.

Todos podemos imitar a Jesús.

¿Cómo?

Poniendo el bienestar espiritual de nuestros hermanos antes que nuestros deseos, nuestros planes o nuestras preferencias.

Así que el punto es que queremos ayudar a los demás.

En lugar de concentrarnos en nosotros mismos, en nuestro dolor, en nuestro sufrimiento, en lo que nos pasa…, pensamos en los demás, en lo que podemos hacer para fortalecerlos y animarlos a seguir sirviendo a Jehová.

Debemos recordar que lo más importante es lo que Jehová quiere, no lo que nosotros queremos.

Por eso, para todos nosotros es fundamental obedecer el mandato de Jesús de amarnos unos a otros y animarnos a cumplir “la ley del Cristo”.

Hablemos brevemente del ejemplo de los cristianos del siglo primero y de cómo se animaron unos a otros.

Como recordarán, en el Pentecostés había en Jerusalén judíos y prosélitos de Etiopía, Egipto, Libia, Partia, Media, Mesopotamia, Roma, Grecia, Creta, Arabia, Macedonia, Galacia...

Ese día se bautizaron unas 3.000 personas.

Y en poco tiempo el número de discípulos llegó a ser de 5.000.

Esos cristianos ungidos regresaron a sus países con el mandato de Jesús de amarse unos a otros grabado a fuego en su corazón.

Pues bien, el cuerpo gobernante en Jerusalén, siguiendo la dirección de Jesús, hizo un tremendo esfuerzo por animar a estos hermanos.

Vamos a buscar Hechos, capítulo 15.

En este capítulo encontramos la hermosa carta que les escribieron a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia.

Empezaremos a leer desde el versículo 25.

Veamos lo que decía esa carta: “Así que de forma unánime decidimos elegir a unos hombres y enviárselos con nuestros amados Bernabé y Pablo, quienes han renunciado a sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Veamos ahora el efecto que tuvo esa carta.

Leamos el versículo 31.

Miren lo que pasó en Antioquía: “Cuando la leyeron, se sintieron felices por las palabras de ánimo.

Y, como Judas y Silas también eran profetas, animaron a los hermanos con muchos discursos y los fortalecieron”.

El ánimo no solo venía del cuerpo gobernante.

Aquellos primeros discípulos, que eran cristianos ungidos, entendían que tenían la responsabilidad de animarse unos a otros.

Veamos un ejemplo de esto en Hechos 14:19.

Aquí se cuenta que a Pablo “lo apedrearon”; luego “lo arrastraron fuera de la ciudad”.

Eso ocurrió en Listra.

Ahora leamos desde el 20: “Cuando los discípulos se juntaron a su alrededor, él se levantó y entró en la ciudad.

Al día siguiente se fue con Bernabé a Derbe.

Después de predicar las buenas noticias en aquella ciudad y de hacer una buena cantidad de discípulos, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía.

Allí fortalecieron a los discípulos animándolos a permanecer en la fe y diciéndoles: ‘Tenemos que pasar por muchas dificultades para entrar en el Reino de Dios’”.

Había bastantes hermanos que colaboraban con Pablo y que servían en esas congregaciones; no sabemos cuántos.

Pero, si se fijan en esta lista, ahí verán 100 nombres de hermanos que Pablo mencionó en sus cartas.

Estos hermanos sentían un “amor intenso unos por otros”.

Trabajaban juntos, se animaban unos a otros y se mantuvieron leales a Jehová.

Otro ejemplo es el del apóstol Pablo, cuando lo estaban llevando prisionero de Cesarea a Roma.

Por favor, busquen Hechos, capítulo 28.

El capítulo 28 nos cuenta que Pablo estaba viajando de Malta a Roma.

Y ahí, al final del versículo 13, nos dice que al segundo día pudieron “llegar a Puteoli”.

Y en el versículo 14 leemos: “Allí encontramos hermanos y nos suplicaron que nos quedáramos con ellos siete días”.

¡Qué hospitalarios fueron!

¡Qué cariñosos!

Seguro que eso animó muchísimo al apóstol Pablo.

Y entonces allí, en Puteoli, el apóstol Pablo les envió un mensaje a los hermanos de Roma.

Miren cómo reaccionaron al recibir su mensaje.

Versículo 15.

Dice: “Cuando los hermanos de allí [es decir, de Roma] tuvieron noticias nuestras, vinieron hasta la Plaza del Mercado de Apio y las Tres Tabernas para encontrarse con nosotros”.

¿Se han puesto a pensar en lo que hicieron?

Recorrieron 50 kilómetros (30 millas) a pie para encontrarse con Pablo, que estaba viajando escoltado por unos soldados.

Y miren en el versículo 15 cuál fue la reacción de Pablo: “Al verlos, Pablo le dio gracias a Dios y se sintió muy animado”.

Unos dos años más tarde, Pablo escribió a los cristianos hebreos de Judea las palabras que estamos analizando hoy.

Les dijo que debían animarse unos a otros al ver que el día se acercaba.

Y, en menos de cinco años, Jerusalén ya estaba rodeada de ejércitos.

Qué bueno que Pablo animó a estos hermanos a cuidarse unos a otros y a no preocuparse tanto por los problemas que había entre los judíos y los romanos, por lo que hacían los fariseos… y demás.

No sabemos lo que nos espera en el futuro.

No sabemos cuánto falta para que venga el fin.

Y no sabemos a qué problemas nos tendremos que enfrentar.

Pero lo que sí sabemos es que vamos a animarnos unos a otros, vamos a cuidar unos de otros y no vamos a “dejar de reunirnos”.

Jehová usa las reuniones para darnos fuerzas y su espíritu santo.

Así que hagamos todo lo posible por animarnos, felicitarnos y consolarnos.

No nos critiquemos; más bien, ayudémonos a no rendirnos.

De esa manera cumpliremos con el mandato de Jesús de amarnos unos a otros, así como él nos ha amado.


Izak Marais: Sigamos animándonos unos a otros (Rom. 1:11, 12) [10:42]






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