Edward Aljian: Un problema y su solución

Queridos estudiantes de la clase 155 de Galaad, hoy están a punto de graduarse.

Y no solo eso, pronto irán a sus asignaciones, de las que seguro disfrutarán.

Pero la vida es como es; ya saben, surgirá algún que otro problema.

Un problema al que puede que se enfrenten en algún momento de su vida es que les cueste mucho, se les haga difícil entender un cambio en la manera en cómo se hacen las cosas en la organización.

Podría ser en los métodos de predicación, en el funcionamiento de la congregación, en los procedimientos de la sucursal o algo por el estilo.

Y, por lo general, vemos estos cambios como dice Isaías 60:17, como cambios a mejor.

Aun así, nuestras publicaciones y hasta la misma Biblia admiten que en algún momento a cualquiera de nosotros pudiera costarle hacer esa transición, dejar de hacer las cosas como las hacíamos para hacerlas como nos dicen que las hagamos ahora.

¿Y por qué podría ser difícil?

¿Porque nos afecta personalmente?

¿Cambiará el lugar donde vivimos o lo que hacemos?

Puede que sí.

O puede que no.

Puede que, en realidad, en nuestra mente se nos haga difícil entender la razón detrás del cambio.

Somos leales, y apoyaremos el cambio.

Pero nuestra mente sigue diciendo: “¿Por qué hacemos las cosas de esta manera?

Yo creo que lo mejor sería que las hiciéramos de esta otra manera”.

Bueno, si hemos recibido nuevas instrucciones y en nuestra mente, en nuestro interior, no estamos del todo de acuerdo, tenemos un problema.

Pero también tenemos una solución, que se encuentra en Filipenses, capítulo 3. ¿Lo leemos?

Aquí Pablo habla de un problema que había en aquel tiempo en algunas congregaciones.

Pero ¿era un gran problema para la congregación de Filipos?

Al parecer, no.

Pero Pablo sabía que esto podría convertirse en un problema para algunos hermanos de allí.

Por eso lo trató en ese mismo momento como vemos en Filipenses 3:15, 16.

Dice: “Por lo tanto, los que somos maduros tengamos esta actitud mental, y, si en algún sentido ustedes piensan de otra manera, Dios les revelará la actitud correcta.

En cualquier caso, sin importar cuánto hayamos progresado, sigamos andando correctamente por ese mismo camino”.

¿A qué se estaba refiriendo Pablo?

A un gran cambio organizativo: pasar de la Ley mosaica al cristianismo.

Y Pablo entendió este cambio.

Y él no pensaba de otra manera; no estaba en contra.

Él dejó atrás su apego a la Ley, cualquiera de las ventajas que tenía, por ejemplo, la prominencia, el prestigio entre los judíos… Lo dejó todo atrás.

Eso hizo Pablo.

Pero a otros cristianos judíos les llevó años madurar hasta el punto de poder dejar atrás la Ley y aceptar por completo todos los aspectos del cristianismo.

¿Por qué les llevó tanto tiempo?

Para nosotros es fácil decir: “Es que eran unos tercos.

Tenían mala actitud”.

Y algunos eran así.

Por ejemplo, había algunos que querían aferrarse a algunas partes de la Ley simplemente para evitar la persecución.

Esas cosas pasaban.

Pero pensemos también en esto: antes del cristianismo, la única manera de adorar a Jehová era obedeciendo la Ley mosaica.

Así que seguramente había algunos judíos que antes de hacerse cristianos seguían lo más fielmente posible la Ley mosaica.

Y, como eran tan fieles, ¿qué creen que hicieron?

¿Solo obedecer la Ley?

No.

Seguramente fueron un paso más allá.

Seguro que se esforzaron mucho para llegar a amar mucho la Ley y la manera en que cada una de las leyes reflejaba la personalidad de Jehová, su forma de pensar y actuar.

Quizás algunos judíos dedicaron años a que su amor creciera hasta ese nivel.

Y, ahora que lo consiguieron, de repente la Ley deja de ser válida.

Así que podemos imaginarnos lo difícil que pudo ser para algunos de esos judíos leales llegar a asimilar este cambio.

¿Podría pasarnos algo parecido hoy?

Claro que sí.

Quizá hace años nos dijeron: “Así es como se predica, por esto y por esto”.

O “Así es como se manejan estos asuntos en la congregación, por esto y por esto”.

O “Esto en la sucursal lo hacemos así, seguimos este procedimiento, y es la mejor manera por esto y por esto”.

Y, como somos leales, ¿qué fue lo que hicimos?

Lo asimilamos por completo: aceptamos la manera de hacer las cosas y también las razones que había detrás.

Y, si alguien venía a criticar algo de eso, ahí salíamos nosotros en defensa.

Porque valorábamos mucho esa manera de hacer las cosas, aunque quizá llegar a eso nos llevó años.

Y, por lealtad, lo hicimos.

Y, ahora que lo logramos, van y lo cambian, incluso puede que hasta las razones que había detrás.

Bueno, al igual que algunos de aquellos primeros cristianos judíos, nosotros fuimos leales a cómo se hacían las cosas antes en la organización.

Pero esa misma lealtad podría impedirnos ver en el momento lo bueno que es el cambio.

Y, como hemos dicho, ese es el problema.

Pero ¿cuál es la solución?

¿Qué podemos hacer?

Tres cosas, y las tres están en los versículos que acabamos de leer.

Primero, ser pacientes.

Pablo lo dijo así en el versículo 15: “Por lo tanto, los que somos maduros tengamos esta actitud mental, y, si […] ustedes piensan de otra manera, Dios les revelará la actitud correcta”.

Entonces, si te has esforzado y hasta has orado para entender la razón del cambio, pero aun así no lo entiendes, no le des más vueltas.

Sé paciente, porque en algún momento, puede ser pronto o no tan pronto, verás que todo encaja en su lugar y realmente entenderás lo bueno, lo sabio que es el cambio.

Segundo, andar correctamente.

¿Qué significa esto?

La nota de estudio en inglés del versículo 16 explica que para los cristianos tiene que ver con avanzar en unidad, juntos.

Así que, en la situación de la que estamos hablando ahora, andar correctamente significa apoyar el cambio sin quejarnos.

No queremos ponernos en contra.

Porque ¿qué pasaría si nos quejamos o nos oponemos?

No estaríamos andando correctamente.

Iríamos en contra de la unidad.

Pero no hacemos eso.

Andamos correctamente; apoyamos el cambio.

Y, tercero, estar muy activos sirviendo a Jehová cada día.

Y esto se puede ver en el versículo 16, cuando Pablo anima a todos los cristianos de Filipos a seguir progresando.

Y nosotros también tenemos que seguir progresando.

Seguro que en nuestro servicio a Jehová hay muchas cosas que sí entendemos, que sí valoramos y en las que seguimos progresando.

¡Muy bien!

Pongamos nuestra mente y corazón en eso.

En vez de obsesionarte con algo o seguir dándole vueltas a lo que por el momento no logras entender, mantente activo en tu asignación, mantente ocupado con una buena rutina espiritual, y verás que en ese mismo momento te sientes satisfecho.

En resumen, si en algún momento nos cuesta entender un cambio en la organización, tenemos un problema, pero también la solución: Filipenses 3:15, 16.

Ser pacientes, andar correctamente y estar muy activos sirviendo a Jehová cada día.

Y, antes de concluir, me gustaría poner un ejemplo del último punto, de lo importante que es estar muy activo sirviendo a Jehová cada día.

Porque es la solución para el problema del que estamos hablando, pero, además, para muchas otras situaciones de la vida.

El ejemplo que les voy a poner lo escuché hace algunos años.

¿Saben dónde?

En una graduación de Galaad.

¿Qué me dicen de eso?

Uno de los instructores habló de aquellos barcos de vapor que usaban el carbón como combustible, ¿recuerdan?

Arriba estaban el capitán y la tripulación.

Y abajo había unos hombres que no paraban de echar carbón a la caldera.

Imaginemos que uno de esos trabajadores suelta la pala y va y le dice a uno de sus compañeros: “Oye, ¿me parece a mí, o el barco está girando a la izquierda?

Yo creo que eso no es lo que hay que hacer.

Ahora mismo yo creo que deberíamos avanzar en línea recta, no cambiar de rumbo.

Me parece que el capitán no tiene mucha idea de lo que está haciendo.

¿Sabes qué?

Voy a ir arriba a hablar con él”.

Entonces, en ese momento, el hermano hizo una pausa, se inclinó hacia delante y, acercándose al micrófono, dijo: “¡Echa carbón!”.

Eso hacemos tú y yo.

Tú y yo somos los que echamos el carbón.

Estamos activos haciendo el trabajo que Jehová nos ha asignado.

Nos mantenemos ocupados en eso.

Que Jehová se encargue de Isaías 60:17 —el cobre, el oro y la plata— y nosotros echamos carbón, nos mantenemos activos y ocupados con una buena rutina espiritual.

Así que, mientras Jehová marca el rumbo de su organización, también nos guiará a nosotros.

Nos ayudará a tener la actitud correcta y a sentirnos satisfechos.

Y, además, viviremos el cambio más maravilloso de la historia: pasar del viejo sistema al nuevo mundo.





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