Hoy me gustaría centrarme en las primeras palabras del texto del día.
Dice: “La palabra de Dios está viva y actúa con poder”.
“La palabra de Dios está viva”.
No hay duda de que este versículo es aplicable a la Palabra escrita de Dios, la Biblia.
Pero la palabra de Dios ya existía mucho antes de que los seres humanos inventaran la escritura.
¿Cuánto tiempo antes?
No sabemos.
Como mínimo desde que Jesús comenzó a vivir.
Claro, antes de que Jesús existiera, Jehová no tenía a nadie con quién hablar.
Pero, al crear a Jesús, él y su Hijo se pudieron comunicar.
¿Y qué es la palabra de Dios?
Pues se ha dicho que es su “propósito revelado”.
Eso significa que cuando él dice que hará algo se puede dar por hecho, y nada ni nadie puede impedirlo.
Pero a veces, con las mejores intenciones, podríamos estar interfiriendo en un proyecto o en una decisión que Jehová aprueba.
Y tenemos un ejemplo de esto en algo que pasó en la historia de Esaú y Jacob.
¿Quién estaba interfiriendo con el propósito de Dios?
Pues fue un hombre fiel, Isaac.
Después de 20 años de matrimonio, Isaac y Rebeca tuvieron dos hijos, Esaú y Jacob.
Y sabemos que Esaú fue el primogénito.
Como explicó La Atalaya esta semana, en tiempos de los patriarcas, después de la muerte del padre, el hijo primogénito se encargaba de la familia.
Era el que dirigía su adoración a Dios.
Era una especie de sacerdote.
Por esa razón, la Biblia dice que había sacerdotes presentes en el monte Sinaí antes de que se instaurara el sacerdocio levítico.
Pero Jehová le había dicho a Rebeca que Jacob ocuparía el puesto de primogénito.
No sabemos si se lo dijo a Isaac, pero sí se lo dijo a Rebeca.
Le dijo que Jacob ocuparía esa posición.
Esa era “la palabra de Dios”.
Jehová había revelado su propósito: Jacob estaría por encima de Esaú.
¿Podría alguien impedirlo?
Y, si pensamos en el propósito de Dios, ¿verdad que Jacob era la mejor opción?
Porque ¿cuál era el propósito de Jehová?
Era formar una nación que lo adorara a él, un pueblo que adorara a Jehová.
Y, entre Jacob y Esaú, ¿a quién te imaginas dirigiendo la adoración en familia, adorando a Dios con sus hijos?
Sin duda, a Jacob.
Probablemente, durante los primeros 15 años de sus vidas, Esaú y Jacob escucharon a Abrahán hablar de lo que Jehová le había prometido: que todas las familias de la Tierra serían bendecidas mediante su descendencia.
Y seguro que Jacob pensó que sería un gran honor participar en el cumplimiento del propósito de Dios.
Rebeca quería más al que Jehová quería más, a Jacob.
Pero Isaac quería más a Esaú, y eso que se había casado con dos mujeres que no adoraban a Dios.
Algunos en el servicio de tiempo completo tienen un hermano o una hermana que no está muy bien en la verdad, y resulta que es el favorito.
Parece mentira.
Pero hay padres Testigos que no quieren más al hijo que Jehová quiere más.
Bueno, un día Isaac tuvo una conversación muy interesante con Esaú.
Vayamos a Génesis 27:1-4.
De este relato vamos a sacar un par de lecciones.
Génesis 27:1-4.
Dice: “Cuando Isaac era viejo y sus ojos estaban tan débiles que no podía ver, llamó a su hijo mayor Esaú y le dijo: ‘¡Hijo mío!’.
Y él contestó: ‘¡Aquí estoy!’.
Entonces Isaac le dijo: ‘Me he hecho viejo y no sé cuánto tiempo me queda de vida.
Así que, por favor, toma ahora mismo tus armas, tus flechas y tu arco, y vete al campo y caza algo para mí.
Luego prepárame una comida sabrosa de las que me gustan, tráemela y me la comeré.
Entonces, antes de mi muerte, te bendeciré’”.
“Antes de mi muerte”.
Entonces, ¿estaba a punto de morir Isaac?
Pues no.
Si hacemos cuentas, vemos que Isaac vivió 43 años más después de esa última comida.
Pero podemos entender por qué creía que estaba en las últimas.
Estaba ciego.
Ya no podía hacer lo que hacía antes; tal vez por eso pensó que le quedaba poco.
Y eso le puede pasar a cualquiera.
Si tenemos mucho dolor y nos cuesta movernos, puede que pensemos que no vale la pena vivir.
Esta es la lección: sin importar qué limitaciones tengas, no te rindas.
Piensa en lo que sí puedes hacer y céntrate en eso.
“Los muertos no alaban a Jah”, pero tú sí, porque estás vivo.
Y, si llegas al punto en el que lo único que puedes hacer es ser íntegro y alabar a Jehová, hazlo.
No te rindas.
Pero volvamos al punto que mencionamos antes, y era que, aunque tengamos buenas intenciones, podríamos interferir en el propósito de Dios.
Isaac estaba decidido a bendecir a Esaú y que Jacob fuera su siervo.
Isaac estaba interfiriendo.
Estaba siendo un obstáculo para el propósito de Jehová.
Parece que con el tiempo él se dio cuenta de que estaba equivocado porque, cuando Jacob se fue a buscar esposa, Isaac le dijo: “El Dios Todopoderoso […] te dará la bendición de Abrahán”.
¡Qué bonitas palabras!
“El Dios Todopoderoso te dará la bendición de Abrahán”.
Podemos ver la clase de hombre que era Isaac.
Él era un hombre espiritual.
¿Que quería más a Esaú que a Jacob?
Sí.
¿Y que quería bendecir a Esaú?
Sí.
Pero, cuando Jehová dejó claro su propósito, Isaac lo aceptó.
El apóstol Pablo escribió: “Por la fe, Isaac bendijo a Esaú y a Jacob”.
¿Y cuál es la lección?
¿Podríamos sin darnos cuenta ser un obstáculo cuando Jehová decide hacer algo o cuando él aprueba un proyecto con el que quizá no estamos de acuerdo?
Puede pasar.
Supongamos que la organización sugiere una nueva forma de predicar.
Y les decimos a los hermanos: “Eso no va a funcionar aquí.
Quizás en otro país, pero aquí no.
Aquí somos diferentes”.
¿Qué hay de los proyectos de construcción?
“¿Ramapo?
¿Para qué necesitamos Ramapo?
Si Armagedón está ahí, no más”.
En los años cuarenta, cuando se tomó la decisión de ampliar la central mundial de la calle Columbia Heights, algunos hermanos no lo vieron con buenos ojos.
“¿Por qué gastar tiempo y dinero tan cerca del fin?”.
En 1953, en la reunión financiera de la Sociedad Watchtower, el hermano Knorr leyó la carta de una hermana.
Para ponernos en contexto, es 1953.
Y en esa época, como ya sabemos, algunos pensaban que Armagedón iba a llegar 40 años después de 1914.
En esa época nos gustaban los números.
La hermana decía en su carta: “¿Por qué están gastando todo ese dinero en construcción si Armagedón puede llegar en 1954?”.
Si le hubiéramos hecho caso a ella y a otros como ella, ¿dónde estaríamos ahora?
Pues todavía en la calle Columbia Heights.
Hablando de los proyectos de construcción, una vez el hermano Knorr dijo una frase profunda; sencilla, pero profunda.
Él dijo: “Vamos a seguir construyendo.
Dejemos que Jehová lo detenga si no está de acuerdo”.
¿Creen que él podría?
Sí, ¿verdad?
A veces, cuando un cuerpo de ancianos tiene que tomar una decisión, puede que haya diferencias de opinión.
Por ejemplo, si construir o no un Salón.
Quizás tengamos nuestras reservas o algo nos preocupe.
Y está bien mencionarlo.
Pero, si varios ancianos —hombres que se dejan guiar por el espíritu de Dios— están muy a favor, es muy probable que Jehová lo esté también.
No queremos ser un estorbo.
No queremos ser de los que siempre llevan la contraria.
A veces, cuando estamos en un proyecto de construcción, tenemos problemas con los permisos, porque no nos los dan tan rápido como quisiéramos.
O quizás llega un inspector de construcción y nos pone un montón de peros.
No queremos ser el tipo de persona que dice: “Bueno, este proyecto no debe tener la bendición de Jehová porque, si la tuviera, todo marcharía sobre ruedas”.
Dile eso a Nehemías, y a los judíos de su tiempo.
Tuvieron un problema tras otro.
Pero eso no quería decir que no tuvieran la bendición de Jehová.
“La palabra de Dios está viva y actúa con poder”.
Cuando Jehová se propone algo, pensemos en qué podemos hacer para apoyarlo.
Y, si no podemos hacer nada, oremos, pero no seamos un estorbo.