William Turner hijo: Envueltos y protegidos “en la bolsa de la vida”

El título del discurso de este mes es muy fortalecedor: “Envueltos y protegidos ‘en la bolsa de la vida’”.

Esta idea quizá nos haga pensar, o en un bebé arropadito en una frazada, o tal vez en la cálida sensación de estar envueltos en una cobija en una noche fría.

Fue Abigail quien usó la expresión “la bolsa de la vida” en una conversación con David.

Para entender a qué se refería y por qué sus palabras son importantes para nosotros, vayamos al capítulo 25 de 1 Samuel y repasemos el contexto.

David y los 600 hombres que han huido con él se encuentran con unos pastores que trabajaban para el esposo de Abigail —llamado Nabal— y deciden ayudarlos a proteger sus rebaños.

Dice la Biblia que fueron como un muro que protegió a los hombres y a las ovejas de los delincuentes que merodeaban por la zona.

No es fácil para David alimentar a 600 soldados.

Por eso envía 10 hombres a Nabal para pedirle amablemente algo de comida en compensación por sus servicios.

Pero, en 1 Samuel 25:10, 11, Nabal responde así: Sin duda, esa no es la respuesta que David y sus hombres esperaban.

La Biblia describe a Nabal como un hombre áspero y que no servía para nada, y eso es lo que deja ver su respuesta.

Insulta a los hombres de David y los ridiculiza, reduciéndolos a simples fugitivos.

David decide tomarse la justicia por su mano y resolver el problema como muchos lo harían hoy: peleando.

En el versículo 13, vemos que prepara a 400 hombres para la batalla con un solo objetivo: exterminar a los hombres de la casa de Nabal.

Pero pronto Abigail se entera de lo que ha hecho su esposo y, sin que él se dé cuenta, reúne una buena cantidad de comida y se va a buscar a David.

Cuando se encuentra con él, le habla con el corazón en la mano y, en nombre de su esposo y de toda su casa, le pide perdón de forma tan convincente que él no hubiera podido negarse.

Reconoce que lo que hizo Nabal fue una insensatez y le ruega a David que no se haga culpable de derramar sangre, pues su conciencia lo condenaría.

Fíjense en las palabras que expresa Abigail en el versículo 29, ya hacia el final de su súplica, y que dan pie al título de este discurso: Cuando queremos proteger o conservar algo valioso, a veces lo envolvemos.

Según Abigail, así haría Jehová con la vida de David.

Protegería a su siervo de todos y cada uno de sus enemigos siempre y cuando no se tomara la justicia por su propia mano.

Debía dejar las cosas en manos de Dios, confiar en aquel a quien le debía la vida.

¿Qué podemos aprender nosotros de este relato?

David pudo ver que su relación con Jehová era una protección.

En el versículo 32 reconoció que Jehová había enviado a Abigail a darle una advertencia.

Nosotros también podemos concluir que, mientras más estrecha sea nuestra relación con Jehová, más protegidos estaremos.

Por eso la Biblia nos dice en Santiago 4:8: Jehová nos invita a acercarnos a él porque quiere darnos su aprobación y que seamos sus amigos.

Cuando le dedicamos nuestra vida y prometemos servirle incondicionalmente, conseguimos su favor, y él nos protege en “la bolsa de la vida”.

A medida que nuestra amistad con él se va haciendo más fuerte, vemos más pruebas de que nos cuida.

Nunca quisiéramos perder su protección por hacer caso omiso de su guía y confiar en nuestra propia forma de pensar.

Ahora bien, ¿en qué situaciones de la vida debemos confiar en Jehová?

Puede que estemos sufriendo ataques en el trabajo o en la escuela, o, como Abigail, que tengamos que vivir con un cónyuge un tanto difícil.

O puede que estemos luchando contra una enfermedad y tengamos que ser leales al elegir tratamiento médico.

O tal vez vivamos en un país en el que no hay libertad para predicar o donde se nos persigue por nuestras creencias.

Pueden ser muchas cosas, pero es nuestra reacción —la manera en que afrontamos la situación— lo que demuestra si estamos dejando que Jehová nos ayude.

¿De veras confiamos en él?

¿Estamos dispuestos a dejar el asunto en sus manos y ver cómo lo resuelve?

Para eso tenemos que manifestar ciertas cualidades cristianas.

De las cualidades que mostraron Abigail y David, ¿cuáles le impresionan más a usted?

Los dos fueron sumamente razonables y pacientes.

La paciencia nos ayuda a aguantar; nos permite soportar situaciones difíciles con un espíritu positivo.

Y las personas razonables son equilibradas, toman en cuenta a los demás y están dispuestas a ceder.

Esto pinta un vivo retrato de Abigail.

No debió haber sido nada fácil vivir con alguien como Nabal.

Pero no hay ninguna indicación de que le faltara al respeto o lo menospreciara.

Es verdad que en el versículo 25 dijo que Nabal era insensato, pero, desde el punto de vista de Jehová, no dijo nada inapropiado, pues Nabal había puesto en peligro a toda su casa.

¿Y qué se puede decir de David?

Él era alguien con autoridad, pero demostró ser razonable y paciente al escuchar a Abigail y reconocer que ella tenía razón, algo que puede ser muy difícil cuando las emociones están a flor de piel.

Tal vez recuerden que el año pasado, en la asamblea “¡No se rinda!”, se analizó 2 Pedro 1:5-8 y aprendimos una buena técnica para cultivar cualidades cristianas.

Consiste en hacer lo siguiente: estudiar a fondo cada cualidad, meditar en ella y ponerla en práctica.

Si aplicamos esa misma técnica con la meta de ser más razonables y pacientes, podremos superar las pruebas.

Podemos estar seguros de que Jehová seguirá fortaleciéndonos para que nunca vayamos a desfallecer en el camino, para que sigamos aguantando y confiando en él.

Además de cultivar estas cualidades, algo que nos ayudará es contar con una buena rutina espiritual.

Tener un programa fijo para estudiar, asistir a las reuniones y predicar nos mantendrá ocupados y nos ayudará a tomar buenas decisiones.

No nos quedará tiempo para distraernos con nada de lo que este mundo ofrece.

Nos conviene recordar lo que sucedió en los días del profeta Ageo.

Cuando los judíos se distrajeron y descuidaron el templo, Jehová dejó de bendecirlos y de protegerlos en sentido espiritual.

¿Cuál fue el resultado?

Pues bien, noten que, en su denuncia, el profeta menciona un tipo muy distinto de “bolsa”.

Ageo 1:6 dice: Aquellos judíos sembraban, pero su cosecha era pobre.

Tenían comida, pero no la suficiente.

Y no tenían ropa para protegerse del frío Como ya no contaban con la bendición de Jehová, Ageo los comparó con un hombre que pone su salario en una bolsa llena de agujeros.

Imagínense cómo se sentiría ese hombre al darse cuenta de que todo lo que había ganado se le había ido por los agujeros de la bolsa.

Claro, nuestro objetivo no es acumular riquezas porque, aun si tenemos muchas cosas, jamás tendremos éxito en sentido espiritual si no contamos con la bendición de Jehová.

Por eso, no permitamos que nada llegue a ser más importante que nuestra relación con Jehová.

Al estudiar la vida de David, percibimos claramente que disfrutaba de una buena relación con Dios y de su protección.

En algunos salmos, David describe cómo lo protegió Jehová en momentos difíciles.

El Salmo 18, el 31 y el 34 narran algunos de esos momentos.

Son relatos hermosos.

Aun así, ¿fue David perfecto?

No, cometió errores.

Ya vimos lo que le pasó con Nabal.

Tenía razones para enojarse, pero la manera de expresar su sentir no fue la mejor.

Con todo, David aprendió de sus errores, y, con cada prueba que afrontó, su relación con Jehová se hizo más fuerte.

Por ejemplo, poco después de que Nabal muriera, David se casó con Abigail.

Mientras todavía eran fugitivos, David y sus hombres buscaron el amparo de un rey aliado, quien les dio un lugar donde vivir.

Un día, cuando los hombres se hallaban fuera, los amalequitas atacaron la ciudad y se llevaron a las mujeres, los niños y los rebaños.

Al regresar y ver lo que había sucedido, los hombres de David rompieron a llorar.

¡Se sentían tan dolidos y amargados que hasta les dieron ganas de apedrear a David!

¡Qué angustia debió de haber sentido él!

Estaría muy preocupado por su familia y se sentiría herido por la reacción de sus hombres.

Quizás sintiera que le estaban faltando al respeto de nuevo, como había hecho Nabal.

¿Qué haría?

Primero de Samuel, capítulo 30, versículo 6, nos revela sus sentimientos: ¿Cómo manejó David esta situación?

El versículo sigue diciendo: ¿De qué forma?

El versículo 8 lo aclara: En esta ocasión, David no pensó ni reaccionó como antes.

De inmediato se acordó de consultar a Jehová.

¿No deberíamos hacer lo mismo nosotros cuando estemos en situaciones difíciles?

Enseguida tenemos que orar a Jehová y buscar la guía que nos da su Palabra, la Biblia.

Esto es imprescindible para estar protegidos espiritualmente.

A modo de repaso, aprovechemos las dificultades para cultivar y demostrar cualidades cristianas, para esforzarnos, por ejemplo, por ser más razonables y pacientes.

Así le demostraremos a Jehová que queremos parecernos más a él e imitar la forma de pensar de Cristo, y que también queremos que nos guíe.

Además, siempre tengamos “mucho que hacer en la obra del Señor”.

Si seguimos orando y participando en actividades espirituales, nos acercaremos más a Jehová y le sacaremos mejor partido a nuestra situación.

Pero no solo eso: conseguiremos la protección eterna de nuestro Padre, quien nos mantendrá envueltos y protegidos “en la bolsa de la vida”.



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